La cruel obsesión del multimillonario
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Capítulo 8

En el coche, Ricardo se frotó las sienes. Sentía que se avecinaba un dolor de cabeza. La imagen de Alina, pálida y temblando en la piscina, seguía apareciendo en su mente. Le dejaba un sabor amargo en la boca.

-¿Estás enojado conmigo, Ricardo? -preguntó Karla, su voz pequeña y tímida.

Él no respondió.

Ella intentó tocar su brazo, pero él se apartó de un respingo, agarrándola por la muñeca. La miró fijamente, realmente la miró, por primera vez en semanas. La mirada inocente y de ojos grandes parecía un poco demasiado ensayada.

-Ese relicario -dijo, su voz baja-. ¿Realmente era de tu abuela?

La atmósfera en el coche se volvió gélida.

-Claro que sí -dijo Karla, sus ojos llenándose de lágrimas al instante-. No vale mucho, lo sé, pero significaba el mundo para mí. -Las lágrimas se derramaron, trazando caminos por sus mejillas.

La resolución de Ricardo vaciló. Soltó su muñeca y la atrajo en un abrazo. Estaba cansado de pelear, cansado del drama. Solo quería que las cosas fueran fáciles.

-Lo siento -murmuró en su cabello-. Han sido unos días estresantes. -Pensó en los ojos fríos de Alina, en los gritos de David. Necesitaba una distracción.

-Te llevaré a los establos mañana -dijo-. Puedes montar a Lucero.

Las lágrimas de Karla se detuvieron al instante. Se echó hacia atrás, su rostro radiante.

-¿De verdad? ¿El caballo que le diste a Alina? ¿Puedo?

-Puedes hacer lo que quieras -dijo, un sentimiento posesivo y feo agitándose en su pecho. Le daría a Karla todo lo que una vez le había dado a Alina. La reemplazaría, la borraría, hasta que todo lo que quedara fuera esta nueva y adorable chica.

Karla chilló de alegría y sacó su teléfono, tomándose una selfie juntos, su rostro brillando de felicidad.

Un momento después, el teléfono de Alina vibró. Estaba sentada en un taxi, de camino a la clínica para ver a David. Miró la pantalla. Era un mensaje de un número que no reconoció.

Era la selfie de Ricardo y Karla.

Debajo, un mensaje: "Mañana me llevará a montar a TU caballo. Y por cierto, ¿el relicario? Lo compré en un tianguis por cien pesos la semana pasada. ;) Él creerá cualquier cosa que le diga."

Los dedos de Alina temblaron. Escribió una sola palabra de vuelta: "Disfruta."

Luego bloqueó el número, apagó su teléfono y miró por la ventana las luces borrosas de la ciudad.

Recogió a David de la clínica. Estaba dormido en el asiento trasero, agarrando un pequeño bloque de madera. Parecía tan frágil. Hizo un voto silencioso. Lo alejaría. Lo protegería.

A la mañana siguiente, llegaron dos buenas noticias. Sus nuevos pasaportes y documentos de identidad estaban listos para ser recogidos. Y un correo electrónico de una clínica neurológica suiza confirmó que aceptarían a David en su programa de renombre mundial. El correo mencionaba una posible beca de investigación que podría cubrir los gastos, pero la solicitud era competitiva y requeriría una revisión separada y larga.

Alina lloró de alivio. Era un milagro. Un salvavidas.

Solo tenía que volver al penthouse una última vez. Había algunas cosas de su madre que no podía dejar atrás, y quería despedirse de Héctor, el jefe de personal de la casa de los de la Vega desde hacía mucho tiempo, un anciano amable que siempre le había mostrado una compasión silenciosa.

Instaló a David en el hotel del aeropuerto, prometiendo volver en unas horas. Luego tomó un taxi de regreso a la jaula dorada.

Estaba empacando las viejas cartas de su madre cuando Héctor irrumpió en la habitación, su rostro pálido de pánico.

-¡Señorita Montes! ¡Tiene que ir a los establos! ¡Ahora!

-¿Qué pasa, Héctor?

-Es el señor de la Vega -dijo, retorciéndose las manos-. Y la señorita Robles. Ella... ella afirma que Lucero la tiró. El señor de la Vega va a... va a matar al caballo.

El mundo de Alina se detuvo. No Lucero. No su hermoso y gentil caballo.

No esperó a oír más. Salió volando de la habitación, bajó por el ascensor y salió a la calle, llamando a un taxi con un gesto frenético. Su corazón latía en su pecho, un tamborileo salvaje y aterrorizado. "Por favor, que esté bien, por favor, que esté bien, por favor, que esté bien."

                         

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