"Bebe" , ordenó mi padre, su voz sin emoción.
Miré la copa de tequila.
Luego lo miré a él.
Sin dudarlo, tomé la copa y me la bebí de un trago.
El líquido amargo se deslizó por mi garganta.
En mi interior, me reí.
Ellos pensaban que estaban acabando conmigo. Pero solo estaban siguiendo el guion que yo ya conocía.
Caí al suelo, fingiendo convulsiones, tal como lo había hecho de verdad en mi vida anterior.
Mis ojos se encontraron con los de mi madre y los de Isabella, que habían seguido a mi padre.
Vi el desprecio en los ojos de mi madre.
Vi la sonrisa triunfante en el rostro de Isabella.
"Finalmente se acabó" , susurró Isabella, con un suspiro de alivio.
Mi madre se acercó, tapándose la nariz con un pañuelo de seda, como si mi cuerpo la ofendiera.
"Llévenla" , ordenó a los guardias. "Tírenla a una fosa común. No quiero volver a ver su cara nunca más."
Qué irónico. Ella, mi madre, hablando de mí con tanto asco.
"Te dimos un techo, comida" , continuó, como si necesitara justificar su crueldad. "Te dimos la oportunidad de tener una buena vida si te comportabas. El compromiso con Javier, la boda... todo esto debería haber sido tu forma de agradecernos. Pero lo arruinaste."
Escuché sus palabras, mi cuerpo inmóvil en el suelo, y una sonrisa se formó en mi mente.
Sí, mamá. Me desharé de esta identidad. Justo como quieres. Y la próxima vez que nos veamos, yo seré la hija de otra persona. Una hija mucho más poderosa de lo que jamás podrías imaginar.
Sabía que Isabella, con su vanidad y su codicia, nunca estaría satisfecha. Pronto, la relación entre ella y mi madre se volvería tensa. La ambición las destruiría a ambas.
Los guardias me levantaron bruscamente.
Me llevaron por un callejón trasero, lejos de la fiesta.
Allí, en la oscuridad, me metieron en un carruaje sencillo, sin insignias.
Justo cuando la puerta se cerraba, vi a mi padre hablando en voz baja con un hombre de aspecto importante vestido con el uniforme del personal del Palacio Nacional.
"Señor Director" , dijo mi padre, inclinándose respetuosamente. "Ya está hecho. La 'hija' del General ha sido enviada como se acordó."
El hombre asintió. "El Presidente estará complacido. Ha esperado mucho tiempo por esto."
Mi padre sonrió, una sonrisa calculadora que nunca mostraba en público.
El plan estaba en marcha. Mi "muerte" era solo el primer paso.
Cuando desperté, no estaba en una fosa común.
Estaba en una habitación lujosa, sobre una cama con sábanas de seda.
El aire olía a incienso y flores frescas.
Las paredes estaban adornadas con arte que valía una fortuna.
Estaba en el Palacio Nacional.
Mi nueva vida estaba a punto de comenzar.
Y entonces, escuché una voz.
Una voz profunda y masculina que no había oído en diez años, pero que reconocí al instante.
"Veo que finalmente despertaste."
Mi cuerpo se tensó.
Esa voz me hizo temblar.