Esta Vez Pido Divorcio
img img Esta Vez Pido Divorcio img Capítulo 4
5
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
img
  /  1
img

Capítulo 4

Sabía que Ricardo firmaría los papeles. Su orgullo no le permitiría rogarle a una mujer que lo estaba dejando. Esperaba que lo hiciera rápido, en un arrebato de ira, y que en un par de días yo sería legalmente libre.

Pero subestimé su crueldad y su capacidad de manipulación.

Dos días después, mi teléfono sonó. Era mi madre. Su voz, normalmente llena de críticas y exigencias, era dulce como la miel.

"Elena, cariño, ¿cómo estás? Tu padre y yo estábamos preocupados. Ricardo nos llamó, nos contó que tuvieron una pequeña discusión."

Mi corazón se hundió.

"Mamá, no fue una pequeña discusión. Me voy a divorciar de Ricardo."

Se hizo un silencio al otro lado de la línea. Luego, la dulzura desapareció, reemplazada por su tono habitual de reproche.

"¿Divorciarte? ¿Te has vuelto loca? ¿Sabes lo que eso significa para nosotros? Ricardo acaba de firmar un nuevo contrato con la empresa de tu padre, el más grande hasta ahora. Y le ha comprado a tu hermano el coche deportivo que tanto quería. ¡Está siendo tan generoso!"

Sentí un frío glacial recorrerme. Estaba usando a mi familia, comprando su lealtad para acorralarme. Para ellos, yo no era una hija que sufría, era un activo, una conexión con la riqueza y el estatus de los Vargas. La tristeza era tan profunda que casi me ahogaba.

"Mamá, él me fue infiel. En nuestra propia casa."

"¡Ay, por favor, Elena! Los hombres son así. Ricardo es un hombre poderoso, es normal que tenga... distracciones. Tu deber como esposa es ser comprensiva, mirar para otro lado. ¿Vas a tirar por la borda tu futuro y el nuestro por un capricho?"

Sus palabras eran tan predecibles, tan dolorosas. Para ella, la dignidad no valía nada comparada con el dinero.

"¿Nunca te has preguntado por qué he aguantado tanto, mamá? ¿Nunca te ha importado si soy feliz?" mi voz se quebró.

"La felicidad es para las tontas. La seguridad es lo que importa. Vuelve a casa, Elena. Pídele perdón a Ricardo y olvida esta tontería."

Colgué el teléfono, temblando de rabia y de pena. Estaba sola. Completamente sola en esta lucha.

Decidí que no podía esperar a que él actuara. Tenía que forzar el final.

Fui directamente a su oficina, un imponente rascacielos en el corazón del distrito financiero. La recepcionista intentó detenerme, pero la ignoré y entré en su despacho sin llamar.

Estaba al teléfono, pero colgó en cuanto me vio. Una sonrisa arrogante se dibujó en su rostro.

"Sabía que volverías. ¿Ya se te acabó el berrinche?" Se levantó y se acercó a su caja fuerte. "Dime, ¿cuánto? ¿Un millón? ¿Dos? Puedo hacer una transferencia ahora mismo."

Me quedé mirándolo, asombrada por su ceguera. Realmente creía que todo en el mundo se podía comprar.

"No quiero tu dinero, Ricardo."

"¿Entonces qué quieres? ¿Que te pida perdón? ¿Que me arrastre? Sabes que eso no va a pasar."

"Quiero que firmes los papeles del divorcio. Ahora."

Él se rió, una risa que resonó en la enorme oficina.

"Y yo quiero que dejes de decir estupideces. Nuestra relación funciona así, Elena. Yo te doy una vida de lujos, te ocupas de mi casa y de mi familia, y a cambio, toleras mis... excursiones. Siempre ha sido así. ¿Por qué el drama ahora?"

"Porque estoy embarazada," solté, sin poder contenerme más.

Su sonrisa se congeló. Me miró, realmente me miró por primera vez en días. Su mirada bajó a mi vientre.

"¿Es... es mío?", preguntó, su voz apenas un susurro.

"Claro que es tuyo," respondí con amargura. "¿De quién más podría ser?"

Por un momento, vi algo en sus ojos. ¿Sorpresa? ¿Alegría? No pude descifrarlo. Pero duró solo un instante. Su máscara de arrogancia volvió a su sitio.

"Bueno, eso lo cambia todo," dijo, su tono volviéndose calculador. "Un hijo necesita una familia unida. Olvidaremos este pequeño incidente. Sofía era solo un pasatiempo."

En ese momento, la puerta de su oficina se abrió y entró su asistente con unos documentos. Y detrás de ella, Sofía, sonriendo como si fuera la dueña del lugar.

"Ricardito, amor, ¿vamos a comer? Prometiste llevarme a ese nuevo restaurante..." Se detuvo al verme, su sonrisa flaqueó por un segundo.

Ricardo no se inmutó.

"Sofía, espera afuera un momento. Estoy terminando un asunto de negocios."

La hipocresía era tan descarada que me provocó náuseas. Hablando de "familia unida" mientras su amante esperaba en la puerta.

"Firma los papeles, Ricardo," repetí, mi voz helada. "Es lo único que te pido. No usaré a este bebé en tu contra. No te pediré ni un centavo para su manutención. Solo déjame ir."

Él me miró, luego miró a Sofía, y de nuevo a mí. La indecisión en su rostro era una ofensa más.

"Esto es ridículo," dijo finalmente.

Se sentó en su escritorio, tomó una pluma y firmó el documento con un trazo rápido y furioso. Lo empujó hacia mí sobre la mesa.

"Ahí tienes. ¿Contenta? Has conseguido lo que querías."

Tomé el papel, el símbolo de mi libertad. Lo doblé con cuidado y lo guardé en mi bolso.

"Gracias, Ricardo," dije, y lo decía en serio. "Gracias por enseñarme que el amor no puede comprarse ni forzarse. Gracias por liberarme."

Me di la vuelta y salí de la oficina, pasando junto a una Sofía confundida y furiosa.

Al salir del edificio, el aire de la ciudad nunca me había parecido tan dulce. Era libre.

Pero aún quedaba una última cosa por hacer. La más dolorosa de todas.

                         

COPYRIGHT(©) 2022