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La sombra del destino (libro 3)

La sombra del destino (libro 3)

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Acerca de

Haley Antilles ha dejado atrás Cráteris para comenzar una nueva vida en Kalaryan junto a Alexander Larssen, un rey cuya determinación y amor por ella parecen inquebrantables. Sin embargo, la felicidad que ambos buscan se ve eclipsada por la amenaza de Brendan Stotzer, líder de la cuádruple alianza de Taësia, que prepara una invasión total y su venganza contra ellos. Con la espada legendaria que le fue entregada, Alexander descubre que su destino podría haber quedado escrito mucho antes de su nacimiento, y un gran secreto saldrá a la luz. Todo Evorn se tambalea ante lo que se le viene encima, y las negociaciones se vuelven cruciales. No serán fáciles, porque quizás algunos no estén dispuestos a perdonar las ofensas del pasado, pero el tiempo se agota rápidamente. Por otra parte, Haley también ha comprendido que su papel en todo esto es más significativo de lo que imaginaba, pues es la clave para la unión. La presión y las dudas aumentan, pues no quiere fallar a todos los que han depositado su confianza en ella. Por si fuera poco, la aparición de ciertos fantasmas del pasado amenaza con sembrar la discordia. El destino de Evorn está en juego, pero la política y el amor están entrelazados en todo el continente. El problema es que aún no se ha decidido si eso es bueno o es malo. Podría acercarlos a la victoria, pero también podría suponer su total perdición.

Capítulo 1 Prólogo

*15 de agosto de 1540 D.D.*

Mis pies golpean el suelo con suavidad, generando un soniquete demasiado acelerado que representa a la perfección mi estado de ánimo actual. El corazón me retumba en el pecho y mi respiración se ha vuelto errática, pero trato de aparentar tranquilidad ante los pocos soldados que se encuentran en el pasillo, esperando a que el comandante les permita acceder a su despacho.

Descubro sus miradas indiscretas sobre mí en varias ocasiones, pero prefiero fingir que no me he dado cuenta, porque no quiero que crean que deben entablar conversación conmigo. No quiero que comiencen a hacerme un sinnúmero de preguntas que no me apetece responder.

Dirijo la vista hacia el despacho en el que se encuentra mi tía, hablando con el comandante. Miro fijamente la puerta de madera oscura que me separa de ellos, que me impide conocer lo que está sucediendo en el interior.

Soy consciente de que lo que se decida en esa habitación podría cambiar por completo mi vida, pero no estoy seguro de que ese cambio vaya a durar mucho tiempo. ¿Y si Thomas se arrepiente?¿Y si me reclama de nuevo en la Corte? Mi tía no podrá hacer nada al respecto si eso sucede. Nadie podría.

Uno de los soldados carraspea y da un paso hacia mí, dispuesto a hablarme. Yo continúo negándole el contacto visual, deseando con todas mis fuerzas que capte la indirecta que le estoy mandando.

Comienza a decir algo, haciendo caso omiso de mi indiferencia, pero es interrumpido cuando la puerta se abre de golpe.

-Ven, Alexander- La tía Shira se asoma por ella.

Camino hacia el interior del despacho y poso mi vista por primera vez en el hombre del que me habló. Su viejo amigo.

-Alexander, quiero presentarte al comandante Felix Keaton.

El comandante me estudia con interés, y yo hago lo mismo con él. Aparenta unos treinta años, pues debe tener una edad similar a la de mi tía. Parece bastante serio y estricto, pero esas no son cualidades que escasean precisamente en el ejército de Kalaryan.

-Un placer, Alexander- Me estrecha la mano con fuerza, como si lo estuviese haciendo con uno de sus hombres.

Eso me sorprende. Pocos te tratan con ese tipo de respeto cuando tienes doce años.

-Lo mismo digo, señor.

-Tu tía me ha dicho que quieres educarte aquí, en la academia militar.

-Así es, señor.

-¿Con qué objetivo?

-Quiero ser militar- Lo dejo claro. -Quiero participar en el ejército de manera activa en un futuro.

-Puedes participar sin ser militar. Se te permitirá hacerlo, porque eres el príncipe.

-Lo sé, pero yo quiero ser militar.

Se sienta de nuevo en su sillón, y nos indica a mi tía y a mi que hagamos lo mismo con un gesto de la mano. Apoya la espalda por completo en el asiento y se rasca la barbilla, meditabundo.

-¿Sabes lo que eso implica?

-Sí.

-¿Todo ello? El ejército requiere una dedicación total y absoluta, sin excusas. No es un trabajo como cualquier otro, porque este conlleva bastante más sacrificios, especialmente cuando el reino entra en estado de emergencia o cuando el rey ordena un ataque.

-Lo sé.

-Será la parte más importante de tu vida, tu identidad, al menos hasta que te conviertas en rey.

-Falta mucho para eso.

Thomas tiene 36 años y una salud impecable, así que tengo asumido que no me sentaré en el trono hasta dentro de mucho, mucho tiempo. Si es que alguna vez llego a hacerlo, porque me ha dejado claro que la idea no le agrada. Bueno, sería más correcto decir que mi propia existencia no le agrada.

-El futuro siempre es incierto- Replica. -Pero sí, parece que podrás dedicarle muchos años al ejército.

-Tengo esa intención.

-Tu vida no será fácil en la academia militar. El horario es estricto y la disciplina es férrea. Combinamos el conocimiento académico de todos los campos importantes con las actividades físicas que preparan a los jóvenes para el desempeño en las propias expediciones o batallas. Nada de eso es fácil, te lo aseguro. Prueba de ello son los estudiantes que abandonan cada año.

-Yo no seré uno de ellos- Afirmo.

-Todos creen eso al principio, pero el nivel de dificultad va aumentando conforme superas cursos. Sólo llegan a convertirse en soldados propiamente dichos los que realmente valen para ello. Los mejores.

-No podría ser de otra forma en el ejército de Kalaryan.

-Por eso precisamente tengo que avisarte. No puedes recibir un trato de favor, porque eso va en contra de nuestros métodos educativos y no va a ayudarte en nada si lo que quieres es vivir como un militar de verdad. De la misma manera que no recibirías un puesto importante al cumplir 18 años, únicamente por ser el príncipe. Tendrás que hacer méritos para ascender, al igual que el resto.

-Lo sé.

-Si no consigues ascender lo suficiente, no podrás comandar tropas hasta que no te conviertas en rey. Salvo que el rey Thomas promulgue una orden específica que te permita hacerlo, claro.

Eso no va a suceder. Lo tengo muy claro. Sólo puedo confiar en mis capacidades, porque él no moverá un dedo por mí. Es más probable que me castigue por algo y me dificulte las cosas.

De hecho, me sorprendió que me dejase marchar. Pensaba que quería encargarse personalmente de mi educación, porque eso es lo que decía siempre. Que debía hacerlo él porque otros no iban a ser capaces de hacer lo que fuera necesario para corregirme y darme lecciones.

Me ha castigado miles de veces a lo largo de mi vida, de todas las maneras posibles, pero... Sigue pensando que no valgo para ocupar su puesto. Que no estoy a la altura.

Supongo que quiero demostrarle que se equivoca y que lo reconozca por primera vez. Aunque también creo que debo demostrármelo a mi mismo, porque una parte de mi cree que tiene razón.

-Está preparado para ello, Felix- Interviene mi tía. -No te preocupes.

-Confío en tu criterio, ya lo sabes. Pero quería advertirle, porque sé cómo es esto y... Precisamente los príncipes no suelen tener madera para ello.

-Este príncipe la tiene- La tía coloca una mano en mi hombro. -Más que ningún otro.

-Bueno, entonces está decidido.

-¿Cuándo puede incorporarse?

-Las clases comienzan dentro de unos días, pero puede quedarse ya, porque hoy están llegando casi todos los alumnos.

-Oh.

-Les damos unos días para que se adapten. Es importante, especialmente para los más pequeños. Los de la edad de Alexander.

-¿Quieres quedarte ya?- Me pregunta ella.

-Sí, supongo.

-Bueno, entonces ha llegado el momento de que nos despidamos.

-Os dejo a solas- Felix se levanta y abandona el despacho para darnos algo de privacidad.

Unos segundos después escucho cómo inicia una conversación con alguien que se encuentra fuera. Quizás se trate del hombre que intentaba hablar conmigo.

-No es tan duro y frío como parece- Dice mi tía. -El comandante Felix.

-¿En serio?

-Lo hace porque no quiere que pienses que aquí te van a tratar con delicadeza o algo así. Pero debes saber que él va a estar ahí para lo que necesites, así que puedes estar tranquilo.

-Puedo cuidarme solo- Aseguro.

-Aún eres un niño.

-No.

-Tienes doce años, así que sí, eres un niño. Pero me quedo más tranquila sabiendo que él cuidará de mi niño.

-No voy a necesitar que lo haga, ya lo verás.

Sonríe y suspira con fuerza.

-Vendré a verte a fin de año- Promete. -Espero que puedas contarme muchas cosas para ese entonces. Si no quieres seguir también puedes decírmelo y pensaremos la manera de...

-Estaré bien. No tienes que preocuparte por mí, tía. Ya lo has hecho demasiado.

Me sujeta la cara con las manos para que la mire.

-Nunca dejaré de preocuparme por ti.

-Pero esto va a salir bien- Trato de convencerla.

-Ojalá sea así- Deposita un beso en mi frente.

-Incluso si no sale bien, estaré mejor que en la corte.

-Esa es la razón por la que lo convencí. Sabía que este no iba a ser un camino fácil, pero es mejor que el que tenías.

-¿Crees que me reclamará de nuevo allí?- Desvelo mi temor.

-No pienses en eso ahora.

-Creo que eso va a ser imposible.

-Tenemos que confiar en que la suerte está de tu parte esta vez.

-Nunca lo ha estado, así que no veo por qué iba a estarlo ahora.

-Tienes muchísima vida por delante, Alexander. La suerte va a estar de tu lado en muchas ocasiones a partir de ahora. No permitas que él te sumerja en la amargura.

Asiento para que se quede tranquila, pero no me siento muy convencido. Lo conozco porque he vivido con él desde que nací. Es mi padre y sé bien cómo es. No va a renunciar a atormentarme. No a menos que tenga una perspectiva más interesante en mente, pero no se me ocurre cuál podría ser.

-Te quiero mucho- Me abraza.

-Yo también a ti.

El contacto físico no me gusta especialmente, pero no me molesta cuando ella lo hace y dejo que se mantenga todo el tiempo que quiera. Quizás se debe a que no nos vemos tantas veces como nos gustaría, porque Thomas dice que ella me tiene demasiado mimado.

-¿Estás... estás llorando?- Pregunto cuando nos separamos y me percato de que sus ojos se han humedecido.

-No, es que se me ha metido algo en el ojo- Da la peor excusa posible. -Una pestaña, creo.

-Ya.

-Bueno, vamos a salir- Se frota los ojos y se da la vuelta para abrir la puerta.

Ambos salimos al pasillo, encontrándonos con que Felix está hablando con cuatro hombres a los que despacha de inmediato cuando nos ve.

-¿Ya estáis listos?- Indaga, desviando la mirada hacia mi tía.

Creo que se da cuenta de que iba a llorar, porque su expresión se transforma.

-¿Estás bien?

-Sí, sí. Soy un poco emocional, ya lo sabes.

-Claro.

Parece que quiere abrazarla, me da esa sensación, pero se contiene.

-Vamos a tu habitación, Alexander- Me mira.

-¿Ya tengo una asignada?

-Claro. Bueno, no será sólo tuya.

-¿Cuántos van a estar?

-La compartes con otros cuatro niños.

Espero que sea espaciosa, porque si no la experiencia va a ser interesante. No es que quisiera una habitación particular, porque sé que compartirla con otros es una experiencia importante aquí, pero no imaginaba que íbamos a estar cinco en la misma.

-Qué bien, vas a poder hacerte amigo de ellos- Dice mi tía.

-Sólo van a ser mis compañeros de habitación. No tengo intención de que sean mis amigos.

-¿Por qué?

-Simplemente no tengo interés en ello.

-Pues no me parece bien.

-Podrían querer aprovecharse de mi condición de príncipe.

Aunque enseguida iban a descubrir que, lejos de favorecerles la cercanía conmigo, podría llegar incluso a perjudicarles. Ya he vivido esa situación varias veces por culpa de mi padre, y sé que lo mejor para cualquier persona es mantenerse alejada de mí, al menos mientras él viva.

-No seas tan desconfiado- Prosigue la tía. -No te cierres en banda.

En mi experiencia, cerrarme en banda es lo mejor que puedo hacer. Tanto para mi bienestar como para el de otras personas. Ese es mi plan y no pienso cambiarlo.

-Bueno, ya veré lo que hago- Finjo que voy a meditar lo que dice.

-Espero que, cuando venga a verte en diciembre, me cuentes sobre algún amigo que hayas hecho. Y si me mientes me voy a enterar, porque se lo preguntaré a Felix.

-Que siiiii. Vamos a mi habitación.

-Espérame aquí- Le dice el comandante a mi tía. -No te vayas aún.

-Claro.

Comienza a caminar rápidamente a través de los pasillos del edificio en el que nos encontramos, que parecen un laberinto para mí. Subimos a uno de los pisos más altos y llegamos a una zona en la que hay muchos dormitorios, dentro de los cuales ya se encuentran bastantes alumnos deshaciendo sus equipajes o conversando entre ellos.

-Esta es la zona de habitaciones de los alumnos de primer y segundo curso- Explica. -Pero hay bastantes más de primero por lo que te expliqué antes.

-Muchos lo dejan- Recuerdo.

-La mitad, aproximadamente, no empieza segundo- Revela. -Y vuelven a asistir a un centro escolar normal.

Supongo que tiene sentido que muchos no lo soporten, porque este estilo de vida no debe ser fácil para alguien que ha tenido unos padres normales y una vida normal en general. Debe ser un shock para ellos.

-Pertenecer al ejército aporta un gran estatus porque representa el orgullo nacional, así que muchos críos están muy ilusionados al principio- Continúa. -Pero enseguida se dan cuenta de cómo va esto. Los procesos de selección para los nuevos alumnos ya son difíciles de pasar, pero las pruebas que les ponemos cuando ya están aquí lo son aún más.

El ejército protege el reino y ayuda a mantener el orden público, así que los procesos de selección no pueden ser laxos. El pueblo de Kalaryan estará seguro únicamente si lo defienden los mejores. Los más inteligentes. Los más astutos. Los más fuertes, tanto mental como físicamente.

-Tu abuelo Viktor perfeccionó el sistema.

-Lo sé.

-Quieres ser como él, ¿Verdad?

No conocí a mi abuelo, porque murió cuando mi madre estaba embarazada de mi, pero he investigado mucho sobre él y he decidido que es la persona a la que más quiero parecerme.

-Lo admiro bastante.

-Haces bien. Era un gran rey.

-Quiero llegar a luchar como él.

-Él lo hacía muy bien. Venció a grandes luchadores siendo muy joven.

-Yo recibo clases desde que cumplí seis años- Revelo.

-¿Ah, sí? Entonces vas a tener ventaja sobre tus compañeros, porque la mayoría apenas sabe manejar un arma cuando llega.

He recibido muchísimas clases de espada, puñal, lanza, ballesta y arco. Thomas creía que lo odiaba, porque a él no le gustaba tomar clases de eso, pero lo cierto es que es probablemente el único aspecto que no me disgusta de su forma de educarme. Las clases duraban horas, pero a mi no me importaba, porque siempre se me ha dado muy bien.

-¿Cuántas clases con armas se dan?

-No son sólo clases con armas, también se incluye el combate cuerpo a cuerpo. En total, representan un tercio de las clases. Es decir, unas doce horas a la semana.

¿Doce horas a la semana? Había días en los que me podía pasar cinco o seis horas practicando. No era lo más común, pero sucedía.

-Bueno, enseguida vas a descubrir cómo funciona todo exactamente, porque el primer día se os explicará con detalle- Informa cuando nos detenemos frente a la puerta de la que está a punto de convertirse en mi nueva habitación. -¿Entras?

Abro la puerta, encontrándome con que ya hay un niño deshaciendo su equipaje al lado de la que será su cama. Me sorprende, porque aparenta unos diez años, pero sé que tiene que tener doce si está aquí. O, como mucho, cumplirlos en estas últimas dos semanas del mes de agosto.

-Hola- Me saluda. -¿Vas a dormir en esta habitación?

-Sí- Confirmo.

-Soy Jack Schlotterberck- Se presenta. -¿Tú cómo te llamas?

Dudo al principio, pero enseguida me doy cuenta de que no tiene ningún sentido mentir, porque no tardará en averiguar la verdad si posee un mínimo de inteligencia.

-Alexander Larssen.

Me mira como si estuviera loco, pero creo que la expresión de Felix detrás de mí le confirma que estoy diciendo la verdad.

-¿El... el príncipe Alexander?- Cuestiona, con la voz entrecortada.

-No creo que haya muchos más Alexander Larssen.

-Bueno, te dejo, Alexander- Avisa Felix. -Que tu tía me está esperando.

-Está bien. Hasta luego.

Escojo la cama que está más separada del resto, aprovechando que los otros tres aún no han llegado. Me dispongo a colocar mis cosas en mi parte del armario en silencio, pero el tal Jack no está por la labor.

-¿En serio eres el príncipe?

-Ya te he dicho que sí.

-¿Y por qué estás aquí?

-Porque quiero estudiar aquí.

-Pero tu padre te puede contratar un montón de maestros que te enseñen lo que nos van a enseñar aquí.

-Quiero integrarme aquí.

-Si yo viviese en un palacio, nunca querría vivir en otra parte- Afirma.

-¿No eres un poco pequeño para estar aquí?- Cambio de tema.

-Cumplí doce años el tres de agosto.

-Pues parece que tienes diez.

-Es porque soy bajito, pero ya creceré.

-A lo mejor te quedas bajito- Lo molesto.

-Mi madre dice que mi padre no era bajito.

-Increíble.

-Murió cuando yo era muy pequeño- Da una información que no le he pedido.

-¿Por qué me lo cuentas?

-No es algo malo ni nada. Es simplemente algo que pasó. Además, tú puedes entenderlo, porque tu madre murió.

No respondo, esperando que pille la indirecta y se calle, pero parece que le han dado cuerda.

-Es algo que sabe todo el mundo, porque era la reina.

Sigo sin responderle mientras guardo mis cosas, pero el muy pesado se planta delante de mí.

-Alexander.

-Qué.

-¿Te molesta ese tema de conversación?

-Para nada.

-Pues parece que sí. Pero la muerte es algo natural, solo que a veces llega antes de lo normal- Repite la cantinela que le han enseñado.

-No me molesta, porque ni siquiera la conocí.

-Lo lamento.

-Tú no tienes que lamentar nada.

-Eres un poco antipático.

-Vaya.

-Yo pensaba que los príncipes eran amables.

-Pues ya ves. Has tenido la mala suerte de compartir habitación con el más amargado y desagradable de todos- Me tumbo sobre la cama cuando termino de colocarlo todo. -Lo siento por ti.

La puerta de la habitación se abre de repente, interrumpiendo su respuesta. Por ella entran los tres chicos que nos faltaban, los cuales sí aparentan la edad que tienen.

-¿Es este el dormitorio número 28?- Pregunta uno rubio.

-Sí- Confirma Jack.

-Por fin. Llevamos un buen rato buscándolo- Dice otro.

-¿Os conocíais ya?- Pregunta Jack. -Lo digo porque venís juntos.

-Nos hemos conocido abajo- Revela el rubio. -Cuando estábamos mirando las listas de las habitaciones y las clases.

-Yo llegué hace un rato. Por cierto, me llamo Jack Schlotterberck.

-Marcus Kohlberg- Se presenta el rubio.

-Yo soy Vincent van der Trapp, pero todo el mundo me llama Vince- Dice el otro que habló.

-Yo me llamo Niko Zinoviev- Habla el tercero.

Todos me miran, esperando a que me presente, pero ya he decidido que voy a seguir con el plan que tenía.

-Él es Alexander- Suelta Jack. -Alexander Larssen.

-Imposible- Niega Vince.

-Menuda trola- Dice Niko.

-Es verdad, el hombre que estaba aquí antes me lo confirmó, y parecía ocupar un cargo alto- Afirma Jack. -Luego dijo que se iba a ver a su tía.

-¿Por qué iba a estar aquí el príncipe?- Pregunta Marcus. -¿Qué beneficios le traería?

-Claro- Lo apoya Vince. -No tiene ningún sentido.

-Él dice que quiere estudiar aquí.

-Pero en el palacio también te pueden educar para esto- Marcus me habla directamente. -Y no tendrías que compartir habitación con cuatro.

Sí, creo que había subestimado lo insoportable que podría llegar a ser eso.

-Fingid que no estoy aquí- Les doy la espalda, esperando que hagan lo que les digo.

La esperanza me dura poco, porque en cuestión de segundos se apostillan todos alrededor de mi cama.

-¿Tienes guardias o algo así?- Pregunta Niko.

-No.

-¿Y cómo se va a asegurar tu padre de que nadie te haga nada?- Cuestiona Marcus. -Lo veo peligroso.

Casi se me escapa una carcajada, pero me contengo. Cuando era más pequeño me convencía de que sí le importaba, porque al fin y al cabo era mi padre. ¿A qué padre no le importa su hijo?

Comencé a dudarlo bastante conforme pasaba el tiempo, porque no tenía sentido que me tratase así si verdaderamente me quería. ¿Por qué me golpeaba cuando ni siquiera había hecho algo mal?¿Por qué me encerraba en la mazmorra durante días, o incluso semanas, por fallar una sola palabra en los exámenes que me hacía?¿Por qué se aseguraba de volverme invisible para todos cuando decía algo que no le gustaba?¿Por qué me obligaba a correr descalzo hasta que me sangraban los pies cuando comía de más o tardaba demasiado en prepararme?

Y aún así, después de todo eso, lo que sucedió hace tres meses me pilló por sorpresa.

-Pues ya ves. No debe quitarle el sueño- Bufo.

-Les habrá dicho a los militares que cuiden de ti- Sugiere.

Enarco las cejas al imaginar a Thomas haciendo algo así. Creo que no puedo ni imaginarlo, porque sería otra persona si lo hiciera. No sería mi padre.

-¿Te van a ayudar?- Pregunta Vince. -Supongo que sí, porque eres el hijo del rey.

-Pues espero que no.

-¿No quieres tenerlo más fácil?

-Las excesivas facilidades crean personas débiles. Incapaces- Me pongo en pie y se apartan un poco. -Y yo no tengo ninguna intención de ser así.

-Pero no necesitas ser fuerte si vas a ser el rey- Replica Jack.

-Te equivocas. Tienes que ser fuerte, seas quien seas.

-¿Por qué?

-Porque cuanto más poder y fuerza tengas, más control tendrás sobre tu vida y la de las personas que quieres.

-Pero un rey siempre va a adquirir eso cuando llegue al trono- Comenta Marcus. -Por defecto.

-Sí, pero siempre va a existir alguien que le amenace. Que pueda ocasionar que pierda todo lo que tiene. La única manera de evitarlo o de reducir las posibilidades es convertirte en el más poderoso.

-No ha existido nunca un rey que sea claramente más poderoso que el resto de reyes del mundo.

-Lo sé- Camino hacia la ventana.

-No creo que sea posible- Musita Vince.

-Además, nadie controla el suficiente territorio como para que esa situación pueda llegar a darse- Vuelve a hablar Marcus.

-Tienes razón.

-Entonces... ¿Qué es lo que tratas de decir?

Dudo durante unos segundos, pero finalmente decido no hacerlo.

-Nada. Sólo son divagaciones mías- Continúo mirando hacia el patio del recinto, en el que hay mucho movimiento.

No presto atención a nada en particular, sólo observo el ajetreo que supone el día de hoy. Hay chicos nuevos, asustados, y otros mayores más experimentados que avanzan con confianza. Compruebo que lo que decía Felix es verdad. Conforme va aumentando la edad se reduce el número de estudiantes, pues veo muchos más chicos de mi edad que aquellos que parecen ser cuatro o cinco años mayores.

-Eres un poco raro- Dice Niko. -Sin ofender.

-Eso no es una ofensa.

-Normalmente se considera como tal.

-Sólo las personas extraordinarias llegan a hacer grandes cosas. Así que no, no quiero ser ordinario. No quiero ser normal.

Ninguno de ellos contesta. Simplemente se ponen a guardar las pocas cosas que han traído en los espacios designados para ello, dando la conversación por terminada.

Supongo que piensan que estoy un poco mal de la cabeza, que no sé lo que digo.

¿Quién está equivocado? Sólo el tiempo lo dirá.

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