Yo soy Sonia, una de las personas más ricas del occidente del país. Tengo dos hermanos mayores y un padre que me ama demasiado y me cumple todos mis caprichos, además de unos hermanos sobreprotectores. Por eso me consiguieron unas prácticas en la empresa de su amigo más cercano... y de mi amor platónico.
-¿Cómo amaneció mi princesa? -así era como me llamaba de cariño mi padre-. Princesita, desayuna antes de irte -prosiguió hablando mi padre. Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla. -Muy bien, padre, te amo -le dije mientras me sentaba a su lado para desayunar. -¿Qué piensas hacer hoy? -me preguntó mi padre. -Hoy voy a ir a la empresa de Maximiliano para mi práctica -le respondí con emoción en la voz-, y en la tarde pienso salir con mis amigos. Terminé de desayunar, me despedí de mi papá y me fui directo a la empresa. Llegué al edificio, me presenté y me mandaron al penúltimo piso, donde me estaba esperando la señora Sánchez, de Recursos Humanos, para terminar toda la documentación. -Buenos días, señorita Solís -me saludó con cortesía mientras llevaba bastantes documentos. -Buenos días, señora Sánchez -la saludé estirándole la mano-. ¿Le puedo ayudar? -No, no es necesario -me respondió con una gran sonrisa-. Usted quedó como segunda asistente del CEO de la empresa. Le ayudará a la asistente principal. -Muchas gracias -respondí. Este no era el puesto que estaba esperando, pero me puede servir para aprender de la mano de un gran empresario como lo es Maximiliano Cortez. Al llegar a la oficina, la asistente principal, Beatriz, me recibió con una sonrisa cálida. Era una mujer de unos treinta años, con cabello oscuro y corto, que lucía segura de sí misma y profesional. -Bienvenida, Sonia. La señora Sánchez me habló mucho de ti -dijo mientras me guiaba por los pasillos del piso, que tenía una vista impresionante de la ciudad. Me sentí un poco intimidada al principio, pero traté de mantenerme tranquila. -Gracias, Beatriz. Estoy muy emocionada de estar aquí -respondí, intentando no sonar demasiado nerviosa. Entramos en una oficina enorme, con paredes de vidrio que dejaban ver todo el paisaje urbano. En el centro de la habitación, detrás de un escritorio moderno, estaba él. Maximiliano. Mi amor platónico. El hombre que había admirado desde que tenía memoria, no solo por su éxito, sino también por su carisma y su inteligencia. Me detuve un momento antes de entrar, intentando calmar los latidos de mi corazón que parecían acelerarse con cada segundo. ¿Cómo iba a reaccionar cuando me viera? Beatriz notó mi tensión y me dio una palmada en el hombro, como para tranquilizarme. -No te preocupes, El señor Cortez es un buen jefe. Solo sé tú misma -me susurró antes de abrir la puerta. Maximiliano levantó la vista cuando entramos, y por un segundo, nuestros ojos se encontraron. Su expresión era seria, pero había algo en su mirada que me hizo sentir que me estaba evaluando. -Sonia, ¿verdad? -dijo con voz profunda y suave. El sonido de su voz me hizo un nudo en el estómago. -Sí, Señor Cortez -respondí, intentando no dejar que mi nerviosismo me traicionara. Él sonrió ligeramente, algo que rara vez veía en su rostro, pero que me dejó desconcertada de alguna forma. No pude evitar notar cómo su mirada se volvía más suave cuando hablaba conmigo. -Bueno, Sonia, es un placer conocerte en persona. Espero que tus prácticas aquí te ayuden a crecer. Si en algún momento necesitas algo, no dudes en decírmelo. Mi corazón dio un vuelco, pero traté de mantener la calma. -Muchas gracias. Estoy muy emocionada por aprender de usted. Beatriz me señaló una mesa junto a la ventana, donde tendría mi estación de trabajo. Mientras me sentaba y comenzaba a organizar los papeles que Beatriz me había traído, no pude evitar echar un vistazo hacia Maximiliano, que volvía a concentrarse en su computadora. El ambiente en la oficina era tranquilo, pero había algo eléctrico en el aire, algo que no podía identificar, pero que me hacía sentir una extraña mezcla de anticipación y nerviosismo. Cuando llegó la hora de la comida, Beatriz me invitó a almorzar en el restaurante de la planta baja del edificio. Me encontré con Laura, la novia de Maximiliano. Laura era una de mis mejores amigas . Aunque había sido un poco raro al principio, verla allí me hizo sentir más tranquila, como si tuviera algo de apoyo. Además, la conocía lo suficiente como para saber que ella no veía a Maximiliano solo como un empresario exitoso, sino como el hombre con el que había compartido años de relación. -¡Sonia! Qué gusto verte por aquí -me saludó con su sonrisa cálida y ese brillo en los ojos que solo ella tenía cuando estaba feliz. -¡hola!bien Gracias!- la saludé con una gran sonrisa en mi rostro me sentada junto a Laura en el restaurante de la planta baja.- biene a ver a maximiliano - ¡si! Es que quedamos de vernos para almorzar -me lo dice con una gran ilusión de verlo pero siguió hablando - pero sonia, ¿cómo te va en tu primer día? -me preguntó Laura, mientras cortaba su ensalada con calma. Aunque su tono era amigable, había algo en sus ojos que no podía ignorar. Tal vez ya sabía que algo pasaba, que algo no estaba bien. No supe por dónde empezar. Me sentía atrapada entre mis sentimientos por Maximilianoy la realidad de que él estaba con Laura .Además, su actitud hacia mí era... rara. Ni frío ni cálido, solo profesional, como si yo fuera solo la hermana pequeña de su amigo. -Todo va bien, pero... -dudé por un momento, sin saber si debía compartir lo que realmente sentía-.Maximiliano me parece... un poco distante. No sé si es porque estamos en una relación profesional o porque realmente me ve como una niña más, como la hermana de su amigo. ¿Sabes? -Me solté, incapaz de seguir guardando todos esos pensamientos en mi cabeza. Laura dejó de comer por un momento, se recostó un poco en la silla, y me miró con una expresión que era mezcla de diversión y comprensión. Entonces, suspiró suavemente y me miró con una mirada algo cómplice. -Eso es porque te conoce desde pequeña, Sonia .Maximiliano es así, muy profesional. Te ve como una hermana más. No te preocupes, no es nada personal. Pero ya sabes que él tiene una relación conmigo, ¿verdad? -dijo, en un tono más serio, como si quisiera recalcarme lo obvio. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar sus palabras. Claro, lo sabía. Era algo que tenía que haber aceptado hace mucho. Maximiliano y Laura llevaban años juntos, y no tenía derecho a pensar que algo entre nosotros podía ser diferente. Pero, aunque intentaba no darme cuenta, sus palabras me hicieron sentir más pequeña de lo que ya me sentía. -Sí, lo sé -respondí, intentando sonar tranquila, pero en mi interior sentía que algo se rompía. De repente, todo lo que había estado construyendo en mi cabeza se desmoronaba. Pensé que tal vez había alguna oportunidad, alguna posibilidad... pero ahora me parecía imposible. Laura sonrió con algo de simpatía, pero también un toque de preocupación. -Sonia, tú eres muy importante para él, pero en el contexto de familia. No es nada personal, y Maximiliano nunca haría nada que pudiera comprometer la relación que tiene conmigo o la amistad con tu hermano. Te lo aseguro. Mis palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Sabía que lo que decía tenía razón, pero aún así, mis sentimientos por Maximiliano seguían allí, como un secreto que me dolía mantener oculto. Mientras seguía conversando con Laura, mis pensamientos no dejaban de regresar a Maximiliano. A pesar de que él había sido amable conmigo, algo en su comportamiento me confundía. Había una distancia en su actitud, como si todo fuera estrictamente profesional, y aunque yo trataba de concentrarme en la conversación, no podía evitar que mi mente divagara hacia él. El sonido de mi teléfono me sacó de mis pensamientos. Era un mensaje de Julián, mi amigo cercano. > Julián:¿Cómo va todo, Sonia? ¿Ya terminaste por hoy? ¿Qué vas a hacer cuando salgas de trabajar? Sonreí al leer su mensaje. Julián siempre tenía la capacidad de aliviar la tensión, y su presencia, aunque a través de un mensaje, me daba una sensación de calma. Me relajé un poco y decidí responderle, aliviada por un pequeño respiro. > Sonia:Hola, Julián. Todo tranquilo, solo un día largo. Probablemente me quede en casa a descansar un rato. ¿Tú qué vas a hacer? Antes de que pudiera pensar más en mi respuesta, escuché pasos acercándose. Al levantar la vista, vi que Maximiliano llegaba apresurado, entrando al restaurante con una ligera expresión de disculpa en el rostro. -Perdón por la tardanza, Laura -dijo Maximiliano, mientras se acercaba a la mesa y le daba un beso en la mejilla a Laura. La sonrisa de ella se iluminó de inmediato, y su rostro se suavizó al instante. Lo que siguió me hizo sentir como una espectadora incómoda: Maximiliano le acarició la mano, se inclinó hacia ella y le susurró algo que la hizo reír suavemente. No pude evitar notar lo natural y cariñoso que se veían juntos. La química entre ellos era palpable, y aunque ya lo sabía, verlo tan cerca me hizo sentir como si estuviera afuera, observando un mundo que no era el mío. Yo estaba sentada en la mesa, sin saber exactamente cómo encajar en esa dinámica. Maximiliano, sin embargo, apenas me miró. Después de saludar a Laura, se sentó con una actitud profesional, casi como si estuviera de vuelta en la oficina. -Perdón por interrumpir, Sonia, -dijo Maximiliano, mirando su teléfono antes de dirigirse a mí-, ¿todo bien por tu parte? Su tono era cordial, pero había una distancia evidente en su manera de hablar. Era como si la conversación con Laura fuera completamente diferente, llena de calor, mientras que conmigo era estrictamente de cortesía. -Todo bien, gracias -respondí, tratando de mantener la calma. Laura volvió a dirigirse a Maximiliano con una sonrisa afectuosa. -No pasa nada, Max .Yo también me retrasé un poco. Pero ya estamos aquí, ¿no? -dijo, con una complicidad que parecía compartir solo con él. El ambiente a su alrededor se volvió ligero y lleno de risas. Maximiliano no dudó en corresponderle con una sonrisa amplia, mientras Laura le hacía alguna pregunta sobre el trabajo. Era claro que se sentían completamente a gusto el uno con el otro, disfrutando de la comida como cualquier pareja que pasa tiempo juntos. Mientras tanto, yo me sentía un poco fuera de lugar. Había algo en su interacción que me hacía sentir aún más distante. Podía ver lo bien que se entendían, y aunque no estaba celosa, una punzada en mi pecho me decía que había algo que yo no podía alcanzar. Algo que nunca llegaría a ser.
Mi teléfono vibró nuevamente. Era Julián. > Julián:Sonia, quiero que sepas que siempre puedes contar conmigo. No tienes que hacerlo todo sola. Leí sus palabras con una sonrisa, sintiéndome aliviada. Julián siempre había sido un gran amigo, alguien en quien podía confiar sin dudarlo. Aunque nuestras conversaciones a veces fueran ligeras, yo siempre sabía que podía contar con él en cualquier momento. No había nada más que una amistad sólida y sincera entre nosotros. Era reconfortante saber que él estaba ahí, incluso a la distancia, y que me apoyaría sin importar las circunstancias