Su Venganza, Su Amor Eterno
img img Su Venganza, Su Amor Eterno img Capítulo 4
4
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
img
  /  1
img

Capítulo 4

Me erguí, mi rostro una máscara tranquila y plácida.

-La hermana de Felipe se casa. Llevo a mamá conmigo a la boda -dije, con voz uniforme.

Los ojos de Damián se entrecerraron, escudriñando mi rostro en busca de cualquier indicio de mentira.

Saqué mi teléfono y le mostré un registro de chat falso que había preparado con Felipe. Estaba lleno de detalles sobre la boda, el vestido, el lugar. Era una obra maestra del engaño.

Lo miró de reojo, luego hizo un sonido de asco, un pequeño bufido. No me creyó, pero no podía probar que estaba mintiendo.

Me arrojó el teléfono descuidadamente. Voló por el aire, directo a la cabeza de mi madre. Me lancé hacia adelante, atrapándolo justo a tiempo. El movimiento repentino envió un dolor agudo y punzante a través de mis costillas magulladas. Jadeé, incapaz de ocultar mi malestar.

Damián ni siquiera se dio cuenta. O si lo hizo, no le importó.

Me agarró la muñeca, su agarre como de hierro.

-Nos vamos.

-Suéltame, Damián.

Empezó a jalarme hacia su coche.

-Vienes conmigo a la oficina de Julián.

-No -dije, plantando los talones-. Firmé tu confesión. Te di lo que querías. ¿Qué más podrías querer de mí?

-Tu trabajo -dijo, su voz baja y amenazante-. Todos tus análisis, tus estrategias. Se los vas a entregar a Julián.

La sangre se me heló. Esos cuadernos eran el trabajo de mi vida. Eran el producto de innumerables noches sin dormir, de años de dedicación. Eran todo lo que me quedaba.

-No.

Le mordí la mano con fuerza. Maldijo, su agarre aflojándose por un segundo. Intenté zafarme, pero era demasiado fuerte. Me agarró de nuevo, torciendo mi brazo detrás de mi espalda.

-Sigues sin hacerme caso, ¿verdad? -dijo, con una sonrisa falsa pegada en el rostro-. Julián ha pasado por mucho. Le debes esto.

Una ola de agotamiento me invadió. Estaba tan cansada de luchar.

-Bien -susurré, con la voz ronca-. Terminemos. Puedes estar con Julián. Puedes tenerlo todo. Solo déjame ir.

Se quedó helado por un momento, genuinamente sorprendido. Luego se rió, un sonido áspero y feo.

-¿Terminar? Alana, querida, ¿ya se te olvidó? Estamos casados. No hay divorcio.

Usó su agarre en mi brazo para obligarme a mirarlo.

-¿De verdad crees que podrías dejarme alguna vez? -preguntó, su voz llena de una certeza arrogante-. ¿Tú, que renunciaste a una beca en el Tec de Monterrey para quedarte conmigo? ¿Tú, que me dijiste que no podías vivir sin mí?

Las palabras que me citó eran mías, dichas en un momento de felicidad que ahora se sentía como un sueño lejano y tonto.

Me quedé en silencio. No había nada más que decir.

Empezó a tararear, una melodía alegre y despreocupada que me crispaba los nervios. Me medio arrastró, medio empujó a su coche y condujo a la oficina.

La nueva oficina de Julián era la mía. Estaba sentado en mi escritorio, luciendo completamente fuera de lugar. Tenía un título de una universidad de segunda, un regalo de su padre. No sabía nada de finanzas.

-Alana -dijo, con un tono de falsa disculpa que era más como una orden-. Necesito tus notas de investigación para el nuevo proyecto. Papá dice que me ayudarás.

Damián estaba detrás de él como un rey inspeccionando su corte, Julián apoyado posesivamente a su lado.

Me senté en la silla de visitas. En la esquina del escritorio, donde solían estar las fotos de mi familia, estaba la foto enmarcada de él y Julián. La de su "celebración".

Las náuseas volvieron, más fuertes esta vez.

De repente, Julián chilló.

-¡Lo borró! ¡Papá, borró todos los archivos!

Señaló con un dedo tembloroso la pantalla del ordenador, montando un convincente espectáculo de angustia.

-Todo el trabajo de Alana... ¡desapareció! ¿Cómo se supone que voy a liderar el proyecto ahora?

Sonreí con desdén.

-No sabrías qué hacer con ellos aunque estuvieran ahí.

La mano de Damián se movió tan rápido que no la vi venir. Una bofetada aguda y punzante en mi cara.

-Discúlpate con él. Ahora -gruñó.

-¿Por qué? -escupí, con el sabor de la sangre en la boca-. ¿Porque estás ciego? ¿No ves que te está manipulando?

-Damián, está bien -dijo Julián, interviniendo para hacer el papel de víctima magnánima-. Alana solo está celosa. Lo entiendo.

-Necesita que le enseñen una lección -dijo Damián, sus ojos ardiendo con un fuego frío. Me agarró del brazo de nuevo y me sacó a rastras de la oficina.

                         

COPYRIGHT(©) 2022