Zara tenía veinte años y ella diez cuando murieron sus padres, ella era la inspiración de Eliza y anhelaba llegar a ser como ella cuando fuera mayor. El aroma a hot-cakes provocó que su boca babeara un poco, se acercó su hermana para ayudarle a servir el café y el jugo de naranja. Ella lucía hermosa, su cabello era rubio y ondulado, sus ojos color almendra, caderas bien proporcionadas, piel canela y labios rojos. Zara era una rompe corazones sin dueño, dedicaba su vida entera a cuidar de Eliza, ella evitaba salir con amigas para hacer su papel de madre, ella decía que evitaba salir con chicos porque "Uno nunca sabe que tipo de chico puedes llegar a conocer ¿Qué tal si le hace daño a mi hermana?" Eliza se sentía culpable porque su hermana no disfrutó su juventud como debería de ser, era por eso que trataba de ser la mejor hermana menor del mundo.
-Esperemos que me den el trabajo -dijo al terminar de servir el desayuno en los platos.
-Yo igual, aunque estaré sola cuando trabajes, no me gusta estar sola.
-¿Sabías que la soledad es una hermosa virtud y un hermoso regalo que te da la vida? -alzó una ceja.
-¿Regalo? -cuestionó, después le dio un sorbo a su café e inmediatamente hizo una mueca, le faltaba azúcar-. Es un castigo ¿Para qué sirve la vida si estás solo en el mundo?
-¿Para qué quieres una vida si no vas a amarte a ti mismo y disfrutar de la compañía propia?
-Ya sé porque no tienes novio, todo el tiempo creí que era porque me cuidabas -le arrojó un pedazo de servilleta y frunció el ceño.
-¿Hoy trabajas con Moni? -ignoró el comentario de Eliza.
-Sí, salgo a las ocho.
-Pasaré por ti, si me llegan a dar el empleo vamos a pasar a comparar algunas cosas para celebrar.
-Pero quería planear la fiesta de cumpleaños de Benny -apretó los labios.
La puerta de la casa se abrió, nadie podía entrar a la casa de las hermanas Narvis sin autorización, nadie, excepto Dara; la mejor amiga de Eliza. Se conocieron cuando éran pequeñas, ella vivía justo al lado de la casa Narvis y todo el tiempo estában juntas, ella entraba a su casa sin avisar y Eliza a la suya. Dara era bajita, medía 1.50 su tez morena, cabello afro color negro, tenía unos ojos verdes de encanto, cintura diminuta, siempre estaba alegre y con ganas de pelear con alguien.
-¿No me hicieron café? -cruzó los brazos.
-No sabía que venías. -Eliza contestó riendo.
-Beberé del tuyo -se sentó junto a Eliza y tomó un hot-cake del centro de la mesa, pues ahí los había puesto Zara.
-Puedes prepararte uno... -le dijo Zara a Dara.
-Me da una cosa llamada flojera, prefiero el de Eli -sonrió.
-¡Que descaro! -chilló Eliza.
-Yo te lo preparo -Zara se paró de la mesa para prepararle el café a Dara.
-¿Viste? Zara me adora, no se porque no soy mejor amiga de ella en lugar de ser la tuya -cruzó los brazos y Eliza rodó los ojos.
-Benny cumple años dentro de tres meses, Moni me dijo que quiere hacerle fiesta sorpresa ¿Te apuntas para ayudarnos? -le preguntó a Dara.
-Adoro a Benny, claro que te ayudo.
-¿Tuviste pesadillas anoche, Eliza? -preguntó Zara al servirle el café a Dara.
-No, en esta ocasión soñé mi sueño consecutivo, en el que soy llevada al cielo por una nube -metió un bocado de hot-cake a su boca.
-Te escuché gritar -Zara frunció el ceño.
-Ah...
-Mas vale que le cuentes el sueño a tu hermana -Dara parecía estar divirtiéndose con la situación.
Desde que Eliza tuvo uso de conciencia había tenido sueños extraños, en los cuales era llevada al cielo en una nube, también soñaba que un sinfín de llamas consumía su cuerpo, en otras ocasiones que se hundía en el mar, todos sus sueños se repetían, pero la anoche anterior fue diferente...
-Soñé que ardía en llamas, pero que estaba envuelta en un remolino de humo negro, y fui arrastrada al infierno.
-Eso es nuevo -Zara la miró a los ojos.
El teléfono de su hermana sonó, ella contestó y se fue a realizar la llamada a la sala de estar.
-¡Vístete, ya me quiero ir! -la apuró Dara.
Eliza se apuró para irse junto a su amiga, ella trabajaba en una cafetería y la dueña era Moni; una señora de cuarenta años, era amable, responsable, una diva y la quería con todo su corazón. Sin darse cuenta el turno terminó, Eliza colgó su mandil en el lugar correspondiente, lavó sus manos, se solté el cabello y salió a la calle para esperar a su hermana. El cielo estaba nublado y se podían escuchar los truenos que avisaban que estaba a punto de llover. El claxon de la camioneta de Zara dio aviso para que Eliza corriera para subirse.
-¡Me dieron el empleo! -fue lo primero que dijo, estaba realmente feliz.
-Eso significa una cosa ¡A festejar!
Ambas gritaron emocionadas, Zara condujo directo al supermercado tuvieron que ir para comprar sopas instantáneas, chocolates y bebidas llenas de azúcar. Zara se estacionó frente a la tienda. Todo a el alrededor parecía un caos, las personas corrían y chocaban unas con otras tratando de resguardarse de la lluvia que estaba comenzando.
-Voy contigo -Eliza se apuntó para acompañarla.
-Voy sola, no quiero que te de un resfriado -contestó colocando las intermitentes y desabrochando el cinturón de seguridad.
Zara se bajó de la camioneta cruzando el estacionamiento a toda marcha para entrar a la tienda, Eliza tomó una libreta con apuntes de la universidad y le dio una ojeada para evitar morir del aburrimiento.
Un fuerte ruido en el vidrio delantero captó la atención de Eliza, giró su cabeza para ver de dónde provenía el ruido, quedando sorprendida al ver como una pequeña marca del tamaño de una pelota de ping pong estrelló levemente el cristal. Observó con curiosidad a su alrededor, ya no había gente corriendo, todos estaban en sus autos o en pequeños mercadillos evitando mojarse.
-Sólo es agua -susurró empañando el vidrio de la ventana.
Otra gota, otra , otra...
Cada vez caían más y más gotas gigantes en el vidrio, lo sorprendente de aquel día era que la lluvia era como una tonelada de balas que destruía todo a su paso. Eliza se quitó el cinturón de seguridad y brincó al asiento trasero, sentándose en la parte de en medio, escuchando como las gotas de lluvia parecían balazos. Miró hacia la tienda para ver si su hermana estaba al pendiente de la situación, pero parecía estar ajena al mundo. Un muchacho en motocicleta se detuvo para cubrirse de la lluvia, al quitarse el casco fue golpeado en la cabeza, cayendo al suelo para nunca más abrir sus ojos...
Eliza gritó y lloró presa del pánico...
Necesitaba avisarle su hermana que la lluvia estaba asesinando personas.
¿Por qué estaba sucediendo eso? ¿Era una clase de bomba biológica? ¿Una rara enfermedad? ¿El fin del mundo?
Tomó su celular, marcando el número, notó como sus manos temblaban sin parar. Comenzó a rezar mentalmente para que cogiera la llamada...
-¿Me voy menos de un minuto y ya me extrañas? -cogió el teléfono luego de un par de segundos hablando en tono burlón.
-No salgas de la tienda -rogó aturdida por el sonido de la lluvia.
-¿Estás bien? Ya estoy pagando, casi salgo.
-Que... quédate ahí adentro hasta que yo diga ¿Si? Algo extraño está sucediendo, la lluvia está matando personas, por favor no salgas -suplicó con lágrimas en los ojos.
-Eli, un poco de agua no hace daño a nadie.
-Creo que es una bomba biológica, por favor -le rogó.
-Te prometo que no va a pasar nada -dicho eso colgó.
-Zara... -se quejó inútilmente.
El vidrio delantero se rompió cayendo en mil pedazos, asustada miró como entraba el agua y le empapó la cara sin provocarle daño alguno, al parecer no era venenosa, ni tóxica ¿Entonces porque rompió el cristal y mató a esa persona?¿Eliza era inmune a esa misteriosa lluvia?
Ella giró su vista hacia la puerta de la tienda, Zara iba saliendo con un par de bolsas y sonrió al ver a su hermana, Eliza le hizo señas para que corriera, pero no entendió. Observó como dejó caer la compra provocando que se derramara en el suelo del estacionamiento, tocó su hombro haciendo una mueca de dolor, un hilo rojo empezó a surcar su cara. Sus ojos se enfocaron nuevamente en Eliza, para luego ponerse en blanco cayendo inerte en el piso... un sinfín de gotas de agua cayeron encima de Zara terminando de aniquilar su cuerpo.
El alma destrozada de Eliza pidió a gritos morir aquella noche, pero su historia apenas comenzaba y el sufrimiento también. Para ella pareciera que todo pasó en cámara lenta, recordó sus travesuras junto a su hermana, el café por las mañanas, las peleas interminables y todo el amor que le tenía.
-¡No!
Gritó y lloró al mismo tiempo, cuando el agua se escurría por el vidrio roto.