Persiguiendo una estatua: Ocho años perdidos
img img Persiguiendo una estatua: Ocho años perdidos img Capítulo 4
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Capítulo 5 img
Capítulo 6 Cincuenta bofetadas img
Capítulo 7 Todo era por Chastity img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 Direcciones opuestas img
Capítulo 10 Con eso lo arreglaría todo img
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Capítulo 20 Tomaste tu decisión img
Capítulo 21 Tenemos mucho de qué hablar img
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Capítulo 24 Lo había perdido todo img
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Capítulo 4

Durante la siguiente semana, Brooks interpretó el papel de esposo abnegado. Fue una presencia constante y silenciosa en su habitación de hospital: le pelaba las manzanas y luego las cortaba en rodajas perfectas y uniformes. También le ahuecaba las almohadas y le ajustaba las mantas. Además, cuando el dolor en su hombro se volvía insoportable, la agarraba de la mano, en un gesto firme e impersonal, hasta que la morfina le hacía efecto.

La antigua Alex habría estado extasiada. Habría visto eso como un gran avance, una señal de que él finalmente se preocupaba por ella. Y se habría aferrado a esos pequeños gestos como una persona famélica a la que le dan un trozo de pan.

Sin embargo, la nueva Alex no sentía nada. Sabía que su presencia y su cuidado eran meras actuaciones. Miraba el rostro guapo y serio de su cónyuge, mientras le sostenía un vaso de agua en los labios, pero lo único que sentía era una desoladora soledad. El fuego que había albergado por él durante tanto tiempo se había extinguido completamente, sin dejar ni una brasa.

Ella siempre había creído que desenamorarse sería un proceso largo y prolongado, una muerte lenta y dolorosa, pero no lo fue. De hecho, fue instantáneo, y bastó el simple crujido de una botella contra su cráneo. Y luego, ver a su esposo consolando a su agresora. Descubrió que dejar ir a alguien que amas no es un proceso, sino un momento de brutal claridad. El día que la dieron de alta, él estaba allí, con su Maybach negro esperando en la acera. Alex salió del hospital, sintiéndose débil pero resuelta. Se acercó al auto, y la puerta trasera se abrió.

En su interior, luciendo petulante y aburrida, se encontraba Chastity. Llevaba un vestido rosa pálido, y su expresión era de una inocencia hosca. Además, un pequeño vendaje, casi invisible, seguía en su mejilla, creando una parodia de su lesión. Cuando hizo contacto visual con su cuñada, no se molestó en ocultar su animosidad.

"¿Qué hace ella aquí?", preguntó Alex, en un tono plano.

"Chastity vivirá por un tiempo con nosotros", respondió su esposo, abriéndole la puerta del copiloto. No miró a su mujer mientras hablaba, sino a su hermana, y adoptando un tono de reproche, le dijo: "Caridad, ¿de qué hablamos?".

La aludida puso los ojos en blanco, y luego, le dedicó a su cuñada una sonrisa falsa y le dijo: "Lo siento, Alex. No quise lastimarte. Estaba alterada y me pongo muy sensible". Tras eso, se encogió de hombros, como si su violenta agresión fuera una peculiaridad encantadora y juvenil.

Brooks estaba detrás de esa disculpa vacía, con la intensión de suavizar las cosas. Esa era su forma de manejar el "penoso asunto familiar".

Alex no se molestó en responder. Se subió al auto, y un silencio tenso se instaló entre los tres.

Durante el trayecto, los hermanos se sentaron atrás, mientras Alex se sentó adelante; un panel de vidrio insonorizado los separaba. Esta última se sentía como si fuera la chofer de su retorcida historia de amor, que observaba por el espejo retrovisor.

Brooks seguían mirando de reojo a Chastity, en lo que era una vigilancia constante y preocupada.

Esta, por su parte, revisaba su celular, hasta que de repente soltó en un tono deliberadamente provocador y lo suficientemente alto para que Alex la oyera: "¡Oh, mira! Brandon Carmichael acaba de enviarme una solicitud de amistad. Es tan lindo, ¿no crees, Brooks?". Acto seguido, levantó su celular y mostró la foto de un hombre guapo y sonriente.

Brooks contrajo la mandíbula. Lanzó su mano hacia adelante, para cubrir la pantalla del teléfono de su hermana y, en voz baja y peligrosa, le ordenó: "Bórrala".

"¿Por qué?", inquirió la chica, recuperando su celular. "Se me permite tener amigos".

"No se te permite tener "amigos" como él". declaró su hermano, con voz tensa. Luego, insistió: "Borra su solicitud de amistad. Ahora".

"¡Eres tan controlador!", se quejó ella, haciendo un puchero, aunque en sus ojos había un destello de triunfo, pues había logrado que él reaccionara como quería. Tras presionar algunos botones, le mostró la pantalla y le dijo: "Ahí está. ¿Contento?".

"Sí", contestó su interlocutor, relajando ligeramente los hombros.

Alex observó todo el intercambio con una especie de fascinación distante. Era tan obvio que Alex no veía a Chastity como su hermana, pues la trataba como un amante celoso y posesivo, pero estaba atrapado en un papel del que no podía escapar. Esa realización no le causó celos, sino una profunda y cansada tristeza por los años que había desperdiciado.

Una vez dentro de la casa, ella se metió a su habitación y cerró la puerta, pues no quería verlos ni escucharlos. Sin embargo, la casa no era lo suficientemente grande para contener su presencia. Su felicidad llegaba desde la sala hasta sus oídos: las risitas agudas de Caridad y la rara y baja carcajada de Brooks. Esos sonidos eran un recordatorio constante de su exclusión, de la fácil intimidad que ellos compartían y que a ella nunca le habían concedido.

Alex sintió que un dolor sordo y familiar, que había llegado a asociar con su matrimonio, se extendía por su pecho. Era el dolor de saber excluida y sola. Cuando las risas cesaron, decidió que era momento de salir, pues tenía sed. Caminó en silencio por el pasillo; la gruesa alfombra amortiguó sus pasos.

La sala estaba a oscura, salvo por el suave resplandor de las luces de la ciudad que se filtraban a través de los ventana.

Entonces, los vio en el sofá. Chastity estaba dormida, acurrucada como una niña, con la cabeza descansando en el regazo de su hermano. Y este... la miraba con una expresión de completa adoración, que le quitó a Alex el aliento. Acariciaba suavemente la cabeza de la joven, mientras que con su mano libre trazaba la curva de su mejilla., sus dedos trazando la curva de su mejilla. Su esposa reconoció que él nunca la había mirado así: esa era la mirada de un hombre que estaba contemplando su mundo entero.

"Brooks...", musitó Chastity, entre sueños. Luego se movió, y sus labios se entreabrieron ligeramente. Levantó la mano, que terminó enganchada en el cuello de su hermana, y lo jaló hacía ella.

Sus labios se encontraron. Fue un accidente, un gesto somnoliento e inconsciente de la chica, pero para Brooks, fue la chispa que avivó la llama. Por una fracción de segundo, se congeló por la conmoción. Después, algo dentro de él se rompió. Los muros que había construido cuidadosamente se desmoronaron. Gimió, por culpa de una pura y agonizante necesidad, y correspondió el gesto. No la besó no como un hermano, sino como un hombre desesperado y hambriento. Le enredó la mano el cabello y su cuerpo comenzó a temblar por culpa del deseo reprimido.

Alex permaneció en las sombras, una testigo silenciosa e invisible de la traición definitiva. La escena ni siquiera la lastimó, solo fue... confirmación. Era la pieza final de un rompecabezas, que encajaba todo en su terrible e inevitable lugar.

                         

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