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Noah cerró la puerta con llave, abrió su computadora portátil y escribió en el buscador: "¿Existe realmente alguien en el mundo que se vea exactamente igual pero sin tener relación de sangre?"
Las respuestas eran variadas.
Algunos decían que sí, otros que no, y después de buscar un rato, no encontró la respuesta que buscaba.
Noah se quedó mirando la pantalla, sumido en sus pensamientos.
¿Por qué ese tal Alexander se veía exactamente como él?
¿Por qué sentía una familiaridad con Samantha que ni siquiera su madre biológica le brindaba?
¿Podría ser Alexander su verdadero hermano?
¿Y Suzy... no era su verdadera madre, sino Samantha?
Una serie de preguntas rondaban en su mente.
Parecía que, si quería respuestas, tendría que encontrarlas por sí mismo.
...
Recién llegada a Londres, Samantha estaba ocupadísima. No solo tenía que organizar la casa y comprar artículos para el hogar, sino también encontrar un jardín de infantes para los pequeños. Tras un día entero de ajetreo, finalmente eligió uno y se apresuró a ir al centro comercial con los niños para hacer algunas compras.
-Charlotte, te gustan las fresas. Te compraré esta pasta de dientes con sabor a fresa.
-Alexander, a ti no te gustan las cosas dulces, así que te compraré esta de sal marina.
Estos pequeños tenían gustos peculiares. La mayoría de los niños de su edad adoraban lo dulce, pero ellos no. Alexander incluso evitaba cualquier cosa que tuviera un toque dulce. Se preguntaba si ese gusto tan particular vendría de su padre... o de su madre.
Mientras Alexander sostenía a Charlotte y miraban juguetes, de pronto sintió una molestia en el estómago. Sujetándose con una mano y con la otra a su hermanita, respondió distraído:
-Cualquiera, mientras no sea dulce.
Samantha notó algo raro y preguntó:
-¿Qué pasa? ¿Dolor de estómago?
Alexander asintió, tratando de aguantar:
-Sí... creo que me duele un poco. Quiero ir al baño.
Samantha le tomó la mano, preocupada:
-Te llevo.
Pero Alexander la soltó:
-No hace falta. Ya soy grande, puedo ir solo. Tú sigue comprando. Ya vuelvo.
Aunque aún preocupada, Samantha sacó pañuelos de su bolso y se los dio:
-El baño está cerca del ascensor por donde subimos. Recuerda, no corras. Charlotte y yo te esperaremos aquí.
-¡Lo sé! Tú cuida bien de Charlotte. No la pierdas otra vez.
Tomando los pañuelos, Alexander la tranquilizó y se alejó apresuradamente.
Esta escena no pasó desapercibida para Noah.
Estaba en una tienda de ropa infantil de alta gama. Las dos secciones del piso estaban separadas por un pasillo. Samantha y su familia estaban en la sección de artículos del hogar, mientras que Noah se encontraba en la de ropa.
Una vendedora le hablaba con entusiasmo sobre los nuevos productos, pero él tenía toda su atención puesta en la cálida escena familiar de Samantha. Su rostro mostraba una evidente envidia.
-Noah...
Noah permaneció indiferente, sin reaccionar.
-Noah...
El tono ahora tenía un matiz impaciente y frío. Aun así, Noah no respondió, siguiéndolos con la mirada, deseando acercarse más a Samantha.
Era la primera vez que sentía el impulso de acercarse a alguien.
Tras llamarlo dos veces sin respuesta, Ethan entrecerró los ojos con una expresión peligrosa. Su rostro se oscureció un poco. Caminó hacia Noah, dispuesto a preguntarle qué sucedía. Pero justo antes de llegar, Noah desvió la mirada.
Sus ojos brillaron sutilmente; una idea se formaba en su mente.
-Papá, me duele el estómago. Necesito ir al baño.
Ethan no pasó por alto la expresión en su rostro. Lo miró intensamente y le advirtió con tono severo:
-Recuerda: no te alejes. Si vuelve a pasar lo de la última vez... te romperé las piernas.
Noah apretó el puño a su lado, bajó la mirada, ocultando sus verdaderas emociones. Mordió su labio y respondió:
-Lo sé.
-¡Ve!
Noah tomó los pañuelos y salió tranquilamente de la tienda. Ethan lo siguió con la mirada, fijándose ahora en una fila de juguetes.
¿Querría Noah algún juguete?
...
Después de salir de la tienda, Noah entró al mini supermercado de lujo donde estaba Samantha. La sección donde se encontraba ella estaba convenientemente separada de la tienda de ropa por una estantería.
Bloqueando con éxito la línea de visión de Ethan.
Al ver su atuendo, Samantha preguntó confundida:
-¿No llevabas puesto un chaleco negro hace un momento? ¿Por qué ahora llevas un trajecito?
Noah respondió con naturalidad:
-Me manché la ropa, así que compré lo que encontré.
-¿Lo que encontraste? -Samantha arqueó una ceja, tomó un extremo del saco entre los dedos.
La tela no parecía nada barata.
Cuando estaba por revisar la etiqueta del cuello, Noah se apresuró a cubrirse el estómago, fingiendo incomodidad, y dijo:
-Todavía me siento mal del estómago. ¿Podemos ir al hospital?
Necesitaba sacar a Samantha de ahí rápido. Si el verdadero Alexander regresaba, no podría quedarse cerca de ella ni seguir investigando la verdad.
En cuanto al verdadero Alexander...
Ya que Samantha no podía distinguirlos, su padre seguramente tampoco. Que se quedara con su padre en la familia Steele unos días.
Como esperaba, sus palabras desviaron enseguida la atención de Samantha. Al notar que su rostro no lucía bien, fue inmediatamente a la caja a pagar. Tras dar la dirección y la hora de entrega, tomó de la mano a Noah y a Charlotte, y se dirigieron al hospital.