Alía solo asintió perdida en otro mundo. Estaba recordando la última vez que vio a Samuel, ese porte tranquilo y relajado que siempre muestra a su lado, la sonrisa tierna y resplandeciente que tiene cuando la ve.
No podía pensar que haya actuado de esa manera, sonrojándose y perdiéndose en esa mirada azul que tiene.
-¿Alía estás bien?- dijo preocupada Talía al verla que se puso muy roja
-no me pasa nada, todo está bien, no piensas que está haciendo calor hoy.
Talía no podía pensar lo que estaba escuchando, por dios estaban fuera en la estación de rodaje, terminando de hacer la última escena de la serie que Alía estaba haciendo, y estaban a unos 15 grados, sin duda hacía demasiado frío.
-Nena, opino que te estás volviendo loca, o más bien alguien te está volviendo loca.-
-Puedes dejar de decir tonterías, es increíble que ahora tú también me hables de eso.-
Es que no podía tener un día de Paz sin que le mencionen a Samuel.
. . .
Samuel no sabía qué hacer, estaba muy nervioso, el día de su boda se acercaba.
Cuanto más los días pasaban, más sentía un nudo en el estómago.
En ese momento su secretaria toca la puerta.
-adelante.
-Señor Anderson tiene una reunión, a las 10, con los Smith, para hablar sobre el nuevo centro comercial que se llevará a cabo en gran plaza.-
-¿Ya está lista la sala de reuniones?-
- Sí, señor Anderson, no falta poco para que los invitados lleguen.-
Su secretaria era muy eficiente, aunque tenía mucha más edad, parecía no cansarse nunca, y es que llegó rogando hace algún tiempo por un trabajo, ya que su hijo y nuera habían muerto en un accidente de tránsito, dejando solo a sus dos nietos.
Era una mujer muy amable, y gracias a que en la Empresa contaba con guardería para que sus empleados pudieran dejas a sus hijos o nietos en ella después de la jornada escolar, fue mucho de los elogios de las personas.
-Gracias Adela, puedes seguir adelante, me informas cuando lleguen.
-con su permiso señor.
~ Hola querida Alía, espero hoy tengas un buen día~
Todos los días se encargaba de enviar un mensaje a Alía, ya sea para darle los buenos días, las buenas noches o recordarle que tenía que comer algo.
Pues cuando estaba en casa de Anthony podía notar que la chica se concentraba tanto en leer los libretos y repasar sus líneas, que se le olvidaba que tenía que alimentarse.
~ Gracias tú también ten un buen día Samuel~
Bueno, para Samuel eso ya era un avance, desde que Alía supo que se tenía que casar con él, dejo de tratarlo igual.
Y después de tantos meses volver a recibir un mensaje suyo lo tenía muy feliz.
NOTICIAS: Hoy se casa el multimillonario Samuel Anderson Con La Hija De Su Socio Anthony Klau, La Actriz Del Momento Alía Klau.
Eso era lo que se veía en todos los periódicos, por más que quiera llorar y huir no podía dar un paso hacia atrás.
Sabía que este era mi destinó.
-¿Alía mi pequeña ya estás lista?- entro mamá, se veía muy hermosa, era una mujer entrada en sus 49 años, parecía más joven, estaba llena de vida.
-Mama... ¿Por qué tengo que hacer esto?
Era lo que me preguntaba desde qué me dieron la noticia, es que acaso yo no tenía derecho a vivir mi vida, a enamorarme de la persona que yo quería.
-Nena, ahora no lo entiendes, pero pronto te darás cuenta de que los padres no le hacemos un mal a nuestros hijos-. Vaya, bien hay esta la típica escusa.
¿Por qué todos los padres tenían que decir eso?
-No te desanimes amor, conoces muy bien a Samuel, sabes que nunca te faltará el respeto ni hará algo indebido para perjudicarte.
Solo puse suspirar y asentir con un remolino en mi estómago.
Cuando salimos de mi habitación, y bajamos las escaleras, pude ver a mi padre.
Era un hombre alto, con 55 años, tenía un porte firme, y con muchas canas en su cabeza.
-Te ves muy bella hija.
Mi padre me tomo del brazo y me dio un beso en la mejilla.
-Gracias padre, aunque no pueda hacer nada, sé que haces lo mejor para mí-. Entrelace mi mano por el brazo de mi padre.
La boda se realizará en la gran terraza que hay en la mansión, mi madre es muy amante a las plantas y las rosas.
Y que mejor momento para que presuma de su gran trabajó.
Cuando salimos a la terraza, pude ver a los invitados, estaban las víboras amigas de mi madre y los socios tanto de Samuel cómo de mi padre.
Estaba mi amiga Sofía, junto con su novio, y varios conocidos míos del medio del entretenimiento.
Cuando mi mirada se enfocó en Samuel, la boca se me secó, estaba de verdad muy guapo.
A sus 28 años tenía ese porte de juventud, un cuerpo de pecado pero con una mirada de un dulce perrito.
No pude evitar reír en mi mente al hacer eso, como se me ocurre comprar al gran Samuel Anderson con un cachorro, creo si lo supiera se enojaría.
-Cuídala Anderson, es mi mayor tesoro.
No pude evitar mostrar una sonrisa cuando mi padre dijo eso.
-Lo haré con mi propia vida, eso lo sabes muy bien.
-Queridos hermanos, estamos aquí reunidos para dar la unión de esta hermosa pareja.
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-Samuel Smith Anderson, Aceptas como esposa a Alía Sofía Klau, Para amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y pobreza hasta que la muerte los separe.
-Acepto.
Me sorprendió, lo dijo tan seguro.
-Alía Sofía Klau, Aceptas como esposo a Samuel Smith Anderson, para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y pobreza hasta que la muerte los separe.
Me quedé pensando Por un momento si aceptar.
¿De verdad quería hacer esto?
Sentí como Samuel se tensó a mi lado y me dio una mirada de comprensión.
Sabía que él era el más emocionado por esta unión y al ver esos hermosos ojos azules apagados poco a poco me dio determinación.
-Acepto.
Fueron solo esas simples palabras para volver a ver ese azul brillante como cada vez que me mira.
Su sonrisa fue deslumbrante.
Mi corazón empezó a palpitar tan rápido que tenía miedo de que lo pudiera escuchar.
En virtud de la autoridad que se concede, los declaro marido y mujer.
-Puede Besar A La Novia
Sentí como Samuel me tomo del brazo y me miró de frente, sabía que este momento llegaría.
Mis manos comenzaron a sudar.
No sabía que sentir en ese momento, Solo estaba perdida viendo sus ojos.
En el momento que avanzo a mí, supe que llegaba el momento, solo fue cuando sentí que sus labios tocaban mi frente.
Cuando se alejó, me dejó hipnotizada de nuevo con su sonrisa.
Mis mejillas se comenzaron a calentar, sabía que estaba roja como un tomate.
Estúpido Samuel Anderson.