«Sin duda el pasado siempre nos perseguirá, el recuerdo de las personas que fuimos, cómo nos comportamos, la manera tan especial en que fuimos reconocidos por los demás, Will, aún te recuerdo, aún una parte de mí sigue extrañándote, no para volver contigo, simplemente anhelando reencontrarse con el hombre que alguna vez fuiste cuando estabas conmigo, cuando intentabas conquistarme»
-Mamá. -dijo mi pequeño hijo de seis años-. ¡Mamá, dónde estás! -exclamó, siempre lo hacía, le daba terror que me desapareciera, algún día aquello cesaría, mientras tanto, aprovecharía de tenerlo lo más cerca posible.
-¡Aquí estoy, bebé! -respondí en un tono un poco algo para que pudiera escucharme-. ¿Le dijiste a tu tío Sebastián que comprase lo que faltaba en casa? -pregunté de pronto.
-Claro que sí, mami. Llegamos con todo. -mencionó-. También me compró una pelota de futbol. -dijo con cierto entusiasmo. Sebastián apareció detrás de él, poniendo sus manos en señal de perdón, también haciendo un puchero, no me gustaba que él tuviera que comprarle esas cosas a Samuel, en especial porque estaba haciendo una colección de balones.
-No te enojes con él, Becca. Fui yo quien quiso comprárselo. -mencionó Sebastián intercediendo por el muchacho-. Anda, Samuel, ve a jugar al patio, todo está bien. -agregó.
-Sabes que no me gusta que le compres cosas a mi hijo. -mencioné sonriendo de lado.
-Y te he dicho que no tengo problemas en comprarle todo lo que desea. -comentó-. No es mi hijo, pero es tuyo y es parte de ti, quiero ser parte de ti, y ya vamos para cuatro años juntos, he visto crecer a Samuel cómo su padre y si no fuese porque tu decidiste que me dijera tío me llamaría papá. -agregó.
-Samuel tiene a su padre. -mencioné sonriendo-. Pero eso no quita que te quiera cómo si lo fueses también.
-Lo sé, no es lo que quería decir. -mencionó-. Ven, sabes que no me gusta que discutamos. -mencionó sonriendo nuevamente, esta vez acercando sus manos a mis caderas para luego jalarme hasta donde estaba y besar nuestros labios-. ¿Ves? Así está mucho mejor.
-No te pases, Sebastián. -dije en apenas un susurro, el recorrido que sus manos estaban haciendo cerca de mi ombligo me estaba torturando lentamente.
-Sabes muy bien que puedo hacer que cambies de opinión a mi voluntad, solo tengo que tocar por aquí o llevar mis labios a esta zona. -dijo en apenas susurros sobre mi oreja, mordiendo levemente el lóbulo de esta, provocándome, haciendo que mi cuerpo se estremeciera debajo de sus manos y sus labios.
La noche nos arropó con su manto, Sebastián se encontraba junto a Samuel en su habitación, estaban viendo una serie de caricaturas, algunas noches me quedaba junto a ellos, pero esta no era la ocasión, estaba preparando el bolso del niño, este fin de semana pasaría con su padre, con Will.
-¿Cómo te sientes? -preguntó Sebastián, rompiendo el silencio que había en la habitación que compartíamos hace algunos años.
-¿Por qué lo preguntas? -respondí sonriendo levemente.
-He notado que últimamente actúas diferente, me gustaría saber por qué. -comentó mientras ponía una de sus manos sobre mi abdomen-. ¿Serás que estás pensando en lo que hablamos la última noche? Lo de intentar tener otro bebé.
-Siempre pensé que no querrías ser padre, en el sentido de que aún no estabas preparado para serlo. -mencioné sonriendo-. He visto cómo has cuidado y protegido a mi hijo, cómo si también fuese tuyo. -agregué.
-¿Y eso significa que...? -preguntó.
-Creo que no tendremos que intentarlo demasiado, Sebastián. -susurré-. Estoy embarazada. Tendremos un bebé y seremos una familia, nosotros cuatro. -agregué sonriendo.