Se despertó en medio de un cuarto muy oscuro, todo estaba en silencio que, lograba inhabilitar su sentido del oído. Había una puerta, así que solo se levantó y caminó hacia ella. Intentó abrir en varias ocasiones, sin lograrlo.
Cuando ella se encontraba distraída y pensando en cómo salir. Una voz bastante suave resonó desde el otro lado de la puerta. -Jéssica-, dijo la voz en un susurro.
Se puso de pie y caminó lentamente para tratar de escuchar. -¿Quién eres?-, dijo ella, con una voz quebrada.
No hubo respuesta alguna. Pocos minutos después la misma voz regresó, pero esta vez con un suave toque a la puerta. -¡Jéssica, corre!-, repitió durante unos segundos esa voz.
Después de que la voz se fue, corrió desde un lado de la habitación hasta llegar a la puerta, y así poder tirarla abajo de un solo golpe, logró hacerlo.
Afuera estaba mucho más oscuro, sin señales de personas. De pronto, el ambiente se tornó frío y una voz bastante escalofriante se escuchó en un pequeño corredor, el cual estaba a sus espaldas. -¡Corre, Jessica!-, dijo, para después correr hacia ella.
En medio de su miedo Jessica corrió y se acercó a una pequeña casa que estaba casi destruida, y tomó un cuchillo que estaba sobre la mesa. -¡Pero qué diablos es eso!-, pensó Jessica en medio de su voz agitada.
Corrió hacia la probable salida, pero al abrir las puertas y adentrarse en ellas, solo regresó al mismo punto desde el que comenzó. Entonces, algo saltó en ella y le rasguñó el brazo izquierdo. En medio del dolor producido por el corte en el brazo izquierdo, tomó el cuchillo con todas sus fuerzas y se lo clavó en una parte de su cuerpo, para después salir corriendo rumbo la vasta oscuridad.
No sabía dónde estaba, solo corrió y corrió, hasta llegar a una pared destrozada, buscó un arma con la cual defenderse, era un palo, y lo partió a la mitad para poder usar la parte afilada. Se quedó sentada sin hacer ningún tipo de ruido, esperando a la criatura. Cuando de pronto, escuchó a alguien correr del otro lado de la pared, se levantó lo más rápido que pudo y le clavó la lanza en el pecho.
Observó a su enemigo, para que al final se diera cuenta de que se trataba de una copia de ella. -¡JA, JA, JA, JA!-, dijo con voz macabra, sin importar la lanza en su pecho. -¡Jamás podrás salir de aquí, eres mía!-, expresó de forma amenazante. En ese momento, Jéssica se dio cuenta de que repetía lo mismo una y otra vez, para después recordar y enterarse de que estaba en coma. No podía pedir ayuda, solo estaba allí, luchando por salir hasta agotar todas sus fuerzas.
Jessica estuvo corriendo de un lado a otro, luchando una y otra vez contra ella misma. Sus fuerzas se estaban acabando y ya estaba comenzando a rendirse, porque no sentía que pudiese salir de ese horrendo lugar jamás. Solo caminó hacia un lugar en una esquina, se sentó y suspiró. -Quiero verlos. Mamá, Papá-, dijo con una voz bastante baja, en la que solo ella pudiese escuchar lo que decía.
El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos, y cuando menos se lo esperó, ese siniestro y frío lugar se tornó cálido. Se puso de pie y comenzó a caminar, sin rumbo aparente. Lo que era más extraño, es que las criaturas no estaban atacando, todo quedó en calma completa, y sintió como si alguien la llamase hacia un lugar específico. Porque caminaba sin rumbo, pero con la corazonada de que iba en la dirección correcta.
Caminó y caminó, hasta que de la nada su cuerpo comenzó a desvanecerse en medio de la noche, y de repente despertó de golpe, con los ojos llenos de lágrimas.
Miró a todos los que estaban en el cuarto con ella, y comenzó a llorar mientras decía; -Yo... yo... yo no quiero regresar a ese lugar, estaba frío y cosas me atacaban, por favor no me dejen ir- corrió y abrazó a su madre, sin pensar en si era o no la real, hasta que se percató que había escapado de aquel siniestro lugar.
Cuando se calmó, ella comenzó a relatar lo poco que recordaba de aquel lugar en el que estaba atrapada, y con un pequeño suspiro, se recostó y sonrió radiantemente. -Desde ahora, no volveré a desperdiciar cada minuto de mi vida-, dijo, cerrando los ojos, para después descansar de aquella tortura que había recibido.