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Una joven campesina no es quién aparenta, desconoce su pasado. Un apuesto Vikingo, el líder del poblado, sanguinario y sin enemigos que puedan derribarlo. Juntos encontrarán la verdad, ¿podrán soportarla?

Capítulo 1 La casa de la montaña

Solo un hombre llegó al castillo, tenía un solo brazo, la cara desfigurada y tres flechas clavadas en el cuerpo. Los soldados abrieron el portón del palacio dejándolo pasar, corriendo hacia él y bajandolo del caballo para después interrogante.

¿Dónde se encontraba el resto del batallón? Veinte soldados salieron para recoger los pagos de las pequeñas aldeas a los que el palacio abastecía y protegía. Nunca había habido problemas, no al menos de mayor importancia, alguna vez se encontraban con algún puñado de vikingos pero siempre volvían más de la mitad, habiéndose encargado de ellos.

Entonces, ¿por qué esta vez solo volvió uno y medio cadáver? Todos allí se hacían las mismas preguntas, ¿a caso se encontraron con un batallón se vikingos?

El hombre que llegó al palacio mal herido dejo de respirar, las preguntas no obtuvieron respuesta.

A dos noches de allí, se encontraba una población de vikingos. La más grande de la zona, muchos otros habían huido o muerto en manos del palacio. Está sin duda no dejaba paso al temor ni a la huida, los soldados que entraban no volvían a salir. Con el paso del tiempo el rey dejó de molestar, no quería perder más soldados pero tampoco les dejaría andar a sus anchas por sus tierras. Si estos cruzarán el río que les separa sus cabezas les cortaría.

El líder del pueblo, Víckar tenía fama de ser sanguinario. Era joven y muy apuesto, muchos decían que tenía semblante de un Dios guerrero, otros decían que encarnaba al mismo demonio disfrazado de príncipe. Fuera como fuese nadie en el pueblo se atrevía a llevarle la contraria. Muchos habían presenciado como le arrancaba el corazón a otro vikingos solo con sus manos y después de esto comérselo para así marcar su liderazgo.

Vickar mando a tres de sus hombres a cazar, el invierno estaba por llegar y necesitaban víveres de sobra para el poblado. Estos marcharon equipados de armas y comida, ya que no volverían hasta el día siguiente pasada la mañana.

En la noche encendieron una hoguera y se dispusieron a comer, habían conseguido cuatro presas de ciervo y mañana continuarían a por más. Jacab, era el más mayor de aquellos hombres aunque apenas rozaba los cuarenta. Este era una gran guerrero vikingo y unos de los mejores en la caza, manejaba los cuchillos y el hacha con soltura, había nacido para ello. Los otros que lo acompañaban también eran buenos con las armas aunque no como este.

Al pasar la noche, a Jacab le despertó un olor a humo viendo que el suyo hacía tiempo que se había consumido, despertó al resto y fueron a investigar. Quizás estarían cerca de algún escuadrón de soldados y podrían divertirse un rato con ellos, hacía tiempo que no mataba a uno y la idea de pensarlo le motivo a moverse montaña arriba.

Cuando se acercaron a lo qué parecía la ubicación del humo llameante, se quedaron observando que provenía de una pequeña casa.

Una casa cuadrada y de una sola planta, tenía buen aspecto, sus dueños tendrían que vivir allí para esta qué luciera así. Era de extrañar que alguien viviese solo en las lejanias del palacio sin protección y más con tanto vikingo arrasando, torturando, violando y matando todo a su paso.

Los tres se contemplaron, no daban crédito, hacía meses que no veían una casa de campesinos y menos tan solitarios.

Jacab con una sonrisa de oreja a oreja les dijo a sus compañeros:

*Vamos a divertirnos muchachos, hoy comeremos caliente.

Los tres se dispusieron a saltar la valla que rodeaba la casa, en cuanto pusieron un pie al otro lado de la valla, empezó a sonar una campana.

Ellos se quedaron quietos, ¿qué campesino podria ser tan listo como para montar una alarma en cuánto alguien cruzará su territorio?

Después de mirarse, se hicieron señas de continuar. Para su sorpresa una joven campesina estaba plantada de pie delante de ellos. Jacab se quedó en blanco, se frotó los ojos ya que no creía lo que estaba viendo. Una joven hermosa, piel blanca, una melena roja recogida en una trenza y una cara que la misma afrodita tendría celos de ésta, la joven estaba allí plantada y Jacab solo podía pensar en cuanto se divertirá con ella.

Jacab la miro y le dijo:

*Te haré mía pequeña.- esbozando una gran sonrisa de satisfacción.

Según dijo esto corrió hacía ella y sin que lo viera venir, su cabeza se andaba rodando ladera abajo.

Los otros dos no sabían donde mirar, ¿de verdad habían visto caer la cabeza de Jacab? Sin dejar pasar más tiempo sacaron sus armas y se dirigieron donde está. Eso fue lo último qué hicieron, a uno lo decapitado como a Jacab y al otro lo convirtió en un colador.

Un hombre mayor de pie junto a la puerta de la casa, comtemplo toda la escena. Está lo miro y le dijo de una forma cariñosa:

* Padre, no te preocupes. Ahora lo limpiare todo.

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