Se detuvo pero no se giró. Podía sentir su presencia detrás de ella, la energía nerviosa que emanaba de él.
"¿Qué diablos fue eso? ¿Te volviste loca?", siseó, su tono ya no era de falsa preocupación, sino de genuina frustración. "Teníamos todo planeado. Ibas a ganar. Íbamos a celebrar".
Íbamos, pensó Sofía con un amargo sabor en la boca. Tú y Valeria y tu madre tenían todo planeado, sí. Pero vuestro plan no era mi celebración, era mi ejecución.
"Cambié de opinión", dijo ella, su voz plana y sin emociones.
"¿'Cambiaste de opinión'?", repitió él, incrédulo. "¡Sofía, esta es la beca, es la Academia Nacional! ¡Es todo por lo que hemos trabajado!".
"Tú has trabajado", corrigió ella, finalmente girándose para mirarlo. Vio el pánico parpadeando en sus ojos, el miedo de que su elaborado plan se estuviera desmoronando antes de empezar. "Yo ya no quiero esto".
Valeria llegó en ese momento, con su paso arrogante y una expresión de desdén.
"Déjala, Ricky", dijo, enganchando su brazo al de él. "Se nota que no puede con la presión. Siempre lo supe. No tiene lo que se necesita para estar en la cima". Sus ojos recorrieron a Sofía de arriba abajo. "Probablemente es lo mejor. Así el premio va a alguien que realmente lo merece y puede manejarlo".
La condescendencia en su voz era tan espesa que se podría cortar con un cuchillo. En su vida anterior, esas palabras la habrían herido profundamente. Ahora, solo alimentaban el fuego helado en su interior. Sofía notó un detalle que había pasado por alto en su primera vida: la forma en que la mano de Valeria se aferraba al brazo de Ricardo no era posesiva, era ansiosa. Buscaba seguridad. Y Ricardo, en lugar de consolarla, le dio una pequeña y casi imperceptible sacudida de cabeza, una señal para que se callara.
Era una dinámica extraña, una que antes no había entendido. Parecía que Valeria dependía de Ricardo mucho más de lo que aparentaba. De repente, una idea loca y brillante comenzó a formarse en su mente. Una forma de probar su teoría, de plantar una semilla de duda que crecería hasta convertirse en un árbol venenoso.
El concurso no era solo de baile. Tenía una sección teórica eliminatoria que se había realizado la semana anterior, una prueba sobre historia de la danza, anatomía y teoría musical. Era notoriamente difícil. Sofía había obtenido la puntuación más alta, con Ricardo unos puntos por debajo. Valeria apenas había pasado, algo que no sorprendió a nadie, ya que su punto fuerte era la presencia escénica, no el conocimiento académico.
"Sabes qué, Valeria, tienes razón", dijo Sofía, cambiando su tono a uno de resignación y tristeza. La sorpresa en los rostros de ambos fue casi cómica. "La presión es demasiada. Creo que... creo que no soy tan inteligente como todos piensan".
Miró al suelo, fingiendo una vulnerabilidad que no sentía. "Esa prueba teórica... fue muy difícil. Hubo una pregunta, la número 17, sobre la influencia de la coreografía de Pina Bausch en la danza contemporánea latinoamericana... No tenía ni idea. Tuve que inventar la respuesta. Seguro que la tuve mal".
Levantó la vista, sus ojos encontrándose con los de Ricardo. "Tú eres el listo, Ricky. Seguro que tú sí la contestaste bien".
Ricardo pareció aliviado por el cambio de tema, volviendo a su papel de amigo comprensivo. "No te preocupes por eso, Sof. Era una pregunta muy específica. Lo importante es tu talento en el escenario".
Pero Sofía no estaba mirando a Ricardo. Estaba observando a Valeria por el rabillo del ojo. Y lo vio. Un destello de pánico en los ojos de Valeria, una tensión repentina en su mandíbula. Duró solo un segundo, pero fue suficiente.
La pregunta 17 no era sobre Pina Bausch. Era sobre la notación Laban, un tema que Sofía dominaba a la perfección y que sabía que Valeria ni siquiera conocía. Había respondido a esa pregunta con una precisión impecable en la prueba real. La mentira que acababa de soltar era específica, plausible y completamente falsa. Una trampa.
Y Valeria había picado.
La única razón por la que Valeria reaccionaría con pánico ante la mención de una pregunta de examen específica que Sofía afirmaba haber contestado mal, era si alguien le hubiera pasado las respuestas "correctas" de Sofía. Si Ricardo le había robado las respuestas de Sofía para dárselas a Valeria, su novia, para asegurarse de que pasara la eliminatoria, entonces la respuesta de Valeria a la pregunta 17 en su examen sería una copia de la respuesta perfecta de Sofía. Y la mentira de Sofía sobre Pina Bausch la habría hecho entrar en pánico, pensando que la respuesta que había copiado era, de hecho, incorrecta.
La pieza final del rompecabezas encajó en su lugar. No era solo la madre de Ricardo. Era Ricardo mismo. Él había estado traicionándola desde el principio, ayudando a su novia mediocre a costa de su mejor amiga. La conspiración era más profunda de lo que había imaginado.
Sofía sintió una oleada de náuseas, pero la reprimió con una ferocidad glacial. El dolor de la traición era real, pero la certeza de su plan era más fuerte.
"Bueno, ya no importa", dijo, encogiéndose de hombros. "Es vuestro momento ahora. Disfrutadlo".
Se dio la vuelta, esta vez de verdad, y se alejó. Dejó a Ricardo tratando de consolar a una Valeria repentinamente pálida y nerviosa. Dejó atrás el escenario, las luces, el sueño que había sido su vida.
Mientras caminaba por los pasillos vacíos del teatro, una sonrisa fría se dibujó en sus labios. No había sacrificado a su reina en vano. Acababa de poner en marcha una trampa que haría explotar su pequeño y sucio secreto. Solo tenía que esperar. El puesto de tamales de su madre sería su cuartel general. Y desde allí, vería caer a sus enemigos, uno por uno.