El sueño del daimon
img img El sueño del daimon img Capítulo 1 Prólogo
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Capítulo 6 Sentimientos contradictorios img
Capítulo 7 El desafortunado encuentro img
Capítulo 8 El guardián de la oscuridad img
Capítulo 9 El joven guerrero img
Capítulo 10 Lo que tienen los hombres img
Capítulo 11 Entre muchos es mejor img
Capítulo 12 El guardián del agua img
Capítulo 13 Las dudas de Chapai img
Capítulo 14 El retorno del enemigo img
Capítulo 15 Una clara desventaja img
Capítulo 16 Intermedio img
Capítulo 17 El guardián de la música img
Capítulo 18 La petición de Eireka img
Capítulo 19 El guardián del sexo img
Capítulo 20 Pelea de idiotas img
Capítulo 21 Las sospechas de los Guardianes img
Capítulo 22 El guardián del aire img
Capítulo 23 Intereses cruzados img
Capítulo 24 El consejo de Angapovó img
Capítulo 25 Aclarando el malentendido img
Capítulo 26 El daimon rencoroso img
Capítulo 27 El mensaje de Anahí img
Capítulo 28 El guardián de la tierra img
Capítulo 29 El plan de Marangatú img
Capítulo 30 Intento de fuga img
Capítulo 31 Entrando en confianza img
Capítulo 32 El guardián de la vida y la muerte img
Capítulo 33 Reunión de hermanos img
Capítulo 34 El principio de todo img
Capítulo 35 El sueño del daimon img
Capítulo 36 El poder del conocimiento img
Capítulo 37 El despertar de los dioses img
Capítulo 38 Un nuevo amanecer comienza img
Capítulo 39 Anahí y Lambaré img
Capítulo 40 Epílogo img
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El sueño del daimon

Marisol FR
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Capítulo 1 Prólogo

Los rayos del sol sobresalían de entre las ramas de los árboles de la inmensa Selva Guaraní. Y en medio de toda esa vegetación sin tocar, una muchacha solitaria estaba recogiendo los frutos que cayeron del suelo. A medida que el cielo se iba aclarando, la joven alzó la cabeza para apreciar unas lejanas nubes blancas. Mostró una pequeña sonrisa y, con los brazos al aire, exclamó:

- Oh, dioses todopoderosos de la Morada Celestial, ruego por su sabiduría para aclarar la mente ante las inseguridades que debe lidiar mi espíritu.

Un par de lágrimas recorrieron sus mejillas y cayeron al suelo al no obtener respuesta alguna. Tras intentar olvidar el tormento que aquejaba su corazón, procedió a seguir con su labor.

Pero se detuvo al escuchar un grito de auxilio. Así es que dejó su bolso tejido a un lado y fue corriendo hacia el sitio donde provenía el sonido. Y luego de correr por unos cuantos metros, se encontró con una extraña criatura atrapada en unas redes hechas por algún grupo de cazadores que estarían merodeando la zona.

No era humano. Tampoco un animal. Tenía forma humana, pero lucía un par de hermosas alas negras por su espalda y un par de cuernos largos y rojos por encima de su cabeza. La joven sabía bien qué era esa criatura: era una daimon, una especie de bestia que, aunque tuviese el mismo don de habla de los humanos, se asemejaba más a un monstruo salvaje por su grandiosa fuerza y gran capacidad de adaptarse en cualquier entorno.

El aspecto lamentable de la daimon, que intentaba liberarse de esa trampa, la conmovió. Sentía lástima por ella. Pero su miedo era aún más fuerte, ya que se trataba de una criatura salvaje capaz de descuartizarla de un solo golpe si se acercaba a ella.

- ¿Qué debería hacer? – pensó la muchacha.

Pero antes siquiera de hacer algún movimiento, escucho las voces de los cazadores que se acercaban al lugar.

De inmediato, la joven recolectora dio media vuelta y se dispuso a regresar a su refugio, donde le esperaba su padre para desayunar.

Nunca supo lo que sucedió con esa daimon y, por mucho tiempo, no paraba de soñar en ella. El remordimiento que sentía por no haberla ayudado era tan grande que sintió que lo acompañaría por el resto de su vida. Pero no tenía opciones, ya que se había marchado de su tribu para seguir a su padre, a quien lo sentenciaron al destierro por un crimen atroz que afectó a muchas personas.

La Selva Guaraní era un lugar hermoso y aterrador a la vez, por lo que los humanos formaron tribus para sobrevivir y alterar la naturaleza a su antojo. Separarse al resto era equivalente al suicidio. Y por eso, la joven decidió seguir a su padre en su destierro ya que lo amaba y deseaba lo mejor para él.

Aunque no estaba de acuerdo con sus acciones.

            
            

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