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Sara
-Me encantó la película -dije saliendo de la sala del cine con mi amiga.
Ella resopló.
-Por favor, solo te gustó porque estaba Anne Hathaway -respondió Leyla.
-Aparte de eso -afirmé riendo.
Leyla es mi mejor amiga desde la primaria. Hacemos casi todo juntas, aunque somos bastante diferentes. Ella se define un poco más masculina y a mi como "primaveral", me causó gracia la primera vez que la escuché decirlo, pero supongo que tiene algo de razón. Yo amo la ropa de colores, los vestidos, las flores, las golosinas, las mariposas, la primavera y a mi perro Román. Y a ella le gustan los autos, sus padres le regalaron uno hace poco para su cumpleaños dieciocho. La música rock es su favorita, la comida chatarra, casi toda su ropa es oscura. Tiene una colección de calzas negras. Su madre se molesta con ella cada vez que tienen que asistir a alguna reunión o evento y Leyla se viste siempre con pantalones. Forma parte del equipo de fútbol femenino en la escuela.
Mientras caminábamos hacia su auto me di cuenta de algo. Estaba el Scirocco negro de Román ahí estacionado. Reconocí su patente. Traté de ver si había alguien dentro, pero sus vidrios eran demasiado polarizados como para notar algo. ¿También estaba en el cine? Mi paso se volvió algo más lento, nunca había creído en las casualidades. Sentí algo extraño.
-¿Pasa algo? -preguntó Leyla desactivando la alarma de su auto.
-No.
Alejé de mi cabeza la idea de que él también andaba por aquí. Nos subimos en el auto y minutos más tarde me dejó en mi casa. Pasaban las nueve de la noche. La SUV estaba de vuelta en la entrada, supuse que el auto de Damián estaba en la cochera. Al entrar, escuché risas provenientes de la cocina, de inmediato reconocí la voz de Megan, su novia.
-Hola -saludé y ambos me miraron.
-Hey Sara -saludó ella con una sonrisa- ¿cómo estás?
-Bien, gracias -respondí rápido- Estaré arriba -le indiqué a Damián y él asintió.
Ellos llevaban saliendo un poco más de dos años. Megan se unió mucho más a nosotros cuando falleció nuestra madre, fué muy compañera con ambos. Creo que Damián tuvo suerte al conocerla. Aunque ahora me anda abandonando bastante para ir a dormir seguido en su casa.
Román vino conmigo, mi fiel compañero. Cuando entré en mi habitación, y luego de que él pasara, cerré la puerta. No quería escuchar sus ruidos. Puse el almohadón grande de mi mascota en el piso, al lado de la cama, y él se echó. Me saqué el vestido y lo tiré en el canasto de la ropa sucia. Tomé una camiseta un poco grande y un short de algodón.
En casa vivimos solo mi hermano mayor, nuestro perro y yo. Mamá nos lo regaló para una Navidad cinco años atrás y se volvió parte de nuestra familia de inmediato. Es como un hermanito menor pero con muchos kilos de más. Me encanta enseñarle cosas y él las aprende rápido, es muy inteligente.
Estaba cansada, había sido un largo y movido día, por lo que en cuanto me tiré sobre la cama y puse la cabeza sobre la almohada, el sueño llegó.
...
Giré, por un segundo sentí que estaba en el aire. Al siguiente, mi cuerpo aterrizó contra el suelo. Abrí los ojos sintiendo el dolor en mi brazo y hombro, me había caído de la cama. Me senté en el piso y vi a Román estirado sobre mi cama. Resoplé.
-Tenias todo el otro lado ¿y me tiras de la cama? -dije indignada.
Él movía su cola animadamente de un lado a otro, se acercó un poco y lamió mi mejilla.
-Si, buenos días para ti también.
Acaricié un poco su cabeza y luego me levanté. No encontré a Damián en la casa, se había ido quien sabe a que hora. Eran las diez de la mañana. Cepillé mis dientes y lavé mi cara. Me puse una calza negra, una básica fucsia y zapatillas planas. Bajé a buscar algo para comer.
Encontré un paquete de donas sobre la mesada de la cocina. Mi hermano sabia que las amaba. Saqué una que tenía chocolate por arriba y volví a mi habitación mientras comía. Mi celular sonó.
-¿Que hay? -dije poniendo el teléfono en altavoz sobre la mesa de luz.
-Oye ¿viste las noticias? -habló Leyla al otro lado.
Me senté en la cama acabando con mi dona y crucé las piernas.
-¿Desde cuando vemos noticias?
Ambas reímos un poco.
-Lo sé, esto me lo comentó mi madre -dijo divertida.
-¿Y qué pasó?
-Dice que andan robando seguido últimamente.
-¿Roban? -fruncí el ceño, aunque ella no me veía.
-Ayer hubo un tiroteo en el mercado aparentemente -comentó- Que tenemos que andar con cuidado.
-Ah si... estaba ahí -como olvidarlo, pensé.
Había tratado de no pensar más en eso, no quería hacerme la cabeza y sentirme insegura. Lo primero que volvió a mi mente fue el grandote de tatuajes y su cara diabólica. Y luego Román.
-¡¿Qué?! -gritó mi amiga, menos mal que tenía el celular lejos- ¿Porqué no me dijiste? ¿Y si te pasaba algo? -habló rápidamente.
Pero cuanto positivismo. Reí un poco.
-No pasó nada, por algo estamos hablando
-¿Como lograste escapar? Dicen que eran como cuatro o cinco delincuentes -dijo exasperada y no pude evitar volver reír por su tono de voz- Gracias al cielo que estás bien amiga.
-Un chico me ayudó -miré mis uñas, tenía que quitarme ese esmalte viejo.
-Uuh... -cantó del otro lado- ¿Un chico te ayudó?
Ahora definitivamente ella ya no estaba para nada preocupada. Rodé los ojos inevitablemente, típico de Leyla cuando se trata de chicos.
-No empieces -advertí pero aún así no pude evitar reír un poco.
-¿Escuché una risita nerviosa? Dime más, dime más.
Golpeé mi frente con la palma de la mano, en qué me había metido.
-¿Te dijo como se llamaba? ¿Se volverán a ver? -preguntó rápido.
-Dijo que se llamaba Román -lo que aún me parecía muy raro- Y no, no creo que volvamos a vernos.
Aunque no puedo evitar pensar que un lado de mi si espera verlo y preguntarle que hacía en el cine. ¿Acaso me estaba siguiendo? ¿O de pura casualidad él también fue al cine? ¿Con alguna chica quizás? Aún me producía una extraña sensación en el cuerpo al pensar en nuestro encuentro. ¿Porqué me ayudó? Pudo simplemente haber escapado del lugar como todos los demás.
-¿Román? ¿Cómo tu perro? -su tono era divertido.
-Si.
-¿Nada más?
-No.
-¡Sara!
-¿Qué?
-Eres la chica más investigadora que conozco ¿y dices que nada más? -dijo indignada.
-Pues no -respondí simplemente.
Pero ahora que pensaba más en él, quizás yo también estaba algo curiosa, no podía negármelo.
-No te creo -dijo y escuché el timbre salvándome de ésta charla.
-Seguimos después, están golpeando.
-No hemos terminado -advirtió y no le respondí.
Corté la llamada. Cuando bajé, Román ya estaba ahí esperando a que atendiera. Observé por el pequeño mirador. El amigo de mi hermano, Jonathan, estaba al otro lado.
-Hey -saludé abriendo la puerta.
-Sara -saludó y Román le dió un ladrido para hacer notar su presencia- Román -dijo y ambos reímos.
Movió su cola alegremente, él acarició su cabeza. Lo dejamos pasar.
-Damián no está -comenté mientras caminábamos hacia la cocina.
-Si, le marqué hace un momento. ¿No importa si lo espero? Teníamos que hablar sobre algo.
-Claro, no hay problema -dije y levanté la cadena que mi perro andaba arrastrando por el suelo.
-¿Van a salir?
-Daremos un paseo -me encogí de hombros.
Abroché a Román de su cadena, movía su cola emocionado. Le encantaba salir a pasear, igual que a mí.
-¿Puedo acompañarlos? Quizás Damián ya esté cuando regresemos.
-Si claro, vamos.
Jonathan y Damián son amigos desde hace algunos años. Tienen casi la misma altura, aunque él es algo más delgado y su cabello es de un castaño oscuro. Tiene dos años menos que mi hermano. Se conocieron en la universidad.
Caminamos hasta la plaza que se encontraba a cuatro cuadras de mi casa. Siempre llevaba a Román para pasear ahí. Habían personas que cuando pasaban por nuestro lado, se hacían a un lado. Siempre los ignoraba, ya estaba acostumbrada a las miradas de horror que le hacían a mi perro.
-Damián me comentó lo de ayer.
-¿Qué cosa? -dije pero en realidad sabía muy bien a lo que se refería.
Miramos a ambos lados de la calle para cruzar. Román siempre iba a mi ritmo, era algo que ya tenía muy bien aprendido.
-Lo del Mercado -respondió.
-Ah, sí.
-¿Viste a alguno de los delincuentes? -preguntó y agradecí que no fuera como Leyla.
-Solo uno, grandote, pelado y lleno de tatuajes -comenté.
Ahora que lo pensaba un poco más, ese hombre me resultaba conocido. No podía recordarlo de donde, pero había visto algo sobre él antes. Quizás era un delincuente reconocido. Cuando llegamos en la plaza, tomamos asiento en uno de los bancos.
-Iré a comprar -dije señalando la tienda del frente- ¿Te traigo algo?
-No -sonrió- ¿Sostengo a Román?
-Si, gracias.
Cuando me aseguré que sostenía bien a mi mascota, crucé a Gibb's. Frecuentaba ese negocio, era bastante grande y completo. También implementaban cafetería para llevar. Vi a una niña parada sola en frente del mostrador, esperando pacientemente.
-Linda, ¿ya te atendieron? -pregunté y ella me miró.
Tenía unos ojos, una mirada, que me resultó familiar. Su cabello lacio y negro brilloso caía por los costados de su rostro. Su piel era tan blanca que parecía de porcelana. Sostenía un alfajor entre sus manos.
-Si -dijo con una leve sonrisa- Dijo que buscaría cambio.
Su aguda y baja voz me causó ternura.
-Olivia, ¿qué te dijeron sobre hablar con extraños?
Inmediatamente levanté la vista al oír su voz. Mi corazón se aceleró un poco tal vez. Él caminó hacia nosotras y se detuvo a su lado, sin quitar sus ojos de los míos. Tenían la misma mirada, pero los ojos de quien me miraba eran tan negros que me asombraba.
-Si tu no lo aprendiste, ¿Por qué ella lo haría?
-Parece que tenemos algo en común los tres -respondió Román- Que casualidad vernos de nuevo, Sara.
-No creo en las casualidades -afirmé con seriedad.
Había algo en él que no terminaba de cerrarme. No sabía si era él realmente o sólo impresión mía. Miré por el ventanal de la tienda para asegurarme de que Jonathan aún tenía a mi perro consigo.
-Pensé que tomaba en serio su trabajo -comentó mirando en la misma dirección que yo.
-¿A qué te refieres? -volví mi vista hacia él.
-Nada -se encogió ligeramente de hombros.
El viejo Gibb's, dueño de la tienda, entró rápidamente sonriendo. Era un señor de mediana estatura, algo gordito, canoso y con bigotes. Tenía puesto su delantal de siempre.
-Perdón la demora, justo encontré un amigo -comentó sonriendo y le dió a la niña un billete y unas cuantas monedas.
-No hay problema -respondió Román- Gracias. Vámonos.
Ni siquiera me miró, simplemente tomó de la mano de Olivia y caminaron hacia la puerta. Ella volteó a mirarme rápidamente con una pequeña sonrisa.
-Adiós -murmuré devolviéndole la sonrisa.
Una vez que desaparecieron, compré un paquete de galletas de chispas de chocolate y volví con Jonathan. Nos quedamos un rato sentados en la plaza mientras conversamos. Luego decidimos volver. El auto de mi hermano ya estaba en la entrada y él se encontraba en los sillones de la sala mirando la televisión.
-Hey -lo saludó Jonathan y se chocaron los puños.
Solté a Román de su cuerda y fué directamente a saludar a Damián también.
-¿Dónde fueron? -preguntó mientras lo acariciaba.
-A pasear -comenté- ¿Y tu?
-A pasear -reparó en una sonrisa y puse los ojos enblanco, riendo.
-Da igual, estaré arriba.
Subí a mi cuarto, me sorprendí al ver la ventana abierta. No recordaba haberlo hecho, pero quizás Damián cuando vino sí, le gustaba tener la casa ventilada. Yo por el contrario, mientras menos se vea hacia afuera mejor. Simplemente la cerré y entré a darme un baño. Luego de almorzar, pasé el resto del día entre la computadora y haciendo mis últimas tareas. No faltaba nada para terminar el año e ir a la universidad. Estaba algo ansiosa por eso, aún no estaba muy segura sobre lo que estudiaría ni qué universidad elegiría, y eso me tenía un poco preocupada.
...-