Finalmente, estábamos bajando del avión, el trayecto me había hecho largo y no pude dormir en todo el trayecto. Mi padre era otra historia, había dormido como un bebé. Caminamos por los pasillos del aeropuerto después de mostrar los pasaportes y de ser revisados, salimos; mis lágrimas salieron con fuerza al oír el grito de Alexandra, giré y la vi con mi tío Andrés. Corrí hacia ellos para abrazarlos, mi tío me levantó entre sus brazos; siempre fue alto y de complexiones fuertes, parecía que levantara pesos todos los días, luego me bajó y me dio un gran beso en la frente.
-¡Estás hermosa! -sonrío.
-Ahora es mi turno -se quejó Alexandra, seguidamente me abrazó, yo le respondí con efusividad, ahora yo estaba un poco más alta que ella.
-«¡Bienvenida, prima!» -exclamó entre lágrimas, luego se despegó de mí y agregó: -mi padre tiene razón, te has convertido en una mujer muy hermosa. ¡Mírate! Vas a romper muchos corazones.
-Tú también estás muy guapa -le contesté con un deje de tristeza, lo menos que quería era atraer corazones, cuando el mío estaba más que roto.
Alexandra había experimentado un gran cambio, su cabello ondulado castaño oscuro estaba bastante largo casi a final de su espalda, llevaba un pendiente en la nariz y tenía un cuerpo agradable que cubría en esa ocasión con una sudadera negra ajustada con la imagen de la portada del disco de Metálica «And justicie for all». Nuevamente, el nudo en mi garganta resurgió. Esa era una de las bandas favoritas de Ethan. Quité mi vista de su sudadera y los coloqué en sus jeans raídos y sus botas de cuero negro. Se veía sexi. Le sonreí y, en forma de juego, toque su pendiente.
-Quiero uno -dije, mi papá puso cara de no gustarle mi idea, mi tío sonrío.
-Y eso que no has visto el tatuaje que me hice en toda la espalda -abrí los ojos más de la cuenta.
-¡Quiero verlo, apenas lleguemos! -ella me guiñó un ojo.
Entre abrazos, Alexandra me llevó a la camioneta de mi tío, mi padre había acordado con ellos que fueran por nosotros, pensando que me haría bien y no se había equivocado.
Camino a casa, Alexandra no hacía más que abrazarme y decirme lo maravillosa que me veía, logrando que de momento olvidase mi pena. Sin perder tiempo me puso al tanto de su vida universitaria.
-Vicky está en la universidad y en mi misma clase una pareja de gemelas que son insoportables, se creen el centro de atención y que el mundo gira solo a su alrededor. ¡Alguien debería darles una buena dosis de ubicación! Siempre consideré que la inmadurez de la adolescencia se quedaban en la secundaria, pero me equivoqué -se desahogó y no pude evitar recordar a Margot y Allison, una vez más, mi pasado me tocaba a la puerta y con él, la tristeza.
-Vamos a casa de mi madre -nos informó mi tío -las maletas las llevaremos luego.
Mis ojos seguían las calles ahora desconocidas para mí, en el camino me fui quitando la chaqueta; la frescura era soportable. Luego de unas horas de carretera por fin entramos al camino que nos llevaba a casa de mis abuelos.
Los faros delanteros del jardín se podían ver desde la entrada, cuando ya estábamos más cerca, los dos perros pastor alemán corrieron hacia la camioneta para recibirnos entre ladridos amistosos. Ahora podía ver a mis abuelos, sobre todo a ella, junto a esa visión los olores familiares resurgían y la niña que una vez fui reaparecía ante mis ojos tras aquel jardín que recorría con Alexandra trepando árboles y meciéndonos en el columpio de caucho viejo que mi tío Andrés había improvisado. Me bajé del coche y corrí hacia ellos, abrazándolos. Comencé a llorar sin inhibiciones, ellos hacían lo mismo. Mi abuelo se despegó de mí y tomó mi rostro entre sus manos.
-Jovencita, cuánto te había echado de menos este viejo, pensé que moriría sin verte; mi Victoria, lo único que me queda de Ángela.
-Abuelo -gemí. Ahora mi abuela era quien me abrazaba.
-Victoria -sollozó y me abrazó contra su pecho tibio, mi corazón se desbordó.
-Abuela... -no pare de repetir esa frase hasta que sentí que mis rabihats se manifestaban emitiendo calor, pronto comenzarían a brillar.
-Cálmate, no desearás que tu padre y Alexandra lo noten -me dijo entre lágrimas y susurros, pero aquella frase la había dejado sin terminar. -Bueno, es mejor que entremos -dijo después de la advertencia -¡Me maté preparando un buen banquete! -nos informó.
-¡Entonces entremos! -exclamó mi padre con entusiasmo, al parecer en estos últimos años su relación había mejorado.
-Espero haya licor -agregó Alexandra.
-Si hay, no puede faltar en esta celebración especial. Bienvenida, Victoria -dijo mi tía Isabel, la madre de Alexandra, que se unía al recibimiento abrazándome.
La noche había sido cálida y agradable, no me alejé de mi abuela mientras pude, ella me había prometido que pronto hablaríamos y como mi padre suele cumplir mis deseos, le pedí que esa noche quería pasarla con mis abuelos y no le quedó de otra que aceptar.
-Vayamos a mi cuarto -me propuso Alexandra, no sin ante llevarse unas cuantas cervezas.
-Deja dormir a Victoria, debe de estar exhausta del viaje -le recordó mi tía Isabel.
-¡Por Dios mamá! Será solo un rato -y sin decir más me internó en su guarida.
Apenas observé la habitación de Alexandra, me di cuenta de que caí en sobresalto, tanto que no pude dar un paso más de la puerta.
-¿Qué sucede Vicky? ¿Por qué te quedas ahí parada? ¡Entra! -sus palabras se evaporaban en el aire, aquel cuarto lleno de afiches de grupos de rock, junto a las guitarras eléctricas de Alexandra, fueron trayendo a mí el recuerdo de la habitación de Ethan que estaba decorada similar, la única diferencia es que él tenía una gran batería.
-¿De dónde sacas tantas lágrimas Victoria? -Inquirió Alexandra con rostro pasivo, y sin dejarme contestar me abrazó y me llevó hasta el interior del cuarto y a la vez pasó seguro a la puerta.
-Ahora si Vicky habla ¿Por qué te has puesto así?
-Tu habitación... es tan -mi voz se cortó por el llanto, ella colocó su mano sobre mi hombro.
-¿Te recuerda la habitación de ese chico que era tu novio? -La vi y asentí -¿Me hablas de él? -me pidió.
-No es buena idea -Alexandra se levantó y tomó dos cervezas, las destapó y me paso una.
-Tomate un buen trago y verás cómo se desanuda el nudo de tu garganta -me aconsejó y así lo hice -ahora habla -me pidió, pero yo continuaba muda.
-Así que Ethan tenía buen gusto -me ayudo a hablar.
-Sí, él era un amante de las bandas de rock y veo muchas de sus favoritas colgadas en tu pared -ella sonrió, entonces comenzó a detallarme hasta que vio mi mano derecha justamente mi dedo anular. Sus ojos se abrieron más de la cuenta.
-¡Victoria Montesinos, acaso ese anillo que posa en tu dedo es lo que creo!
-Sí -le afirmé -. El día en que lo mataron, yo había aceptado casarme con él -mi noticia logró que mi prima se tragara de un solo trago todo el contenido de su cerveza.
-Imagino el rostro de mi tío Alberto si se fuera enterando ¿Cómo que te había pedido matrimonio y no me habías contado? ¡Eso no te lo voy a perdonar! -dijo en tono juguetón simulando molestia, luego tomó mi mano nuevamente y detalló el anillo.
-Ethan tenía un gran gusto, es una pena que no lo conociera, nos hubiéramos llevado muy bien, sobre todo por la música.
-Y a mí me duele que no esté aquí. Él tocaba batería -tomé otro sorbo largo de mi cerveza.
-¿También te regaló ese hermoso relicario antiguo? -Una vez más mi corazón dio un vuelco, pero no respondí a su duda.
-Como deseo que me amen así -dijo con nostalgia.
-¿Aunque haya muerto?
-Si Vicky, así haya muerto; ser amada de verdad es un privilegio. Sé que debe ser terriblemente doloroso todo lo que te está pasando, pero te queda el hermoso recuerdo de lo que viviste junto a ese muchacho. Victoria, nuestra vida no es nuestra y siempre he creído que la muerte es solo una puerta que nos conduce a otro mundo y cuando se cierra otra se abre. Imagínate que esa puerta de la muerte te conduciría al cielo o al infierno -sonrió con picardía, luego prosiguió -y que cuando se abriera, detrás de ella, él estaría esperándote -luego de aquellas palabras, Alexandra destapó otras dos cervezas y a decir verdad me hacían falta, había perdido bastante líquido de tanto llorar.
Las cervezas ya habían logrado marearnos, Alexandra había ido por más y ya yo me había cambiado de ropa, como mi papá se había llevado las maletas, ella me prestó una suya. Estábamos tiradas en la alfombra de su cuarto tomando y sacando mis fantasmas, pero los demonios que me atormentaba me los había reservado. Me sentía tranquila en casa de mi abuela, sentía que los guardianes la protegían. Adrián vino nuevamente, el alcohol entre mezclado en mi sangre logró aflorar mi añoranza por él, suspiré.
-¿Y ese suspiro? Eso no parece un suspiro causado por un difunto, más bien parece un suspiro producido por una persona viva -sonreí por sus palabras y también por su tono de voz ya casi alcoholizado, no pude evitar recordar a Emily.
-Al fin te saco una sonrisa -. La puerta sonó, era mi tío Andrés para ver si estábamos bien, pero al vernos con las cervezas en mano negó con la cabeza.
-Veo que están muy bien, gracias a Dios que mañana es sábado. -Luego de esas palabras se despidió, no sin antes decirnos que no hiciéramos ruido, había gente durmiendo en la casa.
-No te me hagas la loca, dime el trasfondo de ese suspiro -insistió apenas mi tío se fue.
-Sabes prima, creo sinceramente en eso de la reencarnación -me metí de lleno en otro tema que tenía conexión con el punto que ella exponía.
-¿Realmente supones en eso?
-Sí, y he vivido con la firme creencia de que el hombre que amé en mi vida pasada traspasó las barreras del tiempo y me volvió a encontrar en esta vida. He experimentado eso desde siempre y a partir de esa sensación he estado generando sueños, imaginando que nos encontramos una y otra vez en vidas diferentes y en épocas diferentes -Alexandra puso cara de extrañeza y me arrancó la botella de la mano.
-Opino que la cerveza está alterada, debido a que alucina.
-¡Boba! -sonreí y le quité mi bebida, luego ella enarcó una ceja.
-Señorita, me debes proporcionar una explicación en lo que se refiere a la investigación que me solicitaste hacer sobre Adrián Álamo, hijo de los dueños antiguos de la hacienda los Álamos, y que, por cierto, están bien muertos, incluyéndolo a él -hizo una pausa y puso una expresión de terror-. ¿Acaso eso tiene que ver con esa historia espantosa y extraña de las reencarnaciones? -Alexandra había dado en el clavo, quise cambiar el tema.
-Mejor olvidémoslo y muéstrame tu tatuaje -mi idea tuvo buen efecto.
-¡Si mejor! -dijo rápidamente, y entusiasmada se quitó la camiseta dejándome ver un enorme y hermoso Fénix que ocupaba la mitad de su espalda.