El vampiro abre sus ojos y se separa de su cuerpo dejando un rastro de sangre sobre la piel de su cuello, los orificios se encontraban abiertos y expuestos para que él continuaba deleitándose de su sangre, pero ya era suficiente.
-¡Aawwww! -Evelyn jadea con fuerza y justo en ese instante ella vuelve a caer en sus brazos totalmente desmayada.
-Evelyn -musita para luego cargarla en sus brazos.
Aún era muy frágil como para recibir ese tipo de placer, ella necesitaba más fuerza para poder soportar su poder.
Mira su pálido rostro y sonríe ya que aun mantenía sus mejillas sonrojadas, Velkan camina hacia su habitación, la puerta se abre sola y él se adentra a la recámara con ella en sus brazos. La deja tendida sobre la cama y la observa.
Una gota de sangre se desliza por la comisura de su labio la cual lame en seguida, se inclina hacia su amada para girar el rostro de ella a un lado, mira la antigua marca de la primera mordida que le hizo y está ya no estaba.
Toma asiento en la cama y espera, en la penumbra de esa habitación Velkan esperaba que su amada prometida despertara, y no tarda mucho en ver como empieza a fruncir sus ojos.
-Evelyn...-coloca una mano en su mejilla con dulzura para guiar su mirada hacia la de él -. Finalmente, ¡despertaste! -sonríe de medio lado.
-¿Qué paso? -parpadea varias veces al ver a Velkan ante ella, la joven traga saliva e intenta sentarse, a duras penas y podía verlo entre tanta penumbra -. Esta muy oscuro aquí.
-Es porque esta es mi recámara.
Ella termina por sentarse abruptamente, mira a Velkan con recelo al mismo tiempo que siente que su corazón late a toda prisa.
-¿Qué me has hecho?
Evelyn recuerda lo que paso en el corredor y se avergüenza de su comportamiento tan inapropiado con ese hombre que acaba de conocer, ¿Qué le estaba pasando?
-Necesitas descansar, será mejor que lo hagas aquí en mi cuarto.
-¿Qué me hiciste? -insiste, y en ese instante siente un pinchazo en el cuello que la lleva a poner su mano en su cuerpo-. ¿Qué? -sus ojos se agrandan al sentir una especie de herida en su piel -. Pero ¿Qué es esto?
Velkan quita la mano de ella y luego la posiciona en su mentón para hacerla mirarlo, ella lo ve y es cuando él se acerca a ella para propinarle un casto beso en sus labios.
-Sanara pronto, no te preocupes, estarás bien.
-¿Qué eres tú? -ella ve los brillantes ojos azules de Velkan y se pregunta cómo es que cambian a ese color.
-Mi querida Evelyn -acuna su mejilla al tiempo que se acerca a su rostro-. Como has podido dejar que alguien hiciera esto contigo, mi amor, ¿Cómo pudiste olvidarte de mí?
-¿Olvidarte? -musita.
En ese momento ella comenzó a sentirse mareada, no sabía si era hipnotizante voz de Velkan o era otra cosa, pero su mente se estaba tornando en blanco.
-¿Yo te conozco? -farfulla a duras penas.
-Por supuesto que sí, mi amor, quisiera que pudieras recordarlo sin que me obligues a usar métodos drásticos y dolorosos para ti.
-Yo no sé quién eres.
Velkan sufría tanto porque su amor no podía recordar quien era él en su vida, le dolía profundamente saber que Evelyn no sabía quién era.
Quien fuese que le hubiera hecho aquel mal a su amada, lo pagaría con sangre, en cuanto descubriera la verdad le succionaría toda la sangre de su cuerpo. Sin embargo, se preguntaba con qué intensión hicieron aquella maldad a su querida.
-Mi dulce princesa, tú eres mi prometida -musita contra el rostro de ella, y es cuando Evelyn abre sus ojos a duras penas y lo mira.
-¿Prometida? ¿Cómo es que yo soy la prometida de un príncipe?
-Desde tu nacimiento, lo eres desde el día que naciste.
La mente de Evelyn se desvaneció en ese instante y cayo desplomada sobre la cama, Velkan la observa y termina por apartar algunos mechones de cabello de su rostro.
-Descansa mi querida Evelyn, aquí nadie podrá hacerte ningún mal.
Se pone en pie, ajusta su traje y sale de su cuarto.
En seguida siente la presencia de Vasile quien al verlo se inclina con respeto.
-Mi señor, he llegado al palacio tal y como me lo ha ordenado.
-Vasile, ¿has hecho el trabajo que te he encomendado?
-Si mi amo, las ciudades aledañas a nosotros se encuentran a salvo de todo peligro. Los humanos no correrán ningún riesgo, los vampiros han sido advertidos de los castillos por atacar a los habitantes.
Velkan intentaba mantener el orden tanto en su pueblo como en las ciudades cercanas, sin embargo, muchas veces se les escapa de control a su propia gente ya que algunos no sabían cómo controlar la sensación de sed.
-Sin embargo, mi señor -el vampiro frunce el ceño -. He traído prisioneros, lo siento mucho mi amo, pero muchos han roto las reglas y tal cual como me pidió traigo a los traidores.
El líder tensa la mandíbula, no le gustaba encargarse de esos asuntos, pero como líder de todos los vampiros creados por su propia generación era su deber cambiar los patrones que sus ancestros dejaron en lo largo de sus vidas.
No obstante, ninguno dejo buenas costumbres, por esa razón le estaba costando mucho mantener un equilibrio entre vampiros y humanos. Para él era importante mantener el secreto de su familia en secreto, no deseaba que los humanos le dieran caza ya que sería el desate de una gran batalla innecesaria.
-¿Qué quiere que hagamos con ellos?
-Que los trasladen a los calabozos más profundos, yo mismo me encargare de darle castigos a todos.
-Como ordene mi amo. Ahora, para que me ha mandado a llamar, me he enterado que la princesa finalmente ha llegado al castillo.
Velkan observa a su mano derecha con recelo, luego avanza por el corredor sintiendo que él lo sigue de cerca.
-Quiero que la busques, encuentra a la bruja y tráela a mi -Vasile ensancha la mirada cuando oye las ordenes de su amo.
-¡Amo! ¿Qué es lo que me está pidiendo? ¿Por qué razón quiere que traiga a esa mujer a palacio?
-Por desgracia necesito de sus asquerosos servicios.
-¿Sabe lo que es esa mujer? Es destructiva y solo trae mala suerte, a duras penas logramos deshacernos de ella hace años.
-¡Yo sabré controlarla!
Vasile se detiene al mismo tiempo que parpadea incesantemente.
-Puedo saber el motivo por el cual quiere que traiga a la bruja a estas tierras -Velkan toma asiento en su escritorio.
-A Evelyn le han borrado los recuerdos, ella no logra recordar quien soy y que es lo que soy para ella. Yo no puedo lograr que ella haga memoria sobre su vida, la única que es capaz de hacerlo es la bruja, por esa razón la necesito.
-Entiendo, mi señor. Escuche que se encuentra a varios días del pueblo, me tomara un poco dar con el paradero de esa mujer.
-En ese caso, cuando caiga el sol quiero que salgas a buscarla.
-Si mi amo.
En cuanto Vasile se da la vuelta, Carl ingresa en la oficina de su amo, ambos vampiros se observan con recelo. Era bien sabido que ninguno de los dos se soportaba, pero llevaban la relación en paz debido a que compartían la misma confianza de su amo.
-Carl.
-Vasile.
Carl espera que se marche Vasile para luego inclinarse hacia su amo.
-¿Qué pasa, Carl?
-Me he enterado que un grupo de vampiros fueron llevados a los calabozos mi señor.
-Vasile los ha traído, sin traidores -Carl frunce el ceño.
-¡Hay niño, mi señor! -musita el vasallo.
-¡¿Qué dices?!
Velkan se pone en pie. Estaba prohibido convertir a niños en vampiros y era por esa misma razón, los niños eran incontrolables, eran los primeros en morder a los humanos sin remordimientos hasta el punto de matarlos o convertirlos en vampiros.
Tensa la mandíbula, Vasile no le dijo nada de que había niños en ese grupo de prisioneros. Porque su propia gente no le obedecían, quería acabar con esa matanza de humanos, pero para eso, tenía que deshacerse de su propia gente.
El vampiro se encamina hasta la salida de su oficina y desaparece en la oscuridad, rápidamente llega a los calabozos por puertas secretas dentro del mismo castillo. Acompañado de su mano derecha Velkan observa a una impresionante cantidad de vampiros prisioneros.
-¿Qué es todo esto?
-Los prisioneros que Vasile ha traído en su viaje, mi amo. Él dijo que todos son unos traidores, contando a los pequeños.
Velkan observa a la celda de los niños, eran muchos, era increíble la cantidad de vampiros que desobedecían sus órdenes.
-¿Saben quién soy yo?
-Nuestro creador -dice un sujeto con muy mal tono de voz -. Por tu culpa, nosotros dejamos de vivir para convertirnos en estas cosas espantosas que ahora atacan a cualquier persona que se mueva.
-Yo no lo he creado, han sido personas que no cumplen con las leyes que he impuesto para no atacar a los humanos.
-Pero eres uno más de nosotros, un maldito vampiro que nos maldijo a todos nosotros.
En ese instante al hombre se le desprende la parte inferior y rápidamente cae el suelo sin vida, Velkan mira por encima de su hombro y observa como Carl sacude su mano manchada por aquel liquido carmesí.
-Carl -reprende con voz gruesa.
-Mi amo, ese hombre fue irrespetuoso con usted.
El vampiro baja la mirada, luego observa a todos los presentes quienes se mostraban agresivo con él. No entendía porque lo odiaban tanto, cada vez que llegaba un grupo como ese siempre era lo mismo.
-Existe un castigo para los que atacan humanos.
-Ya nos hablaron de ese castigo, si lo va hacer, será mejor que lo haga antes de que caiga la noche.
-Así será...
Gira el cuerpo manteniéndose erguido, Carl lo observa y no menciona una sola palabra.
-Carl, ya sabes lo que tienes que hacer.
-Amo, ¿Qué hay de los niños? Son muchos más que la última vez.
observa la celda de los pequeños, si, eran muchos, pero esos niños no podían ser controlados, por desgracia convertir a un niño en vampiro era lo peor ya que estos nunca iban crecer, siempre mantendrían ese pensamiento agresivo e impulsivo.
Un vampiro adulto era más fácil de corregir, pero un niño no. Los niños eran los primeros que debían ser exterminados.
-Ellos también pasaran por el castigo, hazlo antes de que anochezca.
Velkan continúa caminando hasta desaparecer entre las sombras, Carl gira para ver a todos los prisioneros, cada vez eran más y más los que eran atrapados.
Sin embargo, en el pueblo nunca pasaba ese tipo de cosas, nunca traía prisioneros o traidores, Vasile era una persona muy estricta, y quizás culpaba a quien sea solo por quedar bien con su amo. Pero desde luego que es algo que no podía compartir con su señor ya que crearía conflictos que le podían costar la cabeza.
Años atrás tuvo esos problemas con Vasile y por esa razón su amo dividió sus misiones por separado.
-Que estás haciendo, Vasile -musita mirando las celdas repletas de su propia gente -. Abran las compuertas.
Los guardias obedecen y Carl empieza a escuchar como las puertas del techo de las celdas se abren para darle paso al sol. El vampiro se da la vuelta para salir de allí antes de ser pillado por los rayos del sol.
Segundos después empieza a escuchar los gritos desesperados de su propia gente ardiendo, pero no se detiene y se aleja cada vez más. Eran las reglas, quien las rompiera terminaría como esas personas, calcinadas.