Capítulo 5 Extraña alegría

Maeve dejó escapar un suspiro interior antes de hablar: "Tengo hambre. ¿Podrías hacerme el desayuno?".

"Por supuesto, señora. Enseguida", respondió Ivy, asintiendo levemente con la cabeza.

Se apresuró a ir a la cocina para satisfacer la petición de Maeve.

Había algo peculiar en su comportamiento esa mañana. Aunque Ivy no podía explicarlo, percibía que Maeve se mostraba más razonable que de costumbre.

Ella esperaba que le exigiera cosas imposibles, pero, para su sorpresa, solo le pidió comida.

Ivy deseaba que Maeve fuera un poco más amable y aceptara a Dominic, pues sabía que este se enfrentaría a una vida difícil si su esposa continuaba albergando odio hacia él.

"Ivy, ¿qué le pusiste a esto? ¡Sabe increíble!", exclamó Maeve mientras tomaba su primera cucharada de las gachas que le sirvieron unos minutos después.

"Ah..., nada especial. Son unas gachas ordinarias", respondió Ivy sonriendo, extrañada por la actitud alegre y agradecida de Maeve.

"Créeme cuando te digo que esto sabe delicioso. Nunca había probado nada igual. Es tan cremoso, no como los granulados a los que estoy acostumbrada. ¡Te doy diez de diez!".

Las palabras de Maeve fueron como música para los oídos de Ivy. Su sonrisa fingida se transformó en una auténtica.

"Gracias, señora. Me alegro de que le guste".

Maeve siguió saboreando las gachas y luego dio un mordisco al emparedado de jamón y huevo frito, que le parecía igualmente delicioso.

De repente, su celular sobre la mesa vibró, indicando un nuevo mensaje de texto.

Maeve lo revisó y descubrió que era de Dylan Collins, el hombre al que una vez creyó amar. Apartó la mirada para concentrarse en la comida. Poco después llegó otro mensaje.

"¡Qué fastidio!", exclamó la joven.

Levantó el celular con la intención de bloquear a Dylan, sin embargo, notó que el segundo mensaje era de Dominic.

Dejó su emparedado y enseguida seleccionó el mensaje. Decía: "Te compré un ungüento. Aplícatela cuando te despiertes para sentirte mejor".

¿Ungüento? ¿A qué se refería?

Maeve ladeó la cabeza y recordó el apasionado encuentro que tuvieron la noche anterior. Entonces, comprendió. Enseguida escribió su respuesta.

En ese momento, Dominic se encontraba en una reunión de trabajo, sentado al frente de una gran mesa, con expresión formal.

El resto de los altos ejecutivos que lo rodeaban permanecían en silencio, con los labios apretados. Mientras tanto, el gerente que se encontraba en la plataforma temblaba nervioso al hablar.

Todos los presentes sabían que su jefe era de temperamento irascible y que cualquier error que cometiera le causaría un enojo inmediato.

Con la mirada fija en la pantalla de su celular, Dominic frunció ligeramente las cejas mientras leía el último mensaje por enésima vez. ¿Había ido demasiado lejos? ¿Era cierto que Maeve se entregó a él voluntariamente anoche, o lo hizo simplemente por lo que tanto Dylan como la familia Wright pudieran ganar?

Antes de que pudiera comprender el motivo, llegó la respuesta de Maeve:

"¡Eres tan molesto!".

Tomado por sorpresa, los ojos de Dominic se abrieron ligeramente, y una pequeña sonrisa se formó poco a poco en las comisuras de sus labios. Podía imaginarse lo avergonzada y nerviosa que debía sentirse Maeve en ese momento. Sus mejillas y orejas debían de estar enrojecidas.

Ver el rostro de Dominic hizo que una docena de ojos se ensancharan asombrados. ¿Qué había ocurrido? ¿De verdad sonreía? ¿Era Jacob tan impresionante que incluso el típicamente frío jefe estaba complacido?

Si no, ¿por qué sonreía Dominic ahora?

Jacob Dixon sintió una alegría abrumadora cuando fue testigo de la sonrisa de su jefe. La confianza que sentía en sí mismo se disparó mientras continuaba con la presentación.

"Se suspende la reunión".

De repente, Dominic lo interrumpió con expresión sombría.

La sala se llenó de murmullos y los ejecutivos intercambiaron miradas confusas. Momentos antes él había sonreído, ¿por qué ahora fruncía el ceño?

Todos voltearon a ver a Jacob, entrecerrando ligeramente los ojos como si lo consideraran responsable de haber dicho algo que no debía. El joven se quedó perplejo y abrió los brazos en un gesto de inocencia. Si había seguido el libreto de la presentación, ¿por qué lo culpaban?

El repentino cambio de humor de Dominic se debía, sin que los demás lo supieran, al mensaje que acababa de recibir de su asistente, informándole que Dylan estaba en camino a su propiedad.

La única razón para que el hombre le hiciera una visita era Maeve.

Mientras tanto, la joven se estiraba con pereza después de desayunar. Se levantó con la intención de subir a usar el ungüento que Dominic había comprado.

"Disculpe, señora", dijo Ivy, de pie al pie de la escalera. "Hay un hombre que quiere verla. Dijo que su nombre es Dylan Collins".