Lealtad y Sangre
img img Lealtad y Sangre img Capítulo 3 Libertad
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Capítulo 6 Sospechas de lealtad img
Capítulo 7 Fantasma img
Capítulo 8 Vínculo img
Capítulo 9 Preguntas e incertidumbre img
Capítulo 10 Sentido de posesión img
Capítulo 11 De vuelta img
Capítulo 12 Insuficiente img
Capítulo 13 Vivo img
Capítulo 14 Celos img
Capítulo 15 Nuestro celo img
Capítulo 16 Amor o Mate img
Capítulo 17 Pasado img
Capítulo 18 El Arno img
Capítulo 19 Aquí img
Capítulo 20 Ella img
Capítulo 21 Ambos. Ninguno img
Capítulo 22 La esperanza es demasiado peligrosa img
Capítulo 23 Las cosas cambian img
Capítulo 24 Adiós, la Vita mia img
Capítulo 25 Campo de batalla img
Capítulo 26 Míos img
Capítulo 27 Mensaje img
Capítulo 28 Un lugar vacío img
Capítulo 29 Desición img
Capítulo 30 Curiosidad img
Capítulo 31 Instinto despierto img
Capítulo 32 Naturaleza img
Capítulo 33 Devoción img
Capítulo 34 Verdades a medias img
Capítulo 35 Consciente img
Capítulo 36 Radio de convivencia img
Capítulo 37 No eres mía, jamás seré tuyo, pero... img
Capítulo 38 Algunas respuestas img
Capítulo 39 Famiglia img
Capítulo 40 Familia, manada img
Capítulo 41 Nebulosa img
Capítulo 42 Pánico img
Capítulo 43 Mía Cucciola img
Capítulo 44 Lazo img
Capítulo 45 Hermoso img
Capítulo 46 Deleite img
Capítulo 47 Ella unió las piezas img
Capítulo 48 Limite img
Capítulo 49 Quiebre, absoluta rendición img
Capítulo 50 Sentido de pertenecia img
Capítulo 51 Reconocimiento img
Capítulo 52 Ausencia img
Capítulo 53 Tiempo Límite img
Capítulo 54 Términos img
Capítulo 55 Reflexión de fuerza img
Capítulo 56 Solo tal vez... img
Capítulo 57 En claro img
Capítulo 58 Presencia img
Capítulo 59 Rusos img
Capítulo 60 Sacrificios img
Capítulo 61 Compañeros, amantes img
Capítulo 62 Destierro img
Capítulo 63 Un año después. Hogar img
Capítulo 64 Bienvenido a casa img
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Capítulo 3 Libertad

Lorenzo Amato finalmente sentía que las cosas tomaban su lugar, el orden natural de las cosas. Estaba a la cabeza de la familia Amato, tenía una hermosa esposa, una tonta, pero hermosa finalmente y aquel que siempre lo había eclipsado, estaba cada vez más cerca de rogar clemencia.

Adriano, su primo, aquel que todos los ancianos apreciaban y respetaban, todo porque se había independizado de la rama principal con exito, una estupidez, una banda de viejos estúpidos e ineptos, era él quien había liderado para que las ganancias de la rama principal se triplicaran, era él quien limpiaba y apoyaba a sus ineptos primos menores, ¿Se lo habían reconocido? ¡Jamás!, Incluso su esposa, su propia mujer, se atrevía rogar clemencia por el bastardo, le había enseñado una lección, no había sido placentero, pero era necesario, la lealtad lo era todo en su familia y ella debía aprender a quien dirigirla, por supuesto, después de su pequeña "lección", no se atrevería a cuestionarlo una vez más. Todo iba perfecto, se sentía tan tranquilo que en recompensa había dejado pasar una semana sin darle sus visitas a Adriano, tenía que esperar a que se recuperara un poco, solo lo suficiente para acabar con él de una maldita vez y luego, echaría su cuerpo al mar para que los peses le hicieran compañía. Qué buena era la vida.

-Lorenzo, mi amor.- Llamó su atención, Roselin, apareciendo en su despacho aquel segundo, él se giró hacia ella, se veía encantadora en aquel vestido de gaza azul pálido, él le sonrió, como siempre lo hacía, como si jamás la hubiera golpeado hasta dejarla inconsciente, tomó su delicada mano y beso el dorso de ella, su mujer sonrió suavemente.- Llevaré a las niñas de paseo por la playa, ¿Quieres venir?

-Me encantaría, pero no puedo, aún tengo mucho trabajo-mintió- no se alejen mucho de la casa.

-Por supuesto.- respondió ella y se agachó para besar suavemente sus labios, con todo aquel amor contenido que poseía por él, ojalá algún día pudiera perdonarla, se separó antes de que las lágrimas amenazaran con exponerla.

Lorenzo no sospechó nada, aquella cariñosa faceta de su mujer siempre había sido igual, no había cambiado y eso le daba la certeza de que su accionar sobre ella había sido necesaria y había válido la pena.

Roselin arregló a sus hijas y salió de la casa, pero justo antes de hacerlo pasó por la cocina, desactivo el sistema de seguridad y se marchó.

Roselin, la tarde anterior había salido a la ciudad con la escusa de hacer algunas compras, por supuesto, su esposo no había sospechado nada, todo era parte de una rutina normal que ella realizaba, pero en vez de ir directamente al mercado o las tiendas de ropa, había ido directamente a los barrios bajos de Sicilia, había vuelto a contactar al dueño del prostíbulo que alguna vez la había tomado para sus servicios obligados.

Luiggi se había sorprendido al verla, pero a su vez, la recibió como si fuera de la familia, en realidad lo era, seguía siendo la protegida de la familia Amato, incluso cuando su señor, había caído.

-Roselin, preciosa ¿Qué puedo hacer por ti? -Preguntó invitándola a sentarse en la silla en frente a su escritorio, ella declinó la oferta con un suave movimiento de mano.-Tienes prisa.

-Sí, seré directa. Adriano reclama su favor.- dijo sin más. Luiggi, un hombre robusto de cabellera blanca y rasgos marcados, como todo italiano, rio con fervor.

-Querida, si necesitas algo, no es justo usar favores de un muerto.- dijo él al cabo de unos segundos, cuando se dio cuenta de que ella mantenía la expresión seria y tensa.

-No está muerto, ha sido secuestrado.- Aclaró, los ojos del hombre se abrieron de par en par.- reclama su favor, por supuesto serás recompensado, estarás a cargo de todo el movimiento en Sicilia.

-Cariño, tu esposo está a cargo de eso.-le señaló con obviedad.

-No por mucho, -suspiró y el hombre se sorprendió de ver lo abatida que se veía en aquel segundo.- Lorenzo ha traicionado a la familia, quemó la casa de Adriano y lo secuestro hace tres años. Ahora lo tiene aquí, en el sótano de nuestra casa.

-¿Por qué debería creerte? ¿No es tu esposo quien se verá afectado?- preguntó ahora con suma seriedad el hombre, la mayor parte de él estaba horrorizado y sumamente enfurecido, ¡¿Traición?! ¡¿Entre los Amato?! No se había visto nada similar, y si aquella mujer estaba mintiendo, sería él quien le cortara la garganta por sembrar tales mentiras en la fuerte unión familiar.

-Adriano me dio todo, no era consciente de lo que sucedía hasta hace muy poco, cuando fue trasladado a nuestro hogar, no puedo quedarme viendo como mi señor es torturado por la mente desquiciada de mi esposo.- dijo ella sumamente asqueada.

-¡Déjate de mentiras! ¡Zorra astuta!- Gruñó él poniéndose de pie, enfurecido con tal blasfemia.

-¡¿Piensas que esto es fácil para mí?! ¡Es mi esposo! ¡El padre de mis hijas! -le grito ella con lágrimas en los ojos, Luiggi se quedó sin palabras, a Rosalin le tomó algunos segundos tranquilizarse y limpiarse los ojos- Si no me crees, míralo tu mismo.

Finalmente, saco su móvil y le mostró una foto de Adriano, tomada desde la ventana de la celda, no se veía su rostro completo, solo su perfil, pero sí que estaba encadenado y roñoso, pero no fue eso lo que termino de convencer a Luiggi, porque bien, aquel podría ser cualquiera, pero el tatuaje que se veía en la nuca baja de Adriano... Eso no, esos números romanos los había tatuado el propio Luiggi, de su pulso y obra, un "IV", porque eran cuatro los favores que Adriano le había concedido. Liberar a sus dos hijos de las responsabilidades de la mafia, darles una nueva identidad y pagar sus estudios en el extranjero, para que fueran personas normales y felices. El segundo llevaba más sangre, Adriano había eliminado a todos sus enemigos de Italia y vengado la muerte de su dulce esposa Marta. El tercero, protección y el último, el perdón, cuando había sido estúpido y creído rumores de personas que querían enemistarlos.

-Adriano dice, "La vida da muchas vueltas, mi mano por ti hoy...

-"... Y la tuya por mí, mañana"- terminó él, mirándola con solemnidad y seriedad.- Dime mujer, Cuál es el plan.

            
            

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