Lectura del testamento.
Ethan, mirando a su madre con incredulidad, le dijo:
-No puedo creer que esto esté sucediendo, mamá. ¿El señor Dominique realmente me dejó algo?
Lisa, la madre de Ethan, con una mezcla de emoción y nerviosismo, responde:
-No lo sabemos, Ethan. Nunca imaginé que recibirías una herencia, es absurdo -Ambos se mantienen suspicaces y a la expectativa.
Por otro lado, Jonás Walton, el sobrino del difunto, mira a Ethan y a su madre con menosprecio y les dice de inmediato:
-¿Qué hacen ustedes aquí, buitres? No tienen nada que ver con mi tío, esto es un asunto familiar.
Rápidamente, el abogado interviene antes de que siga con sus groserías:
-Jonás, basta. No es el momento para discusiones. La voluntad de tu tío era que el joven estuviera presente.
El buen Ethan se expresa con calma y asiente:
-Solo estamos aquí porque el abogado nos llamó.
-No son más que chusmas y gentuzas. ¡Paralítico! -exclamó Jonás con desprecio; siempre ha menospreciado a Ethan por ser discapacitado.
-Jonás, te pido que te calmes y respetes a los presentes -dijo el abogado, Chris Davis.
El abogado, con voz solemne y un aire de dramatismo que haría sonrojar a cualquier actor de telenovela, comenzó a leer el testamento.
-Y así, declaro que Ethan Thomas es el heredero único y universal de la fortuna de Dominique Walton.
En ese instante, Jonás casi se desmaya; se le puso la cara blanca como la pared y su expresión era tan cómica que parecía haber visto un fantasma. Ethan, por su parte, se quedó tan sorprendido que, gracias a su silla de ruedas, no tuvo que preocuparse por caerse al suelo. Su madre, por lo tanto, se quedó con los ojos como dos huevos fritos y sintió que su corazón se aceleraba como si estuviera en una montaña rusa.
«¿Creo que necesito una calculadora, tengo muchos ceros en la cabeza?», pensó, sintiendo a la vez un ataque de adrenalina y un cóctel de incredulidad y alegría. ¡Vaya forma de recibir una herencia!
Ethan se detuvo en seco y, en medio de su incredulidad, refutó:
-Espere, espere... ¿Está seguro de que no se equivocó, abogado? ¿Quizá leyó mal? ¿No será que en realidad dice que soy el encargado de cuidar las plantas de la fábrica? -cuestionó Ethan con gracia.
-No, Ethan, no hay error. Esta es la última voluntad de Dominique Walton. Eres el heredero único y universal de toda su fortuna -dijo el abogado, conteniendo la risa; todos los rostros eran un poema.
Jonás se quedó mudo, con la boca abierta, y tartamudeó: -¿Qué? ¿Yo... yo no puedo...?
-¡Jonás, parece que tu plan de heredar la fortuna se fue por el desagüe! -apunta Chris con gracia.
-¡Esto no puede ser real! ¡Necesito un abogado! -exclamó Jonás, recobrando la voz.
-Bueno, parece que ya tienes uno enfrente... ¡Y no te preocupes, prometo no cobrarte tan caro! -dijo el abogado, y miró a Ethan. Ambos se rieron cómplices.
Así fue como el apuesto Ethan Thomas, que hasta ese momento había vivido con modestia, pasó de ser un joven con pocos recursos a convertirse en un hombre rico de la noche a la mañana. La vida de Ethan había estado marcada por retos y sacrificios, pero siempre había mantenido una actitud optimista y un espíritu indomable. Desde su silla de ruedas, había aprendido a hacer frente a las adversidades con una sonrisa y un ingenio que lo hacían destacar entre la multitud.
Cuando el abogado le anunció que era el heredero único y universal de la fortuna de Dominique Walton, el mundo de Ethan dio un giro inesperado. La incredulidad se apoderó de él, pero una chispa de esperanza comenzó a brillar en su interior. De repente, las preocupaciones sobre el alquiler y las cuentas por pagar se desvanecieron y dieron paso a sueños de un futuro brillante.