Demasiado tarde, mi ex heredero mafioso
img img Demasiado tarde, mi ex heredero mafioso img Capítulo 2
2
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
img
  /  1
img

Capítulo 2

Punto de vista de Sofía:

A la mañana siguiente, el olor a hot cakes llenó el departamento. Sus favoritos. De suero de leche con chispas de chocolate. Puse el plato frente a él, con una sonrisa tan falsa como su amnesia. Se sentía frágil, como un trozo de cristal a punto de romperse.

"Pensé que tal vez esto te recordaría algo", dije, mi voz un veneno azucarado.

Él solo gruñó, con los ojos en su teléfono mientras se metía la comida en la boca. El dolor en mi pecho era una molestia sorda y constante, un puño apretando mi corazón. Lo reprimí, enterrándolo bajo capas de hielo.

Tan pronto como la puerta se cerró detrás de él, la sonrisa desapareció de mi rostro. Llamé a Maya.

"Tenías razón", dije. Sin preámbulos. Las palabras sonaron planas, muertas.

Hubo una pausa, luego una sarta de groserías de su parte que sé que reserva solo para las traiciones más atroces. "¿Qué vas a hacer?".

"Me voy", dije, y las palabras se sintieron sólidas y reales por primera vez. "Pero necesito hacerlo bien. Necesito desaparecer. Él es el heredero del cártel, Maya. Si piensa que simplemente huí, me cazará. Un ajuste de cuentas por avergonzarlo. Tiene que parecer que simplemente... me desvanecí".

Ajuste de cuentas. Venganza. No era solo una palabra para nosotros; era una promesa sagrada, empapada de sangre. Ojo por ojo, vida por vida, el honor restaurado a través de la violencia. Un patrón que ha sido humillado públicamente no tiene más opción que declararlo. Y yo no tenía ninguna intención de estar en el lado receptor.

"Blanqueo de identidad", dijo Maya, su voz ahora puramente profesional. "Es complicado, pero no imposible. Tiene ojos en todas partes. Necesitamos un nuevo nombre. Una nueva vida".

Miré por la ventana del penthouse la ciudad que se extendía abajo. Una jaula de concreto. "Olivia. Olivia Castro".

Esa tarde, abrí una nueva cuenta bancaria a mi nombre, transfiriendo la pequeña cantidad de ahorros personales que tenía. Empecé a aceptar trabajos de diseño gráfico freelance por dinero en efectivo, pequeños encargos pagados anónimamente a través de plataformas en línea. Cada peso que entraba se sentía como un ladrillo en los cimientos de mi escape.

Oaxaca. El nombre me llegó en un sueño. Una ciudad conocida por su cultura y su arte, a cientos de kilómetros del alcance de la red de la familia de la Torre. Un territorio neutral. Mi destino anónimo.

Esa noche, empaqué cada rastro de nuestros siete años juntos. Fotos, cartas, el estúpido oso de peluche que ganó para mí en una feria. Sellé las cajas y las metí en el fondo de mi clóset. Se sintió como enterrar un cuerpo. Mi cuerpo. Estaba cortando el cordón, pieza por pieza dolorosa.

Una semana después, estaba esperando a Maya en nuestro café de siempre cuando sonó la campanilla de la puerta. Levanté la cabeza de golpe.

Damián entró. Se me cortó la respiración.

No estaba solo. Ximena Valdés se aferraba a su brazo, riendo hacia él, con los labios todavía hinchados por sus besos. Eran un espectáculo. Un "jódete" público a nuestro compromiso, al honor de su familia. Estaba paseando a una asociada, un adorno desechable cuyo único valor era su utilidad temporal, mientras su prometida -la clave de una alianza política que aseguraría el poder de su familia por una generación- estaba sentada a seis metros de distancia. No era solo una falta de respeto. Era una declaración pública de que las reglas, la estructura misma de nuestro mundo, no se aplicaban a él.

Los ojos de Damián encontraron los míos a través del local. Por una fracción de segundo, vi un destello de algo -¿culpa?, ¿fastidio?- antes de que su rostro volviera a ser una máscara de educada confusión. Me hizo un pequeño y torpe saludo con la mano, como si yo fuera una conocida lejana.

Ximena, sin embargo, no fue tan sutil. Sus ojos brillaron con triunfo mientras se separaba deliberadamente de Damián y caminaba hacia mi mesa, con las caderas balanceándose.

"Sofía, ¿verdad?", dijo, su voz goteando falsa simpatía. "Damián me ha contado mucho sobre... bueno, sobre lo difícil que debe ser esto para ti. Solo quería decirte que, si hay algo que pueda hacer para ayudar a apoyarlo en esto, solo házmelo saber".

La provocación era tan descarada que resultaba casi patética. Quería una reacción. Quería lágrimas, una escena. Quería consolidar su posición como la nueva mujer en su vida.

La miré, con el rostro perfectamente en blanco. No le ofrecí una sonrisa. No le ofrecí nada.

"No será necesario", dije, mi voz tan plana y fría como la losa de una morgue.

Parpadeó, sorprendida por mi falta de emoción. Esperaba un pajarito enjaulado. Encontró algo completamente diferente.

Los vi irse, con el brazo de él ahora envuelto posesivamente alrededor de la cintura de ella. La imagen ya no me causaba dolor. Era solo combustible. Mi determinación se endureció hasta convertirse en acero.

Ya no soy Sofía Garza, la obediente prometida del patrón. Soy Olivia Castro.

Mi único objetivo es escapar.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022