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-En absoluto- dijo con un tono sereno, en parte era por eso, nunca me ha gustado como toman decisiones sin mi mamá y la dejan de lado desafiando la autoridad que ella tiene sobre mí- pero no puedo este fin de semana porque tengo una pelea.
- ¿Enserio? - pregunto Samuel el hijo pequeño, me miro y con esos ojos azules me trasmitió el entusiasmo que sentía.
-Si-le sonreí un poco.
- ¿Mami podemos ir? - le pregunto a su madre dando pequeños saltitos en su puesto.
-claro, si es que a Valery no le molesta-respondió ella viéndome.
-no, no me molesta- dije con una sonrisa.
El almuerzo trascurrió tranquilamente, exceptuando claro que yo solo respondía con monosílabos a las preguntas que me hacían.
Al llegar a la casa solté un suspiro largo y me tiré al sofá.
-Cariño- dijo mi mamá como reprimenda.
-Lo sé, lo sé- dije sabiendo lo que venía- debo ser más amable con ellos.
-Esa es mi chica- dijo mientras se dirigía a su recamara.
Después de unos cinco minutos viendo a la nada subí a mi cuarto y me cambie la ropa por unos pantalones deportivos de color gris, una camisilla blanca y un saco del mismo color que el pantalón, después busque mis guantes de boxeo pero por mucho que buscaba no los encontraba por ningún lado y agregando que mi habitación estaba en total oscuridad no ayudaba nada, me acerque para encender la luz, pero no encendía.
-MAMA NO ENCIENDE EL BOMBILLO- le grite.
-Voy a la tienda a comprar uno-dijo al llegar a mi puerta y verificar que no encendía- abre la ventana mientras que voy a comprarlo, creo que tus guantes están en el fondo del armario, al lado de los zapatos azules.
-solo porque tengo que entrenar- murmure mientras iba a paso lento hacia la ventana, corrí la cortina dejando que la luz entrara a mi habitación, me gire rápidamente y vi mi habitación sin prestarle atención a lo que sea que estuviera fuera de mi ventana, sentí como mi mamá salía de la casa y cerraba la puerta a su paso, suspire remangándome el saco y me agaché para buscar en el fondo del armario.
-BINGO-grite mirando el par de guantes negros con toques rosados.
-No grites- escuche la voz de un chico y con una lentitud exagerada voltee hacia la ventana.
-tapate los oídos si no quieres escuchar- dije a el chico de pelo negro al otro de mi ventana, él se quedó callado unos segundos mientras yo cogía mis guantes y los ponía encima de la mesita que tenía al lado de la ventana.
-Vas a practicar- dijo con tono de afirmación por lo que no respondí y me dispuse a buscar mis vendas- déjame ver.
-No- respondí casi de inmediato.
- ¿Por qué?
-no te conozco.
-llevamos siendo vecinos 6 años y nuestras habitaciones quedan una enfrente de la otra.
-y aun así no te conozco.
-pero sabes que no te voy a matar y enterrar tu cadáver- dijo y yo aguante las ganas de reír.
-No lo sé, las personas que tiene una manada de lobos por familia no me dan mucha confianza- encontré mis vendas y me las empecé a poner adecuadamente.
-no tengo una manada de lobos por familia.
- ¿Cómo me pude confundir?-pregunte con sarcasmo acercándome a mi ventana.
-no lo sé, pero que aceptes tu error es el primer paso.
-aja.
-vamos déjame ver un entrenamiento- suplico el chico.
-no.
-pero eres la chica más talentosa que he visto en la televisión.
-genial, tienes a tu lado a la chica de 16 años más talentosa- dije con falso entusiasmo.
-Voy a ir y me vas a abrir la puerta- dijo mientras yo terminaba de ponerme las vendas y me amarraba en una moña mi largo cabello castaño.
-te quedaras esperando en la puerta.
-lo dudo hay viene tu madre- dijo haciendo que yo intentara sacar la cabeza por la ventana pero como esta estaba cerrada me pegue en la frente haciendo que mi vecino soltara una gran carcajada.
-voy a tu casa.
-Está bien- dije sobándome la frente viéndome en el espejo por si quedaba roja, pero para mí suerte no hay marca solo dolor.
-hija ya llegue y traje el bombillo-dijo mi madre desde abajo.
-y también a mí- escuche la voz de mi vecino.
-Genial- dije en un murmuro cogiendo mis guantes para bajar a la habitación que convertí en mi gimnasio personal.
-Cariño no me dijiste que conocías al vecino- dijo mi madre al verme bajar las escaleras.
-no lo conozco, tampoco se su nombre pero al parecer a los lobos les gusta olfatear lugares nuevos- dije con diversión.
-no le hagas caso – le dijo mi madre al vecino mientras yo seguía mi camino a el cuarto siendo seguida por el vecino, abrí la puerta y lo deje pasar primero para después cerrar la puerta a mis espaldas, encendí la luz y está parpadeo un poco pero encendió intensamente al final, me acerque a las ventanas y corrí las cortinas para permitir que la luz del sol entrara al cuarto.
-Así que aquí entrenas-dijo al ver todo.
-no, vez ese saco de boxeo negro de allá es solo un adorno, y todo lo demás también- dije señalando todo.
-Que graciosa- dijo para luego sentarse en el sillón crema el cual estaba al lado de las pesas.
- ¿Solo vas a ver?- pregunte viéndolo con una ceja alzada.
-Si-respondió rápidamente con una sonrisa.
-eso no- me acerque a él lo tome del brazo y lo pare del sillón- ¿practicas algún deporte?
-sí, algo así.
- Con eso basta hoy vas a entrenar conmigo- dije para poner los guantes en una mesa.
-Pero no tengo ropa adecuada- invento una excusa.
-ve y cámbiate, te espero.
-pe-pero.
-nada de peros tu querías venir pues ahora te toca aceptar las consecuencias.
-Ya vengo- dijo mientras salía del cuarto a paso lento.
Durante los quince minutos que tardo en ir y volver yo llene dos tarros con agua y los puse encima de la mesa al lado de mis guantes, me organice bien mis vendas y abrí el cierre de mi chaqueta.
-Estoy listo- dijo apenas llego a la puerta del cuarto, lo mire durante unos segundos y sonreí, llevaba un buzo negro, unos pantalones negros y debajo de ellos una licra negra, note como me sonroje un poco al notar que si tiene buen cuerpo, sacudí mi cabeza ligeramente quitando esa idea de mi mente.