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img img Romance img Una madre para Connie, Un contrato firmado.
Una madre para Connie, Un contrato firmado.

Una madre para Connie, Un contrato firmado.

img Romance
img 98 Capítulo
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img Lynn Balvz
5.0
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Acerca de

Samantha Keane, una mujer bella y encantadora proveniente de una familia rica, es abandonada por su madrastra en el campo donde viviría con su abuela. Era una chica inteligente e independiente a pesar de aparentar lo contrario. Desarrolló una gran pasión por la ilustración y la cocina, pero era bastante hábil preparando perfumes. Después de pasar por situaciones desagradables, un día decide ir a la ciudad a buscar un mejor empleo y termina en un bar conociendo a un hombre que cambiaría su destino para siempre. Sufriendo luego un accidente que pondría en juego su memoria, dejando en riesgo a su abuela, la cual termina en una situación de salud crítica. Gerald White, un tipo rico y bien posicionado en la industria de perfumes, de personalidad difícil, se casa con la mujer que llevó a la cama a raíz de su embarazo, haciéndose cargo de su hija, Connie. Debido al abandono de Randy, su ex esposa, Gerald se ve obligado a buscarle una madre a su pequeña para que cumpla el rol que la niña necesita, ya que, por su trabajo, no le dedicaba suficiente tiempo y la desatendía. El destino pone en su camino a Samantha, y a pesar de rechazarla, sucede una serie de imprevistos que cambiarán el rumbo de la historia, dándole fin a su búsqueda incesante y un gran vuelco cuando él sepa toda la verdad. ¿La vida será justa esta vez con Samantha o vivirá por siempre ignorando su verdadera realidad?

Capítulo 1 El encuentro

Capítulo 1: El encuentro

Los Keane eran una familia multimillonaria de gran estatus social, vivían cómodamente en la ciudad de San Francisco, donde administraban ciertas empresas del ramo de textilería y comercializaban sus productos a distintos países del mundo. Samantha, era la hija mayor de dos hermanas, soñaba con ser una gran empresaria. Solo contaba con el apoyo de su padre, ya que su madre había fallecido cuando ella solo era una niña de cinco años. Su progenitor, al sentirse solo y no poder criar a sus hijas debidamente, buscó y encontró el amor en otra mujer que también tenía una hija, casualmente de la misma edad que Samantha, convirtiéndose así, en su madrastra.

Su infancia fue un poco dura porque algunas veces tenía que ocuparse de sus hermanas cuando así lo ameritaban, repartiendo su tiempo entre ellas y sus demás actividades para no hacerlas sentir abandonadas. Por otro lado, su madrastra, no simpatizaba con ella ni con sus hermanas, y hacía todo lo posible para poner a su padre en contra y así ella y poder ser la heredera de sus riquezas y darse la vida que merecía junto con su hija.

Un día que su padre no estaba en casa, ocurrió una discusión entre Samantha y su hermanastra, ella siempre buscaba la manera de hacerla enojar hablando de su madre fallecida, dándole a entender que nunca la quiso y que era mejor que estuviera muerta. Samantha la empujó, con lágrimas en los ojos y luego de caer al piso, ésta fue a quejarse y la madrastra la golpeó en la cara por lo ocurrido, amenazándola con llevarla lejos de allí.

Su padre no tuvo opción que aceptar lo que su amada le había propuesto, llevarla al campo, donde vivía su abuela. Pues ésta le obligó a elegir entre su hija o ella y él se vio en una situación difícil por la presión que le causaba y el temor de perder a la mujer que lo había sacado de su tristeza. Reprendiendo a Samantha por su falta de respeto, la echó de casa diciéndole por última vez que no quería verla nunca más.

Samantha destrozada al ver que su padre había actuado de una manera tan egoísta y cruel, sin dejarla expresarse para hacerle saber lo que realmente había ocurrido, hizo sus maletas en silencio y su madrastra se encargó de llevarla a ese campo alejado de la gran ciudad, donde tenía que empezar de cero. Pero su hermanastra no dejó de buscar tener contacto con ella, siguiéndole los pasos sin darse cuenta, ya que la envidia la carcomía porque Samantha era muy bonita y tenía todo lo que ella siempre soñó tener.

La belleza de Samantha era tan encantadora que llamó la atención de un vecino vil y despiadado, este la invitó a su casa con la intención de ofrecerle empleo cuidando a sus hijas, ya que ni él ni su esposa tenían tiempo. Ella, inocente, acepta y se dirige al lugar en donde se encontraron a solas, pero se dio cuenta que era un engaño, todo fue una mentira, él nunca tuvo una familia de ese tipo. Solo quería aprovechar el momento para tratar de seducirla, pero ella no quería, se sintió incómoda e impotente. Intentó escapar, pero su vecino lleno de morbo no la dejó, hasta que la anestesió con una droga que le forzó a inhalar y abusó sexualmente de ella. Luego de su sucio juego, ya cuando había recuperado la consciencia, la amenazó con matarla si le contaba lo ocurrido a alguien. Esto hizo que Samantha quedara marcada de por vida y rechazara la intimidad con los hombres, así como el amor, llegó a despreciarlos, no quería saber nada de ellos, incluso llego a odiar a su padre, pero más que odio, desarrolló cierto temor. Desde aquel entonces, nunca comentó lo que le había ocurrido por miedo a la amenaza del vecino, y lo evitaba, hasta que él salió un día de su casa y no regresó. Con el tiempo lo fue superando y se volvió cada vez más fuerte de mente e independiente, su abuela la ayudaba mucho y le dio buena crianza, le explicó varias recetas de cocina y con esto, ella perfeccionó la técnica de cocinar. Le enseñó todo lo que sabía, era la única persona que la comprendía, jamás había tenido un mejor lazo familiar.

Años más tarde Samantha consiguió empleo cerca del pueblo en una franquicia textil de su padre, por ser hija de los Keane, estos no la podían rechazar. Allí conoció a Michael Popper, un muchacho encantador a la primera impresión de ella, él se sintió atraído casi al instante que la vio, se acercó a ella para presentarse y allí comenzaron a platicar. Se llevaban bien y conversaban mucho en el trabajo, empezaron a compartir momentos juntos hasta que por fin ella logró enamorarse de él. Michael parecía ser un muchacho bueno y honesto, pero solo era una máscara que escondía su verdadera personalidad, era un mujeriego y adicto a las drogas, le gustaba la vida fácil, tuvo encuentros con varias mujeres adineradas estando con Samantha. Le estaba haciendo la vida imposible, quería influirla en el mundo del robo, las drogas y demás situaciones ilícitas, al rechazar su oferta, se burlaba de ella diciéndole que era una aburrida, que se imaginaba algo más con ella. Empezó a tratarla mal, y ella, arrastrando un pasado trágico a causa de un hombre, no iba a permitir que volviera a pasar. Decidió darle fin a la relación, a pesar de haber estado enamorada al principio de él, su fortaleza la llevó a tomar tal decisión, pero él no lo quería aceptar. Michael se obsesionó con ella y no quería que se fuera de su vida, la seguía y acosaba a dónde quiera que fuera, actuaba de forma impulsiva y se dirigía a ella con agresividad en sus palabras. Samantha, por temor a su vida, decidió denunciarlo ante la corte policial, presentando cargos ante su exnovio, la cual él debía asistir por cierto tiempo a presentarse hasta el lugar que quedaba en la ciudad. Ella tenía que presentar varias pruebas y testimonios, logrando obtener las suficientes, hasta que dio fin a su tragedia por una orden de distanciamiento entre ellos, dónde exigía claramente que él no podía estar a menos de 30 metros de su persona. Por fin Michael ya no estaría cerca, a pesar de ello, Samantha se ve afectada por su antigua relación, no tanto por Michael sino por ella misma que se había equivocado de hombre y no fue lo que pensó, se sentía triste y deprimida, se encerró por varios días en su casa mientras su abuela la consolaba. Se quejaba y cuestionaba todo lo sucedido, no podía creer lo injusto que era la vida para ella, no quería sentirse afligida un día más. El último día para atestiguar ante la corte de policía que ya se sentía completamente segura, tomó un autobús y decidió ir temprano para que le diera tiempo de distraerse por la ciudad. Luego de ello, se sintió libre, como si hubiese dejado atrás la jaula donde se mantuvo en cautiverio por mucho tiempo. Visitó varios lugares a los que nunca había ido, pero aun recordaba lo sola que se sentía ante el mundo por el mal concepto que tenía hacia los hombres, sin pensarlo dos veces pensó «¡Al diablo todos!» y se aproximó a un bar clandestino con el objetivo de ahogar sus penas.

Mientras caminaba por la ciudad, visualizando el bar, ya más cerca, se sorprendió de lo bonita que era su fachada, tenía un aspecto moderno y también seguro. Entró sin ningún temor de que su exnovio la estuviera siguiendo, pero lo que no sabía era que, alguien venía tras ella desde hace rato. Ya no se trataba de su exnovio, sino de su hermanastra. Randy Cooper le tenía el ojo montado en sigilo, siempre estaba pendiente de ver lo que hacía con el fin de contarle a su mamá y que, a su vez, ella mal informara al papá diciéndole mentiras. Envidiosa y despiadada al igual que su madre decidió entrar también al bar seguida de Samantha, sin llamar mucho la atención, quería averiguar la razón que la llevó a visitar ese lugar.

«Tan desgraciada... Jamás serás feliz, Samantha Keane» pensó Randy siguiéndola con la mirada.

Una vez dentro Samantha se sintió extraña, era la primera vez que estaba en un sitio así, a pesar de ser un bar clandestino había hombres muy bien posicionados disfrutando de un trago después de su jornada laboral. Enseguida la atendió un camarero guapo y amable y con la misma amabilidad, le propuso situarse en una silla ubicada en una barra amplia y grande donde allí podría pedir todos los tragos y cocteles que quisiera. Samantha emocionada por querer saborear los diferentes tipos de cocteles, ordena que le traigan uno de inmediato. En cuanto el bartender lo sirve y se lo entrega, lo prueba y siente la combinación del alcohol y jarabes que contenía, saboreando cada esencia, aunado al aroma que tenía, eran muy exquisito y vigorizante, la inspiraba y hacía sentir bien. Le encantaba y lo estaba disfrutando, mientras veía a los galanes preparar los tragos reía y se sonrojaba, ellos le hacían cumplidos mientras se los servían. Por otro lado, Randy estaba en una mesa sola y amargada observándola, no soportaba el hecho de que Samantha era feliz en ese momento, no aceptaba que, a pesar de haber sido desterrada por su padre ella aún tenía la frente en alto y era fuerte de espíritu, se sentía amenazada por su belleza y temía que algún día su padre volviera con ella y decidiera heredarle toda su fortuna dejando a ella y a su madre sin todos sus lujos.

En medio de la barra se sentó un hombre alto y apuesto, parecía llevar encima el estrés de su oficina, pidió un trago de Whisky a las rocas, y al otro extremo estaba Samantha. Lo vio, no podía creer lo guapo que era aquel caballero, perfilado y de buen porte con su cabello no tan corto pero peinado, vestido elegantemente con traje y corbata. Su pulcritud producía en Samantha cierta curiosidad de querer conocerlo, aunque no se sentía segura, pues apenas estaba saliendo de una relación tortuosa, y mezcladas con las malas experiencias vividas, no parecía ser la mejor opción. Decidió tomar varios tragos para llenarse de valor y acercarse a él, a su vez, Randy se percató de aquel caballero que también llamó su atención. Quería saber quién era y al notar que Samantha estaba interesada en él, observó que no le quitaba la mirada de encima sin que él se diera cuenta. Esto causó una gran molestia a Randy, pues ella quería conocer al hombre antes que su hermanastra. A leguas se veía que era un CEO de alguna empresa importante y tal vez podría sacar provecho de ello y garantizar aún más su futuro de lujos y riquezas. Su ambición era tanta que decidió contactar al exnovio de Samantha para comprarle drogas que adormecieran y afectaran la conciencia, ella ya tenía su contacto con anterioridad, pues lo conoció fingiendo ser una cliente cualquiera. Al cabo de unos minutos llegó Michael para entregarle las drogas a Randy, se vieron fuera del establecimiento y sin darle ninguna explicación volvió a entrar al lugar. Veía fijamente a Samantha para aprovechar el momento y drogarla, pero como notó que ya estaba un poco ebria, se le ocurrió una mejor idea, drogar al hombre por el que mostraba tanto interés, y así ir a otro lado y quedarse con él. Ya con el plan en su mente perversa, notó que aquel hombre recibió una llamada, atendiendo se alejó un poco, ya que el sonido de la música y las voces no le dejaban escuchar. En un descuido, dejando su vaso en la barra, ella consciente del hecho se dirigió hasta allá sin que Samantha se diera cuenta y coló la droga en el Whisky tan rápido que nadie se inmutó. Samantha estaba pasada de alcohol y demasiado distraída con la mirada en el CEO para darse cuenta que allí estaba Randy. Al terminar su primer ataque, siguió al baño de mujeres más al fondo para quedarse observando desde allí. El hombre volvió a la barra con cara de preocupación después de la llamada para vaciar de un solo trago el líquido cobrizo que contenía su vaso, sintió cómo le quemaba la garganta hasta llegar a su estómago lo cual dejó ver una expresión de asombro y duda de no haber creído lo fuerte que estaba, esto le causo risa a Samantha y por fin, se levantó de su puesto para acercarse. Pidió la misma bebida que él para descubrir su sabor, y conocer un poco más los gustos de aquel caballero.

¬-Hola ¿cómo estás? – preguntó sonrojada, tambaleándose un poco por haber tomado demasiado.

-Hola... Bien, o al menos eso creo. ¬– contestó empezándose a sentir mareado, ya la droga estaba haciendo efecto en su cuerpo.

Su mirada ya estaba nublándose un poco y distorsionándose.

-Eres muy hermosa, me llamo Gerald White, soy CEO de la marca de perfumes más importante del mundo y jefe de todo el club. ¬– se presentó con dificultad.

-Me llamo Samantha, soy hija mayor de tres hermanas y desterrada por mi papá. – dijo en tono de broma.

Gerald sonrió y le pidió irse del bar a un sitio más tranquilo, no se sentía bien, aunque Samantha dudó de ello, se hizo la vista gorda y no le tomó importancia irse con una persona que apenas estaba conociendo. El alcohol la impulsó a hacer algo que no hubiera hecho sobria y en buen estado, pensaba que tenía que disfrutar la vida, pues ya bastante mal lo había pasado. Randy entre la oscuridad estaba muerta de la rabia y no podía creer que su plan no había funcionado, no se esperó que su hermanastra tuviera tantas agallas para acercarse a aquel hombre, lo quería solo para ella, y aún más luego de haber escuchado la conversación cuando se presentaron los dos, confirmando que era un CEO millonario, más se interesó. Decidió seguirlos para planificar algo más y evitar a toda costa que transcendiera la relación.

Samantha y Gerald salieron del lugar, ambos bajo los efectos de aquellas sustancias ingeridas. El chofer se acercó al verlo, y abriendo las puertas de la limosina, subieron los dos.

- ¿A dónde quiere ir, señor?

-A un hotel fino y lujoso que encuentres por la ciudad. El más costoso. – ordenó. ¬

Samantha se sentía avergonzada por aquellas palabras de Gerald, aunque le causó risas también, él era muy atractivo y no podía creer que estaba con ella, en un descuido él se acercó y la besó. Ella se quedó totalmente paralizada, dándole pie a proponerle quedarse con él esa noche. Estaba tan estresado y solo, que quería conocer a una chica que valiera la pena. Samantha sorprendida por el beso sonrío, asintiendo como aceptando su invitación. Él volvió a besarla, aunque se encontraba en ese estado, estaba más consiente que él. Le gustó el sabor de sus labios y lo suave que eran, en cambio Gerald no sabía lo que hacía, estaba totalmente fuera de sí y su cerebro casi que adormecía, pero aun así sentía un ligero placer ante los besos. Mientras admiraban el anochecer de la ciudad con sus sorprendentes edificios y lugares, detrás de ellos venía Randy llena de ira y de celos en un taxi que subió casi al instante en que partieron Samantha y Gerald del bar.

Unas cuadras más adelante, llegaron al Hotel, y no uno cualquiera, era elegante por doquier. Una vez dentro, Gerald dejó su tarjeta de crédito pidiendo la asignación de una suite, enseguida la recepcionista hizo entrega de una llave, enviándolo junto con un botones que serviría de guía para llevarlos directo a la habitación. Sabía que habían bebido en exceso. Arriba, frente a la puerta de la suite, el botones la abre con una tarjeta dejándolos entrar a ellos a disfrutar su privacidad.

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