Las gafas de sol ocultaban sus ojos verdes, que seguían con atención hasta el ascensor. Su largo cabello, echado hacia atrás, cubría la espalda desnuda de su camisa de seda y sus pantalones, lo que le daba el aspecto de una mujer mayor, elegante y audaz.
Respiró profundamente cuando se abrieron las puertas del ascensor y dio gracias al cielo al ver que no había nadie, así podría ir directamente a la última planta, donde le esperaba el ático con todo lo que se merecía y un hombre que la amaba.
Sonrió al quitarse las gafas, no podía creer que estuviera realmente allí, los últimos meses habían sido difíciles, y todos los que vendrían a partir de entonces también lo serían, pero ahora podía mantener la cabeza fría, ¿no?
Cuando volvió a caminar, estaba en el pasillo que daba acceso a la puerta del ático, el apartamento más bonito en el que había estado y en el que posiblemente viviría toda su vida. Dejó sus cosas por el camino mientras buscaba a ese hombre, el que hacía que sus noches fueran cálidas y sus días tan aburridos que ya no podía estar lejos de él.
Debería ser juzgada hasta el último cabello, pero por los dioses del cielo y la tierra, ¿por qué iba a seguir evitando el amor? ¿Acaso enamorarse es tan malo?
-¿Clarisse? -Su voz la animó. Se giró para encontrar al hombre de sus sueños. Había una sonrisa en su rostro y corrió a sus brazos.
Sus abrazos, sus besos, su tacto, el sonido de su voz diciendo que la había echado de menos, que estaba deseando que llegara. Todo eso era música para sus oídos.
-¿Cómo estás? -Se bajó de su regazo, lo miró con amor y simplemente lo besó.
Un beso dulce, lleno de nostalgia, ah, todo eso lo tenía ella.
-Estoy bien. La conversación fue un poco difícil.
El hombre le tomó las manos y las miró una a una, antes de volver a mirarla a los ojos.
-He tomado mi decisión. Él no quiso decir lo que realmente siente, y estoy segura de que no va a renunciar a mí. Conoces a tu hijo. -Había pesar en sus palabras, pero todo lo que decía era cierto.
-Él y yo tenemos eso en común. -Sonrió levemente, volviendo a mirar las manos que bailaban entre las suyas, tan pequeñas y delicadas, pero que sabían cómo hacerlo feliz-. Me gusta tu decisión. No te dejaré, aunque tenga...
El silencio no asustó a la chica, ella sabía de lo que era capaz ese hombre, sin embargo...
- No le harías daño a tu hijo, ¿verdad? -Levantó la cabeza y sus miradas se cruzaron de nuevo-. Él sabe que ahora amo a otra persona y ha aceptado dejarme libre para amar a quien quiera. Descubrir que esa persona es su padre puede poner muchas cosas en juego.
- Estoy dispuesto a enfrentarme a cualquier cosa por ti. Incluso a él. No le haría daño a mi hijo, pero él entenderá a quién perteneces ahora, para bien o para mal. Quédate conmigo para siempre. Te protegeré de todo y de todos. He esperado mucho por esto y no voy a rendirme ahora.