Me da un beso en la frente antes de subir corriendo las escaleras y dejarme sola en medio de la sala. ¿Un beso en la frente? ¿Qué le pasa a este hombre? ¿Será que quiere acostarse conmigo? Bueno, creo que no tengo dudas sobre eso, pero voy a tener que resistir. Si llega a pasar, no va a haber vuelta atrás, voy a terminar de enamorarme y eso sería muy malo.
-¡Los voy a matar! -grita Alex desde su habitación. Frunzo el ceño y decido subir a ver qué pasa, no sé si debería, pero la curiosidad me mata.
En cuanto me asomo por la puerta, me encuentro con él semidesnudo, con apenas una toalla blanca envolviendo su cintura y, por más que me obligo, no puedo apartar la mirada. Su cuerpo está bien marcado, tiene una silueta tan masculina que hasta estoy sospechando que fue creado por algún dios, y de repente mi imaginación vuela y me dan ganas de descubrir aquello que la toalla está tapando.
Sacudo la cabeza y continúo prestándole atención a la escena, ¿a quién le está hablando?
Me acerco un poco más y sonrío al ver la situación. Sus tres labradores están sentados frente a él, con expresión de haber hecho algo malo, mientras él los sigue retando como si fueran niños. Me causa mucha ternura y no logro aguantar la risa, lo que le anuncia que lo estaba espiando. Aunque me da un poco de vergüenza, a él parece no importarle, ya que también se ríe conmigo.
-¿Puedes creer lo que hicieron? -me pregunta, haciendo un gesto para que me acerque a él.
Me señala su cama, la cual está completamente embarrada y sus almohadas están rotas, con todas sus plumas por toda la habitación.
-Lo peor de todo es que apenas son cachorros, y no puedo ni siquiera castigarlos -continúa-. Mírales su carita...
Los tres inclinan su cabeza al mismo tiempo, con esa expresión de perrito que dan ganas de comerlos a besos... como a su dueño.
-Tengo que ordenar todo esto antes de que vengan los invitados, mi madre siempre sube para ver que esté todo ordenado y me va a matar si llega a ver esto -agrega bufando-. No me da el tiempo.
-No te preocupes, tú ve a bañarte y yo ordeno -respondo, abre la boca para dar su objeción, pero le hago un gesto con la mano para que no diga nada-. De verdad, Alex, no tengo problema en limpiar.
-Entonces te ayudo, si lo hacemos juntos, vamos a terminar más rápido -contesta-. Voy a buscar sábanas y la escoba... -Suspira y comienza a caminar hacia la puerta-. Debería haber tenido gatos, el tuyo solo duerme y come.
Suelto una carcajada mientras comienzo a sacar las fundas de la cama. Es increíble el desastre que hicieron sus tres perritos, pero él tiene razón, son tan tiernos que ni siquiera dan ganas de castigarlos.
Alex regresa con sábanas limpias y los objetos para limpiar, así que entre ambos logramos dejar la habitación impecable en menos de veinte minutos. Aunque, debo admitir que, si no me hubiera distraído tanto con su cuerpo, hubiera hecho aún más rápido.
-Muchas gracias, Maia -me dice-. No sé qué haría sin ti, eres como una especie de ángel para mí, me ayudas en todo y aguantas todas mis locuras.
-No es nada, de todos modos, no tenía nada que hacer -contesto, evitando sus ojos azules-. Y, la verdad, es que fuiste tú el que me rescató, así que estamos a mano.
Me sonríe y se aclara la voz mientras mira su reloj de pulsera, hace una mueca de asombro y vuelve a dirigir sus ojos a mí con expresión sorprendida.
-Solo tenemos diez minutos para bañarnos -manifiesta-. ¿No quieres ducharte conmigo? Ahorraríamos agua y más tiempo. O mejor no, creo que tardaríamos más -agrega mirándome de arriba abajo y se relame los labios.
No pasa ni un segundo, pero ya siento mis mejillas ardiendo. ¿Por qué tengo que sonrojarme tan rápido? ¡Lo odio!
-Era una broma, Maia, no hace falta que me mires con esos ojitos asustados -suelta riéndose-. Por cierto, contraté a una estilista para ti, me había olvidado de decirte. Puedes quedarte en bata, ella te ayudará a vestirte, maquillarte y peinarte.
-No te estaba mirando con ojos asustados -replico sin prestarle atención a todo lo que dijo después de eso.
-¿Ah, no? -inquiere esbozando una sonrisa torcida, y da un paso más hacia mí-. ¿Cómo me mirabas, entonces?
-No sé, pero no era miedo.
-Bueno, solo tengo dos opciones, basándome en tu expresión, podría ser susto o... -Se acerca tanto a mí que puedo sentir el calor emanando de su piel. Pega sus labios a mi oído y termina de hablar en un susurro que me estremece-. Deseo.
-Son cosas muy diferentes -comento tratando de que mi voz no tiemble. Asiente con la cabeza y me mira a los ojos con intensidad-. ¿Qué te hace pensar que estaba mirándote de esas formas?
-Se nota, Maia. Tenías los ojos bien abiertos, la boca entrecerrada, tus mejillas sonrojadas y tu respiración algo entrecortada... -Se queda en silencio y acaricia mis pómulos con su pulgar-. Ahora que lo pienso, puede ser que sea más deseo que miedo.
-No era ninguna de las dos -miento, sabiendo que me descubrió. Su sonrisa se amplía porque el maldito sabe que no estoy diciendo la verdad.
-¿Entonces qué era? -inquiere, arqueando una ceja.
-Curiosidad -respondo encogiéndome de hombros-. Con respecto a eso de que soy un ángel para ti.
-En ese caso... Es una pena que no sientas deseo por mí, porque yo sí lo siento por ti, te deseo demasiado y no entiendo por qué tengo tantas ganas de ti... -es lo único que dice antes de alejarse-. Apurémonos, ahora nos quedan solo cinco minutos -agrega desapareciendo por la puerta del baño.
Acaba de decir que siente deseo por mí, así como si nada, sin miedo, sin tapujos, sin pelos en la lengua... ¿Cómo puede ser tan seguro de sí mismo y no tener vergüenza? Yo soy todo lo contrario y creo que ahora no podré ni mirarlo a la cara.
Chasqueo la lengua y voy rápidamente a meterme a la bañera. Si bien me bañé esta mañana, no me vendría mal despejarme un momento y olvidar lo que acaba de suceder, aunque no creo que lo logre. ¿Cómo voy a sacar de la cabeza esa manera en la que me dijo que me desea? Va a ser imposible.
Escucho que suena el timbre y, unos minutos después, la voz de Alex desde el otro lado de la puerta me saca de mi ensoñación.
-Maia, ya llegaron los empleados, ¿te falta mucho?
-No, ya terminé -manifiesto, saliendo de la bañera y quitándole el tapón al desagüe.
Me seco rápidamente y, tal como me dijo él, me dejo la bata en camino a mi habitación. Allí hay una chica rubia abriendo una caja de maquillaje y saca de una bolsa mil utensilios para el pelo. Abro la boca con sorpresa al ver que tiene tantas cosas que podría traer la peluquería entera.
-Hola, Maia, mi nombre es Liliane, soy tu estilista el día de hoy y te aseguro que vas a quedar preciosa -se presenta con una sonrisa. Es una muchacha joven, apenas debe llegar a mi edad, y también es muy bonita.
-Confío en ti, Lily -replico estrechando la mano que está tendiéndome.
Siempre me costó hacer amigas, pero en el tiempo que ella se dedica a prepararme, entablamos una buena conversación hasta tal punto que terminamos riendo y prometiendo una salida de chicas el fin de semana. La verdad, es que necesito otra compañía además de Alex. Quizás el hecho de que lo deseo sea porque no conozco a otras personas.
-Eres la novia más linda del mundo -expresa mi acompañante en cuanto termina de maquillarme, con un tono bastante sutil y romántico.
-¡Eso es gracias a ti! -exclamo abrazándola. Tengo que decirlo, hizo un excelente trabajo-. ¿Te vas a quedar a la fiesta?
-Me encantaría, pero tengo que seguir trabajando -replica haciendo una mueca de tristeza-. Pero no me olvido de que tenemos una salida pendiente, así que cuando quieras, puedes llamarme.
-¡Genial! Estoy segura de que la vamos a pasar muy bien...
Un par de golpes en la puerta interrumpen nuestra charla y, al instante, Alex entra ya vestido de una manera muy elegante, con un traje negro, moño en el cuello y el cabello muy bien peinado hacia atrás. Tengo miedo de que se note cómo se me cae la baba.
-Bueno... yo los dejo -dice Lily guardando sus cosas con velocidad, notando la tensión en el ambiente-. Señor Byrton, muchas gracias por confiar en mi trabajo.
-Es excelente, Liliane, muchas gracias a ti. El pago ya está hecho.
-Gracias, disfruten la fiesta, buenas noches.
Y desaparece tan rápido que parece un rayo. Alex se ríe por lo bajo y se acerca a mí, sin dejar de observarme.
-Estás hermosa -comenta-. Te dije que ese vestido iba a quedarte bien.
-Tienes buen gusto, quizás debería dejar que me compres toda la ropa que quieras.
-Maia, me quiero disculpar por lo que te dije hace un rato. No quería incomodarte, fui un estúpido al decirte que te deseo, no quiero que pienses mal de mí, ni que pienses que me voy a aprovechar de ti...
-No te preocupes -murmuro, y suelto un suspiro-. Alex, yo también siento deseo por ti, pero lo mejor es no hacerlo realidad, porque... no te voy a mentir, me enamoro rápido, y no quiero salir lastimada.
Se queda en silencio, mirándome con atención. Es tanto su silencio, que hasta comienzo a pensar que no hice bien en decirle aquello.
-Está bien, tratemos de mantener la cabeza fría y recordar que solo estamos fingiendo -contesta finalmente.
-Exactamente, solo estamos fingiendo -repito. Toma mi mano y me da un beso en el dorso antes de sonreír.
-Entonces, ¿estás lista para hacer tu mejor actuación? -pregunta alzando las cejas.
La verdad es que no, pero ya que estamos en el baile, tendré que bailar. Al menos ahora dejé en claro lo que siento por él, y pareció entenderlo, el problema es... ¿cuánto tiempo aguantaremos y fingiremos que no pasa nada entre nosotros?