Recházame
img img Recházame img Capítulo 4 ✨
4
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Capítulo 4 ✨

BRENIN

Un mes después.

La brisa agita suavemente mi cabello, se puede escuchar a los pájaros comunicarse entre ellos con sus cantos, los grillos igualándolos en el pasto que nos rodea y mis sentidos totalmente alertas como sucede cada vez que la tengo a ella cerca.

Aurora.

Tan pequeña, tan frágil, tan llena de vida. Sentada en el medio de una manta junto a su madre en medio de nuestro jardín trasero rodeadas de los juguetes de ella. Con los rayos del sol reflectando en sus cabezas rojizas y sus sonrisas.

Jamás pensé que podría llegar a ver a Isabella tan feliz, ya que cuando llego a la manada de Fabian todo en ella irradiaba tristeza. Sabía que se sentía sola y perdida, que necesitaba un empujón para lanzarle a vivir la vida. Aún recuerdo las noches que la escuchaba llorar, murmurar el nombre de Christopher en sueños, pero poco a poco comenzó a brillar y descubrirse a ella misma lejos de todos los prejuicios y miedos inculcados en su mente.

Aún recuerdo cuando la diosa luna apareció en uno de mis sueños, contándome sobre ella, exigiéndome ir en su busca porque me necesitaría. ¿Por qué me eligió a mí? Sigo preguntándome lo mismo. Quizás vio dos almas rotas y decidió que ambos podríamos ayudarnos a sanar. No lo sé, lo único que agradezco es que aquello haya sucedido, porque esa testaruda mujer es una parte fundamental de mi vida.

Ambos supimos entendernos, hacernos compañía y darnos apoyo.

Y el poder verla ahora convertirse en madre y ser amada por el hombre que, si bien años atrás fue un imbécil, ahora besa el suelo por donde ella camina y la pelirroja no merece menos que eso.

Un chillido de Aurora me devuelve a la realidad y mis ojos se desplazan hacia ella con rapidez, pero aun me mantengo en mi lugar; de brazos cruzados y apoyado en la corteza de un árbol, entre la oscuridad del bosque pasando totalmente desapercibido o al menos eso creo hasta que veo una pequeña mancha pelirroja gatear lo más rápido que puede en mi dirección.

Agacho la cabeza riendo y negando antes de salir de mi escondite acercándome a ella.

Lo que menos quiero es que entre en esta parte donde el pasto ya no es tan suave y dañe sus manos o rodillas.

–Te encontró –la voz de Isa llega a mis oídos–. Siempre lo hace.

–Sí –respondo caminando rápido hacia el inicio de la arboleada e hincándome, viendo como su hija gatea y balbucea con una sonrisa en su rostro hacia donde encuentro–. No sé como lo hace, pero siempre me descubre.

Llega hacia donde estoy soltando una linda carcajada llenándome el pecho de esa calidez que solo ella logra darme, apoya sus manitas en mis rodillas logrando que mis músculos se tensen brevemente y se coloca de pie comenzando a dar pequeños saltitos en su lugar viéndome. O al menos lo intenta, porque sus pies no se despegan del suelo quedando solo el movimiento del rebote.

Le sonrío estirando una mano y acercándola a su cabeza para acariciar su suave cabello que se encuentra amarrado en dos coletas.

–Hola hermosa–susurro para ella–. ¿Cómo estás? ¿te diviertes?

Balbucea sin borrar la sonrisa de su pequeño rostro y sus ojos azules como el mar me miran detenidamente, sus bracitos los estira hacia arriba dándome una clara señal de lo que quiere, pero dudo. Un escalofrío me recorre el cuerpo y puedo notar como su ceño se frunce ante su insistencia y mi ignorancia.

–Vamos tómala –me anima Antón–. Lo está pidiendo, no la dejes así.

–Solo... dame un momento.

Inhalo y exhalo por la nariz antes de tomar su torso entre mis manos logrando que ría y celebre por haber ganado. Como siempre lo hace, porque a fin de cuentas jamás puedo resistirme a algo que ella pida. O mejor dicho exija, porque no hay espacio para dudas, si ella quiere algo va por ello hasta que lo logra y solo tiene 7 meses joder.

–Nos tiene en la palma de su mano–Antón ronronea cuando acomodo a Aurora en mis brazos.

–Como a todos –bufo divertido.

Aurora se acomoda sobre mi pecho, dejando su pequeña cabeza sobre mi hombro y uno de sus bracitos rodea mi cuello afirmándose de mi camiseta. Su olor rápidamente me envuelve enviando paz a mi alma y camino afirmándola bien contra mi cuerpo mientras nos acercamos a su madre.

La cual ni siquiera se molestó en acercarse a nosotros y simplemente se quedo sentada mirando hacia el cielo con los ojos cerrados dejando que el sol la abrace.

–Sabes que podría haberse hecho daño yendo hacia allá –reprocho sin saber porqué , pero el saber que algo pudiera herir a la criatura en mis brazos me estruja el corazón–. No deberías haberla dejado ir sola.

Me quedo de pie frente a ella tapándole el sol, abre uno de sus ojos viéndome con fastidio y luego mira a su hija.

–La veo perfectamente bien –me hace señas con la mano para que me mueva, pero me quedo donde estoy –. Además, no hubieras dejado que eso sucediera, ahora muévete. Me tapas el sol.

–¿Y ella? –elevo el brazo que sostiene a su hija levemente dando a notar mi punto–. ¿Quién la verá?

–Trae una silla y siéntate –habla haciendo una señal a las sillas de la terraza–. No podrás irte en un rato.

–¿Por qué no? –pregunto con confusión.

–Se durmió –apunta con el mentón a su hija–. Como siempre sucede cuando la tomas en brazos.

Bajo la vista hacia Aurora y efectivamente sus ojos se encuentran cerrados, su respiración es relajada, el agarre en mi camiseta es menos fuerte que al inicio, pero sigue estando ahí, empuñando mi ropa como si tuviera miedo a que me fuera y su otra la mano la tiene cerca de su boca ya que está chupando su dedo.

Sonrío mirándola tan relajada contra mi cuerpo y un sentimiento de apego se instala en mi pecho llevándome a acercar mi nariz a su pelo y olfatearla brevemente. Antón no ha dejado de ronronear desde que la alcé y mis músculos ya no sé encuentran tan tensos como al inicio.

–Apresúrate, así podemos hablar sobre la escuela.

Bufo y camino hacia la terraza, afirmo mi agarre en Aurora y con la mano libre tomo una silla, elevándola y caminando de vuelta hacia Isabella. Tomo asiento acomodando a la bebé teniendo cuidado que no quede incomoda con sus piernitas y ella misma comienza a acomodarse, hundiendo su rostro en la curvatura de mi cuello y rodeándome el cuello ahora con ambos brazos.

–Parece un koala mi bebita –Isa habla con una sonrisa en rostro viéndonos.

Una esquina de mi boca se eleva y suspiro apoyando un codo en el reposador.

–¿Qué querías hablar sobre la escuela? –pregunto.

–Más bien quería que me contaras como va, no hemos hablado mucho el tema y quería saber cómo te has sentido dando clases.

Lo medito unos momentos y mi mente viaja a esos recuerdos, viendo la cara de los niños cuando logran completar bien un hechizo, el cariño que me dan y las emociones que me genera el ver como avanzan en sus metas.

Hace dos semanas que iniciaron las clases y si bien al inicio me sentía reacio a la idea de enseñar, en menos de dos días ya me encantaba. Me hace sentir que tengo un propósito y que puedo dejar una pequeña huella en cada uno de esos niños, que, si bien no son muchos, son los suficientes para alegrar mis días.

El verlos frustrarse, enojarse, alegrarse y sentirse orgullosos de ellos mismos, me dan ánimos para seguir adelante con este proyecto.

–Ha andado bien –respondo dejando caer mi cabeza contra el respaldo y cerrando mis ojos para sentir el calor del sol.

–¿Solo eso me dirás? ¿bien? –su tono de reproche no pasa desapercibido, pero no cambio mi postura–. ¡Brenin!

Medio gruñe logrando que Aurora se remueva en mi pecho, giro mi rostro hacia ella abriendo los ojos y mirándola con fastidio.

–¿Qué? –pregunto meciendo a la bebé en mis brazos para que no despierte.

–Dime algo más hombre, no simplemente bien.

Ruedo los ojos y vuelvo a cerrarlos.

–Los niños han ido avanzando, obviamente a veces tienen algunas complicaciones, pero nada que no puedan superar.

–¿Se los ve felices? –pregunta con alegría–. ¿Emocionados?

–Sí.

–¿Se llevan bien entre ellos? Me daba miedo que por las diferencias de edades quizás no pudieran llevarse bien, pero creo que ha funcionado ¿no?

–Sí.

–¿Crees que deberíamos separarlos por edades? O quizás, no. Así fomentamos que se lleven bien entre ellos a pesar de las edad y los grandes pueden ayudar a los más pequeños, ¿Qué opinas?

–Ajá.

Se queda en silencio por un momento, pero de la nada algo duro da con mi cabeza sobresaltándome. Abro los ojos y me erguí viendo a mi alrededor, notando que un pato de hule amarillo descansaba a mis pies.

Volteo hacia Isabella y logro ver que me mira con fastidio.

–¿Me lanzaste un pato de hule? –pregunto entre divertido y ofendido.

–Sí –saca la lengua–. Me estresas, no te cuesta nada contestar como la gente.

–¡Pero si te respondí! –me río logrando que Aurora vuelva a removerse debido a las sacudidas de mi pecho.

Bajo la vista hacia ella notando que sus ojos comienzan a abrirse y bosteza.

–Lo siento hermosa–la mezo, pero se irguió y se acomodo de rodillas sobre mis muslos restregando sus ojos mientras yo la afirmaba–. La despertaste.

Reproche a Isabella la cual logró hacerme reír al hacer un gesto ofendido.

–Tú te moviste, así que es tu culpa –se coloca de pie caminando hacia nosotros–. De igual manera ya debe tomar leche, ¿vamos hermosa?

Le habla a su hija logrando que sus aun adormilados ojos le presten atención, Isa estira los brazos hacia ella y Aurora responde estirándolos para que ella pueda tomarla. La levanta acomodándola en su cintura e inmediatamente el sentimiento de vacío llega.

–¿Nos acompañas? –pregunta y niego.

–Iré a la escuela para organizar la clase, empieza en media hora así que debo ir a recibirlos–respondo colocándome de pie bajo la atenta de ambas.

–Bien, nosotras iremos por la leche y una siesta –le sonríe a su hija antes de besarle el cachete y lograr que ella ría–. Nos vemos cuando salgas.

Asiento sin responder nada y me quedo de pie viendo como ambas se marchan hacia el interior de la mansión. Aurora deja caer su cabeza contra el hombro de su madre y lo gira para verme mientras se aleja, le sonrío y despido con un gesto de mano antes de perderla totalmente de vista.

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–Vamos Manuel, tu puedes – animo a uno de los chicos–. Respira, concéntrate y hazlo.

Asiente una vez y veo como inhala cerrando sus ojos unos momentos.

–terra –murmura dejándome ver el color celeste brillante en sus iris.

Mueve sus muñecas sutilmente y pequeñas rocas comienzan a elevarse del suelo rodeándolo. Flotan a su alrededor en círculos y finalmente las lleva todas delante de su cuerpo formando una roca más grande gracias al conjunto de todas. Dura un par de segundos y las rocas caen al suelo de golpe.

Me acerco hacia él y golpeo su cabeza con cariño. Su respiración esta agitada y pequeñas gotas de sudor se notan en su frente.

–Bien hecho, te dije que podrías –desordeno su cabello–. Poco a poco, recuérdalo. Nadie aprende a la primera, sigue así y veras como en poco tiempo podrás dominar la tierra.

–Gracias profesor–me sonríe con cansancio, pero felicidad rondando en sus ojos.

–Ve a ordenar tus cosas, ya terminamos por hoy –apreto su hombro antes de girarme hacia los demás–. ¡LISTOS POR HOY CHICOS, VAYAN A DESCANSAR Y NOS VEMOS MAÑANA!

Varios chillidos de emoción se escuchan y niego cruzando los brazos sobre mi pecho.

–Adiós profesor –se despide Amalia cuando pasa por mi lado dando brincos.

–Adiós –asiento con la cabeza en su dirección y procedo a despedirme de todos.

Cada uno toma sus mochilas y caminan en conjunto hacia el interior de la escuela, esta semana hemos estado practicando el elemento de la tierra, por lo que la mejor manera de controlarla es estando en contacto directo con ella.

Sintiéndola y tocándola, por lo que las clases han sido en el patio.

Me fijo que nadie más quede dando vueltas o hayan dejado cosas olvidadas e ingreso a la escuela yendo hacia mi despacho. No son más de diez niños los que tenemos, así que no es necesario tener otro profesor y bueno, Isabella tampoco quería que alguien más diera clases, pero yo creo que si nuevos niños ingresan deberemos buscar a alguien más.

Reviso los detalles de la próxima lección acordada para mañana y antes de poder cerrar mi laptop ese aroma a maracuyá llega a mi nariz. Antón comienza a ronronear inmediatamente y poco después a mis oídos llegan los balbuceos de Aurora, las pisadas de Isabella y el sonido de las rueditas del coche raspando el suelo.

Guardo todo, tomo la chaqueta del perchero y salgo de la oficina para encontrarlas.

Siempre vienen a buscarme luego de que Aurora despierte de su siesta, ya que generalmente despierta de mal humor y según Isa lo único que la calma es venir aquí.

–¿Perdidas bellas damas? – hablo viéndolas acercarse mientras me coloco la chaqueta.

Isa ríe y Aurora chilla al verme.

Se detienen frente a mi y me hinco quedando a la altura de su hija.

–Hola hermosa, ¿Cómo dormiste? –balbucea como si me respondiera y me río–. Me alegro de que durmieras bien.

–No sé que tiene, que despierta tan mal humorada y solo se calma cuando entramos aquí –Isa habla girando el carrito cuando me pongo de pie–. Al menos sirve para que demos una vuelta y no estemos encerradas en la mansión.

–¿No haz vuelto a tus tareas de Luna? –pregunto empujándola a un lado y quitándole el coche para llevarlo yo.

Golpea mi hombro, pero camina a mi lado sin decir nada. Ya se acostumbró a que siempre se la quite.

–No aún no, no tengo con quien dejarla –guarda sus manos dentro los bolsillos–. Mi suegra la cuida cuando hay situaciones a las que debo asistir si o sí, como el nacimiento de nuevos cachorros o pequeñas ceremonias, pero no quiero abusar –dice con nostalgia–. Además, aun es muy pequeña, quiero disfrutarla, quizás cuando sea más grande la deje a su cuidado, pero por el momento estamos bien así.

–Entiendo –respondo adentrándonos en las calles más transitadas de la manada–. ¿Quieres comer algo? ¿un helado?

–Me encantaría –responde con una sonrisa.

Caminamos hacia un pequeño puesto de helados artesanales y pedimos uno para cada uno, Isa se acomoda fuera en las pequeñas mesas con Aurora mientras yo recibo nuestro pedido y luego me uno a ellas.

Le entrego su helado mientras tomo asiento y comenzamos a comer.

–¿Qué tal las clases hoy? –pregunta acomodando el sobrero sobre la cabeza de su hija protegiéndola del sol.

–Bien –respondo y me da una mirada de fastidio.

Río ante el recuerdo de más temprano y me acomodo más en mi silla viendo la gente pasar.

–Han mejorado harto, esta semana empezamos con el elemento tierra y lo han podido manejar bien.

–Me alegro –sonríe–. Y me alegra que haya ido bien el proyecto y se hayan unido.

–Sí –respondo distraídamente.

Un grito de Aurora me hace mirarla rápidamente colocándome en alerta dejando mi pote de helado sobre la mesa, pero me relajo al ver que nada malo sucede, sino que mira un grupo de niños jugando un poco más allá con burbujas.

–¿Te gustan las burbujas hermosa? –hablo ganándome su atención–. ¿Quieres burbujas? –le sonrío–. Bullae.

Murmuro antes de aplaudir y al abrir mis manos pequeñas burbujas salen flotando, logrando que ella aplauda y chille de alegría mientras las mira fascinadas. Cuando todas se dispersan vuelve a mirarme y rebota en su asiento con una sonrisa.

–¿Quieres más? –me hinco junto a ella para que queden más a su alcance y repito el hechizo logrando que las burbujas la rodeen.

Sus ojos las siguen con atención y yo me fijo en ella, mirándola detenidamente cuando logro notar como pequeños brillos morados se muestran en sus iris antes de desaparecer.

–Interesante –murmuro asombrado.

–¿Qué sucede? –la voz de Isa hace que la mire.

Niego con la cabeza y vuelvo a ver a Aurora.

–Nada–me pongo de pie–. ¿Vamos?

Asiente y toma su pote de helado comenzando a caminar cuando yo hago lo mismo llevando a Aurora.

No le diré nada aun sobre aquello que vi, porque puede haber sido mi imaginación o quizás no, pero aun es muy pequeña y puede que solo haya sido algo pasajero.

Aunque con su linaje lo dudo, pero mantendré un ojo en ella.

Como siempre.

            
            

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