Traicionado por el amor, salvado por el sacrificio
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7
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Capítulo 7

El rostro de Katia se descompuso. Miró a Julián, con los ojos abiertos de par en par por la conmoción y la humillación.

-¿Julián? -gimió-. ¿Por qué se los llevan?

La mandíbula de Julián se tensó. Miró furioso a Esther.

-Devuélvele los aretes a Katia.

-No -dijo Esther, su voz tranquila pero firme.

Ya había soportado suficiente. Esa noche, se defendería. Por sus padres. Por ella misma.

-Soy la esposa legal de Julián Garza -dijo, su voz ganando fuerza mientras se dirigía a la sala-. Estas joyas me pertenecen. Nadie más tiene derecho a ellas.

El rostro de Katia se tornó feo.

-Pero firmaste el divorcio... -Se detuvo, dándose cuenta de su error.

-¿Qué papeles de divorcio? -preguntó Julián, entrecerrando los ojos.

Los ojos de Katia se llenaron de lágrimas al instante.

-Oh, Julián, lo siento mucho. No debí haber dicho nada. Sé que solo soy tu amante. No debería querer cosas que le pertenecen a tu esposa. -Hizo un ademán de irse-. Me iré. No los molestaré más.

El rostro de Julián se oscureció de rabia. Agarró el hombro de Esther, sus dedos hundiéndose en su piel.

-Simplemente no puedes dejarla en paz, ¿verdad?

Se rió, un sonido aterrador y desquiciado.

-Bien. ¿Quieres jugar? Juguemos.

El subastador, siguiendo la señal de Julián, regresó al escenario con un nuevo artículo. Una caja que contenía los cuadernos de bocetos personales de Esther. Sus pensamientos y dibujos más privados.

-¡A continuación en la subasta -anunció el subastador-, los diarios privados de la señora Esther Garza! ¡Y como bono, una colección de fotografías íntimas!

La sala estalló en susurros y burlas. Esther sintió como si la hubieran sumergido en agua helada.

Julián había congelado todas sus cuentas. Ni siquiera podía pujar para salvar su propia privacidad.

Un grupo de jóvenes herederos de aspecto sórdido comenzó a pujar, sus ojos recorriéndola con desprecio. El precio se disparó.

-¿Se siente un poco pobre, señora Garza? -gritó uno de ellos.

Esther se quedó helada, sus manos apretadas en puños, sus uñas hundiéndose en sus palmas.

Julián acarició amorosamente el cabello de Katia.

-¿Estás feliz ahora, mi amor?

Katia sonrió y levantó la mano.

-Veinte millones de pesos.

Había ganado. La caja con los secretos más profundos de Esther le fue entregada. La sostuvo en alto, su sonrisa goteando veneno.

-Parece que no puedes permitirte protegerte, Esther.

Esther cerró los ojos, tragando la bilis que subía por su garganta.

La gala terminó. Esther se sentía entumecida, hueca. Todo en lo que podía pensar era en el vuelo a Madrid. Solo unos días más.

Mientras se iba, Katia le bloqueó el paso.

-¿Sabías -susurró Katia, su voz un silbido venenoso-, que cada vez que te lastimo, la puntuación de Julián para mí en mi pequeño sistema sube? Creo que necesito otro impulso.

Antes de que Esther pudiera reaccionar, Katia estrelló una copa de champán en el suelo, agarró un trozo de vidrio y se lo pasó por la palma de la mano.

-¡Ayuda! -gritó, su voz estridente de falso dolor-. ¡Julián, me cortó!

Julián estuvo allí en un instante. Vio la mano sangrante de Katia y su rostro se contorsionó de rabia.

Miró a Esther, sus ojos ardiendo con una luz asesina.

-¡ESTHER! -rugió, su voz resonando en el gran vestíbulo.

            
            

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