Capítulo 3 Capitulo uno: Jodete, Dante .

Parte dos.

El edificio se ve desde mi perspectiva, busco un sitio donde aparcar ya que no hay necesidad de ir al sótano del edificio si voy a estar poco tiempo. Para mi fortuna, puedo encontrar un espacio libre y en cuestión de segundos, logro llegar a la puerta del elevador. Agradezco que estoy solo, los silencios incomodos no son mis favoritos aunque se bien cómo crearlos.

Como película de terror, una mano entra en la pequeña ranura de la caja de metal provocándome un susto, sin querer suelto un insulto en italiano.

Llevo una mano a mi pecho tratando de tranquilizarme y no verme tan paranoico. La puerta mientras está abriéndose descubre una mujer de cabellos cortos y tez morena. La misma me sonríe, es mi vecina. Doy un saludo amable y tomo mi distancia.

-No deberías abrir las puertas de semejante manera, puedes provocarle un infarto a alguna anciana. -me mira con diversión antes de echarse a reír, su cabeza se mueve de lado a lado dándome una negativa con gracia.

-¿Hablas de ti o de la señora que vive en el edificio? -abro mis ojos elevando mis cejas realmente ofendido.

Recuerdo que en una conversación que ambos tuvimos le revele que tengo veintisiete, ella apenas los veintitrés, pero otros factores suyos me hicieron pensar que tal vez tenía mucha más experiencia de la que aparentaba con esos ojos oscuros. Mi expresión le causa mucha más risa por lo que esta retumbando en las cuatro paredes en las que estamos encerrados.

-No sé de qué hablas, si yo todavía soy un auténtico quinceañero. No paso ni de veinticinco. -trate de defenderme, sin embargo, su risa se hace más grande estallando en una carcajada.

-Eso me queda claro, don caballero de dieciocho. -me regala una sonrisa coqueta antes de guiñarme un ojo y solo asentí, mi lengua vaga por toda mi cavidad bucal mientras hago esta acción.

Aquello desemboca en algo muy rápido y eficaz. Me agarró en mis quince minutos de calentura y ella parecía saberlo porque lo hizo muy bien.

Con su partida a su apartamento, me quedo solo ahí en la habitación, miro la hora en la mesita de noche y pasaban de las ocho y treinta, me levanto estando desnudo encima del edredón; mis ojos se encuentran con el espejo mientras en mi rostro se forma una reacción de incomodidad por lo que veo. ¿Ese en serio soy yo? Aquel pensamiento retumba por mi cabeza tan solo un par de segundos. Jadeo al estar de pie aun mirándome, recordando mis venas. Buenos tiempos, a decir verdad. Sin importar el porqué de las cosas, ahora las comprendo mejor, soy mucho más inseguro de lo que acabo de aparentar. Uno en uno voy enumerando las cosas que no me gustan que mis ojos detectaban como error: exceso de barriga, ¿por qué no encuentro mi hermoso abdomen marcado? Está enterrado entre tanta grasa; mi pecho no esta tan mal. Cuando estoy acostado; mis... okay, todo mi cuerpo se ha expandido demasiado, lo admito. Gruño enojado, porque sé que no llegaré a ningún lado con eso.

Abro el closet encontrando varios, para no decir muchos, sacos, camisas, trajes y pantalones de vestir del lado derecho, mientras que en el izquierdo, hay gavetas que en su interior, bien ordenados, esta mi ropa interior, camisas interiores, corbatas, bañadores y otras cosas. Me causa tanta satisfacción verlo todo tan ordenado y limpio que realmente no quiero tocarlo, pero bien, tuve que hacerlo. Saco del interior una camisa blanca junto con un pantalón de vestir rojo, así como un saco del mismo color, mis zapatos serán los negros. Me fijo donde estan las cajas, tengo pocas, para ser exactos: dos pares de tenis, converse para que mi pie no se viera tan adefesio, dos de vestir, unos cafés y otros negros y para finalizar, mis pantuflas del monstruo come galletas junto con aquel par de sandalias para playa y baño. Toda una travesía.

Sin esperar demasiado, para la media hora, ya estoy listo. Me miro en el espejo con una sonrisa coqueta.

-Dios -forme con los dedos de mi mano derecha un teléfono antes de ponerlo cerca de mi oreja. -¿Hola? ¿Fábrica de muñecos? Se les escapo uno. Oh, esperen, solo soy yo. -hago como que cuelgo aquella llamada y sigo admirándome. Me doy la vuelta, logro encontrar mi parte trasera. Pego un grito junto con una cara de susto. -¡Alguien acaba de hacerme robo de mi trasero! Joder, ¿hace cuánto no voy al gimnasio? -trato de alzar con mis manos lo poco que queda pero todo vuelve a su lugar por la gravedad. - Debería volver, estoy perdiendo mi encanto. -chasqueo mi boca repetidas veces negando por lo que estaba diciéndome. - Que sincero, Zennetti, que sincero. -me guiño un ojo en el espejo para seguir. Palpo los bolsillos antes de salir, miro hacia mi reloj para ver qué hora es.

Las nueve pasadas. Pienso y me siento en mi sofá mirando aplicaciones, primero que nada escogiendo en cual desperdiciaría mi valioso tiempo. ¿Facebook? Muchos ancianos, ¿Twitter? Demasiado odio para mi gusto, ¿Tik Tok? Muchos culos, poco talento, sobrevalorado. ¿WhatsApp? Le envío un mensaje a Alec preguntando por su paradero, al enviarlo salgo cerrando la aplicación para ver el resto que tengo descargadas. ¿Instagram, tal vez? Acabo de ver el robo de mis posaderas. No. Cinco minutos después, entro en un juego al azar que me distrae bastante tiempo, estoy a nada de ganar la partida cuando algo me hace perder. Uy, un match en Tinder. Intrigado, me dedico a entrar a la aplicación con la única intención de ver de quien se trata.

Una novia no me vendría nada mal.

Oh.

Suelto un silbido lento viendo la foto abro mis ojos con bastante sorpresa por ver de quien se trata. Su nombre, según la app, es... Farah. Cabello platinado, una sonrisa bonita y ojos verdes, bueno, tenía todo para ser una top model. Delgada, alta.

Oh. Un mensaje.

< Hey. ;)

Hey.>

¿Qué te trae por aquí? >

"¿Qué te trae por aquí?"

¿Es en serio, Ares? Lo pendejo no se quita, no es gripa. ¿Verdad? Ya veo. Me di una palmada en la frente negando por la reverenda estupidez que había mandado.

Me fijo de nuevo para ver si existe alguna respuesta. No, chica, no te preocupes, tampoco le respondería a semejante estúpido.

< Se supone que encontrar pareja, pero nunca cae nada bueno.

< Oh, eso creía hasta que te vi. ;)

Miento si dijera que no siento mi cara calentarse, hizo algún efecto en mí esa maldita oración.

Me acomodo la corbata antes de seguir conversando. No sucede mucho, porque no soy alguien que haga todo por internet. Eso de enviar fotografías y videos pornográficos, no me gusta. En primera porque puede salir mal y segunda porque no me gusta esperar, agregando que de por sí, ya creo que mi cuerpo no está en forma para humillarlo mucho más.

[...]

Ahora, estoy bajando del auto, miro a mis lados inspeccionando donde podría estar Alec; cabello negro, medio rizado y un poco más bajo que yo con muchos tatuajes, unos a la vista.

Al verlo, sonreí, camino a él poniendo mi brazo en su hombro, se sobresalta un poco y se gira con agilidad quedando frente a frente antes de sonreírme con picardía. Por su aspecto, ya se ve ebrio. Ay, no puede ser.

-Hola, guapo. -arrastra las palabras con poca frecuencia y pone su brazo alrededor de mi cuerpo para acercarme.

En definitiva, esta ebrio. No demasiado pero Alec suele pasar por distintas etapas durante una fiesta con alcohol. Evita el alcohol por su hija por lo que su resistencia al mismo es mínima.

-Dime, ¿nos vamos por allá, príncipe? -suelta una risita antes de negar. No, es la tercera. Jadee.

-¿Cuántas te tomaste, Alec? Dios, yo era el que quería una congestión alcohólica, no tú. Imbécil. -ruedo ojos, se separa para poder ir hacia la pista de baile.

Juro que al verlo, se asemeja a Latrell de "¿Dónde están las rubias?". Ignorando el hecho de que sí lleva su camisa. Las chicas lo comienzan a repeler. No es lo que estoy buscando. Lo tomo del brazo para jalarlo al baño y ponerlo contra la pared tomando el cuello de su camisa.

-¿Qué harás conmigo? -alza sus cejas jocoso. -Cualquiera que entre pensara que somos homosexuales. -se carcajea mientras mis mejillas toman un color carmesí, por lo que decido soltarlo para después exigirle que se eche agua.

-Tranquilo, yo no juzgo, Ares. Si te gust-

-No, no lo hace. -¿No sabe callarse?

-¡Okey! O tal vez te gusta que te de-

-¡Solo lávate la maldita cara! -exclamo. Apunto el lavamanos. -Vine a ligar, no a ver cómo te sumerges en tu propia depresión. Encontraremos un par de chicas. Les vamos a coquetear. -farfullo frustrado mientras tiro de mi cabellera rubia hacia atrás. -Espero no te pongas como la ultima vez.

-Tal vez peor. Verónica fue un desastre.

                         

COPYRIGHT(©) 2022