Secretos de un CEO
img img Secretos de un CEO img Capítulo 5 Un Primer Malentendido
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Capítulo 6 La Frontera Invisible img
Capítulo 7 Extrañas Desapariciones img
Capítulo 8 Encuentro Nocturno img
Capítulo 9 El Comienzo de la Curiosidad img
Capítulo 10 Primer Acercamiento Personal img
Capítulo 11 La Oficina en Silencio img
Capítulo 12 Un Resquicio de Vulnerabilidad img
Capítulo 13 Fuera de la Oficina img
Capítulo 14 La mirada intrigante img
Capítulo 15 Un Viaje de Negocios img
Capítulo 16 Secretos del Pasado img
Capítulo 17 El Primer Conflicto img
Capítulo 18 El Precio de la Confianza img
Capítulo 19 La Desconfianza Crece img
Capítulo 20 Revelaciones y Dudas img
Capítulo 21 Un Encuentro en la Oscuridad img
Capítulo 22 La Primera Pista img
Capítulo 23 La Conexión Peligrosa img
Capítulo 24 La Doble Vida de Ricardo img
Capítulo 25 La Contradicción Interna img
Capítulo 26 El Amor Prohibido img
Capítulo 27 Fricciones en la Oficina img
Capítulo 28 Encuentro con un Viejo Amigo img
Capítulo 29 La Primera Traición img
Capítulo 30 Sin Vuelta Atrás img
Capítulo 31 La Doble Cara de Ricardo img
Capítulo 32 La Primera Confrontación img
Capítulo 33 Un Encuentro Fatal img
Capítulo 34 Oscuras Revelaciones img
Capítulo 35 Emociones y Traiciones img
Capítulo 36 La Tentación del Poder img
Capítulo 37 La Verdadera Amenaza img
Capítulo 38 La Encrucijada del Destino img
Capítulo 39 La Ruptura de la Confianza img
Capítulo 40 La Gran Decisión img
Capítulo 41 La Sombra del Dolor img
Capítulo 42 La Mirada que Rompe el Silencio img
Capítulo 43 El Precio de la Decisión img
Capítulo 44 El Precio de la Elección img
Capítulo 45 El Primer Compromiso img
Capítulo 46 El Intento de Escape img
Capítulo 47 El Escape Fallido img
Capítulo 48 La Nueva Secretaria img
Capítulo 49 La Tentación img
Capítulo 50 La Última Jugada img
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Capítulo 5 Un Primer Malentendido

La vida en la oficina de Ricardo Díaz parecía haber encontrado una extraña estabilidad. Cada día, Lucía se sumergía en sus tareas con dedicación, ajustándose a la rutina que se le había impuesto, pero con la sensación constante de que algo en el aire, algo intangible, estaba por cambiar. A medida que los días avanzaban, ella se veía atrapada en una vorágine de documentos, reuniones y un sinfín de responsabilidades, pero, a pesar de todo, no podía dejar de notar los gestos fugaces de Ricardo, los silencios que cargaban con un peso distinto.

Algo en su comportamiento, en su vida, seguía siendo incierto.

Una mañana, cuando Lucía llegó a la oficina, algo parecía distinto. Ricardo estaba ya en su lugar, como siempre, pero la atmósfera se sentía más densa que de costumbre. Su rostro, siempre tan imperturbable, parecía ligeramente más tenso, más distante. Él no la saludó con su habitual firmeza, sino que simplemente asintió cuando entró. Era extraño, porque aunque no solían intercambiar muchas palabras al principio del día, el saludo habitual era casi un acto ritual que nunca había fallado. Hoy, no hubo ni la menor cordialidad en sus ojos.

Lucía intentó seguir con su jornada sin dejarse llevar por la incomodidad del momento. Reorganizó los archivos de la junta que Ricardo había solicitado y se aseguró de que los informes estuvieran listos para la tarde. Sin embargo, mientras realizaba su trabajo, sentía la mirada de Ricardo sobre ella, como si esperara algo más que simplemente su desempeño profesional.

A las 11:30 a.m., cuando estaba a punto de salir para entregar unos documentos a la sala de juntas, Lucía notó que Ricardo se acercaba a su escritorio. Normalmente, su jefe siempre parecía tener una agenda apretada, pero esta vez, su mirada parecía más inquisitiva.

-Lucía, necesito que prepares un informe adicional para la junta de esta tarde -dijo con voz algo grave, casi fría.

Lucía lo miró sorprendida. No era que le molestara hacer más trabajo, pero la forma en que había solicitado el informe le pareció extraña. No era habitual que se expresara de esa manera, sin ninguna de las frases usuales de cortesía o el tono neutral con el que siempre hablaba. Algo en su tono, en la forma en que lo dijo, la hizo sentir una especie de incomodidad que no pudo identificar.

-Claro, señor. ¿Cuáles son los detalles? -preguntó Lucía, tratando de que su voz sonara tranquila y profesional.

Ricardo la observó un momento más, pero no respondió de inmediato. Se quedó allí, parado frente a su escritorio, como si estuviera sopesando algo. Finalmente, después de un largo silencio, asintió y le dio los detalles del informe, pero Lucía pudo notar una ligera falta de paciencia en sus movimientos. Como si, de alguna manera, estuviera esperando que ella ya supiera lo que debía hacer, como si su eficiencia ya estuviera en duda.

Con el corazón un poco acelerado, Lucía se dedicó a la tarea que Ricardo le había asignado. Sin embargo, su mente seguía divagando. No podía sacudirse la sensación de que algo no estaba bien entre ellos. Había una tensión en el aire que antes no existía, y Lucía no sabía exactamente cómo enfrentarlo.

A media tarde, cuando entregó el informe que había preparado, Ricardo lo miró rápidamente y luego se levantó de su silla. La incomodidad en el ambiente parecía aumentar. Era como si todo lo que hacía estuviera siendo evaluado a una intensidad que no comprendía completamente.

-Esto no es lo que pedí -dijo Ricardo de forma tajante, sin alzar la voz, pero con una firmeza que hizo que Lucía se detuviera en seco.

El doloroso nudo en su estómago se apretó aún más.

-Lo siento, ¿qué es lo que no está bien? -preguntó Lucía, sintiendo cómo una ola de nerviosismo se apoderaba de ella. Había hecho el informe exactamente como lo había entendido, y por un momento, dudó de su propia capacidad.

Ricardo dejó el informe en el escritorio con un gesto brusco. Sus ojos, normalmente tan controlados, ahora mostraban una mezcla de frustración y algo más, algo que Lucía no alcanzaba a comprender.

-¿No sabes lo que te pedí? -dijo, con una ligera alzada de ceja. La pregunta se sintió como una acusación.

Lucía se quedó en silencio. No sabía qué responder. Había seguido las instrucciones al pie de la letra, pero la forma en que Ricardo lo había dicho hizo que todo se volviera confuso. Algo en su mirada la hizo sentir que había cometido un error grave. Pero, ¿qué estaba mal exactamente? ¿Había malentendido las indicaciones?

-Lo siento mucho, señor. Si me da otro momento, puedo rehacerlo -dijo, sintiendo una punzada de inseguridad recorrer su cuerpo.

Ricardo la miró durante un largo instante, y por un momento, Lucía pensó que la iba a reprender aún más. Sin embargo, él suspiró, un sonido bajo y casi imperceptible, como si estuviera conteniendo una frustración interna.

-No es necesario -respondió, su tono más suave, aunque aún marcado por esa rigidez característica-. Solo asegúrate de que lo que entregues esté a la altura de las expectativas.

Con esas palabras, se dio la vuelta y caminó hacia su oficina, dejando a Lucía completamente desorientada. Nunca antes lo había visto tan... distante. Se quedó allí, con las manos temblorosas, mirando el informe sobre su escritorio. No entendía qué había fallado, pero la sensación de haber cometido un error era insoportable.

Cuando la tarde terminó, Lucía se retiró a su departamento con la mente llena de dudas. Pasó la noche dándole vueltas al incidente, analizando cada palabra, cada gesto. ¿Había algo que no había entendido correctamente? ¿Había hecho algo mal sin saberlo?

La verdad era que no podía deshacerse de la sensación de que algo había cambiado. Algo en Ricardo parecía haber cambiado en su trato con ella. Aunque él no había expresado ninguna molestia evidente, la frialdad que había mostrado la había dejado insegura. Como si de repente ella estuviera en una posición en la que no podía hacer las cosas bien, como si ya no cumpliera con sus expectativas.

Al día siguiente, Lucía llegó temprano, decidida a aclarar las cosas. Estaba dispuesta a demostrar que podía hacer el trabajo a la perfección, sin importar lo que fuera necesario. Sin embargo, cuando se acercó a la puerta de la oficina de Ricardo, se detuvo. Escuchó voces, pero no pudo distinguir las palabras. Estaba claro que había una reunión en marcha. Algo dentro de ella la hizo decidir no interrumpir, pero aún así, la incomodidad seguía latiendo en su interior.

El resto de la mañana pasó rápidamente. Sin embargo, a pesar de la carga de trabajo que tenía, no podía quitarse la sensación de que la relación con su jefe había tomado un giro inesperado. Algo se había roto en la dinámica entre ellos, y Lucía no sabía exactamente qué había causado esa grieta.

En su mente, algo comenzaba a formarse. Podía ser que el malentendido de ayer no fuera solo un error de interpretación, sino el inicio de algo más profundo. ¿Había una razón detrás de la fría respuesta de Ricardo? ¿Estaba realmente molesto por algo que había hecho, o había algo más oculto bajo la superficie de su comportamiento?

Lucía no sabía si debía confrontarlo o seguir adelante como si nada hubiera pasado. Pero lo que sí sabía con certeza era que, por más que tratara de ignorarlo, esa tensión entre ellos no iba a desaparecer. Y no podía seguir viviendo en la incertidumbre de lo que realmente estaba ocurriendo.

                         

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