Capítulo 5

Fernanda Iglesias POV:

Estaba sentada en el asiento trasero del coche de Sofi, con el disco duro dañado acunado en mi regazo como un pájaro moribundo. Mi teléfono vibró de nuevo. Ezequiel. Escuché en silencio las promesas vacías que salían del altavoz mientras Sofi nos llevaba al aeropuerto.

-...y reservaré ese viaje a Cancún, nena, tal como lo prometí. Arreglaremos todo una vez que estemos en Guadalajara.

De fondo, escuché la voz asquerosamente alegre de Brenda intervenir:

-Zeke, ¿estás hablando con Fernanda? ¡Dile que lo siento mucho!

Terminé la llamada. No dije una palabra. Simplemente apagué mi teléfono, saqué el chip y lo dejé caer en el fondo de mi bolso.

Era medianoche. Algunas decisiones son definitivas.

Aterrizar en Querétaro fue como salir a la superficie para tomar aire después de haber estado sumergida durante una década. Una colega de la nueva oficina, una mujer amable llamada Fiona, me recibió en la puerta de llegadas. Sonrió cálidamente, ajena a las ruinas de mi vida pasada.

-Bienvenida a Investigación y Desarrollo, Fernanda -dijo, estrechando mi mano-. Quedamos muy impresionados con tu portafolio. No es frecuente que recibamos un traslado de marketing con tu tipo de habilidades de programación.

Nunca me había detenido. En las horas de silencio después de que Ezequiel se dormía, había pasado años perfeccionando mis habilidades, usando las viejas notas de mi padre para guiarme, aprobando certificaciones, completando cursos en línea y construyendo un portafolio de proyectos personales. Mi solicitud para la oficina de I+D de Querétaro nunca fue para seguir a Ezequiel. Siempre fue para continuar el viaje inacabado de mi padre.

Mientras tanto, a quinientos kilómetros de distancia, Ezequiel Ponce se dirigía al aeropuerto de Guadalajara. El asiento trasero de su elegante sedán negro estaba lleno de mis flores favoritas, lilys, y una colección de Funkos raros que había estado tratando de encontrar durante meses. Había orquestado una gran propuesta de pre-luna de miel, completa con una caravana de los coches de sus amigos listos para seguirlo en un desfile de celebración.

-Zeke es un chingón -dijo uno de sus amigos desde atrás, grabando para Instagram-. Qué romántico. Con razón tiene a su mujer bien domesticada.

Ezequiel sonrió con suficiencia a la cámara en el espejo retrovisor, ya imaginándome llorando de alegría en sus brazos, los últimos días de "drama" olvidados.

Solo Brenda, sentada en el asiento del copiloto a su lado, parecía furiosa. Tenía los brazos cruzados con fuerza sobre el pecho.

-Zeke... ¿de verdad le vas a proponer matrimonio a Fernanda? ¿Después de todo? ¿Y yo qué?

Pisó el freno de golpe, el coche chirriando hasta detenerse en medio de la carretera. Se volvió hacia ella, con el rostro sombrío.

-Brenda, no te atrevas a decir una palabra de esto frente a Fernanda. No quiero que se haga una idea equivocada.

Los ojos de Brenda se enrojecieron.

-¡Pero te amo! ¡Una mujer como Fernanda, que causa tantos problemas, no te merece! ¡Cambiaste tu traslado por mí! Tienes sentimientos por mí, ¿no es así?

Sus amigos en la parte de atrás comenzaron a corear:

-¡Di que sí! ¡Di que sí!

La mandíbula de Ezequiel se tensó.

-Dejen de payasear.

Brenda le echó los brazos al cuello, su voz desesperada.

-Fernanda no va a venir, Zeke. Ya no te quiere. Aun así, ¿no me vas a elegir a mí?

La apartó, su paciencia finalmente agotándose.

-¡Eso es imposible! ¡Detén esta tontería ahora mismo, Brenda, o bájate del coche!

El ambiente en el coche se volvió gélido.

En el aeropuerto, después de intentar cambiar por tercera vez el vuelo inexistente de ella, el pánico real comenzó a apoderarse de Ezequiel. Sacó su teléfono, sus pulgares volando por la pantalla.

*[Estamos en el aeropuerto. ¿Dónde estás?]*

El mensaje se envió. Un segundo después, apareció un signo de exclamación rojo y en negrita junto a él. *Mensaje no entregado*.

Una ola de pavor helado lo invadió. Intentó llamar.

Una voz fría y robótica respondió. *[El número que usted marcó no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio.]*

Lo intentó de nuevo. Y de nuevo. La misma voz. La misma finalidad.

Se giró, con los ojos desorbitados, y fulminó con la mirada a Brenda, que ahora lo observaba con una sonrisa triunfante y maliciosa en su rostro.

-¿Dónde está? -exigió, su voz un gruñido bajo-. Tú sabes dónde está, ¿verdad? ¡Dime!

Brenda comenzó a reír, un sonido agudo y desquiciado.

-Te lo dije, Zeke. No te quiere. Seguro ya va a medio camino a Querétaro.

Hizo una pausa, dejando que las palabras flotaran en el aire antes de dar el golpe final.

-Fernanda nunca cambió su solicitud de traslado. ¡Sorpresa!

Ezequiel se congeló, todo el color desapareciendo de su rostro. Parecía como si le hubiera caído un rayo. Sin decir otra palabra, empujó a sus amigos a un lado y corrió hacia la terminal, sin mirar atrás.

                         

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