RESURRECCION: El Misterio de Victoria. LIBRO II
img img RESURRECCION: El Misterio de Victoria. LIBRO II img Capítulo 5 ♣︎ CAPÍTULO 5 ♣︎
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Capítulo 5 ♣︎ CAPÍTULO 5 ♣︎

La habitación era grande e impecable; de color blanco. Había varios cuadros religiosos de colores pálidos que hacían juego con la decoración del espacio, estos se encontraban pendidos a lo largo y ancho. Aquella blancura amenazaba con dejarme ciega de un momento a otro. Suspiré y caminé buscando un color fuerte que contrarrestara lo inmaculado. Necesitaba con apremio sentir vida en aquellas cuatro paredes, mientras inspeccionaba mi nueva habitación me percaté de la ventana con balcón, fui directo a ella.

La vista era agradable, se podían ver los árboles y el cielo; el internado estaba rodeado de extensos jardines, la dulce y suave caricia del viento no faltaba. En eso observé otro edificio, separado por el jardín, que quedaba justo al frente del mío. Mi curiosidad entró en receso cuando la madre Caridad irrumpió en la alcoba (ese era el nombre de la religiosa que nos había recibido) Al entrar se dio cuenta de lo que estaba mirando, por lo que de inmediato dijo: Esa edificación alberga el dormitorio de los caballeros, y está terminantemente prohibido que las señoritas se acerquen.

-¿Ellos compartirán clases con nosotras? -le dije por simple curiosidad, por suponer que eso es lo primero que se pregunta en estos casos.

-No. Los caballeros tienen su espacio al igual que ustedes. El único momento en el que ambos grupos se pueden mezclar es en las actividades extracurriculares y en las misas -puntualizó. Entendí que el internado era estricto en muchos aspectos.

Al concluir la magia que sentí por la vista que ofrecía la ventana, me di cuenta de un gran detalle que me alteró: en la habitación no había una sola cama, sino dos; al igual que dos escritorios y dos armarios. Eso no me gustó. Significaba que no estaría sola, y que iba a tener que compartir mi espacio privado con una extraña.

-¡Perfecto! ¡Esto era lo que me faltaba!

-Te dejo para que descanses y te familiarices con tu nuevo dormitorio -dijo la madre Caridad sacándome de mis pensamientos- ¡Ah! -, prosiguió -se me olvidaba de informarte, tu compañera de cuarto llega mañana y los uniformes están en el armario. El tuyo es el del lado izquierdo -le sonreí por cortesía como siempre procedía cuando no quería hablar, luego la monja se marchó y me dispuse a desempacar. Mientras lo hacía pensaba en mi familia y en cómo sería la intrusa que tendría que soportar.

Las horas corrieron rápido; la noche llegó sin darme cuenta. Estaba exhausta del viaje, así que me recosté y en cuestión de minutos quedé dormida profundamente. Por primera vez en mucho tiempo no tuve pesadillas.

***

El reloj sonó a las 6:00 a.m. Giré hacia la pared y vi en letras bien claras las instrucciones que la religiosa habían colocado. Una de ellas era: el reloj suena a las seis para prepararse. Hice un esfuerzo para levantarme, pero una vez en el baño, en cuestión de minutos, ya estaba casi lista. Me miré al espejo. El uniforme no me pareció tan desagradable, la falda plisada era de cuadros, de colores negro y gris claro; la camisa blanca, de manga larga, y sobre esta un blazer negro, mostrando en su lado izquierdo la insignia del internado "Sagrado Corazón de Jesús." Lo único que consideré que desencajaba era la corbata de color gris que complementaba el atuendo.

-Bien, Victoria -me dije frente al espejo - ¡Es hora de colocarse la armadura para enfrentar lo que te espera afuera!

Terminé de alistarme. Me coloqué unas medias térmicas que hacían juego con la falda y finalmente los zapatos negros. Ya vestida me dirigí a la mesa de noche para buscar la esclava que mi abuela me había dado antes de partir; en eso sonó la puerta, mi corazón se aceleró, desapareciendo en mí todo indicio de valentía. Por un momento cruzó por mi mente hacerme la enferma. Luego reflexioné: hoy podía fingir sentirme mal, pero... ¿Mañana qué excusa inventaría? Me calmé y caminé hacia la puerta. Al abrirla me encontré con el rostro de una dama, que aparentaba unos treinta y dos años de edad. Aquel rostro no era el de la madre Caridad, tampoco el de la madre superiora; ella ni siquiera usaba hábito. Sentí una extraña conexión con la dama, al punto de experimentar una reconfortable sensación de alivio que inundó todo dentro de mí, y al parecer era mutuo. Su amplia sonrisa me lo comunicó.

-¡Hola, Victoria! Vine a ver si estabas lista.

-Sí, ya lo estoy.

-Parece que te costó levantarte, ya casi todas las estudiantes están en la formación. Debes apurarte, no querrás andar perdida en tu primer día de clases, ¿o sí?

-No -contesté con un hilo de voz. Tal parece que los minutos en los que me había quedado mirando al espejo me habían retrasado bastante.

-No te preocupes querida, ningún comienzo es fácil. Ya te acostumbrarás -. De verdad que necesitaba esas palabras de apoyo. Tomé el morral y me fui con ella.

Estaba tan nerviosa que mis piernas temblaban; caminaba sin decir una sola palabra y mi acompañante se limitaba a sonreírme, hasta que llegamos al patio. Ella no había mentido, todo estaba repleto de estudiantes.

-Bien Victoria, es aquí -. Luego miró mi rostro y notando mi temor volvió a regalarme una sonrisa.

-Cálmate ¿No sabes que los retos nos hacen más fuertes? Lo que no te hiere a muerte, definitivamente te fortalece -Tales palabras me infundieron valor, pero yo no quería en ese momento ser más fuerte, y era la segunda persona después de mi abuela que me lo decía.

-Por cierto, qué mal educada soy -dijo llevándose la mano derecha a la frente mientras movía levemente la cabeza en forma de negación. -Mi nombre es Rebeca-. Seguidamente, tocó mi mano para reconfortarme y me dijo: -Victoria, incorpórate. Estás en el tercer grupo, ¡suerte! -le tomé la palabra y me puse en marcha hacia el patio donde varios maestros y monjas nos daban la bienvenida.

Era tanto lo desorientada y fuera de lugar que me sentía que por accidente tropecé con otra chica.

-¡Ayyy!, ¿estás ciega? -rezongó con arrogancia.

-Disculpa, no fue mi intención-, pero ella continuó con su mala educación y de respuesta, obtuve una mirada despectiva, y otras palabras.

-La próxima vez fíjate por donde caminas -no contesté nada, aunque deseé tomarla por los cabellos y lanzarla al piso por grosera. Era evidente que se trataba de una niña mimada. Por si fuera poco, vi cómo ella se unía a sus amigas y comenzaban a murmurar sobre mí. Traté de ignorarlas y olvidar el incidente.

            
            

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