La escena en la cafetería se repetía en su cabeza una y otra vez. El sonido metálico de la tostadora, el instante en que él se derrumbó sobre sí mismo, los ojos cerrados con fuerza como si estuviera atrapado en otro mundo. Clara lo había visto antes en otros pacientes: el quiebre, el retorno involuntario a un trauma tan vívido que borraba el presente. Pero nunca lo había vivido tan cerca, nunca con alguien que le importara más allá de lo clínico.
Porque sí, aunque lo negara frente al espejo, Ethan ya había cruzado esa línea peligrosa dentro de ella.
Tomó aire, enderezándose en su silla mientras intentaba volver a concentrarse en el informe frente a ella. Escribir sobre terapias familiares y dinámicas de grupo debía bastar para alejarlo de su mente. Pero la imagen regresaba: él en posición fetal, repitiendo que no era real, su voz quebrada que a ella le había helado la sangre.
El celular vibró sobre el escritorio. Clara lo tomó casi con alivio, esperando cualquier excusa para distraerse. Vio el nombre en la pantalla: Carolina Torres.
-Carolina -respondió, tratando de sonar animada- dime que no es otra colecta de alimentos, porque ya no tengo espacio en la oficina.
La voz de su amiga sonó tensa, demasiado seria.
-Clara, necesito que vengas al hospital. Es urgente.
El corazón de Clara dio un salto. Se enderezó de inmediato.
-¿Qué pasó?
-Es Ethan Valverde -dijo Carolina sin rodeos- Lo trajeron hace un rato. Tuvo un accidente.
La sangre le bajó de golpe.
-¿Un accidente? ¿Qué clase de accidente?
-No lo sé todo -respondió su amiga- solo se que estaba en la calle, alguien dijo que se desorientó y cayó mal al cruzar. No tiene fracturas graves, pero... Clara, no deja que los médicos se le acerquen. Está como ido, no responde, no escucha. Es como si estuviera atrapado en un recuerdo viejo.
Clara cerró los ojos un instante. El eco de la cafetería se hizo más fuerte en su memoria. Sí, lo entendía demasiado bien.
-¿Y por qué me llamas a mí? -preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
-Porque pronunció tu nombre -contestó Carolina con un suspiro- Entre los balbuceos, solo dijo "Clara". Mira, los doctores están frustrados. Nadie logra calmarlo. Tú eres la única que podría hacerlo.
Clara apretó el celular contra la oreja, sintiendo cómo la urgencia le atravesaba la piel. No tenía por qué hacerlo. Ethan no era su paciente formal, no le debía nada más allá de un café compartido y un par de palabras de consuelo. Y, sin embargo, el impulso de correr hasta él fue inmediato.
-Ya voy para allá -respondió, sin pensarlo demasiado.
-Gracias -dijo Carolina, con un alivio palpable- Te espero en urgencias.
Clara colgó y se quedó un momento inmóvil en la oficina, rodeada del ruido lejano del centro comunitario. Los gritos de los niños, el sonido de las fotocopiadoras, las voces mezcladas en el pasillo. Todo parecía tan normal, tan cotidiano. Y ella, en cambio, sentía que estaba a punto de lanzarse a un abismo.
Guardó sus cosas con rapidez, tomó el abrigo y salió del centro casi corriendo. Mientras avanzaba por la calle, con el viento frío golpeándole la cara, la pregunta le martillaba en la cabeza:
"¿Qué eres para él, Clara? ¿Qué eres para ti misma cuando se trata de Ethan Valverde?"
No tenía la respuesta, pero sí tenía la certeza de que esa noche, al verlo en el hospital, encontraría algo que cambiaría el rumbo de ambos para siempre.