Cállate y bésame (Trilogía TQST)
img img Cállate y bésame (Trilogía TQST) img Capítulo 4 4
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Capítulo 4 4

Capítulo 4

¡No me ignores!

DAMIÁN

¡¿Pero esa mujer qué se creía?! ¡¿Quién era ella para ignorarlo?! ¡A él! Pues bien por ella, si quería ignorarlo, ¡vale! Él también la ignoraría, a ver quién podía soportar más tiempo ignorando al otro. Miró hacia ella y vio como lo saludaba con alegría, la muy... Seguro que se estaba divirtiendo de lo lindo; levantó la mano derecha y le enseño su precioso dedo corazón, hasta que Ren le golpeó la cabeza.

-¿Te lo puedes creer? Está ignorándome, ¡a mí! ¡Al gran Damien!

-exclamó con indignación, Ren suspiró y tomó asiento enfrente de él.

-No deberías darle tanta importancia -contestó Ren con voz tranquila abriendo la tapa que cubría la tablet y poniéndose a teclear.

Damián le lanzó una mirada asesina.

-¡¿Y tú, desde cuándo te llevas bien con la «Oye, oye»?! ¡Te traje aquí como refuerzo, no para que te pusieras a hablar con ella sobre idioteces! -expuso casi a gritos y señalando a Ren con el dedo como si fuera el peor de los traidores. De hecho, lo era.

-¿Quieres calmarte? -preguntó el japonés sin apartar la mirada de la pantalla, Damián entrecerró los ojos y se cruzó de brazos con enfado.

Miró hacia Dafne con enojo y la vio hablando animada con Ann y Triz, no sabía de qué hablaban, pero seguro que no era nada bueno. La peliblanca sacó un folio y vio cómo se ponía a escribir en él a toda prisa, mientras las otras dos hablaban; Damián frunció el ceño, ¿qué estarían hablando con tanta emoción? ¿Una broma contra ellos, quizás? Con esas tres nunca se sabía.

-Están fundando un periódico -comunicó Ren, Damián lo miró con interés y su amigo le enseño el Facebook de Triz, donde ella había

publicado un anuncio en el que decía que necesitaba estudiantes de periodismo para crear un nuevo periódico universitario.

-Lo que me faltaba, que la «Oye, oye» tenga acceso a los medios de comunicación -dijo con amargura devolviéndole la tablet al japonés. Si la conocía, y la conocía perfectamente, en la primera edición saldría una foto suya vergonzosa. Mmm... debía esconder todas las

fotos de su infancia cuanto antes. Además, esa endemoniada chica seguro que comenzaría a tomar fotos de todo el mundo en situaciones comprometedoras y luego pediría una exorbitante cifra de dinero para evitar su publicación.

-Hola. -Lo saludó una chica de cabellos rubios y rizados, él la miró con curiosidad y ella enredó uno de sus dedos en su cabello-. Voy a tu clase de Psicología Criminal y me preguntaba si podrías dejarme tus apuntes.

-Vale, pero los quiero de vuelta mañana a primera hora; y no me escribas tu número de teléfono en ellos, porque no voy a llamarte

-indicó con seriedad sacando unos folios de su carpeta, ella asintió con vergüenza y Damián le entregó los apuntes. La chica le lanzó una última mirada antes de tomarlos e irse.

-¿Es que suelen escribirte los números de teléfono en los apuntes?

-preguntó Ren enarcando una ceja, él colocó las piernas sobre la mesa y se estiró hacia atrás antes de asentir.

-Sí, esto de ser tan sumamente atractivo e increíble a veces es un fastidio, esas mujeres lujuriosas no me dejan concentrarme en mi meta

-explicó colocando las manos detrás del cuello y bajando las piernas de la mesa cuando la camarera pasó a su lado.

-No vas a conseguir que ella diga que tú eres mejor, deberías darte por vencido de una vez -dijo Ren con voz monótona.

-¡Eso nunca! ¡Los Duarte jamás nos damos por vencidos! ¡Lo conseguiré, ya verás, espera y verás! La «Oye, oye» algún día dirá:

«Me rindo, Damien. Tú eres mucho mejor y más inteligente que yo» -habló poniendo voz aguda y llevándose las manos a la cara mientras pestañeaba mucho, Ren puso los ojos en blanco y continuó pulsando teclas en la tablet.

-Eres un caso perdido -masculló su amigo con aburrimiento.

---

Cogió impulso con el monopatín y saltó por encima de un banco, mientras su monopatín hacia el recorrido por debajo, rápidamente volvió a saltar sobre la pieza de madera y tomó impulso de nuevo para adelantar a un par de mujeres mientras buscaba un nuevo reto, que, por suerte, encontró enseguida; unas pequeñas escaleras que saltó sin problema alguno. Sonrió con felicidad y levantó las manos al cielo con orgullo, sí que era un genio. En poco más de una semana había aprendido trucos que a la gente normal le costaba meses y muchos golpes aprender. Se miró el brazo derecho y lo vio lleno de tiritas, bueno, puede que sí se diese un par de golpes.

Se colocó la muñequera y volvió a tomar impulso, atravesó un par de calles sin rumbo fijo y bostezó. Desde que él y Dafne habían decidido ignorarse su vida era muchísimo más aburrida; no es que la echase de menos, ni nada de eso, pero era difícil lograr que la morena reconociese que él era un ser superior cuando no se hablaban. Había intentado que la chica volviese a hacerle caso, pero ella simplemente lo miraba unos segundos antes de girar la cabeza o ponerse a leer sus apuntes de clase, como si eso fuera muy interesante. Y eso lo estaba irritando, y mucho.

¡No podía seguir ignorándolo porque sí! Sabía que había dicho que la iba a ignorar también, pero no podía, ¡no podía! Ignorar a una persona no iba con su carácter, ni aunque esa persona fuese la malévola Dafne Castillo. ¿Pero cómo iba a hacer para que ella volviese a hacerle caso?

Además, sin gritos ni bromas la universidad había pasado a ser un lugar triste, monótono y aburrido... al único al que le gustó ese cambio de ambiente fue al decano, que pululaba de un lugar a otro diciendo que ahora sí que eso parecía una facultad respetable y honorable. Tonterías.

Sintió su móvil vibrar y lo sacó del bolsillo, hizo una mueca cuando leyó «Papá» en él.

-¿Sí?

-Te quiero en casa en media hora -ordenó su padre con voz enérgica antes de colgarle el teléfono, Damián rodó los ojos y guardó el móvil en el bolsillo de nuevo.

¿Y ahora qué quería ese hombre? Detuvo el monopatín de golpe y, tras hacer un par de trucos, con los que se ganó un aplauso, se dio la vuelta. No obstante, un enorme grupo de chicas que suspiraban y gritaban de emoción llamó su atención. Negó con la cabeza, solo había una persona que él conociese capaz de lograr volver locas a las chicas de esa forma; se bajó del monopatín y tomó la pieza de madera para luego abrirse paso entre la multitud y encontrarse a su amigo y causa de tal revuelo.

William Cooper se encontraba delante de él firmando autógrafos y haciéndose fotos con varias chicas, para luego recoger con una brillante sonrisa los números de teléfono que ellas le daban. Damián se cruzó de brazos y observó como su amigo le lanzaba una rápida mirada, para luego seguir coqueteando. Will no cambiará nunca.

-¿Cuánto hace que no nos vemos? -preguntó intentando hacer memoria de la última vez que había visto a su amigo.

¿Un mes? ¿Dos? Ahora no lo sabía con exactitud, pero tampoco es que eso le importase. Will, con su habitual desparpajo, comenzó a librarse de las chicas que lo rodeaban, Damián no pudo evitar sonreír. El punto fuerte de Will siempre habían sido las mujeres.

William era todo lo que una chica podía desear, era increíblemente apuesto con ese pelo rubio cayéndole en cascada por los hombros (aunque la mayoría de las veces lo llevaba en media coleta), con unos hipnotizantes ojos verdes y una figura fuerte que daba la sensación de protección. Además, contaba con una personalidad envolvente que atraía a las chicas enseguida. Es por ello que para costearse la carrera de arquitectura se había dedicado al modelaje, por lo que no era extraño ver vallas publicitarias con su foto.

-¿Qué te hiciste en el pelo? -preguntó Will una vez que se libró de todas las chicas.

-La «Oye, oye» intentó raparme media cabeza -contestó mientras se llevaba la mano al lugar donde su cabello fue cortado, Will soltó una estruendosa carcajada y lo miró con diversión.

-Vosotros dos siempre igual -comentó Will aflojándose la corbata y sentándose en el banco.

Lo miró unos segundos con interés, a lo mejor Will sabía cómo hacer que la «Oye, oye» volviese a hacerle caso. Al fin y al cabo, él era el mayor experto en mujeres que conocía.

-Will, ¿cómo hago para que una chica deje de ignorarme? -El rubio parpadeó confuso unos segundos tratando de analizar sus palabras.

-¿Me estás pidiendo consejo sobre una chica? ¿Tú? -preguntó Will señalándolo con asombro-. ¿Quién eres y qué hiciste con Damien?

-No es lo que piensas -se apresuró a decir, Will sonrió de medio lado y asintió sin creerse sus palabras.

-¿Y quién es la afortunada? O quizás debería decir, ¿quién es la desafortunada chica que quieres que te soporte? -curioseó Will con una sonrisa ladina.

Damián suspiró, quizás no había sido una idea tan genial esa de preguntarle a Will.

-¡No es eso! ¡Es que «Oye, oye» lleva como una semana ignorándome, y si no me habla no podrá reconocer que yo soy un ser superior a ella! -explicó casi a gritos soltando su tabla para ponerse a mover las manos; Will lo observó perplejo, hasta que estalló en carcajadas-.

¿Qué es tan gracioso?

-Debí suponer que te referías a Dafne; ya me extrañaba a mí que hubiese hueco en esa cabecita tuya para otra que no fuese ella -contestó su amigo con cierto aire de misterio, Damián enarcó una ceja con enojo y colocó la pierna sobre el banco.

-¿Vas a ayudarme o qué? -Will asintió rápidamente-. ¡Bien!

¡Ahora dime qué hago! ¿Le tiro un bote de pintura roja? ¿Le lleno la habitación de ratones? ¿Quemo todos sus apuntes de Derecho?

-¿Qué hiciste para que comenzara a ignorarte? -Ante la pregunta de Will tragó hondo y apartó la mirada de su amigo.

-Hice una «cosa» -masculló con la boca seca.

No iba a decirle que la besó. Se sentía estúpido por haber cometido tal locura, además, todavía estaba esperando los resultados de su análisis de sangre, porque estaba seguro de que esa chica le había contagiado algo.

-Pues si quieres que vuelva a hablarte, vuelve a hacerle «esa cosa»

-respondió Will con simpleza.

-¡¿Estás loco?! ¡No voy a volver a... hacer «eso»! -gritó con furia.

¡No iba a besarla! ¡No iba a hacerlo! Pero qué mierda de solución le daba Will, está claro que había sobreestimado al rubio y todo lo que sabía sobre las mujeres.

-¿Por qué no? -curioseó el rubio echándose hacia atrás y mirándolo con interés, Damián sintió algo extraño en su estómago.

-¡Porque no! ¡Porque no quiero! ¡Y si lo hago otra vez, ella me matará! ¡Así que vete pensando en otra cosa!

-Tienes que hacer lo mismo. Si eso consiguió enfadarla tanto como para ignorarte, está claro que la enfadará lo suficiente como para volver a hablarte o, en este caso, intentar asesinarte -explicó Will brevemente, Damián chasqueó la lengua con irritación y vio como a Will le brillaban los ojos-. ¿Y se puede saber qué le hiciste?

-¡No te importa! -exclamó con rapidez notando como la sangre se le acumulaba en el rostro; Will lo miró de una forma que no supo identificar, por lo que se limitó a mirar la hora-. ¡Mierda! Tengo que irme, ¡nos vemos otro día!

Ni esperó una respuesta de Will antes de salir corriendo de allí. Tenía unos cinco minutos para llegar a su casa, antes de que su padre lo castigase haciendo flexiones por insubordinación. Corrió todo lo rápido que sus piernas le permitieron y llegó a la puerta de su casa justo cuando su padre la abría para salir.

-Llegas a tiempo, Damián -lo felicitó su padre dándole una palmada en la espalda mientras él trataba de recuperar el aliento; siguió a su padre con la mirada y vio como él se dirigía al coche.

-¿Dónde vamos? -preguntó entre bocanadas de aire y secándose el sudor de la frente, su padre lo miró con ojos brillantes.

¡Oh, mierda! ¡A cualquier sitio menos a ese!

---

Tiró un cacahuete al cielo y abrió la boca para que este cayese dentro, con ese cacahuete ya iban quince que había acertado en su boca. La verdad era que debería felicitar a la «Oye, oye» por poner un puf en su habitación, había sido la mejor idea que había tenido en mucho tiempo. Miró hacia la chica y la vio concentrada tocando su guitarra eléctrica mientras movía la cabeza al son de una música que solo ella podía escuchar (ya que se había puesto los cascos). Llevaba en su casa cerca de una hora y era la primera vez que no estaban gritándose y lanzándose amenazas de muerte, algo que provocaba que sus padres fuesen cada cinco minutos para comprobar que estaban bien.

En serio, que sus padres fuesen superamigos era un asco. No solo los obligaban a acompañarlos en las visitas que se hacían mutuamente, sino que también tenían que pasar ese tiempo juntos. Pero lo peor había sido cuando eran pequeños, como tenían la misma edad solían obligarlos a tomarse de la mano e incluso los vestían a conjunto cuando era carnaval. Nunca olvidaría la humillación sufrida con nueve años, cuando lo vistieron de Romeo y tuvo que pasar todo el día de la mano con Dafne, que iba disfrazada de Julieta. Le daban escalofríos solo con recordarlo.

Peló otro cacahuete y lo lanzó hacia su boca, desde que había llegado Dafne se había colocado los cascos y se había puesto a tocar la guitarra eléctrica como si él no existiese. Frustrado, tomó varios cacahuetes y se los lanzó a la morena, ella volteó unos segundos hacia él y luego volvió a darse la vuelta para seguir tocando.

Suspiró pesadamente y siguió pelando cacahuetes; que lo ignorasen no era nada divertido, es más, era desquiciante. ¿Cuánto tiempo más iba a estar pasando de él? Siguió un buen rato observándola en silencio, era gracioso ver cómo arrugaba el ceño cuando no estaba conforme con la melodía; también se fijó que cuando no sabía cómo continuar daba dos golpecitos con su pie izquierdo en el suelo buscando inspiración.

-¿Va todo bien? -preguntó el padre de Dafne abriendo la puerta, él asintió y el hombre se marchó de allí preocupado.

¿Qué pasa? ¿Tan extraño era no escucharlos gritar? Teniendo en cuenta que en sus diecinueve años no habían parado, su comportamiento de hoy era bastante extraño. Así que en cierto modo comprendía la preocupación de sus padres.

-¿Cuánto tiempo más piensas ignorarme? -preguntó alzando la voz, Dafne siguió tocando la guitarra sin siquiera mirarlo-. ¡«Oye, oye», que te estoy hablando!

Miró a la morena con odio y se metió un puñado de cacahuetes en la boca.

-Me ignoras, bien. Entonces no tengo nadie que me impida hacer esto -dijo poniéndose en pie y tumbándose sobre la cama de la morena, para luego comenzar a deshacerla y meterse dentro de ella vestido.

Miró hacia Dafne y vio un brillo de rabia en sus ojos, ¡genial! El plan funcionaba. Siguió deshaciendo la cama hasta que se aburrió, que fue entonces cuando se puso en pie y bajo la atenta mirada de Dafne se dirigió a su armario; al abrirlo se apartó con un poco de miedo que la ropa se le cayese encima.

-Dios, eres un desastre... ¿cómo encuentras la ropa aquí? -preguntó viendo el armario más desorganizado del mundo-. ¿Y qué hace media manzana ahí clavada?

Arrancó el trozo de manzana, que estaba clavada con un dardo en la puerta del armario, y la encestó en la papelera. Luego comenzó a tomar diferentes prendas y tirarlas al suelo.

-Vamos, sé que tu abuela te compra vestidos, ¿dónde los escondes?

-preguntó con diversión sacando varios pantalones vaqueros y tirándolos al suelo sin reparos; miró hacia Dafne y vio cómo ella había dejado de tocar la guitarra y lo miraba furiosa con los brazos cruzados-.

¿Tienes algo qué decirme, mujer?

Ella entrecerró los ojos y él se limitó a seguir rebuscando en su armario. Un poco más, solo un poco más, y ella estaría gritándole como siempre. Sacó un par de cinturones de pinchos y más camisetas con calaveras. Sacudió la mano con asco cuando notó algo pegajoso, miró la camiseta y vio que tenía un chupete derretido, puag.

-¿Es que no sabes lo que es una lavadora? -dijo mientras se limpiaba la mano en esa camiseta y luego la lanzaba al otro lado de la habitación.

Esa chica era un completo desastre, como se notaba que no tenía que vivir con un padre como el suyo, que era un maldito obseso de la limpieza y el orden. Continuó con su búsqueda de vestidos, pero lo único que encontró fue lo que antaño era un vestido rosa y que ahora era un sucio paño. Volteó hacia Dafne y la vio sentada sobre su cama tocando la guitarra con una libreta a su lado; si ella no estaba preocupada porque revisara su armario, quería decir que los vestidos no estaban ahí. Iba a tener que cambiar de estrategia.

Tomó una de las Converse del suelo y se la lanzó a la cabeza, para luego rápidamente acercarse a la cama y tomar la libreta. De reojo vio cómo ella soltaba la guitarra y la colocaba sobre la cama para, a continuación, lanzarle la misma zapatilla; él la esquivó sin problemas y abrió la libreta de par en par frente a ella, comenzando a arrancar poco a poco una de las hojas.

-Suelta eso ahora mismo -indicó Dafne señalándolo.

-¿Hablas conmigo? -Damián miró hacia los lados haciéndose el desentendido y fingiendo que eso no iba con él; ella entrecerró los ojos con furia y apretó los puños, antes de darse la vuelta y ponerse a recoger toda la ropa que él había sacado del armario-. ¡Maldita seas! ¡¿Quieres dejar de ignorarme?!

Ella hizo oídos sordos y siguió tirando la ropa dentro del armario.

-¡«Oye, oye», como no me hagas caso te quemo la libreta! -Ella le lanzó una mirada asesina que acobardaría hasta el mismísimo demonio, pero no a él-. ¡Bien! ¡La quemaré, en cuanto encuentre un mechero tu estúpida libreta arderá!

Vio como ella tomaba uno de los cinturones y lo usaba a modo de látigo para intentar golpearlo en la pierna, pero él fue más rápido y dio un salto hacia atrás esquivando el golpe; no obstante, tropezó con el bate de béisbol que estaba en el suelo y cayó de culo. La morena se acercó a él y de un manotazo le arrebató la libreta, él entrecerró los ojos con enfado y saltó sobre ella haciéndola caer al suelo y comenzando ambos a rodar mientras peleaban por hacerse con el control de la pequeña libreta negra.

-Chicos, ¿estáis...? Mira, Óscar. Ya están como siempre, te dije que no debíamos preocuparnos. -Escuchó hablar a su padre, que cerró la puerta al verlos pelear por el suelo.

¿En serio? Si estaban calladitos y quietos entraban cada cinco minutos; y si los veían por el suelo peleando se marchaban como si allí no pasase nada y más contentos que unas castañuelas. ¿Quién carajo los entendía?

-¡Ah! ¡Me has mordido! -gritó sacudiendo el brazo izquierdo; Dafne aprovechó el momento y trató de huir gateando, pero él la sujetó de la pierna y comenzó a tirar de ella mientras esquivaba sus patadas.

-¡Damián, suéltame ahora mismo! -chilló Dafne al ver cómo él detenía todos sus golpes.

-¿Ahora sí me hablas «Oye, oye»? ¡Y soy Damien! -bramó esquivando la libreta negra que iba directa a su cabeza, por lo que momentáneamente soltó la pierna de Dafne; la morena supo aprovechar esos valiosos segundos y se puso en pie rápido, aunque no fue lo suficiente veloz como para alcanzar el bate antes que él-. ¿Querías esto?

Vio cómo le temblaba el labio inferior, la conocía lo suficiente como para conocer sus gestos. Se estaba desesperando y enojando de verdad; no obstante, y contra todo pronóstico, ella se sacudió la camiseta y se soltó el pelo dejando que los mechones marrones cayesen libremente por su espalda. Se quedó sin saber qué hacer, si ella se soltaba el pelo significaba que no iba a pelear, ¡¿desde cuándo ella dejaba una pelea a medias?! ¡¿Es que acaso pensaba seguir ignorándolo?!

¡Ah, no! ¡De eso nada, monada!

No supo bien cómo pasó, ni siquiera sabía qué parte de su cerebro dio esa ridícula y suicida orden, pero allí estaba, siguiendo el absurdo consejo de Will. Besar a la «Oye, oye» por segunda vez no podía ser sano, porque allí estaba de nuevo ese extraño cosquilleo en el fondo de su estómago, probablemente estaba incubando alguna enfermedad mortal que acabaría con su vida, porque nadie con plena facultad de sus acciones besaría a esa «mujer» por segunda vez.

Se separó lentamente de ella y se llevó la mano al corazón, otra vez ese peculiar pálpito. Era definitivo, había cogido alguna enfermedad mortal. Miró hacia Dafne esperando una reacción por su parte, pero lo que vio lo dejó atónito, ella estaba paralizada y sonrojada y su mirada parecía perdida. Divertido, chasqueó los dedos delante de ella para sacarla de su ensoñación, algo que funcionó mejor de lo esperado; la morena saltó sobre él y lo tiró al suelo.

-¡Oye, oye... lo hiciste de nuevo! ¡Voy a matarte, juro que no descansaré hasta que vea tu cabeza clavada en una pica! -gritó la morena enfurecida con los ojos en llamas mientras intentaba ahorcarlo.

El plan de Will había funcionado, ¿y ahora qué?

-¿Por qué le hice caso a Ann? ¡Oye, oye... ignóralo, es lo mejor que puedes hacer, y una mierda! ¡Tenía que haberte matado al día siguiente por mancillar mis labios! -aseguró ella mientras apretaba sus manos contra su cuello, Damián usó el bate que tenía en la mano para golpearle la cabeza y derribarla, pero la chica se las arregló para volver a sentarse sobre su pecho con rapidez e inmovilizarle los brazos con las rodillas.

-¡¿Es que quieres matarme, maldita psicópata?! -gritó al sentir sus manos apretando su cuello de nuevo.

-¡Esa es la idea! -dijo Dafne, Damián rodó los ojos y usó las piernas para girarse y librarse de ella; se puso en pie lo más rápido que pudo, pero inmediatamente Dafne comenzó a lanzar todo tipo de ataques sobre él-. No te preocupes, será lento y muy doloroso.

-Ya, como si una chica inútil y que se sonroja por un simple beso pudiese golpearme -indicó con soberbia recordando lo sucedido momentos antes; vio como los ojos de Dafne echaban chispas y al grito de «Banzai» se tiraba contra él para comenzar una nueva batalla por el suelo.

VEINTE MINUTOS DESPUÉS...

-¿Es que tenéis que ser siempre tan radicales? -preguntó Nora mirándolos con seriedad y entregándole a cada uno una bolsita con hielo.

-Oye, oye... Nora, la próxima vez no te metas -indicó Dafne poniéndose la bolsa de hielo sobre la rodilla derecha.

-Eso, estaba a un solo golpe que tu diabólica hermana admitiese que yo soy mucho más fuerte -comentó Damián colocándose la bolsa de hielo sobre el chichón que le estaba saliendo en la cabeza como consecuencia de que Dafne le pegase un fuerte batazo.

Nora negó con la cabeza y se sentó sobre la cama. Nora era dos años mayor que ellos y el amor platónico de su amigo Will -por ser la única chica que lo rechazó y que lo golpeó por pervertido-; al igual que Dafne, tenía los ojos color miel y el cabello marrón, pero Nora lo tenía corto, apenas le llegaba a los hombros. También era muy atlética y sabía pelear tan bien como ellos dos. En cuanto a su personalidad, era completamente diferente a su archienemiga; Nora era dulce, tranquila, reservada y muy muy tímida, y se pasaba todo el día leyendo libros policíacos. No obstante, sabía por propia experiencia que era mejor no enfadarla; ella y Dafne formaban un equipo brillante que era capaz de derrotarlo a él, Ren y Will juntos. Es por eso que ese par de mujeres siempre habían sido su gran reto personal.

-Oye, oye... tú no eres más fuerte que yo, si casi te dejé fuera de combate con el batazo que te di en la cabeza -dijo Dafne burlándose de él e imitándolo cuando recibió el golpe.

-¡Eso era parte de mi estrategia para despistarte! ¡Luego iba a acabar contigo de una vez y para siempre!

-¡Ja! ¿Tú y cuántos más, pelirrojo postizo?

-¡Deja mi pelo en paz!

-¿Queréis dejarlo de una vez? -preguntó Nora con voz cansada, ellos dos se lanzaron una última mirada asesina antes de apartar la mirada del otro dignamente-. Por cierto, ¿cuándo sale la primera edición del periódico de Triz?

-Oye, oye... pues creo que mañana; hoy estuve en su casa y andaba correteando de un lado a otro emocionada -contestó Dafne con ojos brillantes y lanzándole una mirada llena de crueldad.

Damián rodó los ojos, seguro de que habría escrito un artículo donde lo ponía verde o iba a publicar una foto de su infancia; vete tú a saber.

-Como mañana vea en el estúpido periódico de tu amiga una foto mía de mi infancia te raparé la larga melena -aseguró con dureza, ella se limitó a bostezar y a ignorarlo-. ¡Que no me ignores, mujer debilucha!

-¡Cállate de una vez, Damián!

-¡Que soy Damien!

-Oye, oye... ¿qué pone en tu DNI? ¡Da-mi-án!

-¡«Oye, oye», no te soporto!

-Damián, ¿cuántas veces tengo que decirte que dejes de llamarla «Oye, oye»? -le regañó su padre apareciendo junto al padre de Dafne y Nora; Damián rodó los ojos con irritación.

Su padre siempre se ponía de parte de Dafne. Siempre. Da igual lo que ella hiciese, su padre siempre veía sus errores y sus actos contra la morena, pero nunca veía lo que ella le hacía a él. Pero la culpa de todo eso la tenía cierta morena, que no dejaba de hacerse la víctima desvalida delante de su padre para dar pena.

-Sí, es horrible que se burle a cada rato de mi coletilla... yo no lo digo porque quiera, es que no puedo evitarlo, oye, oye... ¿Ves? Me sale solo, pero Damián se burla -dijo la morena con voz quebrada y mirando a su padre con ojos dulces y tiernos; por favor, si hasta parecía que iba a empezar a llorar en cualquier momento.

-Pobrecita -dijo su padre dándole un abrazo a Dafne, momento que aprovechó la morena para hacerle burlas y reírse con maldad-. Damián, deja de burlarte de ella por decir «Oye, oye».

-¡Pero papá, si ella...!

-Ni peros ni nada. -Su padre le lanzó una mirada reprobatoria y supo que debía callarse si no quería hacer cien flexiones cuando llegase a casa.

-¡Agg! -gritó exasperado, poniéndose en pie y pegándole una patada al puf donde hasta hace unos segundos estaba sentado.

-Bueno, niñas, me alegra haberos visto -se despidió su padre de ambas hermanas, Damián gruñó y caminó hacia la salida; cuanto antes saliese de allí, mejor.

---

Se deslizó con pericia entre los coches y se sujetó a una camioneta para coger velocidad, una vez que lo consiguió se soltó de ella y puso rumbo a la facultad. Dio un pequeño saltó y con facilidad regresó sobre la tabla, una vez que divisó la facultad fue disminuyendo la velocidad hasta detenerse, le dio una patada a la tabla para colocarla en vertical y la cogió con la mano. Se fijó en que muchos alumnos lo miraban fijamente para luego ponerse a murmurar algo entre ellos, así que frunció el ceño.

-Gracias por tus apuntes. -La chica a la que ayer le dejó sus apuntes prácticamente lo abofeteó con los folios, antes de huir sin coquetear con él.

¿Qué estaba pasando allí?

Pero su pregunta fue contestada cuando vio a un grupo de chicos mirando un periódico y luego a él. Sin pensarlo dos veces se acercó a ellos y les arrebató el documento sin pronunciar palabra.

«Noticias Tatata-chán», leyó.

¿Pero qué clase de persona le ponía ese nombre a un periódico? Decidió ignorar ese absurdo nombre y se dedicó a pasar las páginas, buscando algo que le explicase por qué todos lo miraban raro. Fue entonces cuando llegó a las páginas de contactos, allí había una enorme foto suya que ocupaba toda la página, en ella se le veía con una camisa blanca y con la mano derecha sobre el lugar donde Dafne le había rapado dándole un aire sexy, que era destacado con montones de flores a su alrededor -como en los animes-, pero la cosa no quedaba ahí; sobre sus piernas había escrito con letras negras: «Stripper gay. Contrátame y haré todos tus deseos realidad. Miau». Para acabar, estaba su número de teléfono real y un corazón.

-¡Dafne!

            
            

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