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Mi respiración se retorcía. Es absurdo comprender lo que estaba transcurriendo. De pronto aunque ya lo sabía, no quería reconocerlo.
Todo había acabado. Como un susurro lejano: así se sentía aquellas voces.
Yo era culpable, él es culpable. Todos fuimos culpables.
¿Pero qué mierda...?
Mis manos están llenas de sangre. ¿Es mía o de él?
Llevo una de las manos a mi frente; está perlada de sudor; cuando desciendo con ella consigo el resto de lágrimas (aún siguen cayendo). Mis sentimientos se han convertido en un laberinto mucho más complejo que el Maze Runner.
Mi corazón golpeaba con fuerza. Busco con mis ojos el rastro de sangre. Pero las señales indican que inicia y termina en mí. Cierro los ojos fuertemente. Tanta adrenalina. Trago saliva con trance, me duele hasta el nombre.
Como si fuese una cápsula de tiempo en el que estuve precipitado, desciendo mi cuerpo con lentitud hasta tocar el suelo y desplomarme, estoy herido. A lo lejos se escucha el sonido estridente de las sirenas de los autos de policías, bomberos y de la jodida ambulancia.
Deslizo mis brazos para poder proteger mi casi desnudo cuerpo de la gélida brisa de octubre, tengo cortes en casi todo el cuerpo, unos más profundos que otro, vidrios incrustados en mi cabeza. Giro los ojos y mascullo del dolor cuando mi mano cae en el costado de la hierba.
El fuego sigue consumiendo la cabaña. Y mis ojos observan como mi destino se ha transformado en un parpadeo.
¿En qué momento terminé en esta situación?
Dos de mis amigos muertos... tres personas gravemente heridas... y, él que me sonreía mientras desaparecía herido a través del bosque.
Una mano en mi hombro hace que gire con lentitud. Pero no lo hago del todo, cuando un golpe en seco, finaliza el trabajo de él.
Todo es oscuridad.
¿Yo soy oscuridad?
Lluviade disparos y un último resoplido de dignidad.