El olor a antiséptico y el dolor en mi cara eran lo único real.
Estaba en el hospital, un accidente, un robo, eso me dijeron.
Pero los susurros fuera de mi habitación me perforaron el alma: "Renata tomará el lugar de Sofía".
"Es por el bien de la familia", siseaba la voz de mi padre.
Mi boda, mi futuro, todo me fue arrebatado en un instante.
Me desfiguraron, me difamaron, me silenciaron con sedantes.
Mi propio padre, mi hermano, mi hermana adoptiva, me sacrificaron sin piedad por un negocio.
¿Cómo podían mirarme a los ojos, fingiendo preocupación, mientras maquinaban mi destrucción?
