La Esposa Cautiva del Mafioso Cruel.
img img La Esposa Cautiva del Mafioso Cruel. img Capítulo 2 2.
2
Capítulo 6 6. img
Capítulo 7 7. img
Capítulo 8 8. img
Capítulo 9 9. img
Capítulo 10 10. img
Capítulo 11 11. img
Capítulo 12 12. img
Capítulo 13 13. img
Capítulo 14 14. img
Capítulo 15 15. img
Capítulo 16 16. img
Capítulo 17 17. img
Capítulo 18 18. img
Capítulo 19 19. img
Capítulo 20 20. img
Capítulo 21 21. img
Capítulo 22 22. img
Capítulo 23 23. img
Capítulo 24 24. img
Capítulo 25 25. img
Capítulo 26 26. img
Capítulo 27 27. img
Capítulo 28 28. img
Capítulo 29 29. img
Capítulo 30 30. img
Capítulo 31 31. img
Capítulo 32 32. img
Capítulo 33 33. img
Capítulo 34 34. img
Capítulo 35 35. img
Capítulo 36 36. img
Capítulo 37 37. img
Capítulo 38 38. img
Capítulo 39 39. img
Capítulo 40 40. img
Capítulo 41 41. img
Capítulo 42 42. img
Capítulo 43 43. img
Capítulo 44 44. img
Capítulo 45 45. img
Capítulo 46 46. img
Capítulo 47 47. img
Capítulo 48 48. img
Capítulo 49 49 img
Capítulo 50 50. img
Capítulo 51 51. img
Capítulo 52 52. img
Capítulo 53 53. img
Capítulo 54 54. img
Capítulo 55 55. img
Capítulo 56 56. img
Capítulo 57 Epílogo img
img
  /  1
img

Capítulo 2 2.

Vanessa

Aceleré el paso alejándome de ese hombre, con el corazón latiéndome con fuerza. El miedo me tenía atrapada y solo quería encontrar un driver que me llevara a casa cuanto antes. Sentía que él me seguía y, justo cuando iba a sacar el celular para pedir el servicio, una mano me detuvo por el brazo. Me giré bruscamente, con la intención de gritar, pero su mirada intensa me paralizó.

-¿Para qué gritar si nadie hará nada? -murmuró, frunciendo el ceño y clavando sus ojos oscuros en los míos.

Miré a mi alrededor. Gente pasaba, pero nadie se detenía. Era como si fuéramos invisibles.

-¿Qué quiere? -pregunté, nerviosa, intentando mantener la voz firme.

-Llevarte en mi moto.

Lo miré incrédula y molesta. Intenté soltarme, pero volvió a sujetarme, esta vez con más firmeza, y me guió hacia una imponente motocicleta negra, como sacada de una película de acción. Mi instinto me gritaba que saliera corriendo, pero algo en él, quizás su seguridad o el tono autoritario de su voz, me mantenía clavada en el lugar.

-Súbete. Voy a llevarte a tu casa. ¿De verdad crees que algún driver o taxi se va a detener por ti a esta hora? -dijo con tono desafiante.

-No me iré con usted, no lo conozco.

-Cállate y obedece. No me gusta que una mujer rechace lo que digo. Aunque... creo que eres la primera a la que le pido esto.

-¿A qué se refiere?

-A que me quedé esperándote dos horas - afirmo, cruzando los brazos con molestia-. Dos horas de mi valioso tiempo para llevarte sana y salva. ¿Y tú sigues dudando?

-No entiendo nada de lo que está hablando -respondí, dando un paso atrás, pero él volvió a acortar la distancia.

-No estoy aquí para hacerte daño. Solo quiero ayudarte. Sube de una vez, no me hagas perder más tiempo -gruñó. Su voz retumbó en mi pecho y por un segundo sentí miedo, pero también curiosidad. ¿Quién era este hombre?

Finalmente, resignada y temblando, asentí levemente. Él se subió primero y luego, con cierta dificultad, me subí detrás de él. Me ofreció un casco. Me lo puse obediente. Luego me sujeté de su cintura, aunque mis manos eran tan pequeñas que apenas podía rodearlo.

-Sujétate fuerte -gritó antes de arrancar la moto.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. El viento helado golpeaba mi rostro con fuerza mientras la moto avanzaba veloz por la carretera. Me acerqué más a él, apretando mis manos con fuerza contra su abdomen firme y musculoso. Rogué en silencio que me llevara sana a casa. No sabía quién era ni qué buscaba, pero por alguna razón, le creí, quizá solo de verdad trabaja de ayudarme. Pero se nota que es algún riquillo con aspecto de delincuente que frecuenta el casino.

-Estoy en la avenida quinta, cerca del parque... -le dije casi gritando por el ruido del viento.

-No te preocupes. Yo te llevo -respondió con seguridad.

El frío se volvió insoportable, calando en mis huesos. De pronto, detuvo la moto al borde de la carretera.

-¿Qué hace? ¿Por qué se detiene? -pregunté asustada.

-Cállate -vociferó, mirándome con molestia.

Se quitó el chaleco de cuero y, sin decir más, me lo colocó sobre los hombros.

-Ya no tendrás frío. Estás tiritando. Flaca como estás, no aguantas este clima. Ahora sí... vamos.

Volvió a arrancar y me sujeté con fuerza. Finalmente, al ver que tomaba la ruta correcta hacia mi casa, me sentí un poco más tranquila.

Entramos a mi calle.

-¿Dónde vives?

-Allí -señalé con un gesto, aún desconfiada.

-Gracias, desconocido -murmuré.

-Me llamo Dorian. Dorian Meissner -respondió, sonriendo de lado.

-Gracias, señor Dorian Meissner.

-Para ti, soy solo Dorian -corrigió.

-¿Qué le pasa a usted? -respondí molesta.

-Por lo menos di gracias por el aventón.

-No se lo pedí señor.

-Gracias por dejar que te llevara, Vanessa -dijo, burlón-. ¿Puedo pasar?

-No. No se puede -respondí de inmediato. ¿Pero cómo sabe mi nombre?

-¿Por qué no puedo pasar? Y tú nombre, lo escuché en el casino.

-Eso suena rara y no puede entrar ya es muy tarde-contesté, cada vez más molesta.

Se bajó de la moto y guardó las llaves en su bolsillo.

-¿Qué le parece si al menos me regalas un vaso de agua? Después de todo, te traje con bien.

Bufé, rodando los ojos, pero asentí. Entré a casa y él vino detrás. Rápidamente agarré un cuchillo de la cocina y lo apunté.

-Aunque me apuntes con eso, no te haré daño -dijo con calma-. Si quisiera, ya lo habría hecho.

Se levantó la camiseta y me mostró lo que llevaba: una pistola y una navaja enfundada.

-¿Es usted mafioso? ¿Un ladrón?

-¿Tú crees que un ladrón se vestiría así? -respondió señalando su ropa elegante, los anillos de oro y un reloj que parecía costar más que mi casa entera.

Le serví el vaso de agua, aún desconfiando.

-Vives mal -comentó mirando alrededor-. Deberías desear una vida mejor.

-Prefiero vivir tranquila. Nunca tendré riqueza.

-¿Y quién dice que no se puede tener ambas? -preguntó, alzando una ceja.

-¿A qué se refiere?

-¿Con quién vives?

-Buenas noches -dijo de pronto la voz de mi padre, que salió con su bastón en mano.

-¿Padre, que haces despierto esta hora?

-¿Hija? ¿Quién trajiste? ¿Tu novio?

-No, papá -respondí, avergonzada-. Solo es un driver.

-¿Un driver tan elegante?

-Solo me pidió agua.

-Buenas noches, señor, debo irme - Mencionó entregandome el vaso.

-Gracias por traer a mi hija.

-No es nada, señor. Buenas noches... Rosabella.

Otra vez con ese nombre. Me incomodó. Me miró, guiñó un ojo y salió por la puerta.

-¿Quién era ese hombre? -insistió mi padre.

-Un conocido. No quiero hablar de eso ahora, por favor ya es tarde, deberías estar dormido.

Mi padre asintió y yo solo cerré con seguridad.

Subí a mi cuarto, cerré la puerta y me asomé por la ventana. Ahí estaba él. Aún me observaba. ¿Por qué? ¿Qué quería realmente? ¿Por qué me había estado esperando en el casino, que buscara en mi?

Demasiadas preguntas se agolpaban en mi mente. Y ninguna respuesta a la vista. Solo una extraña sensación... solo espero que ese desconocido no quiera seguir fastiandome.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022