Conduzco despacio al trabajo, falta media hora para la reunión de última hora que inventó Arthur. Tan pronto como pongo un pie en la tienda, Tony se acerca, luciendo hostil.
- ¡El dios nórdico ha llegado! - Tony habla.
- ¿Quién?
- El señor Braganza caminó por esta tienda y se hizo pasar por un cliente -, mencionó Tony, con voz afeminada. - Suerte que lo atendí bien. No me di cuenta de quién era hasta que lo vi entrar a su oficina
- ¡Llama a Patricia, por favor!
- Ella dijo que te envió un mensaje de texto y te dijo que trabajará en el turno de la tarde.
Olvidé ese detalle. No puedo creer que mi mente esté tan desordenada.
- ¿Estás bien? - Tony preguntó.
- ¡Si estoy!
- ¿Estás segura? - El vendedor apartó el mechón de pelo de mi cara. - ¿Está enferma?
Él está sonriendo, pero se da cuenta de que estoy molesto.
- ¡Hay un cliente que necesita ayuda! - Señalo a una mujer joven que parece perdida en la librería. - ¡Ve a trabajar, Tony!
- ¡Ya voy!
La puerta de la oficina está entreabierta. Yo entro y dejo mi bolso sobre la mesa. Estoy tan enojado que apenas puedo mirarlo a la cara. Lo peor es que no puedo dejar este trabajo, no ahora.
- ¡Cierra la puerta, Beatriz! - Arthur ordena.
Si no fuera por el embarazo, ya me habría ido de esta librería. Toco el mouse de la computadora en mi escritorio y accedo a la carpeta donde guardo los archivos con la hoja de cálculo de ventas del último trimestre.
Arthur sigue de pie con las manos en los bolsillos. Camina por la oficina, notando la decoración. Se acomoda en la silla giratoria y pasa los dedos por los mechones rubios.
- ¿Dónde están los informes que pedí?
- Sé que está tomando un tiempo, yo...
- ¡Pierdes mucho tiempo recopilando información, Beatriz! - Su rostro es demasiado serio. - ¿Dónde está la sub gerente?
- ¡Trabajarás en el turno de la tarde!
Hubo un breve minuto de silencio. Arthur se inclina y me mira con frialdad.
- La librería siempre está llena por la tarde, ya veces me quedo atrapada con comprobación de las facturas, catalogación y registro de los libros en el sistema.
Trato de aliviar la situación para que él no me obligue a despedir a Patricia, ella es mi mano derecha en esta tienda y me ayuda en el manejo de personas.
- Un técnico informático de mi empresa vendrá esta semana e implementará nuevos sistemas y equipos más sofisticados en la tienda. - Por el tono de voz, está insatisfecho. - La librería necesita arreglos -, menciona bruscamente.
No soporto su manera autoritaria. Si yo fuera una de las putas a las que se folla, Arthur no me trataría así. Le permito hablar todo lo que tiene atascado en la garganta. Todo esto es frustración porque no quiero hablar con él fuera del trabajo.
Finalmente, él se queda quieto, mirándome de reojo. Sé que él quiere disculparse, pero está reprimiendo el impulso.
- ¿Estás resentida? - Arthur pregunta.
Tienes toda la razón, estoy profundamente dolida.
- ¿Hay algo de lo que quieras hablar sobre mi gestión de esta tienda? - Cambié de tema.
No permitiré que use el trabajo para interferir con mi vida personal.
- ¡Carajo, hice eso para ayudarte, Beatriz! - Él se levanta y camina hacia mí.
Arthur se pasa una mano por la barbilla y examina mis rasgos. En el reflejo de la ventana, miro mi ceño fruncido.
- ¡Si acepto tu propuesta, será solo hasta que nazca mi hijo!
Quería ver hasta dónde llegaría la buena voluntad de ese CEO engreído.
- De acuerdo -, él esboza una sonrisa torcida, manteniendo la firmeza que caracteriza su forma de actuar con los empleados. - Mientras estés casada conmigo, te olvidarás de ese imbécil que conociste en el club nocturno.
- ¡Estoy de acuerdo! - Extendí mi mano.
Él toma mi palma suave y sudorosa, sellamos el trato con un vigoroso apretón de manos.
- ¿Fuiste al doctor?
Niego con la cabeza.
- He buscado algunos expertos y puedo hacer una cita...
- No tienes que hacerlo -, interrumpo. - ¡Ese bebé no es tuyo! - Me pongo de espaldas y miro por la ventana, una densa niebla se extiende por la ciudad. - ¡No quiero ceremonias ni siquiera la presencia de mi familia en la boda!-
- ¡Jessica preguntó por ti!
- No sé qué tienes con mi hermana, pero no quiero que interfieras en mis problemas con mi familia.
- ¡Entendido, Beatriz! - Él coge su abrigo del respaldo de la silla y se lo cuelga del brazo. - Tenemos que almorzar y decírselo a mi madre.
- ¡Ah, no!
Solo soy amiga de Arthur, pero su madre realmente no me conviene. Leonor Braganza siempre quiso que su precioso hijo se casara con una de las herederas de sus ricas amigas.
- ¡Te llamaré tan pronto como programe el almuerzo! - Él cruza la habitación hasta llegar a la puerta. - ¿Estás comiendo?
- ¡No consigo! Nada se detiene en mi estómago.
- ¡Voy a hacer una cita y usted va al médico! Necesito que estés saludable para cuidar esta librería.
Finalmente, él salió de mi oficina. Mi trabajo se retrasó por esa estúpida reunión. Podría haber enviado esa información por e-mail.
Me detengo frente al espejo y me ajusto la camisa, que me queda más ceñida a la cintura. Mis caderas se han ensanchado sin haber comido nada en las últimas semanas. Me acerco al espejo y me miro la cara detenidamente, ya tengo ojeras debajo de los ojos. Tal vez Arthur tenga razón, necesito ver a un médico urgentemente.
Me siento detrás de mi mesa, hago clic en la pestaña del archivo que acabo de abrir y mi teléfono móvil vibra en la mesa.
"¡Doctor, mañana a las 11 am!"
- ¡Gilipollas! - me quejo
Ordenando algunos documentos y facturas que estaban esparcidos sobre mi escritorio, encuentro la nota con el número del misterioso hombre.
- ¿Cómo podría olvidarme de eso?
Mis dedos digita frenéticamente el número de Teodoro en mi celular. La voz crepitante de una señora contestó.
- ¡Hola! ¿Puedo hablar con Teodoro?
- Mi hijo no vive aquí.
- ¡Muchas gracias!
Rápidamente, termino la llamada y empiezo a concentrarme en el trabajo. Mientras ocupo mi mente, trato de olvidarme de ese mentiroso.
El tiempo pasa muy rápido, es mediodía y todavía no he hecho la mitad de mi trabajo. Necesito salir a tomar aire fresco y comer algo. Rompo la nota con el número de Teodoro en varios pedazos y la tiro a la basura. Me puse de pie y luego agarro mi gabardina negra.
Después de salir de la librería, crucé la calle, abriéndome paso entre la gente. Hay un restaurante en la esquina. No comí nada en el desayuno, necesito comer una comida decente. De la nada, Teodoro aparece. Yo estiro el cuello para ver mejor al hombre alto que camina a unos metros de distancia. Él se destaca entre la multitud debido a su altura. Me detuve por un momento, viendo a este extraño entrar en mi vida nuevamente.
Me armo de coraje para contarle acerca del fruto de nuestra aventura, doy unos pasos, pero me detengo una vez más. Una mujer con una niña en su regazo se acerca y le da a Teodoro un suave beso en los labios.
- ¡Ah, eso es genial! Era justo lo que necesitaba.
El día que mi madre se entere de que el hombre misterioso con el que tuve relaciones sexuales está casado y tiene una niña, no volverá a hablarme. Soy oficialmente la oveja negra de la familia Almeida.
Me siento tan estúpida y, al mismo tiempo, avergonzada. No podré comer así. Giro sobre mis talones y alargo mis pasos de regreso a la tienda. Necesito estar sola, no quiero llorar delante de nadie.
Paso junto a Tony, que no entiende lo que ha pasado, y entro en la oficina. Veo mi imagen en el espejo, hay un enrojecimiento en mis mejillas y mis ojos arden tanto que las lágrimas ruedan por mi rostro. De repente todo se oscurece, trato de agarrarme al borde de la mesa y busco la silla con ruedas y luego me sumerjo en la oscuridad.
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Siento una paz cuando abro los ojos, la luz me molesta. Una voz cariñosa llama por mi nombre
- ¡Beatriz! - El suave toque acaricia mi rostro.
Es la voz de Arthur. No puedo creer que este idiota entre en mis sueños. Espero que todo esto sea una pesadilla.
- ¡Necesito despertarme!
- ¡No te muevas! - Los dedos de Arthur tocan mi rostro.
Obligo a mis ojos a acostumbrarse a la luz y ladeo la cabeza. Arthur está sentado en un sillón al lado de la cama. Hay un dispositivo en mi vientre y accesos en mis venas para el paso del suero. Levanto mi cuerpo, pero Arthur se levanta.
- ¡Descansa, Beatriz!
- Tengo que volver a la librería -, mi voz desaparece en un susurro.
- Estás deshidratada y débil. - Arthur acaricia mi cabello. - ¡Necesitas descansar!