Moly, ese es mi nombre. Uno que en sus labios se escuchaba perfecto, miro mi reflejo en el espejo, estoy demacrada, tengo ojeras mis labios están agrietados por la resequedad, mis ojos azules ya no brillan, pues mi luz se fué junto con el... La vida es un regalo... Eso decía, eso pensaba. Hasta que fuí obligada a vivir sin el, estoy obligada a seguir adelante tratando de finguir que no muero cada día al saber que todo fue mi culpa, que su muerte pesa en mis hombros y la culpa me atormenta. Trato de seguir, trato de no derrumbarme pero su recuerdo está presente a cada momento.
Muero de dolor al saber que sus ojos se serraron por mi, que jamás volvería a ver esa hermosa sonrisa que me iluminaba el día... El se fue pero con se llevó toda mi alegría.
Debo cargar con el peso de su muerte, porque fuí yo quien lo mató, fui yo la culpable de que sus ojos se serraron para siempre.
No sé si aún estoy viva o muerta, para mí solo soy un caparazón, un cuerpo que sigue caminando, que se obliga día, a día a despertar porque si no lo hace le estaría fallando a el, mi corazón está desecho a causa de tanto dolor... Las estrellas ya no brillan, el día y la noche ya no tienen sentido, la vida no tiene sentido... Al menos no para mí, no desde el momento en que sus ojos se serraron para siempre...