Había sido mi idea. Un último intento, pensé entonces, de salvar algo que ya estaba muerto. Un rincón romántico que habíamos descubierto en nuestros primeros años. Una vez, habíamos soñado con construir una cabaña allí, lejos del mundo, lejos de todos. Qué ironía.
Él me vio llegar, su silueta recortada contra el cielo casi oscuro. Se acercó, sus brazos rodeándome. Su abrazo, que antes me había parecido un refugio, ahora se sentía como una jaula. "Mi amor. Pensé que no vendrías." Su voz, el bálsamo que antaño me curaba, ahora solo me provocaba náuseas.
Me aparté suavemente, mi mirada fija en el horizonte. "No podía faltar a nuestro décimo aniversario, ¿verdad?"
Él suspiró, acercándose de nuevo, su mano en mi cintura. "Sí, nuestro aniversario. Diez años, Carmen. Parece mentira." Su voz era un susurro íntimo, lleno de una falsa nostalgia. "Recuerdo la primera vez que vinimos aquí. Tú tenías ese vestido azul... y yo... solo pensaba en lo afortunado que era."
Mi corazón era un guijarro en mi pecho. "Sí. Afortunado."
Mateo me giró para que lo mirara, sus ojos brillando con una intensidad que casi me engañó. "Y lo sigo siendo, Carmen. Lo prometo. Siempre seremos tú y yo. Y tengo una sorpresa para ti. Algo muy especial para esta noche. Para compensar todo."
En mi mente, escuché la voz de Sandra. "Él me prometió el mundo, Carmen. Y me lo va a dar. A mí."
Mateo continuó, su voz ahora llena de una falsa emoción. "Un futuro, Carmen. Una familia. ¿No es lo que siempre hemos querido?"
Mis ojos buscaron los suyos, intentando descifrar la verdad detrás de sus palabras. Pero solo encontré un vacío. Un abismo de mentiras bien construidas.
"Una familia" , repetí, la palabra tan ajena en mis labios.
En ese momento, el dulce sonido de la naturaleza fue brutalmente interrumpido por el estridente tono del celular de Mateo. Él se sobresaltó, su cara reflejando una mezcla de irritación y pánico.
"¿Quién será a estas horas?" , murmuró, su mano buscando el teléfono en su bolsillo.
Yo ya lo sabía. Mis entrañas se revolvieron. Era ella. La que siempre lo reclamaba. La que ahora lo poseía.
"Deberías contestar" , dije, mi voz sorprendentemente tranquila. "Quizás es importante."
Él me miró con remordimiento fingido. "No. No quiero que nada arruine este momento. Es nuestro aniversario."
"No te preocupes" , insistí, mi sonrisa forzada. "Te espero. Tómate tu tiempo. Sé que es importante."
Él vaciló un momento, luego asintió, su rostro aliviado. "Eres la mejor, Carmen. Lo sé. Por eso te amo." Se inclinó y me dio un beso fugaz antes de alejarse unos pasos para atender la llamada.
Desde donde estaba, pude escuchar fragmentos de su conversación, susurros urgentes que confirmaban mis peores temores. "¿Sandra? ¿Estás bien?... Sí, estoy con Carmen... No, no te preocupes, estoy yendo... Sí, por supuesto. Voy de camino."
La llamada terminó. Mateo se acercó a mí, su rostro una máscara de preocupación. "Carmen, tengo que irme. Sandra... no se siente bien. Necesita que esté con ella."
Mis ojos se posaron en su rostro. No había arrepentimiento, solo una urgencia egoísta. Él nunca me había amado. Me había utilizado. Me había visto como un medio para sus fines. Y ahora, el fin era Sandra.
"Claro" , dije, mi voz apenas un susurro. "Ve. Ella te necesita más que yo."
Él me dio un abrazo rápido, su mente ya en otra parte. "Gracias, mi amor. Te compensaré, lo prometo. Te amo."
Y se fue. Me dejó sola en la cima de la montaña, bajo la pálida luz de la luna. El frío de la noche me calaba hasta los huesos, pero el hielo en mi corazón era mucho más profundo.
Horas pasaron. Horas de soledad, de silencio, de una oscuridad que no era solo la de la noche, sino la de mi alma. Mateo no regresó. No llamó. Y yo, Carmen Prada, dejé de esperar.
Saqué mi teléfono, mis dedos temblaban mientras abría las redes sociales. Y allí estaba. La publicación de Sandra. Una selfie con Mateo, en la sala de emergencias del hospital. Él, con su brazo alrededor de ella, su rostro lleno de una preocupación genuina. Ella, con una sonrisa débil, un triunfo apenas disimulado.
"Mi héroe" , decía la leyenda. "Gracias por estar siempre ahí, Mateo. Nuestro pequeño milagro está a salvo gracias a ti."
Y en el cuello de Mateo, reluciente, el reloj de mi abuela. El que tenía grabado el nombre de Sandra.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero esta vez, no las contuve. Eran lágrimas de rabia, de humillación, de una herida tan profunda que nunca sanaría. Intenté llamarle. Mi llamada fue directamente al buzón de voz.
Pero no me rendí. Marqué el número de Sandra. Después de varios tonos, ella respondió, su voz aguda y llena de una alegría maliciosa. "¿Carmen? ¿Todo bien? No esperabas oír mi voz, ¿verdad?"
"¿Dónde está Mateo?" , exigí, mi voz temblaba a pesar de mis esfuerzos.
Ella se rió, una risa cruel que me heló la sangre. "Oh, Mateo está conmigo. Cuidándome. Es tan dulce, ¿verdad? Y el bebé... está bien. Gracias por preguntar."
Mi mente se negó a procesar la información. "¿El bebé?"
"Sí, nuestro bebé. ¿No te lo dijo Mateo? Es que está tan emocionado... y tan preocupado por mí. No ha dejado mi lado ni un segundo." Su voz se volvió más dulce, más melosa. "Sabes, Carmen, Mateo siempre ha sido un hombre de familia. Y ahora que vamos a tener la nuestra... él está completamente dedicado."
"¿Y nuestro aniversario?" , pregunté, mi voz apenas un susurro.
Otra risa, más fuerte esta vez. "¿Aniversario? Oh, Carmen. Él no te ama. Nunca lo ha hecho. Solo te utilizó. Y ahora... ahora tienes que aceptar la verdad. No eres parte de su futuro. No eres parte de nuestro futuro."
Mi mano tembló. El teléfono se resbalaba de mis dedos.
"Sabes" , continuó Sandra, su voz goteando veneno. "Él te ama... a su manera. Pero no te ama como me ama a mí. A mí me adora. Soy su musa. Su todo. Y tú... tú solo fuiste el puente para llegar a mí."
Colgué. No había nada más que escuchar. Nada más que decir. Mi corazón no estaba roto, estaba destruido. Pero de las cenizas de mi destrucción, una nueva Carmen emergería. Una Carmen fría, calculadora, implacable.
Me limpié las lágrimas. El frío de la noche ya no me importaba. Tenía que irme. Tenía que desaparecer. Y les daría el "aniversario" que nunca olvidarían.