Tu amor
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Capítulo 3 III

Luc cerró la puerta, se aseguró de echarle cerrojo, y suspiro con cansancio, comenzó a descender las escaleras bajo la atenta mirada del personal doméstico, de los cuales algunos trataban de quitar la sangre que había a los pies de las escaleras.

- Señor... - lo llamo quien una vez fue su nana.

- Ahora no Mimi. - dijo, y continuo su camino al despacho, aun escuchando los gritos furiosos de su hijo.

No queria reconocer lo cansado que estaba, mucho menos el miedo que sentía que cada vez se le instalaba más profundo en el pecho, respiro profundo antes de abrir la puerta y trato de colocar su mejor cara de póker, aunque el rubio que lo esperaba lo conocía muy bien.

- Creo que necesitas otra copa. - Luc asintió y solo tomo lo que el mafioso le ofrecía.

- Bien. - dijo luego de beber el contenido de la copa de un solo trago. - ¿Ahora me crees? Estoy maldito, necesito dar con esa gitana... - pidió entre el desespero y la ira.

- Está muerta Luc, lo siento. - el mencionado paso su mano por su cabello, quien lo viera creería que trataba de dejarlo aún más perfecto de lo que estaba, pero no era el caso, era la desesperación que lo llevaba a jalar su cabello una y otra vez a lo largo del día.

- Debe haber algo que se pueda hacer, algún otro gitano... tu. - susurro casi suplicando y el ruso lo vio con sus ojos cobalto con total frialdad.

- No soy gitano y lo sabes. - sentencio con voz aún más fría que su mirada, y Luc suspiro al tiempo que se dejaba caer en su silla.

- Lo siento Neizan, no queria insultarte...

- Y no lo hiciste, mi madre era gitana, una pura, y es un secreto guardado bajo siete llaves y tú eres una de esas llaves, pero las cosas no funcionan así, es difícil, el don de mi madre eran las visiones, y es lo que ocurre conmigo, por algo me llaman el vidente. - explico con calma Neri Neizan, el mafioso más grande de rusia.

- En ese caso, esta mujer quizás tiene una hija y...

- No importa si ese es el caso Luc, lo que tu padre hizo... nunca Luc, jamás provoques la ira de una gitana, y tu padre la provoco, mato a su único hijo, lo siento.

- Decir, que lo sientes no me ayuda, perdí a mi esposa, perdí a mi hermana, mi madre y ahora mi hijo... - las lágrimas se agolpaban en sus negros ojos, tan oscuros como los de su padre, pero con una luz muy distinta.

- Déjame verlo. - sabía que lo que queria hacer era peligroso, ya lo había confirmado demasiadas veces, una cosa era ver el futuro de sus allegados al azar, solo cosas que pasan, y otras eran provocar sus visiones, Neizan sabía que estaba jugando con fuego, pero debía intentarlo.

- Esta fuera de control, no es seguro él...

- Puede que sea peligroso, pero no olvides que es mi ahijado, León Ambiorix no es gran peligro para mí.

- Si algo te sucede, Zafiro me matara. - reconoció con temor el empresario, y Neizan sonrió al saber que su esposa no entendería razones y acabaría con todos antes de seguirlo a otra vida.

- Si que lo hará.

Salieron del despacho, Luc vio la mancha rosada aun en el piso de la sala, Neizan solo la paso por arriba, él no se espantaría por un muerto, aunque claro que para Luc era diferente, ya que la difunta era su prometida, aun debía pensar como le explicaría al señor Gideon Baggio, que su hija había muerto en manos de León.

- Solo di que se cayó de las escaleras. - susurro Neizan esperando a que abriera la puerta que aún era golpeada fieramente por el hijo de Luc.

- ¿Ahora lees mentes? ¿o viste mi muerte en manos del señor Baggio?

- Tu muerte hermano mío... es algo que tardará en llegar y será mejor que no preguntes más.

Apenas las puertas se abrieron lo que más parecía ser un animal que una persona se lanzó sobre el ruso, quien con un solo movimiento de su mano lo desmallo.

- ¡Neri! - protesto Luc sin poder evitarlo.

-Está vivo Luc, yo nunca lo lastimaría. - explico con tranquilidad, en gran parte lo comprendía, él también tenía un hijo, además Luc era su amigo, ese que ocupo el lugar de Tiago, o al menos una parte del vacío que su mejor amigo le dejo antes de los 20. - Ahora déjame solo. - pidió tomando en brazos al delgado joven y colocándolo sobre la cama.

Luc salió, confiaba en Neizan, con su vida, con su muerte, mientras el ruso cerraba sus ojos, y tomaba una de las manos del joven, dejo que sus respiraciones se acompasaran, trato de ver cuál era la mejor solución, pero siempre llegaba la misma imagen a su mente, León Ambiorix moriría, y el dolor de Luc solo crecería aún más, pues sería él quien mataría a su hijo.

El ruso se puso de pie, respirando de forma agitada, no podía permitirlo, incluso él que era el líder de una de las mafias más temidas del mundo, no se atrevería a tanto.

- Dime que tengo una posibilidad, por favor Neizan, dime que esta maldición no me quitara a mi hijo. - ¿cómo decirle a ese hombre que sería él mismo quien acabaría con la vida de su hijo?

- Luc... - dijo tomando aire y dejando una mano sobre su hombro, y fue allí, cuando una visión lo tomo por sorpresa, quizás era la desesperación de tratar de cambiar el futuro, quizás, si había una solución después de todo, una que lastimaría a otras personas, pero entre un amigo y una extraña, prefería salvar a su amigo de la locura total. - Debes tomar a una virgen. - aseguro y Luc arrugo su entrecejo.

- ¿Solo eso? - pregunto incrédulo, y no era para menos, sabía muy bien de sus encantos, un hombre en la edad justa para afrontar compromisos serios, ser viudo le sumaba un manto de nostalgia en la mirada que por algún motivo atraía a las jovencitas y no tan jóvenes, su quijada cuadrada, nariz recta, cabello tan negro como la noche igual que sus ojos, alto y fornido, el sueño de toda mujer y prueba de ello era la joven modelo que sus empleados habían llevado a una recamara, hasta que su jefe decidiera que hacer con ella o mejor dicho con su cadáver.

- No es tan simple, deberás ir con la Reina de Chicago, al infierno... en un mes, sin importar lo que pase, debes poseer a la virgen que llevara tu bebida. - informo Neizan, apretando su hombro, con pena y dolor, pues estaba viendo mucho más de lo que pasaría ese día, algo que lo afectaba directamente y no solo a él, también a su familia. - No puede ser. - dejo de tocar a su amigo y en ese momento se dio por enterado porque le era tan difícil ver el futuro y la mejor solución para Luc Ambiorix, y es que él había pedido no ver las muertes de sus seres queridos, no, si no las podía evitar.

- ¿Qué sucede? O mejor dicho ¿Qué sucederá? - indago preocupado el pelinegro y Neizan solo negó.

- Nada, solo que, si perder a una amiga duele, saber con anticipación que perderás a siete amigos y que no puedes hacer nada es... agónico. - reconoció, sin poder evitar que sus ojos se empañaran.

- Pero si lo ves ¿no puedes evitarlo?

- Una muerte es una muerte, si evito la de ellos, puede que condene a otros, la vida es así, nacemos y morimos.

Neizan salió sin decir más, necesitaba regresar a su hogar, deseaba estar en los brazos de su esposa, poder olvidar que pronto, la reina de Chicago caería y con ella sus reyes.

Luc, solo pudo esperar a que el mes se cumpliera, para cumplir con la misión que Neri le había dado, porque lamentablemente el tiempo no se podía volver atrás, si eso fuera posible, Luc regresaría 16 años al pasado, al día de su boda, evitaría que su padre bebiera de más, o al menos trataría de que no sacara su furia con el nuevo empleado, ¿Qué culpa tenía aquel empleado, de que él, Luc Ambiorix, no quisiera saber nada con la mafia y el puesto que su padre le queria ceder? ¿Por qué su padre no comprendía que solo era un empresario de modas? un joven soñador; además, no tenía como saber que ese hombre escucharía algo que no debía, mucho menos que la madre de este llegaría a pedir explicaciones, ¿Cómo suponer que su padre fuera tan cruel, como para burlarse del dolor de una mujer mayor? Una gitana.

- ¡Me has arrebatado a mi hijo! ¡Yo maldigo al tuyo! Y ya que tanto amas a tu dinero, que su fortuna crezca tanto como su dolor, hasta que tu sangre sea purificada o hasta que sean exterminados.

Ni siquiera él tomo en cuenta a esa pobre anciana, aunque Neizan, quien estaba en su boda se lo advirtió.

- No tomes a la ligera la maldición de una gitana.

Y cuánta razón tenía.

            
            

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