El día que me robaron a mi bebé fue el día más difícil de mi vida. No sabía sabia como continuar mi vida sin él. Fui a poner una denuncia en contra de sus abuelos, tomaron mi declaración, pero sólo me dijeron que investigarían, estuve presentándome días y meses enteros viendo como no tenían ninguna respuesta sobre la familia Ramírez. No es que fuera tan difícil encontrarlos, el problema es que estaban en el extranjero y allá las leyes eran diferentes, ni si quiera tenía idea de cómo es que habían podido sacarlo del país sin mi consentimiento. Todo parecía una pesadilla de la cuál no lograba despertar. Mi bebé fue el motor para que pudiera seguir adelante, tener la esperanza de algún día volver a verlo. Pero la policía al parecer no hacía nada. Sentí como un balde de agua fría cayó sobre mí cuando después de meses de pedir desesperada una respuesta por parte de la fiscalía, una de las oficiales me hizo preguntas sobre mi vida, yo le conteste a todo pero luego su respuesta fue "tal vez tu hijo si estará mejor con sus abuelos, si salieron del país como si nada quiere decir que tienen las posibilidades que tú no tienes para darle lo que necesita, sigue tu vida muchacha luego tendrás más hijos" no podía creer que esa fuera la respuesta que me dieron, que clase de corrupción y discriminación era esa. Comencé a creer que era cierto. Que mi bebé estaría mejor con sus abuelos, quise hacerme a esa idea de que con ellos tendría todo lo que yo nunca le podría dar. Sólo pedía todas las noches al cielo que estuviera bien y lo tratarán con amor. Mientras, trabajaría muy duro para poder tener el dinero para poder viajar al extranjero en su búsqueda. Sabía a qué ciudad se habían ido, también en que universidad estudiaba Adrián, me lo dijo la empleada después de que le rogué después de regresar a la residencia Ramírez en varias ocasiones. Cada mes sin falta regresaba por ahí con la esperanza de que regresaran, pero en todos estos dos años jamás vi una señal.
Como todos los días antes de irme al trabajo miraba mi cajita de aluminio abierta, la que me había dado mi "abuelita Cande" los ahorros para mi bebé, estos dos años había juntado una buena cantidad de dinero, pensaba que era hora de comenzar a investigar que requisitos necesitaba para viajar a Estados Unidos. Por comentarios de personas en el mercado, clientas que frecuentaban la frutería donde trabajaba había escuchado que el trámite era muy engorroso, pero tenía paciencia una vez que logrará ver a mi hijo de nuevo nadie me alejaría de él nunca más. También necesitaría dinero para cuando regresáramos. Cierro la cajita y resoplo con nostalgia. Como extraño tener a mi bebé en mis brazos de nuevo.
El día en la frutería paso con cotidianidad, ayudaba a la dueña del negocio despachando las ordenes de frutas y verduras de los clientes. Tenía horario corrido, no iba a casa a comer por lo que eso me permitía ganar unas monedas extra. Todo estaba normal hasta que por el puesto vi pasar a una persona conocida. Todo mi cuerpo se tensó al verlo, él también me estaba mirando. Esbozo una leve sonrisa acercándose al puesto de frutas. Era mi padrastro.
-Pero miren a quien me vine a encontrar por acá -exclamo desvergonzado.
Me molestaba su presencia, tenía muchos sentimientos encontrados al verlo de nuevo, y ninguno de ellos para nada era agradable. Fingí no escuchar ignorando sus palabras. No tenía humor para hablar con él después de lo que sucedió hace años con mi madre. No tenía por que escucharlo si no quería. Lo miré de reojo y tenía el rostro enfurecido.
-¿No piensas preguntar por tu madre? -enderecé mi espalda al instante, fruncí los labios.
-Mi madre me corrió de su casa...
-¿Vives por aquí? -Arqueé una ceja mirándolo directo a los ojos.
-Es algo que no debería importarle y si me permite, no moleste y retírese por donde vino que tengo mucho trabajo que hacer -me volteó de nuevo dándole la espalda.
Cuando pienso que ya se ha marchado su voz me estremece toda la espalda generando escalofríos cuando dice -así me gustan, rejegas y rebeldes para amansarlas como se debe.
Me volteo de inmediato apretando los puños con fuerza. Como se atrevía a hablarme de esa manera siendo que es esposo de mi madre, era asqueroso escucharlo hablar así, escalofríos se apoderaron de mí el sólo imaginar que pudiera haberme visto de otra manera cuando aún vivía en casa con mamá.
-No será la última vez que nos veamos... -sonríe con malicia.
Me quedo callada observando cómo se aleja.
El resto de la tarde estuve pensando mucho, esperaba no volver a toparme con mi padrastro por el resto de mi vida, aunque me preguntaba que estaba haciendo en esta parte de la ciudad, eso me ponía en un estado de estrés. Después de que mi madre me hecho de la casa no hice por volver, me dediqué solo a mi hijo. Al finalizar la jornada me despedí de Doña Mati la dueña del puesto. Subí al bus que me llevaba hasta la colonia donde vivía el recorrido era largo casi una hora, siempre llegaba a la parada cuando todo estaba a oscuras por la noche a eso de las nueve. Baje del bus, como siempre mire a todos lados antes de comenzar mi travesía caminando ya que la parada quedaba a varias cuadras de mi casa, tenía que caminar unos veinte minutos más. A veces me daba mucho miedo toparme con algún delincuente u hombre con malas intenciones. Hace dos semanas había sabido que asaltaron a una joven. Esta parte de la ciudad siempre fue muy peligrosa, pero era lo que había, no podía pagar algo más, por la casa no pagaba renta era mía de manera simbólica y las personas de la cuadra pensaban lo mismo. Apenas camine una cuadra cuando sentí unos pasos detrás de mí, me gire rápidamente para ver quien era. ¡Era mi padrastro! Entre en pánico, ¿cómo había sabido a qué hora salía del trabajo y por donde vivía? El demente, me había seguido. Comencé a correr, pero él fue mucho más rápido que yo. Me jalo tomándome del cabello obligándome a caminar hacía un callejón que estaba a unos metros. Maldije mi suerte. Comencé a chillar y a implorar que me dejará ir.
-Cállate maldita, que hoy me darás lo que tu madre ya no puede.
Abrí los ojos aún más, estaba aterrada.
-Por favor no...
-Ya no eres virgen mocosa, así que estoy segura de que disfrutaras, ¿te gusta que te la metan verdad? -apretaba con fuerza mi cabello causándome un dolor que me estaba haciendo sollozar, lleve una mano a la suya.
-Por favor suéltame, Joel... no le hagas esto a mi madre, a mis hermanos que son tus hijos.
Soltó a reír con sorna. Para luego posar sus sucios labios en mi cuello mordiendo con fuerza. Grite de dolor. Era mi final, estaba segura, no quería terminar así. No podía ser el destino tan cruel conmigo. Estaba llorando desesperada, suplicando que me dejara cuando me aprisiono entre la pared y él, comenzando a manosear todo mi cuerpo de manera grotesca.
-¡Déjame! -gritaba al mismo tiempo que mi voz se quebraba con las lágrimas.
En un movimiento, alce una rodilla con toda mi fuerza dándole un golpe certero en su miembro hinchado. Soltó un enorme grito de dolor. Me arme de valor para empujarlo. Cayó al suelo, me quedé pasmada viendo cómo se retorcía de dolor. No lo pensé dos veces y comencé a correr. Cuando pensé que al fin podría liberarme de él me jaló nuevamente del cabello cayendo esta vez hasta el suelo, pero de espaldas, dándome un golpe en la nuca que me dejó aturdida.
-¡Esta vez no escaparas maldita! -puso una pierna en cada lado de mis caderas, él de pie y yo recostada sobre el suelo. Cerré los ojos al no ver escapatoria, me iba a violar. Pero cuando se puso de rodillas sobre mí, sentí como algo lo jaló hacía el lado contrario con fuerza. Enseguida me enderecé. Un hombre que no conocía estaba forcejeando con él. Luego pude darme cuenta de que este hombre de aspecto muy humilde, con cabello al parecer largo y descuidado, ropa holgada. Le estaba propinando la golpiza de su vida. No me quedaría a averiguar si me estaba salvando. Me levanté enseguida y corrí dejándolos atrás.
Mi cuerpo se petrifico cuando ese hombre de voz ronca dijo -¡Niña, detente!
Me volteé lentamente para mirarlo, nuestras miradas se encontraron en medio de la oscuridad de la noche, sólo podía vislumbrar su silueta a la luz de una de las lamparás de la calle. ¿Quién era ese hombre?