Besos de Medianoche 2: Caos
img img Besos de Medianoche 2: Caos img Capítulo 5 Capitulo 4:
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Capítulo 6 Capitulo 5: img
Capítulo 7 Capitulo 6: img
Capítulo 8 Capitulo 7: img
Capítulo 9 Capitulo 8: img
Capítulo 10 Capitulo 9: img
Capítulo 11 Capitulo 10: img
Capítulo 12 Capitulo 11: img
Capítulo 13 Capitulo 12: img
Capítulo 14 Capitulo 13: img
Capítulo 15 Capitulo 14: img
Capítulo 16 Capitulo 15: img
Capítulo 17 Capitulo 16: img
Capítulo 18 Capitulo 17: img
Capítulo 19 Capitulo 18: img
Capítulo 20 Capitulo 19: img
Capítulo 21 Capitulo 20: img
Capítulo 22 Capitulo 21: img
Capítulo 23 Capitulo 22: img
Capítulo 24 Capitulo 23: img
Capítulo 25 Capitulo 24: img
Capítulo 26 Capitulo 25: img
Capítulo 27 Capitulo 26: img
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Capítulo 5 Capitulo 4:

El creciente y afiebrado hematoma que la pequeña Daphne tenía en su mejilla izquierda, no se comparaba con el que yacía escondido bajo su remera, a la altura de las costillas.

Con cada paso que daba, este enviaba fuertes oleadas punzantes, casi electrizantes, de dolor a lo largo de su cuerpo. Sin embargo no se permitió llorar.

No porque no le generará nada o no le doliera, el verdadero motivo es que se había quedado sin lágrimas.

La noche anterior, Mickol, la pareja más violenta y volátil que su madre había conocido, le dio una paliza hasta cansarse.

¿El motivo?.

Según él, la niña de catorce años le había robado su caja donde guardaba la droga, algo que era completamente falso ya que no había mayor deseo en Daphne, que la muerte de Mickol por sobredosis.

Pero aquello ya lo sabían, tanto su madre cómo aquel cruel hombre, de esto se dio cuenta la pequeña, luego de jurar mil veces no haber tomado la caja.

La dora era una excusa para golpearla y denigrarla, para desahogarse de forma violenta sin sufrir consecuencias.

Sin lágrimas, con la mente vacía y su rostro compungido, caminó por las calles de su barrio con un destino claro. El almacén.

Ignorando todo a su alrededor, caminó con pasos lentos hacia el lugar, retrasando su llegada para así también su regreso.

Aún así y de forma inevitable, llegó al decadente lugar que llamaban almacén. Aquello era sin dudas una fachada, un claro encubrimiento de los verdaderos fines ilícitos del lugar. Pero a la niña no le importaba en lo más mínimo, solo quería pagar e irse.

-Buenos días Travis-saludo ella, mirando al enorme hombre de aspecto osco y sucio, quien le devolvía la mirada con malicia.

Sabía quién la enviaba, y al parecer, Mickol no era despreciado por la pequeña Daphne, también lo era por los gangsteres de la zona.

Esto dejaba a la niña en una posición comprometedora, sin embargo, gracias a su hábil mente podía manejar aquella situación de forma fácil y efectiva.

-¿Qué quieres?-gruñó el hombre en respuesta.

La niña respiró profundamente una vez, antes de responder, hilando las palabras de forma perfecta, consciente de que un error podría acabar con su vida.

-¿Querer? Muchas cosas, en primer lugar que Mickol se bañe. Pero vine aquí por otro asunto-ronroneó la pequeña, arrastrando las palabras, al mismo tiempo que deslizaba una mano tan clara como la luna en su bolsillo andrajoso y retiraba de este un pequeño paquete-Esto es tuyo, lo manda él y pide perdón por la demora.

Sin perder ni un instante, el osco hombre tomó el paquete que la niña arrojó sobre el mugroso mostrador.

-¿Acaso Mickol perdió las pelotas que manda a una niña a resolver sus asuntos?-escupió el hombre luego de contar el dinero y guardarlo en su bolsillo junto a un rollo de dinero.

La pequeña niña podría haberse desmayado de tranquilidad al notar que había enviado todo el dinero y no solo una parte de este.

-La pregunta es ¿Cuándo tuvo pelotas?-ronroneó en respuesta Daphne.

Aquellas palabras arrancaron una risa profunda desde el pecho del hombre.

-Esa lengua viperina te traerá muchos problemas, niña... mejor mantenla dentro de tu boca-aconsejó el hombre haciendo un vago gesto con la mano para que se marchara.

Ella elevó sus hombros dando a entender que no le importaban las consecuencias de sus palabras, al mismo tiempo que daba media vuelta y se marchaba del lugar.

Seguía viva, por suerte el idiota de Mickol había pagado todo el dinero que debía, sin embargo, ella sabía bien que solo era cuestión de tiempo para que la pareja de su madre volviera a deberle a los gangster.

Tenía que hacer algo por ella y su madre.

Mientras caminaba con la mente ausente en un pensamiento, no notó la presencia de un muchacho a sus espaldas, siguiéndola como una sombra.

Más temprano que tarde, el chico empujó a la niña hacia un callejón, y antes de que ella pudiera reaccionar, estaba siendo apuntada con un cuchillo.

-¿Eres la hija de Mickol Suria?-escupió el muchacho.

Daphne tardó unos segundos en enfocar sus hermosas facciones y demoró aún más en responder.

-Dile que pague sus deudas o se las verá con el Oso-gruñó el hermoso chico de cabello castaño y ojos dulces como caramelo.

-No soy la hija de Mickol, él es la pareja de mi madre pero no mi padre...¿tu eres el Oso?-preguntó la niña, sin entender el motivo por el que un niño tan lindo usaría ese apodo.

La respuesta de Daphne confundió al chico, quien se apartó de ella y bajó el cuchillo. Sin embargo, sus hermosas facciones seguían contraídas.

-Dile que pague sus deudas-respondió él, al mismo tiempo que comenzaba a darse la vuelta para marcharse.

Sin entender el verdadero motivo, ella comenzó a hablar, incapaz de dejar que se marchara así sin más.

-Espera ¿Cuál es tu nombre?-preguntó Daphne.

El muchacho se frenó y giró su rostro lentamente para observar a la niña durante unos instantes, en los que ella creyó que no le respondería. Sin embargo lo hizo.

-Enzo, mi nombre es Enzo...¿cuál es el tuyo?-dijo el muchacho de cabello castaño, unos años más grande que ella.

-Daphne-respondió ella con una hermosa sonrisa en sus labios.

Sin poder evitarlo, Enzo separó ligeramente los suyos y abrió aún más sus ojos, admirado por la belleza de la niña.

-Tiene un nombre muy lindo... hace juego contigo-contestó él, antes de darse la vuelta y marcharse del callejón, sin mirar nuevamente en dirección a Daphne.

Con el corazón acelerado y la sonrisa creciendo cada vez más en su rostro, la pequeña niña de cabello tan negro como la noche salió del lugar, con la esperanza de divisar al hermoso niño.

Sin embargo no lo volvió a ver.

«No importa, ahora sé el nombre del amor de mi vida» se dijo a sí misma mientras comenzaba a caminar de regreso al lugar que llamaba hogar.

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La profunda risa de Erick Sowler resonó a través del cuerpo lastimado de Daphne, interrumpiendo su relato.

-Cuán equivocada estabas mi amor. Eras una niña, ahora que eres una mujer sabes que yo soy el amor de tu vida-dijo el hombre, acortando la distancia que los separaba.

Había estado torturando a la hermosa mujer, hasta que las palabras comenzaron a fluir de sus labios como una catarata arrojando una feroz corriente de agua.

Sin embargo, cada cosa que ella decía parecía molestar al hombre, como si no estuviera de acuerdo o tan siquiera aceptara la verdad.

-Tu no eres el amor de mi vida-gruñó ella en respuesta, sus ojos negros como la noche parecían la invocación del mismísimo infierno.

Aquello pareció agradarle al investigador, quien pasó su lengua babosa por sus labios resecos, al mismo tiempo que tomaba el rostro de la mujer con fuerza entre sus manos, sosteniéndolo para mantener su mirada fija en la de él.

-Al parecer aún no te das cuenta, pero es la verdad, yo soy el amor de tu vida. No te preocupes mi amor, tenemos mucho tiempo para que te des cuenta-ronroneó el hombre, inclinándose hacia adelante para besar sus labios.

Sin embargo, desistió de la idea, temeroso de que la hermosa mujer fuera capaz de morder sus labios con ferocidad, incluso arrancarle la carne.

-Lo único que me generas es asco y repugnancia. ¿Eres tan arrogante y cínico para no notar que no estás enamorado de mi, sino de una ilusión. De una mentira?-se burló Daphne, escupiendo su rostro al finalizar la oración.

El fluido cayó de lleno en el rostro del hombre, quien se limitó a acercar aún más su rostro al de ella, sujetándolo con fuerza mientras sus ojos desquiciados viajaban por su rostro de forma frenética.

-¿Yo me enamoré de una mentira? ¿Qué hay de ti y Dorian? Él ama a Elena, sin embargo tú te convenciste que el te amaba a ti... eres patética y das pena-se burló el hombre.

La hermosa mujer de cabello color noche permaneció callada, incapaz de hacerle frente a aquella cruel verdad. Se había mantenido firme ante la idea de una vaga posibilidad para que Dorian la rescatase, pero aquello era un sueño, una fantasía irreal.

-Ahora sigue contando la historia-gruñó él soltando finalmente su rostro.

Sin embargo Daphne no bajó la mirada ni esquivo sus ojos cargados de depravada maldad, por el contrario, mantuvo su mirada color noche colmada de lágrimas firme.

«Eres Daphne Moon y no tienes miedo» se recordó a sí misma antes de retomar la historia de su vida.

                         

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