Tu, mi alfa
img img Tu, mi alfa img Capítulo 2 Envidia de la buena
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Capítulo 6 Fiesta de vendemia img
Capítulo 7 Luna img
Capítulo 8 8. Tu eres mi mete img
Capítulo 9 9. Historia img
Capítulo 10 10. Extraño img
Capítulo 11 11. Lobo, lluvia, besos img
Capítulo 12 12. Primera vez img
Capítulo 13 13. Odio img
Capítulo 14 14. Margaritas y sorpresa img
Capítulo 15 15. Beta img
Capítulo 16 16.¿Lazo en peligro img
Capítulo 17 17. Corazon con ventaja img
Capítulo 18 18. Muerte img
Capítulo 19 19. Preguntas y respuestas img
Capítulo 20 20. Sorpresa img
Capítulo 21 21. Nada importa ahora img
Capítulo 22 22. Lobo pervertido img
Capítulo 23 23. Dos palabras img
Capítulo 24 24. Urgencias img
Capítulo 25 25. Vainilla img
Capítulo 26 26. ¿Diablo o lobo img
Capítulo 27 27. Tres Cosas img
Capítulo 28 28. Cuenta Conmigo img
Capítulo 29 29. Reencuentro img
Capítulo 30 30. Confrontación img
Capítulo 31 31. Nervios img
Capítulo 32 32. Necesidad img
Capítulo 33 33. Falsedad img
Capítulo 34 34. Recuerdos img
Capítulo 35 35. Código de lobo img
Capítulo 36 36. Omega img
Capítulo 37 37. Balde de agua fría img
Capítulo 38 38. Primer mes img
Capítulo 39 39. Segundo Mes img
Capítulo 40 40. El lobo perfecto img
Capítulo 41 41. Un nuevo Bendetti img
Capítulo 42 42. Espirales img
Capítulo 43 43. Mi superhéroe img
Capítulo 44 44. Sureños img
Capítulo 45 45. Malditamente mia img
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Capítulo 2 Envidia de la buena

Marcelo Bendetti era un hombre con muchas cualidades pero una destacaba entre las demás. Era un hombre sumamente protector. Su único trabajo en la vida es y será proteger a los suyos. Era un italiano de unos treinta años que vivía del vino y los olivos. Había crecido en una de las ciudades más hermosas de todas, la Toscana. Su cabello rizado y ojos azules hacían una combinación perfecta para cualquiera que lo viese. Era un hombre verdaderamente guapo y él estaba al tanto de eso.

Su familia llegó a la Toscana cuando él ni había nacido. Querían ampliar el negocio de la familia y estando en Venecia no era lo más conveniente. Así que antes de que todo se complicara con la venida de Marcelo ya estaban en camino a una gran villa con múltiples casas. A Marcelo siempre le fascinó la vida de la gran y hermosa Toscana. Cada montaña, cada ciprés, cada monumento histórico del lugar servían para que el niño de cabellos rizados amara tanto a su añorada Toscana. Creció correteando los alrededores de su villa. Eran, más bien, hectáreas y hectáreas de suelo que le pertenecía a su familia. Que eran divididas en viñedos y cosecha de uvas y olivos.

Creció amando escuchar, de sus padres, como sus antepasados cosechaban las uvas para luego hacer el vino más exquisito de la ciudad. Les tomaba horas, y a veces hasta días, elegir la mejor uva de la cosecha pues la delicadeza con la que las tomaban eran parte fundamental de todo el procedimiento de la elaboración de vinos. Amaba beber vino, creía que era una bebida sofisticada y jugaba un papel exquisito en cada noche sirviendo de acompañante para cualquier persona. Y era más que obvio que amaba el vino, era italiano, vivía en la ciudad en donde fácilmente se puede desayunar, almorzar y cenar vino, su familia le inculcó esa devoción por el vino.

Le enseñaron que beber vino no es algo que se lleve de prisa. Primero olerlo que permite experimentar con más exquisitez su sabor, segundo mover la copa para que el vino de mucho tiempo se oxigene y tercero degustar, dejar que el vino moje sus labios como si fuese un corto pero dulce beso en los labios. Así que hoy en día era uno de los catadores más exigentes de la ciudad. Siempre que llegaba a un restaurante y pedía una copa de su mejor vino el mesero o mesera siempre se ponía nervioso por que ya todo el mundo conocía los gustos exigentes que puede llegar a tener.

A veces le molestaba pues tan pronto lo veían entrar los meseros parecían que eran un potro recién nacido del temblor de sus piernas, manos y voces. Aunque trataba de ser un hombre más sociable pero le era imposible y eso le estaba dando mala fama. Su expresión seria y de pocos amigos se había encargado de dar una imagen errónea sobre él. Sí, era un hombre serio e imponente, bastante serio, pero eso no quitaba que era un hombre de buen corazón. Siempre buscaba el bienestar para su numerosa familia y sobretodo se dedicaba a ayudar a cualquier persona que le hiciera falta una mano.

-Francesco, está a punto de empezar el recogido de los olivos y espero que, como mano derecha, estés- dijo Marcelo a su amigo casi hermano.

El hombre alto, fornido, cabello rubio y sonrisa encantadora asintió luego de entregarle un folder con unos papeles. Francesco y Marcelo se conocieron en un momento en el que Marcelo estuvo mal. Estaba descontrolado y Francesco llegó a su vida para jugar el papel de hermano con él. Aunque no todo fue color de rosa, ¿entre hermanos que puede ser color de rosa? siempre ha habido uno que otro contratiempos y enojos pero siempre podían arreglarlo. El amor de hermanos entre ellos podía más que una, más bien miles, de peleas.

-Ya están divididos por grupos. Unos recogerán los olivos y otros las uvas. Me tomé la libertad en darles unos días ya que sabes como son éstos días y si queremos que todo esté bien lo vi muy bien hacerlo. Espero que no te moleste- dijo Francesco sentado en el asiento negro de cuero que estaba frente al escritorio de Marcelo.

-No me molesta siempre y cuando que me lo comuniques. No quiero tenerlos trabajando por días sin descanso.- dijo Marcelo y éste asintió.

-Ahora, hablemos de lo más importante ¿Que haremos con las cuerdas de terreno que colindan con la villa del sur?- preguntó Francesco juntando sus dedos índice y posándolos en sus labios viendo a Marcelo con una expresión seria y profesional.

-Luka no quiere vender su parte y te juro que me veo a punto de desgarrarle la...- gruñó Marcelo y Francesco negó.

Sabía su amigo podía hacer cualquier cosa para salirse con la suya y más cuando se interponía en sus planes. Los terrenos, o más bien parte de los terrenos de Luka, eran uno de los mejores en donde las uvas eran más exquisitas. Y no era que las del terreno de Marcelo no lo fueran pero esas eran de un sabor inigualable. Una noche, hace mucho, Marcelo había probado unas uvas de un árbol que estaba en el terreno de Luka, cerca de la casa. Aunque Luka, un señor de unos setenta y algo de años, usaba esa villa más para fines vacacionales no quería venderla pues era la primera casa que había construido tan pronto conoció a la mujer de su vida.

La mujer de su vida.

Marcelo tenía una envidia al amor que tenían Luka y Marena. Más bien envidiaba como él había encontrado el amor de su vida, esa compañera que lo acompañó durante casi cuarenta años, en un simple mercado. Marcelo envidiaba el como Marena se desvivía por Luka, en como sacrificó su esbelta figura para darle cinco hermosos hijos. Él quería una mujer así para su vida. Marcelo necesitaba encontrar a la mujer de su vida, a la mujer que los ancestros tenían separada para él y exclusivamente solo para él.

-Ya verás, en cualquier momento aceptará el billetaje que le haz ofrecido.- habló Francesco.

-Espero que si lo acepte porque de lo contrario me veré obligado a...- habló Marcelo con el ceño fruncido y su mejor amigo lo interrumpió.

-Tienes que tranquilizarte. Tenemos un perfil bajo por fin en mucho tiempo y nuestra familia se siente más segura que nunca. Así que no veo bueno llegar a eso- dijo y Marcelo asintió.

Ya el sol se estaba escondiendo detrás de la colina que tenía a su lado izquierdo dando un increíble y majestuoso espectáculo a los humanos. El rojo, anaranjado y rosa se mezclaban entre sí haciendo ver el cielo más único. Su estómago gruñó y decidió bajar con su familia. Era una familia bastante numerosa y vivían en unas villas en el mismo terreno. Su familia empezaba por su querida y adorada abuela, seguido por su madre, luego su hermana menor, su mejor amigo Francesco, su tía y su familia, que consistía en su esposo y sus dos hijas de diez años. También su tío y su esposa y su niño de un par de años.

Todos se llevaban muy bien, claro a veces habían roces y disputas, como en todas las familias, pero ellos terminaban limando asperezas. Y es que era mejor así porque no era conveniente vivir en un lugar cerca o prácticamente vivir en un mismo lugar. Habían cuatro villas en los terrenos Bendetti, y Marcelo vivía en la más grande de todas con su familia, su abuela, su madre y su hermana. De piedras gris y tejados terracota alzaban una increíble villa típica al modo de las villas de la Toscana.

Era una villa imponente como lo era su dueño. Con más de cinco habitaciones y con más de siete baños era una villa increíblemente espaciosa y eso era lo que a Marcelo le gustaba. Pues tener relaciones cada vez que quería podía ser algo traumático para su familia por eso tenía la habitación más alejada de la casa quedando a extremo opuesto de las habitaciones de ellos. Marcelo era un hombre que, prácticamente, le llovían las mujeres esbeltas de rostros inmaculados pero como el agua de lluvia así mismo desaparecían. Él no estaba contento con lo que hacía pero no pretendía ser un hombre virgen a los treintas esperando al amor de su vida. Así que como se dice por ahí, mientras llegue la indicada disfrute de la equivocada. En este caso él estaba disfrutando de un gran número de equivocadas.

Cuando terminaron de cenar él se despidió de su familia y salió como todas las noches a dar un paseo por sus viñedos y sus cosechas. Admiró cada árbol mientras sonreía. No se había sentido tan inquieto como esa noche. Sentía como una opresión en el pecho cada vez que se acercaba a los viñedos pero aún así se sentía pleno, en calma en ese lugar. Una calma que no había sentido nunca y le fue inquietante.Se acercó a los terrenos que colindan con la villa de Luka y Marena y como cada noche, escaló la verja de madera y se dirigió al árbol de uvas cerca de la villa. Todo estaba a oscuras pero él veía perfectamente así que se acercó y tomó un par de uvas blanca.

Cuando estuvo a punto de llevar las uvas a sus labios y saborearlas la luz del exterior de la villa se encendió.

-¿Q-Quien anda...ah-ahí?- dijo una voz temblorosa tratando de escucharse valiente.

-Mierda. Mierda. Mierda- susurró Marcelo viendo escondido a dónde provenía la voz que le había hecho estremecer como si fuese un terremoto sacudiendo a un increíble rascacielos. Una silueta espectacular, aunque sabía que era de una chica gorda, tenía todo en su lugar y muy bien proporcionado se asomó en el ventanal de la sala y la boca se le secó.

Aunque le fue imposible dejar aquel escondite y quien sabe porque, decidió salir de allí antes de que la inquilina llame a Luka y le de otro motivo para rechazar su oferta. Había peleado con su lobo por abandonar aquella villa lo antes posible.

Sí, Marcelo era un hombre lobo, uno de verdad.

Sentía la necesidad imperiosa de ver quien era la dueña de la voz que se había metido en lo más profundo de sus pensamientos. El corazón lo tenía latiendo desbocado y sentía que en cualquier momento perdería el control y su lobo terminaría dominándolo. Hace años su lobo estaba arañando las puertas para salir a la luz y poder estar a plenitud pero Marcelo tenía autocontrol y mientras no hubiese amenaza el lobo no era necesario. Aunque varias veces le era imposible seguir con el autocontrol que dejaba salir a su lobo. Un majestuoso lobo de pelaje negro azabache y con ojos rojos sangre que enseñaban el alfa que había en su interior. Pero en un momento como ese, el lobo aullaba dolorosamente por salir y Marcelo luchaba con él.

No era bueno dejar salir a su lobo. Él no sabía que tipo de persona o personas habían en esa casa. No seas idiota no te lastimaría, dijo su lobo. Sacudió su cabeza, tenía que salir lo más antes posible. Podían ser cazadores y eso era lo último que quería. Tenía que salir de allí aunque parecía que sus pies estaban clavados al césped y una fuerza extremadamente fuerte, además de la de su lobo, lo obligaba a permanecer allí el más tiempo posible. Se obligó casi imposible a abandonar el terreno y se dirigió a su villa aún picándole el pecho. Era su lobo añorando salir pero no podía ni lo dejaría.

            
            

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