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Punto de vista de Lottie
"Entonces, ¿quién vendrá mañana?", le pregunté a mi mejor amiga Lilly, que daba vueltas frente al espejo.
El satén de su vestido de novia ondeaba alrededor de sus tobillos y ella estaba tan absorta en su reflejo que apenas me prestaba atención. Mañana sería su gran día y, como buena perfeccionista, tenía que asegurarse de que todo estuviera perfecto.
"Mmm, los de siempre: nuestra manada, el socio de papá, las manadas vecinas y sus Alfas. Es solo una pequeña reunión", masculló, pasándose las manos por su diminuta cintura.
"Pequeña", repetí con sarcasmo. Estaba claro que teníamos una idea muy diferente de lo que significaba "pequeña", pero como hija del despiadado Alfa de la Manada Luna Carmesí, supongo que para ella eso era pequeño.
"¡Ya sabes que tu ceremonia de apareamiento será igual!", intervino Sage, con una risita, mirando a Lilly a través de mis ojos.
"¡Ni hablar!", espeté, observando a mi bronceada amiga, ataviada en su vestido de novia y luciendo pestañas postizas.
La quería y admiraba su confianza, pero yo era mucho más sutil que ella. Nunca fui de las que disfrutan ser el centro de atención, sino de las que se esconden en un segundo plano, así que este tipo de ostentación no era para mí.
"¡Tu padre y el Alfa Leigh no aceptarán nada menos que una ceremonia extravagante! ¡Estás jodida, porque no te permitirán tener un evento discreto! Eres la hija del Beta, debes representar a la manada. ¡Sabes que Mike también querrá todo esto, con moños incluidos!", se burló Sage, haciéndome gemir y bloquearla.
Luego, miré a Lilly con cariño y le sonreí: ¡estaba realmente hermosa!
"Estás preciosa y muy delgada", expresé, consciente de que eso era lo que ella quería oír, ¡pero yo no estaba mintiendo! De hecho, mi amiga era la clase de persona que luciría hermosa, incluso si llevaba puesta una bolsa de basura.
"¿Tú crees?", preguntó y al ver que sonreía, supe que estaba satisfecha con mi comentario.
"¡Sí!", afirmé con firmeza.
Aplaudiendo con entusiasmo infantil, ella jadeó y corrió hacia el tocador. Volvió con una caja y la colocó en mi regazo.
"Te traje un regalo para darte las gracias. Sé que he sido una novia de pesadilla estos últimos meses preparando la boda", me dijo.
Sorprendida, alterné la mirada entre mi interlocutora y la caja hermosamente decorada que tenía en el regazo. Pasé la mano por la bonita cinta rosa y miré a mi amiga, recordando por qué la quería tanto. Podía ser caprichosa, actuar como una maldita princesa y una dramática de primera, pero nunca dejaba de hacerme sentir especial y apreciada.
"No debiste molestarte", contesté, con una sonrisa cortés en mis labios.
"Oh, shh", me cortó ella, con una sonrisa de felicidad. Acto seguido, le dio un golpecito a la caja y se puso de pie. Con cuidado, se quitó el vestido de novia y caminó sin pudor por la habitación con solo una tanga de encaje blanco.
"¡Lilly!", grité, apartando la vista. "¡¿Y si entra alguien?!", le pregunté entre risas.
"¡Haré que mis hermanos le saquen los ojos!", respondió en un gemido, guiñándome un ojo al mencionar a sus hermanos.
"No todas tenemos hermanos para proteger nuestra reputación", dije sin dejar de reír, sacudiendo la cabeza con nerviosismo. Miré la caja y luego a Lilly, admirando su entusiasmo. ¡Ojalá tuviera una pizca de su confianza!
"Ve a probártelo, ¡Mike se morirá cuando te vea con eso!", me animó, tirando de mi brazo para que me levantara, mientras me hacía señas para que abriera la caja. Puso los ojos en blanco mientras me conducía a uno de los probadores para que me cambiara.
"¡Mojigata!", exclamó con una carcajada. "Una vez que Mike te vea, ¡estoy segura de que luchará contra el maldito diablo por ti!".
"Espera, ¿qué?", pregunté nerviosa mientras me empujaba al probador y me guiñaba un ojo antes de cerrar la puerta. "Lilly, ¿qué hiciste?", gemí, pero la curiosidad me venció.
"¡Me lo agradecerás más tarde, cuando no pueda quitarte las manos de encima!", soltó mi amiga entre risas. "¡Yo tengo uno a juego!".
La emoción se impuso sobre el miedo. A fin de cuentas, Lilly tenía un gusto increíble, así que sabía que lo que había en la caja sería deslumbrantemente hermoso.
"Sería de mala educación no echar un vistazo", bromeó Sage, mi descarada loba, mientras yo jugueteaba con la cinta. "¡Sabes que no se rendirá hasta que al menos eches un vistazo!", añadió, y por supuesto tenía razón.
Lilly era una fuerza de la naturaleza; como la hija menor del Alfa, aprendió rápidamente a tener a su padre y a sus hermanos comiendo de su mano, ¡y no estaba acostumbrada a escuchar un "No" por respuesta!
Mordiéndome el labio, tiré de la cinta y contuve la respiración al ver la atrevida lencería que me retaba en silencio a ser audaz.
"¡Dios mío!", chillé, sacudiendo la cabeza. "¡No puedo ponerme esto!".
Acto seguido, solté una carcajada y sentí cómo el rubor se extendía por mis mejillas. Quince minutos más tarde, estaba de pie en el podio, con Lilly mirándome orgullosa.
"¡Mierda! ¡Te daría con todo si no me casara mañana!", me dijo mi amiga, guiñándome un ojo, mientras daba vueltas a mi alrededor. "¡No entiendo por qué no ves lo sexy que eres!", se quejó.
Al mirarme por fin en el espejo, contuve la respiración. Mi pelo blanco perlado caía en cascada sobre mis hombros y llegaba hasta mi cadera; siempre me recordaba a hilos de plata. Mike me decía que me daba un aspecto angelical, lo cual era irónico dado lo que Lilly me había puesto.
Mi esbelta figura estaba envuelta en un body azul hielo con liguero, que tenía una abertura en la entrepierna y no dejaba nada a la imaginación. Un cuello halter bordado de encaje, con paneles de malla que apenas cubrían mis pezones, bajaba por mi cuerpo en una V delgada, lo que parecía inútil teniendo en cuenta que estaba abierto en la entrepierna.
"En serio, ¡es como llevar un trozo de hilo dental!", gemí, ignorando las risitas de mi amiga. Me retorcí por la incomodidad, pues la tanga abierta en la entrepierna se clavaba con fuerza en mi trasero por detrás de las tiras del liguero, que estaban unidas a unas medias suaves como la seda. "¿Cómo usan las chicas esta mierda? ¡Duele!", chillé.
"¡Para presumir hay que sufrir, Lottie! ¡Es el precio que pagamos por ser hermosas!", contestó Lilly, dedicándome una sonrisa de oreja a oreja. Luego, me dio una nalgada antes de ir a buscar mi vestido de verano y mis chanclas al probador, que me entregó.
"¡Ve, enséñaselo a Mike!", me instó, sonriéndome con complicidad y guiñándome un ojo. "¡Luego me lo cuentas todo!", añadió, antes de soltar una risa traviesa.
Me dediqué una última mirada en el espejo y reconocí que mi amiga tenía razón. ¡El conjunto me quedaba bien! ¡E incluso me hacía lucir sexy!
Estaba sonrojada. Me mordí el labio y seguí su consejo. Mike y yo no habíamos tenido mucho tiempo a solas últimamente; él siempre estaba trabajando, pues el Alfa Leigh lo mantenía ocupado con los preparativos de seguridad para mañana.
"Bueno, esta es una excelente manera de llamar su atención", comentó mi loba con malicia, mientras me ponía mi vestido sobre el regalo de Lilly.
No tardé mucho en llegar al apartamento que compartía con Mike; mi padre había insistido en que nos quedáramos cerca de la casa de la manada; como era el Beta de la Manada Luna Carmesí, estaba acostumbrado a salirse con la suya, igual que Lilly.
Al sacar las llaves de mi bolso, me quedé paralizada al oír el sonido amortiguado de una conversación detrás de la puerta de nuestro apartamento. ¡Mike estaba en casa!
"¿Está viendo porno?", preguntó Sage, soltando una carcajada, al oír los gemidos apenas audibles que salían de las paredes del apartamento. Yo me concentré en el ruido de fondo y también me reí para mis adentros al oír el inconfundible crujido de los resortes del colchón, gemidos ahogados y...
"¡Mike! ¡No pares! ¡Dios mío, Mike, más fuerte!", jadeó una mujer mientras el sonido familiar de una cabecera chocando contra la pared llegaba a mis oídos.
¡Esa era la cabecera de mi cama! Tragándome la bilis que me subía por la garganta, entré en silencio al apartamento, y avancé a trompicones hasta nuestra habitación. Entre más me acercaba, más claro se volvía todo.
"¡Como quieras, nena!", gimió mi novio mientras los chirridos se hacían más rápidos y desesperados.
"¡Nena!", rugió Sage. "¡Así nos dice él de cariño!".
"Oh, me vengo", gruñó Mike con urgencia.
"¡En tus pinches sueños!", grité, abriendo la puerta de golpe.
"¡Mierda!", balbuceó mi novio, presa del pánico, cuando prendí la luz.
"¡Hola, cariño, ya estoy en casa!", dije con sarcasmo, fijando la mirada en el hombre al que amaba, que estaba profundamente enterrado en una mujer... ¡que no era yo!