El día de mi boda, estaba muerta.
Mi vida anterior había terminado con la puñalada de mi hermanastra, Érica, en la bodega que con tanto esfuerzo construí.
Yo, Catalina, lo había perdido todo a manos de ella y de mi malvada madrastra: mi negocio, mi felicidad y, finalmente, hasta mi propia vida.
Mientras expiraba, el dolor y la traición me consumían, dejándome con un último aliento de incomprensión y rabia por la injusticia.
