A la mañana siguiente, Evelyn fue a la empresa y presentó su renuncia a su supervisor.
"Evelyn, has estado haciendo un excelente trabajo. ¿Por qué renuncias?". Su supervisor valoraba sus habilidades. Evelyn había rechazado una vez una promoción que podría haber superado el puesto de su supervisor.
En ese entonces, no quería estar demasiado ocupada, priorizando tiempo para cuidar de Aidan.
Había renunciado a más que un ascenso: había perdido tres años de su alma.
"Solo me siento cansada y necesito un descanso".
Nadie sabía de su relación con Aidan, así que su renuncia se procesó sin problemas.
No esperaba verlo mientras bajaba con sus pertenencias.
Su sonrisa se apagó cuando la vio.
Evelyn asintió con educación y se dirigió al ascensor.
Aidan había establecido la regla de que ella no podía hablarle en el trabajo.
En tres años como colegas, aparte de ocasiones necesarias, Evelyn no tenía interacciones con él en la empresa.
Cuando llegó a la planta baja, el hombre la interceptó.
La llevó a la escalera de emergencia e intentó besarla. "Cariño, ¿por qué me evitas? He estado demasiado ocupado para volver a casa. ¿Ya se sientes mejor?".
Evelyn giró la cabeza, esquivando su beso.
El recuerdo de él con Dayna la noche anterior le revolvía el estómago, y el aroma del perfume en él la hacía sentirse como una tonta.
"Estoy bien. Estás ocupado, así que me iré. Tengo cosas que hacer". Se dio la vuelta para irse, pero Aidan la sujetó, haciendo que sus pertenencias cayeran al suelo.
Se frunció el ceño al reconocer sus objetos de trabajo. "¿Qué es esto? ¿Estás renunciando?".
Evelyn se agachó, recogió sus cosas en una caja y luego la tiró a un bote de basura del pasillo. "No, es solo que ya no necesito estas cosas".
Las cosas inútiles debían ser descartadas, al igual que las personas.
Aidan parecía escéptico. "Le preguntaré a tu supervisor...".
"Aidan, ¿por qué no me esperaste?". Dayna se acercó, con sus tacones resonando.
Aidan soltó a Evelyn y saludó a Dayna con una sonrisa. "Pensé que ya habías subido, así que vine primero".
Miró a Evelyn. "¿Recuerdas a Dayna, verdad? Acaba de regresar del extranjero".
Evelyn la recordaba perfectamente. Fueron al mismo instituto, donde Dayna la acosaba sin descanso por su conexión con los Harrison y su cercanía con Aidan.
En presencia de Aidan, Dayna se comportaba como una princesa dulce y encantadora, pero a sus espaldas era una cruel acosadora.
Evelyn todavía tenía una cicatriz en el brazo por el látigo de Dayna.
Dayna sonrió dulcemente. "Claro que me recuerda. Éramos buenas amigas en aquel entonces, ¿verdad, Evelyn? Aidan, espérame en el auto. Quiero ponerme al día con ella".
Aidan le pellizcó la mejilla con cariño a Dayna, lanzando a Evelyn una mirada de advertencia antes de irse.
Evelyn sonrió con amargura. Sabía lo que Aidan temía: que ella pudiera arruinar sus planes. Pero no tenía interés en eso. Podían quedarse encerrados juntos para siempre, a ella ya le daba igual.
Una vez que Aidan se fue, la verdadera naturaleza de Dayna salió a la luz. Abofeteó a Evelyn en la cara. "Una don nadie como tú, compartiendo la cama de Aidan durante tres años, ¿realmente pensó que podría escalar socialmente? Aidan solo te mantuvo cerca para vengarse de tu padre por hacerme enfermar durante tres años".
La bofetada despertó todos los recuerdos del acoso pasado de Dayna.
En ese entonces, Evelyn no tenía poder ni apoyo. Valoraba su vida ganada con esfuerzo y nunca se defendía.
Pero las cosas eran diferentes ahora. No le quedaba nada que perder excepto su vida.
Sus ojos ardían de rabia. Evelyn levantó la mano y devolvió dos bofetadas contundentes.
Los ojos de Dayna se abrieron de par en par por la sorpresa. ¿La siempre sumisa Evelyn se estaba defendiendo?