El secreto de su voz
img img El secreto de su voz img Capítulo 5 Cap|3.
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Capítulo 6 3. (Parte 2) img
Capítulo 6 Cap|4. img
Capítulo 7 Cap|5. img
Capítulo 8 4. (Parte 2) img
Capítulo 8 EL RECUERDO DE MIGUEL img
Capítulo 9 Cap|6. img
Capítulo 10 5. (Parte 2) img
Capítulo 10 Cap|7. img
Capítulo 11 5. (Parte 3) img
Capítulo 11 Cap|8. img
Capítulo 12 Cap|9. img
Capítulo 13 Cap|10. img
Capítulo 14 6. (Parte 2) img
Capítulo 14 Cap|11. img
Capítulo 15 EL INCENDIO img
Capítulo 16 Cap|12. img
Capítulo 17 Cap|13. img
Capítulo 18 Cap|14. img
Capítulo 19 Cap|15. img
Capítulo 20 Cap|16. img
Capítulo 21 COMO SI FUERAN SOMBRAS img
Capítulo 22 Cap|17. img
Capítulo 23 Cap|18. img
Capítulo 24 SENTIMIENTOS SIMILARES img
Capítulo 25 SEGUNDA PARTE: Verdades Ocultas img
Capítulo 26 Cap|20. img
Capítulo 27 Cap|21. img
Capítulo 28 PRIMER AMOR, PRIMER BESO. img
Capítulo 29 Cap|22. img
Capítulo 30 Cap|23. img
Capítulo 31 NO TODO ES LO QUE PARECE img
Capítulo 32 Cap|24. img
Capítulo 33 Cap|25. img
Capítulo 34 Cap|26. img
Capítulo 35 Cap|27. img
Capítulo 36 Cap|28. img
Capítulo 37 Cap|29. img
Capítulo 38 Cap|30. img
Capítulo 39 Cap|31. img
Capítulo 40 Cap|32. img
Capítulo 41 Cap|33. img
Capítulo 42 EL VESTIDO LILA img
Capítulo 43 Cap|34. img
Capítulo 44 EL INTERROGATORIO img
Capítulo 45 TERCERA PARTE: El Juego de Natalie img
Capítulo 46 Cap|36. img
Capítulo 47 Cap|37. img
Capítulo 48 SENTIMIENTOS ROTOS img
Capítulo 49 Cap|38. img
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Capítulo 5 Cap|3.

Te parecerá mentira, pero prácticamente así era. Yo iba a sus casas por las noches y esperaba a que ellas salieran del baño y se vistieran en su recamara para tomarle fotos. ¿Sabes el significado de espontaneidad?

Es ser natural. Ellas para mí, fueron muy naturales.

‹‹¿Tú, un voyeur, Sebastián? Es un chiste, ¿verdad?... Solo le tomabas fotos, eso no quería decir que lo eras››.

Me coloqué las manos en la cara y cerré los ojos de la impresión que estaba teniendo.

Me sentía sucio de mí mismo, me daba asco lo que hacía. Aunque mis compañeros lo disfrutaban, yo me sentía el peor ser humano del mundo.

Le tomaba fotos desnudas y las revelaba, y al día siguiente se las llevaba a Tim y a aquella persona.

Espero que algún día me perdones...

‹‹¡Dios mío! De verdad eras un voyeur ¿Cómo podías hacerlo, Sebastián?››, la simple idea de imaginarlo haciendo eso me dio asco.

Recuerdo que todas las noches rompía cosas. Solo pedía que esa pesadilla acabara. Estaba destruyendo la vida de chicas que no me hacían nada.

Esa semana vi tu nombre en las seleccionadas y te busqué todo el día. Al fin te encontré en la cabaña, te dije que te vistieras en el baño que no lo hicieras en tu habitación.

Ese día que me lo dijo, era por eso, lo dijo con tanta desesperación, me pidió que lo hiciera de favor. Le pregunte el por qué y me dijo que era solo un juego, de cuánto tiempo duraba en el baño arreglándome. ‹‹¿Por qué simplemente no me lo dijo?››

Sabía que confiabas en mí, y sé que lo hiciste. Al día siguiente busqué en todas las fotos y no te encontré. Salí de ese lugar y te abracé como nunca antes.

Esa noche llegué tan cansada que no me provocó bañarme, miré mi cama y caí en ella sin protestar. Al otro día pensó que le había hecho caso y me abrazó.

Me decías que era un loco por abrazarte de ese modo. Un loco que quería tu bienestar.

Las veinte mejores fotos fueron publicadas en la página, y la dirección de la página fue enviada a todos en la secundaria, pero eran dos chicas por día. Ahí fue cuando comencé a sentirme más miserable. Las lágrimas de ellas eran mi dolor.

Esa era la razón por la cual veía chicas llorando por los pasillos.

Algunas lloraban, y recuerdo que a dos chicas las sacaron de la secundaria, algunas tuvieron problemas psicológicos y otras estuvieron a punto de suicidarse.

Los peores dos meses de toda mi vida. En donde destrocé la vida de muchas personas...

La página nunca llegó a ser vista por los profesores ni el director.

‹‹¡Te desconozco! ¡Pudiste haberles evitado tanto dolor! ¡Tenías el poder para hacerlo ¿por qué no lo hiciste?!››.

Sentía tanta impotencia, tanta cólera, sentía mucho dolor por esas chicas. Esas mismas que me criticaban en ese momento me daban lástima, ver cómo sus vidas estaban dependiendo de una página, casi pornográfica. Estaba sorprendida, las lágrimas rodaban por mis mejillas.

‹‹¿Cómo pudo ser capaz de eso?››.

Sé que después de esto me odiarás. Pero yo solo quería que tú es-tuvieras bien. Nunca entendiste por qué todas las chicas te miraban tan feo y el por qué de tanto desprecio.

Me sequé las lágrimas.

‹‹Nunca les había prestado atención, esa era mi justificación››.

Él levantó un poco el tono de voz.

Me alegro de que hasta hoy lo vengas a saber. Nita yo no era el único que admiraba tu belleza.

Tú siempre fuiste la primera en la lista... y la chica que todos quería en esa página.

Eras la más bella de la secundaria durante años... pero, eras tú la última en saberlo.

Me quedé muda.

‹‹¿Era eso lo que ocultabas, cuando te preguntaba si sabías quién era la primera en la lista de la página››.

Lloré en su hombro muchas veces por el rechazo que recibía constantemente. ‹‹Tú ocultaste eso para no herirme. De igual modo, al final me heriste››.

Me voy a ir odiándome por este momento. Pero aun así te dije que sabrías toda la verdad...

¡Hasta luego, Nita!

La pantalla se quedó en negro y el disco salió del DVD. Me quedé llorando en el mueble. Trataba de calmar todo eso que sentía. Mi cuerpo estaba temblando y las lágrimas no cesaban. Dolía, me dolía el hecho de saber que me mintió y no quería aceptar que eso era tan solo el comienzo.

Pasaron unas horas.

Me le levanté del mueble. Recogí las llaves del auto, agarré el disco, apagué todo y me fui. Miré el reloj, eran casi las seis de la tarde. El cielo estaba oscureciendo y me dirigí hacia el auto. Introduje la llave y esa vez sí encendió. Si él realmente estaba allí, volvió a introducir la batería, así que me fui en el auto pensando en todo lo acontecido.

‹‹¿Cómo fue capaz de hacerlo?››. Esa pregunta rondaba en mi cabeza, algo en mí no quería aceptar nada de eso.

Iba en dirección a la montaña, luego iría a casa. Mi teléfono celular sonó de pronto.

-¡Dime! -Le hablé a mi madre, me coloqué el celular en la oreja izquierda y lo aguanté con una mano, mientras manejaba con la otra.

-¿Nita, dónde estás? La casa está hecha un desastre y hay sangre en el piso-sonaba algo irritada.

-Estoy en carretera, y no me apetece decirte a dónde voy... y lo de la sangre en el piso fue que ayer me corté la mano -dije sin más nada que agregar, a sabiendas que mi forma de contestar había sido algo in-apropiada.

-¡Te regresas ahora mismo! -hacía mucho tiempo no escuchaba su tono autoritario al hablar.

-No estoy de humor para atenderte, lo siento... además estoy manejando. No me esperes despierta. -Me importó muy poco la reacción de mi madre luego de aquella respuesta.

-Natalie Fle...

Sin más nada que agregar, simplemente colgué la llamada.

Coloqué el celular en el otro asiento. No estaba de humor como para escuchar a mi madre discutir. Encendí la radio del auto y sonaba mi canción favorita, era Lullaby de Nickelback La cual me hacía recordar mi doceavo cumpleaños.

...

Mis padres me hicieron una fiesta muy hermosa. Sebastián llegó vestido de esmoquin, alardeando que él era el invitado especial. Yo me reí de lo loco que se puso ese día. Comenzó a cantarme esa canción y me entregó una rosa de papel que había hecho, junto a una cajita de música. Me dio un beso en la mano derecha y bailó junto a mí. Esa fue mi última fiesta.

...

Este pueblo podrá ser un poco pequeño, pero no le quitaba lo mis-terioso. Así como Sebastián comenzaba a confesarme cosas (y yo creyendo que era perfecto), en cualquier instante alguien más podía salir con una cara opuesta a la que conozco.

Manejé es dirección al mirador, desde allí podía ver el pueblo completo y sentirme un poco mejor después de tantas cosas que había tenido que escuchar.

Llegué al mirador. Estacioné el auto y luego lo apagué. Puse mis brazos alrededor del volante y asenté mi cabeza en él. Sentí un ahogo en el pecho. Las lágrimas rodaban por mis mejillas.

‹‹¡¿Quién rayos eres, Sebastián?!›› .

Golpeé el volante.

Miraba hacia el frente y veía todas las luces de cada casa del pueblo. Ese era el único lugar donde me sentía bien. ¿Por qué nadie me dijo que una mentira dolería tanto y más si viene de la persona que menos creías?

No sabía qué pensar, me sentía confundida. Encendí el auto y retrocedí. Me dirigí hacia casa.

Las calles estaban solas como cada día de semana. Estaban las mismas señoras tejiendo en el pórtico de sus casas. Las luces de las habitaciones se encontraban encendidas y el silencio se hacía presente. Antes de llegar me detuve frente a la casa donde vivía Sebastián. La miré unos segundos, agaché la cabeza y presioné el acelerador.

Sebastián, antes vivía en una casa al lado de la mía, después sus padres decidieron comprar una mejor, una cuadra más adelante.

Había llegado a mi casa, abrí la puerta sin tener el más mínimo ánimo de ver a mis padres, aun sabiendo que no los veía desde hacía una semana. Pasé y mamá se encontraba en la sala, sentada con la laptop en las piernas. Volteó hacia la puerta y me vio. Intentó hablarme, yo desvié la mirada y subí las escaleras. Entré a mi habitación, me coloqué los auriculares subí el volumen alto a la música mientras miraba el techo.

(...)

La alarma sonó.

Eran las siete y quince minutos de la mañana tiré la almohada hacia el reloj para que parara de sonar. Me quité los auriculares, el reproductor aún estaba encendido. Me fui al baño, me desvestí y entré a la ducha. El agua estaba muy fría y dejaba que cayera sobre mi rostro. Cerré mis ojos. Las palabras de Sebastián pasaban por mi mente una y otra vez. Me pasé las manos por la cara tratando de no recordar esa confesión y pensar que todo había sido un mal sueño. No estaba preparada para ver qué tan imperfecta era mi perfección.

Salí del baño traté de secarme el cabello, abrí el clóset y agarré un jean, una camiseta cómoda y un suéter. Estábamos en época de frío y no sabía cuándo habría, aunque sea, un poco de temperatura cálida.

Terminé de vestirme. Agarré mi celular, lo introduje en uno de mis bolsillos. Tomé mi morral y bajé las escaleras.

Me dirigí al refrigerador. Mi padre estaba en el comedor sentado en la silla principal leyendo el periódico y mamá estaba tomándose una taza de café. Agarré una manzana y cerré el refrigerador. Me dirigí a la puerta cuando una voz me detuvo.

-No me digas que eso será tu desayuno -expresó papá. Bajó el periódico y me miró detenidamente.

Me detuve, lo miré y le dije adiós. Hacía mucho que no les daba explicaciones a mis padres sobre lo que hacía, ¿por qué debía iniciar en ese momento? O mejor aún ¿por qué ellos querían comenzar a pedirme explicaciones?

Para ese lunes de la última semana de noviembre mis pensamientos comenzaban a ser confusos. Pero aun así debía ir a la escuela y olvidar lo que sucedió durante el fin de semana. La escuela solo quedaba a unas calles de mi casa y nunca había tomado el autobús escolar. Así que no quise detenerlo cuando lo vi pasar por la calle, haciendo que el conductor siguiera su ruta normalmente.

Andaba sin mucha prisa. En mi caminar diario no había anomalías y aún más desde que Sebastián se marchó. Sonó mi celular. Era un mensaje.

Espero que estés bien. No me gustaría que te pasara algo malo... Me encantaría poder secar tus lágrimas como antes, pero no puedo. Por ahora, solo quiero que revises lo que está en tu casillero.

Atte: Sebastián.

Seguí caminando, casi llegaba a la secundaria. A unos cuantos metros me detuve a buscar los auriculares en mi morral. Revisaba pero no los encontraba. Dirigí la mirada hacia atrás, y al momento de volver a ver mi morral miré a Tatiana Martin besándose con el novio de Lisa, su mejor amiga. Ella abrió los ojos y me vio, le pidió a él que parara. Pero él no quería, la volvió a abrazar y a besar, pero ella se resistía, hasta que él volteó y me miró. Yo respiré y seguí caminando haciéndome la desentendida. Por lo que vi después de reojo cada uno tomó caminos distintos para llegar a la escuela.

Dejé a un lado el tema de Tatiana Martin con Andrés Cruz y me preguntaba qué tendría en mi casillero.

Entré a la escuela.

Se encontraban unas chicas en la puerta y cuando yo pasé, me miraron y comenzaron a murmurar.

‹‹Ya debería estar acostumbrada a esto››.

Me dirigí a mi casillero.

Caminé sin prestarle atención a nadie por el pasillo, escuchaba sus voces y olía sus perfumes, pero no les miraba, simplemente quería sentirme más invisible de lo que ya era. Me planté frente a mi casillero res-piré profundo y comencé a colocar la clave. Volteé a ver la entrada al pasillo, después de unos segundos se acercó Tatiana, con su cabello cas-taño arreglado, su bolsa en la mano izquierda irradiando un aura oscura. Y mirando a la personas por encima del hombro.

-Por tu bien, te quedarás callada-advirtió mirándome y continuó caminando.

Giré hacia ella y miré cómo saludaba con besos y abrazos a Lisa. Regresé la mirada hacia mi casillero y lo abrí. De él cayó un pequeño sobre, lo destapé. Era una tarjeta, la sostuve y miré el contenido.

La muerte de Miguel López no fue un accidente.

Me quedé inmóvil, el cuerpo se me erizó. Me quedé sin palabras. No sabía qué era todo eso. ¿Acaso era un juego estúpido? El timbre sonó sacándome de mis pensamientos y mi incertidumbre.

Me dirigí al aula trece, a ver clase de economía. Era una de las últimas en entrar. Cada quien tenía su asiento fijo, yo me tenía que sentar en la segunda fila en el tercer asiento. Miré a los demás con sus mejores sonrisas fingidas, Lisa me miró unos segundos y luego soltó una carcajada sin sentido. Agaché la mirada y me senté. El asiento que estaba a mi lado, se encontraba vacío. Allí se sentaba Sebastián y hasta que no llegara un alumno nuevo nadie se sentaría ahí.

‹‹¡Qué idiota! Yo aún tengo la esperanza de que Sebastián vuelva y se siente ahí››.

Un estudiante llegó a la puerta con un papel en las manos y miraba el número de aula.

-¿Se le ofrece algo, joven?-preguntó el profesor Camping acercándose a él.

-Soy nuevo en la cátedra de economía y me dijeron que comenzaría la clase de hoy en el aula trece.

-Esta es, pase adelante y siéntese en el asiento vacío, al lado de la señorita Fleming. -señaló con las manos el asiento.

Al escuchar eso miré por última vez el asiento vacío. Abrí mi morral y saqué el cuaderno. Él se sentó y me miró. Era un joven apuesto, con ojos color miel y una sonrisa algo tímida. No se presentó al resto del grupo. Simplemente se sentó a mi lado y suspiró al hacerlo. Yo lo miré de reojo y luego dirigí mi vista hacia el pizarrón.

Era mi segundo año mirando la cara del profesor Leonard Cam-ping, era el único encargado de todas las materias sobre economía, lo tuve que ver en introducción a la economía, y en las clases de contabilidad. También tenía que mirarlo en mi último año, con economía avanzada; durante la clase no entendí ni la primera palabra que decía el profesor, solo sé que hablaba de la bolsa China o la influencia del dólar en Europa. Pasé la mayor parte de la clase mirando hacia la ventana, sin dejar ni un solo momento de pensar en Sebastián y lo que me confesó.

Sonó el timbre y antes de salir del aula me tardé un poco más en meter mi cuaderno, para ser la última en salir y no tener que soportar a Mathius y a Facundo. El chico nuevo se quedó en el aula mirándome.

-Creo que deberías ir a buscar tus apuntes de la materia -informé mientras me colocaba el morral.

-¿Natalie?-volteé a verlo en cuanto escuché mi nombre-. En mi hoja dice que tú eres la mejor en la clase y me puedes ayudar. -Agarré la hoja y verifiqué.

Ver mi nombre en el papel corroborando esa información, me extrañó mucho, si supiera que hace mucho que no prestaba tanta atención a esa clase. Le devolví el papel. Asentí. A continuación salí del aula junto a él.

-No sé si me conoces, soy Mat Miller -se presentó mientras caminaba detrás de mí.

-Sí, sé quién eres-mentí, la verdad no estaba muy segura de conocerlo. Quizás, lo escuché nombrar alguna vez-, pero sabes Miller, en todo lo referente a las clases te ayudaré, sin embargo, no estoy de buenos ánimos para darte todo lo que hemos visto hasta ahora. Si necesitas algo, vivo en la casa veintiocho de la calle cuatro. ¡Adiós!

Él se detuvo y yo seguí caminando. Sabía que fui muy descortés con él. Un impulso desenfrenado por un momento me hizo odiarlo, tal vez porque había ocupado el puesto de Sebastián o por la simple razón de que no había cruzado palabra con nadie en la escuela en mucho tiempo.

Luego de eso, hice que mi mente viajara hasta lo que decía el sobre que encontré en mi casillero

‹‹¿Cómo es posible que la muerte de Miguel López no haya sido un accidente? Si todos leímos el informe del periódico, los avisos de la policía y la charla que había dado el director al momento del fallecimiento de Miguel››.

Sonó mi celular. Otro mensaje.

Te preguntaste, ¿Cómo una persona tan alegre se suicidó? O mejor aún, ¿por accidente cayó de un precipicio de cientos de pies de altura rompiendo las barandas? Qué ocurrente ¿no?

- Casa N°35 de la Calle 6, mi nueva, pero antigua casa.

A decir verdad, la muerte de Miguel tenía muchas versiones y a oficial de la policía no estaba del todo clara. Había cabos sueltos e incoherencias. Tendría que haber estado borracho o drogado como para acercase mucho al barandal y caer. Sebastián me había incrementado la duda.

Introduje mi mano en el bolsillo y saqué el sobre con la tarjeta. No, seguramente era una broma, como a la que acostumbraba Sebastián. Aun así tenía sentido lo que decía. Volvió a llegar otro mensaje.

¿Qué tanto crees que sepa la secundaria de Belisa sobre la muerte de Miguel?

Porque yo conozco muchos que tienen respuestas exactas y más claras de las que el periódico pudo dar.

No era una broma. Miré el celular y lo metí en mi bolsillo.

‹‹¿Quiénes pueden ser esas personas?››.

Miré a mí alrededor, había muchos estudiantes.

‹‹¿Cómo saber quiénes forman parte de ello? Podría ir de alumno en alumno y preguntar››. Negué con la cabeza a semejante idea y seguí caminando.

Otro mensaje, introduje la mano en mi bolsillo saqué el celular y lo leí.

¿Quieres saber qué personas están metidas en mi plan de honestidad?

Te observo. Lindo suéter azul...

                         

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