Sin embargo, la mayor sorpresa la dieron los protagonistas de la segunda noticia: el novio era nada menos que el propio Isaac, y la novia, la hija mayor de los Willis, una joven criada en una apartada zona rural, lejos del refinamiento de la urbe.
Mientras tanto, a kilómetros de la ciudad, Verena Willis, cuyo nombre estaba en boca de todos, permanecía en Trisas, el lugar que siempre había sido su hogar.
Ella recibió un mensaje, que rompió el silencio de la modesta sala donde se encontraba. Al ver la pantalla, descubrió que era su asistente, quien le decía: "Evelyn, tengo un paciente con un caso sumamente raro. Lleva seis meses esperando que le atiendas. ¿Cuándo podrías revisarlo?".
Verena presionó el botón de bloqueo, oscureciendo la pantalla; sus delicados dedos se detuvieron sobre el dispositivo. Segundos después, un destello de tristeza apareció en sus ojos claros.
En todo el mundo la conocían como Evelyn Rowe, la doctora milagrosa, pero la fama no significaba nada para ella desde que había fallado en salvar a la persona que más amaba. Su abuela había fallecido justo cuando ella estaba a punto de agarrar el bisturí, como si no hubiera podido esperar ni un instante más.
A sus espaldas, la chica escuchó las voces apagadas de sus padres; su discusión se filtraba a través de las delgadas paredes.
"Laura, ¿no tienes ni un poco de tacto? ¡Acabamos de enterrar a mi mamá y tú ya estás hablando de irnos!".
"Alec, en la empresa no se dan abasto con el trabajo y Kaia está a punto de cumplir dieciocho años. Dime, ¿qué es más importante? ¿Un montón de asuntos pendientes y una gran celebración familiar, o una persona muerta? Además, necesitamos que Verena regrese a la ciudad para que aprenda modales. ¡Si se comporta como una pueblerina cuando se incorpore a la familia Bennett, pondrá en vergüenza el apellido Willis!".
"¡Deja de llamarla pueblerina! ¡Es tu hija!".
"Si no lo fuera, ¿crees que me habría molestado en venir hasta aquí a buscarla?".
Verena sofocó una risa amarga mientras la discusión continuaba. Las personas que peleaban eran Alec y Laura Willis, sus propios padres.
Hubo una época en la que fueron empleados comunes, pero ascendieron poco a poco, hasta que alcanzaron el éxito. Durante sus primeros años, en los que apenas tenían lo suficiente para subsistir, no tenían tiempo para criar a su hija, así que su abuela, Shawna Willis, la acogió cuando apenas tenía un mes de nacida
Aun con sus apretadas agendas, Alec y Laura se acordaban de ella de vez en cuando y, si podían, le enviaban algún mensaje o un regalito.
El cambio en sus prioridades comenzó cuando su negocio despegó y fundaron su propia empresa. Verena tenía siete años cuando nació su hermana menor, Kaia. A partir de ese día, el interés de sus padres por ella comenzó a desvanecerse. Conforme la fortuna de los Willis crecía, estos se integraron sin dificultad en la alta sociedad.
Laura llamaba de vez en cuando, pero sus conversaciones nunca trataban sobre la educación o la salud de Verena, sino de Kaia. Decía que su hija menor era el amuleto de la suerte de la familia. De hecho, parecía que su única misión era presumir a su segunda hija, quien supuestamente había llevado prosperidad a su vida.
Cuando Kaia cumplió tres años, sus padres fueron a Trisas de visita. Alec propuso llevarse a su hija y su madre a Shoildon, pero Verena notó la tensión en la sonrisa forzada de su madre.
Poco después, Laura le susurró algo a su esposo, que fue suficiente para que él descartara la idea por completo. No había pasado mucho tiempo desde que volvieron a Shoildon cuando ella volvió a quedar embarazada y dio a luz a otro hijo.
Desde ese momento, toda la atención de Laura y Alec se centró en Kaia y en su nuevo hijo. Y aunque seguían enviándole dinero a su primogénita con regularidad, no volvieron a poner un pie en el pueblo durante quince años.
Verena no tenía dudas de que, si Shawna no hubiera fallecido, sus padres habrían seguido ignorando su existencia.
...
Solo después de que terminaron los ritos funerarios, Verena aceptó viajar a Shoildon con sus papás.
Estos le hablaban con falsa calidez. Fingían que estaban ansiosos por tenerla cerca, pero ella comprendía sus verdaderas intenciones. Después de todo, no era difícil enterarse de las noticias de Shoildon con una simple búsqueda en internet.
Laura rompió el silencio cuando se acercaban a su casa en la ciudad.
"Verena, recuerda que si alguien pregunta por tu educación, dirás que te graduaste de la Facultad de Medicina de Acorith con una maestría y que estás a punto de empezar tu internado...".
En su mente, su primogénita no era más que una simple doctora de pueblo, pues veía Trisas como un pueblucho perdido en las montañas.
De hecho, creía que Verena no había cursado la universidad, así que asumía que solo había aprendido algunas técnicas básicas de los médicos locales. Después de todo, por los pocos comentarios que había oído de Shawna sobre los estudios de medicina de su nieta fueron suficientes para que se aferrara a esa idea.
El programa de Medicina de Acorith era considerado el mejor del país, y a Laura no le importaba usar el prestigio de la facultad para mejorar su propia imagen. Por ende, la idea de que alguien descubriera que su hija mayor ejercía la medicina en un pueblucho del campo le resultaba humillante.
Verena esbozó una mueca de desdén ante la vanidad de su madre, consciente de que esta nunca se había molestado en conocerla de verdad.
Irónicamente, apenas el mes anterior, la misma Facultad de Medicina de Acorith la había invitado a dar una conferencia a sus alumnos.
En toda su vida, Laura nunca le había preguntado por su educación. Sin embargo, en una ocasión Verena faltó a dos exámenes por enfermedad y obtuvo bajas calificaciones. Al enterarse, la madre concluyó que su hija no era lo suficientemente lista para cursar estudios universitarios.
Y cuando Shawna intentó darles la buena noticia a su hijo y su nuera de que Verena había sido admitida en una universidad de primer nivel, ambos minimizaron el logro, mencionaron asuntos de trabajo y terminaron la llamada abruptamente. Desde entonces, la chica y la anciana dejaron de intentar compartir con el matrimonio cualquier cosa verdaderamente importante.
"Nunca estudié en la Facultad de Medicina de Acorith", respondió Verena con calma, mirando directamente a los ojos a su madre.
Su franqueza hizo que Laura apretara los labios. En su opinión, la negativa de su hija a seguirle el juego no era una muestra de fortaleza, sino de simple terquedad.
Por supuesto que sabía que ella nunca había estudiado allí; esa era precisamente la razón por la que le pedía que mintiera. Si comparaba a sus hijas, era evidente que Kaia no era igual de hermosa que su hermana, pero sí tenía muchos logros de los que podía presumir, lo que hacía que Verena no fuera más que una vergüenza.
Antes de que pudiera regañar a su hija mayor, Alec tosió a propósito, obligándola a tragarse sus palabras.
Laura dejó el tema de lado y, con un tono más suave, aunque evidentemente condescendiente, explicó: "Por cierto, tu hermana está acostumbrada a que la consientan. Procura no provocarla, ¿de acuerdo?". Se enoja con facilidad y se niega a comer cuando está de mal humor".
A Verena le pareció francamente ridículo que alguien de casi dieciocho años actuara como una niña. No tenía dudas de que su hermanita era la viva imagen de una chica consentida
La conversación terminó cuando el auto se detuvo frente a una imponente villa, una clara ostentación de la nueva riqueza de los Willis. Verena salió primero y contempló la fachada.
En la entrada se encontraba una joven, con una blusa bonita y una falda corta, quien no dudó en correr hacia los recién llegados. Se trataba de la enérgica y juvenil Kaia.
"¡Papá, mamá, por fin regresaron!", exclamó, con un tono claro y entusiasta.
Sin embargo, su alegría se esfumó apenas vio a Verena. Se quedó observándola unos segundos, examinándola de pies a cabeza.
Vestida con una sencilla sudadera color crema, pantalones de un amarillo pálido e impecables tenis blancos, le pareció que su hermana tenía una apariencia ordinaria. Sin embargo, sus delicadas facciones, su piel perfecta y su aura serena y distante le conferían una belleza imposible de ignorar. Además, nada en ella delataba que se hubiera pasado años viviendo en la ciudad.
Kaia sabía exactamente a quién miraba: su hermana mayor, con la que nunca había compartido techo.
A ella, la vida en Shoildon la había convertido en la princesa de la familia Willis, el tesoro que sus padres más valoraban, así que la reaparición de Verena le causó una sutil opresión en el pecho.
"Ay, Kaia, ¿cómo te atreves a salir tan primaveral? ¿No tienes frío?", le preguntó Laura, al ver la ropa ligera que llevaba, antes de quitarse rápidamente su propio abrigo para ponérselo encima.
"Ja, ja, ja. Mamá, de verdad que no tengo nada de frío", respondió Kaia, tras soltar una risita, recargándose en su mamá.
La escena era tan cálida que podría haber derretido el frío del ambiente, pero Verena nunca había sido parte de momentos así. Kaia y Laura entraron en la casa riéndose, dejándola de pie en el mismo lugar, como si ya se hubieran olvidado de su llegada.
Mientras caminaba, Kaia se giró un instante para lanzarle a su hermana una mirada larga e inescrutable por encima del hombro.
Al ver a su hija menor, Alec suavizó su expresión. Luego se volvió hacia Verena para intentar tender un puente.
"Esa es tu hermana, Kaia. Le ha ido muy bien. Sacó excelentes calificaciones en los exámenes de ingreso a la universidad y ya tiene asegurado su lugar en la Facultad de Medicina de Acorith...".