La Leyenda - Saga Necesitamos el quinto elemento - Libro 1
img img La Leyenda - Saga Necesitamos el quinto elemento - Libro 1 img Capítulo 5 Decepción
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Capítulo 6 Pesadillas img
Capítulo 7 Vigilante img
Capítulo 8 Medallón img
Capítulo 9 Castigada img
Capítulo 10 Desconcertada img
Capítulo 11 Comprometida img
Capítulo 12 Desacuerdo img
Capítulo 13 Desinterés img
Capítulo 14 Sal img
Capítulo 15 Compromiso img
Capítulo 16 Anclada img
Capítulo 17 Carta img
Capítulo 18 Cambio img
Capítulo 19 Emoción img
Capítulo 20 Ataque img
Capítulo 21 Comunicación img
Capítulo 22 Comunicación img
Capítulo 23 Abrazo img
Capítulo 24 Cumpleaños img
Capítulo 25 Considerado img
Capítulo 26 ¡Sorpresa! img
Capítulo 27 Estremecimiento img
Capítulo 28 Beso img
Capítulo 29 Preparación img
Capítulo 30 Boda img
Capítulo 31 Cambio img
Capítulo 32 Desubicada img
Capítulo 33 Tiempo img
Capítulo 34 Convivencia img
Capítulo 35 Actuación img
Capítulo 36 Ofensa img
Capítulo 37 Galanteo img
Capítulo 38 Reclamo img
Capítulo 39 Lesionado img
Capítulo 40 Condenada img
Capítulo 41 Servicial img
Capítulo 42 Siembra img
Capítulo 43 Anulación img
Capítulo 44 Bruja img
Capítulo 45 Matrimonio img
Capítulo 46 Retorno img
Capítulo 47 Desafío img
Capítulo 48 Revelación img
Capítulo 49 Ángel img
Capítulo 50 Confesión img
Capítulo 51 Consternación img
Capítulo 52 Destrozos img
Capítulo 53 Medallones img
Capítulo 54 Consumación img
Capítulo 55 Suya img
Capítulo 56 Adoración img
Capítulo 57 Vinieron img
Capítulo 58 Narración uno img
Capítulo 59 Narración dos img
Capítulo 60 Narración tres img
Capítulo 61 Narración cuatro img
Capítulo 62 Narración cinco img
Capítulo 63 Narración seis img
Capítulo 64 Despertar img
Capítulo 65 Relato img
Capítulo 66 Guardian img
Capítulo 67 Intervención img
Capítulo 68 Historia de una reencarnación img
Capítulo 69 Historia de la una reencarnación dos img
Capítulo 70 Historia de una reencarnación tres img
Capítulo 71 La Leyenda - uno img
Capítulo 72 La Leyenda - dos img
Capítulo 73 Premonición img
Capítulo 74 Celebración de cumpleaños img
Capítulo 75 Rapto de Luciano img
Capítulo 76 Enfrentamiento img
Capítulo 77 Juntos en familia img
Capítulo 78 Epílogo img
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Capítulo 5 Decepción

Esa noche no pude dormir, pasé desvelada, tenía una agradable sensación y al mismo tiempo un gran desasosiego. Manuela dormía como siempre, profunda. Sonreí al recordar su manera de ingresar a la recámara después de que se fuera la distinguida familia D'Montecarlos. Parecía flotar en el aire.

-¡Acabo de enamorarme! -exclamó dejándose caer en su cama, se le levantó el vestido y mostró sus popolos.

-No conoces al caballero en cuestión, ¡no puedes decir eso! -refuté.

-No soy tan exigente como tú, además conmigo Eduardo fue encantador.

-En eso concuerdo, su hermano es un burdo y no debería llamarse caballero. -seguía molesta-. Me parece que es el hombre más descortés, displicente, y vanidoso, puede ser un noble, estar vinculado con la realeza inglesa e italiana, que sea un Lord de algún lado y posea los títulos nobiliarios, no obstante, eso no le quita lo... lo... ¡Lo inculto! -Manuela observaba mis actitudes de modo minucioso.

-A Eduardo... -alcé una ceja al escucharla llamarlo de esa manera tan íntima, ella lo notó, se ruborizó-. Él mismo me pidió que siempre lo llamara por su nombre de pila, no quiere ser llamado por lord. Y no te salgas del tema. Como te decía, a él le causó mucho asombro ver a su hermano enfrentarse con una dama con tal pasión. Ante todo, se ven su clase, son caballeros muy importantes en la sociedad inglesa e italiana. En todo caso dijo que nunca lo había visto así tan...

-¿Altivo? -terminé la frase-. Su hermano también es muy atractivo, ¿se llama Eduardo?

-Es hermoso, más que Antonio, no le digas lord. -arrugué la frente, no sentía aprecio por el mayor de los D'Montecarlos, pero era mucho más atractivo, aunque eso no le quita lo descortés. Sonreí al mirarla, suspirando y sonriendo sola mirando el oscuro techo.

-Sí, esa es tu apreciación, no soy nadie para contradecirte prima. -Le lancé la almohada en la cara de ensoñación.

-Mis tíos se encuentran furiosos contigo, Mariana. -Se puso seria, suspiró, y se sentó al borde de la cama, quedó frente a mí.

-Manuela... ¿Cuál fue la expresión de él cuándo di la espalda?

-Bueno, fue muy extraño. Eduardo lo miró y se burló, dijo algo así como «ya era hora». ¿A qué se refirió? -Se encogió de hombros-. No sé, la situación lo dejó descolocado, con una mezcla de ira, pero al mismo tiempo fascinación. Te aseguro, la situación que experimentó lord Antonio fue tal, que por un segundo pensé, saldría corriendo de la casa. No obstante, supo controlarse, se despidió con amabilidad de nosotros. En esta ocasión pasaste los límites.

-Ya nos podemos dar mano, a él si le dices ¿lord?

Alcé de nuevo una de mis cejas, por más que traté contenerme fue imposible, solté una carcajada.

-Lord Antonio D`Montecarlos no me ha dado la confianza para llamarlo, de otro modo es tema de formalismos, deberías de tomar el consejo. -Nos miramos-. Nunca debes igualarte a un caballero, no es lo correcto, ¿dónde quedaron los años de educación obtenidos con la institutriz y ahora en la escuela?

Manuela se acoplaba más a la doctrina de madre, esa que nos ha inculcado, debía ser sincera conmigo misma. Yo no me veo en el papel de mujer abnegada, yo quiero disfrutar la vida, conocer o estar destinada para algo más importante que atender a un hombre y mucho menos a aceptar como cordero obediente sus decisiones y no poder opinar, no quiero eso. Veo como muchas de mis conocidas son casadas sin amor, en sus ojos noto la vida triste al lado del hombre escogido por sus padres, siento desde el fondo de mi ser, que yo nací para algo diferente.

-¡Qué!, ¿te enamoras a primera vista y ya cambias de pensamiento? Terminaste siendo muy dócil, te recuerdo que juramos no someternos al yugo de un hombre. Soy de las creencias que tenemos diferentes roles en la vida, pero también pensamos y como tal deberían tratarnos.

-Naciste en el tiempo equivocado prima, debiste haber nacido el próximo siglo.

No le hablamos más. Nos cambiamos de ropa, cuando ingresaron nuestras doncellas, nos acostamos. Ella se quedó dormida suspirando por su amor. Mientras yo seguía dándome dolor estomacal al pensar en el nombre de Antonio, espero no verlo de nuevo.

Traté de conciliar el sueño y lo conseguí al poco tiempo quedarme profunda. Me despertó el cantar del gallo, ya eran las cuatro de la mañana, tomé la vela, ingresé a cuarto de lavado, de la jofaina tomé el agua para limpiarme, debemos asistir a misa. A mi vestimenta le faltaba algo y miré el chalé del mismo color del vestido verde manzana.

-Manuela. Despiértate ya deberías estar lista para ir a misa. -La moví un poco.

-Ya salgo y nos vemos abajo.

Contestó con los ojos cerrados, la dejé sentada en la cama, bajé a tomar el desayuno. De lunes a viernes asistía a la misa dada en la escuela antes de tomar las clases, el fin de semana la escuchaba junto con el pueblo. La eucaristía la celebraba el padre Gumersindo. Al ingresar a la cocina la hermosa lady de Granados se encontraba preparando el desayuno, me ofrecí a ayudarla. La cocina siempre me ha gustado, preparo cualquier variedad de alimentos y a todos les gusta lo que hago, madre aceptó, noté su molestia conmigo.

-¿Qué vamos a hacer contigo, Mariana?

El tono utilizado no lo había empleado en sus acostumbrados regaños.

-Quererme lady bonita.

Contesté mientras tomaba el pan sacado del horno y lo ponía en las cestas para llevarlo a la mesa.

-Creo que por quererte tanto, te comportas como una maleducada, dejándonos tan avergonzados. -Ese comentario dolió. La sentí decepcionada por mi proceder.

-Madre...

Comenzó a llorar, eso me partió el alma. Adoro a mis padres como a nada en el mundo, era su única hija, de hecho, parezco más bien su nieta, me concibieron después de quince años de casados. Eso me hizo crecer muy consentida, era la luz de sus ojos. Me conocían tanto, sabían de mi corazón libre. Sin embargo, comprendí que les había dolido mucho mi comportamiento irrespetuoso o más bien a quien le había faltado.

-Prométeme... -dijo entre dientes, luego se detuvo-. No viene al caso, te conozco y sé que ese joven no fue de tu agrado.

-No es eso, mi discordia con él fue por su falta de caballerosidad cuando nos conocimos, fue muy displicente madre, descortés y un altivo, arrogante y ególatra, el cual se siente superior por ser un lord, y debemos tratarlo como si fuera el príncipe de Inglaterra. Pero en sus ojos se ve que se puede confiar en él. Eso era lo extraño, desde mi interior surgió una sensación de confianza, podía sentirla, pero eso no desmeritaba los actos de dicho caballero.

-¿Y entonces? -noté el cambio en su voz, se esperanzaba por algo.

-Hasta ahora conmigo no ha tenido ni la más mínima gota de amabilidad. No tengo por qué portarme bien cuando él debería de cambiar de actitud. Yo...

-¿Tú qué?

-Yo trataré de ser más condescendiente y decorosa. -suavicé un poco la situación.

-Todo por un simple orgullo, te recuerdo, él es una persona muy importante, su apellido tiene mucha historia y títulos. ¿Qué hacemos contigo? Tal vez sea el indicado...

-¿A qué te refieres con el indicado?, además, los títulos solo hacen que las personas sean frías.

-Nada, solo que a ti también te falta un poco más de nobleza. Presumes de ella y no miras tus errores.

Intenté hablar, pero preferí callarme. La había hacho llorar, eso me hizo sentir mal. Terminé de ayudarla, nos sentamos en la mesa, mi padre se encontraba muy serio. No me regaló esa bella sonrisa, ni me dirigió la palabra por un buen rato. Úrsula dio la orden a un lacayo para retirar los platos de la mesa, una vez lo hizo decidí ser yo la que rompiera el silencio, después de todo, era la causante de ello.

-Muy bien, -dije en voz alta-. Disculpen mi comportamiento en la noche de ayer. -suspiré-. Les prometo que si vuelvo a ver a lord Antonio D'Montecarlos le daré mis discúlpalas.

-¡Esa es una de las condiciones que tienes, no solo con él te disculparás, sino con toda su familia! -habló padre en tono alto, no era su costumbre-. ¡Y estás castigada!, la otra condición, es; no saldrás de la casa en el día de hoy ni la semana entrante, asistirás a la escuela y regresarás con el cochero.

-Padre, ¡tengo misa! -jamás me la habían quitado y he realizado peores travesuras.

-Hablaré con el padre Gumersindo el día de hoy, le pediré venir a la casa, así tomarás la santa comunión. Solo asistirás a la de mañana domingo, los días siguientes de la semana las tomarás en la escuela.

-Pero...

-¡Pero nada, señorita! -gritó-. ¡Pero nada!

Su grito nos hizo sobresaltar, no era habitual su comportamiento. No dije nada, mis padres jamás me habían hablado de tal manera. Madre siempre era la regañona y en esta ocasión habló conmigo, papá nunca me había alzado la voz para referirse a un llamado de atención... Y míralo. Se me formó un nudo en la garganta.

» Te he pasado muchas, sin embargo... -Lo vi tan decepcionado-. Tu actuar anoche fue el peor. ¿Crees qué puedes ir por la vida realizando berrinches a tu antojo? Fue decepcionante tu comportamiento. No sabes el descontento, te había pedido compostura, tenía intención de hacer buenos negocios con ellos. Como podré mirarlos a los ojos luego de dejar en evidencia a la imprudente hija que tengo, Mariana Granados.

» Son unos distinguidos caballeros ingleses, con una reputación intachable, con un linaje italiano de renombre, con ellos pensaba hacer grandes negociaciones. Y mi propia hija me dejó en ridículo. -El labio me tembló-. Primero como una salvaje al estar en el bosque sin compañía, luego de haber abandonado la escuela, y luego protagonizando el acto más descortés que una señorita de noble familia podría hacer.

                         

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